La subida del alquiler pone en peligro al Lavapi¨¦s multicultural
El barrio diverso del centro de Madrid se gentrifica r¨¢pidamente y hace imposible la permanencia de muchos inmigrantes asi¨¢ticos y africanos
Como un peque?o alcalde, Elahi Mohammad Fazle conoce por nombre y apellido a casi todos sus compatriotas de Banglad¨¦s en el barrio madrile?o de Lavapi¨¦s. Durante m¨¢s de 15 a?os como vecino de este rinc¨®n multicultural de la capital, Mohammad Fazle, de 41 a?os, ha sido un referente, inform¨¢ndoles de cursos de espa?ol y papeleos, organizando fiestas patri¨®ticas o hablando con la alcald¨ªa sobre los problemas y demandas de los banglades¨ªes madrile?os. Pero desde julio ya no vive en el barrio porque no pudo pagar el aumento del alquiler as¨ª que se ha mudado con su esposa, Tania Sultana, y su hijo Tabib, de cinco a?os, al centro de Usera, un distrito m¨¢s asequible en el sur de la ciudad.
Cuenta que pagaban 600 euros, pero los caseros les dijeron que era demasiado poco. Reunidos en un restaurante, una de las hermanas due?as del peque?o piso les invit¨® a irse describiendo la nueva realidad de Lavapi¨¦s, seg¨²n recuerda ¨¦l: ¡°Me dijo, este piso me da 2.500 euros si lo pongo de alquiler tur¨ªstico, ?t¨² cu¨¢nto me das?¡±. Fue un golpe tan duro como una orden de expulsi¨®n. Con su humilde sueldo de 900 euros como auxiliar de informaci¨®n en un centro social del Ayuntamiento, Fazle no puede ni so?ar con competir por un alojamiento en su antiguo barrio. ?l ha encontrado un nuevo hogar en Usera; otros banglades¨ªes se est¨¢n marchando a Vallecas, Villaverde o donde encuentran alquiler barato. No hay un destino com¨²n.
Les est¨¢ pasando tambi¨¦n a los senegaleses y otras minor¨ªas que se establecieron en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas en este barrio c¨¦ntrico cuyo nombre oficial es Embajadores. Seg¨²n decenas de entrevistas en el barrio, las subidas del alquiler est¨¢n haciendo que las comunidades se tambaleen. Quienes han vivido en Lavapi¨¦s durante a?os y los que llegan ahora a Madrid se dispersan por el mapa de la capital, donde hay una competici¨®n general por encontrar un alquiler a buen precio.
Fazle, como otros entrevistados, vive con amargura este proceso. ¡°Lavapi¨¦s es mi otra novia. Estoy enamorado de ella desde que llegu¨¦¡±, dice ¨¦l. Sigue pasando 12 horas al d¨ªa en el barrio. Se divide entre el Centro Comunitario Casino de la Reina, donde est¨¢ su trabajo, y la sede de Valiente Bangla, en la calle Provisiones 14. Es la asociaci¨®n que ¨¦l fund¨® para asistir a sus compatriotas.
Lavapi¨¦s sigue siendo el lugar donde van a rezar, comer y comprar, pero muchos no vuelven m¨¢s.
¡°Ya no vendo como antes; menos gente, menos negocio¡±, dice el frutero banglades¨ª Mohamed Shah Alam, de 44 a?os. Desde su fruter¨ªa en la plaza de Lavapi¨¦s 5, puede ver en la acera de enfrente la otra causa de sus apuros, un Carrefour Market que abre 24 horas. Es una de las dos tiendas donde la multinacional implant¨® en 2015 en Espa?a el horario ininterrumpido.
Ni siquiera sobreviven los negocios ¨¦tnicos que prestan servicio a todo tipo de p¨²blico. Hace un mes cerr¨® el popular restaurante senegal¨¦s Baobab. El edificio junto a la plaza de Nelson Mandela ha sido comprado por un inversor. Pronto cerrar¨¢ tambi¨¦n el hostal Prinoy, primer techo en Madrid de muchos inmigrantes senegaleses.
El golpe de gracia para la comunidad senegalesa podr¨ªa ser el cierre de la mezquita y centro de estudios isl¨¢micos Al Taqua, en la calle Cabestreros 9, donde rezan en idioma wolof. Para protegerse de las subidas del alquiler, el im¨¢n Demba Diagne inici¨® hace un a?o una colecta con el fin de conseguir los 500.000 euros que seg¨²n ellos costar¨ªa el local de m¨¢s de 300 metros cuadrados. Pero es un esfuerzo tit¨¢nico para estos fieles de pocos recursos. No han llegado ni a una d¨¦cima parte de lo que necesitan. ¡°La gente no puede dar mucho, 20, 30 euros por persona¡±, dice Diagne, de 58 a?os. ¡°Quiero ser optimista pero es muy dif¨ªcil¡±.
El 1 de enero de este a?o hab¨ªa empadronados 2.980 banglades¨ªes y 587 senegaleses en este barrio de 47.151 habitantes. Son cifras que est¨¢n por debajo de su pico en 2010, cuando hab¨ªa 3.337 y 934 residentes de estas comunidades, respectivamente. No son grandes descensos e incluso los banglades¨ªes han experimentado un ligero repunte en los ¨²ltimos dos a?os, pero seg¨²n los residentes las salidas se notar¨¢n pronto conforme los caseros vayan exigiendo subidas.
La gentrificaci¨®n de Lavapi¨¦s se ha acelerado en el ¨²ltimo a?o, seg¨²n los agentes inmobiliarios, que dicen que los disturbios de 2018 frenaron el proceso. Se nota el reemplazo de turistas con maletas de ruedas por inmigrantes pobres y eso anima a los inversores, dice V¨ªctor Rodr¨ªguez, asesor en la inmobiliaria Ficasa. ¡°Yo he ido por la calle con clientes que se cruzaban con inmigrantes y dec¨ªan por aqu¨ª no¡±, dice Rodr¨ªguez. Compran para ofertarlos como pisos tur¨ªsticos en Internet o para alquilarlos a j¨®venes bohemios espa?oles, pero tambi¨¦n de pa¨ªses de Europa, como Italia o Francia.
Los inmigrantes pobres se van porque su poder adquisitivo es menor, pero tambi¨¦n por el comportamiento racista de los caseros, seg¨²n m¨²ltiples denuncias. Como hay mucha demanda de alquiler, la b¨²squeda se ha convertido en un casting de inquilinos. Los caseros rechazan sin cortes¨ªa a los inmigrantes, a veces d¨¢ndoles un portazo o colg¨¢ndoles el tel¨¦fono.
"Llamas y por el tono de voz ya saben que eres extranjero y no te lo dan", dice Omar Gala, un limpiador senegal¨¦s de 50 a?os que se mud¨® hace unos meses a Carabanchel.
A Shajid Mowla, un banglades¨ª de 38 a?os que buscaba un local nuevo para su negocio de remesas le rechazaron 15 d¨ªas despu¨¦s de haber entregado la fianza de un mes. Le pidieron seis meses de garant¨ªa, un requisito que no estaba en el anuncio. No le vali¨® de nada haber demostrado con documentos que su empresa es solvente. Lo cuenta resignado: "?Qu¨¦ podemos hacer?".
Esta forma de racismo est¨¢ muy generalizada. Seg¨²n una encuesta de 2017 para el Ministerio de Trabajo y Migraciones, solo el 53,4% de encuestados alquilar¨ªa su vivienda a inmigrantes. Los agentes inmobiliarios dicen que este rechazo se debe en parte al prejuicio de muchos caseros que temen que el inquilino convierta la casa en un piso patera, un hogar a veces habitado por m¨¢s de 10 personas.
Muchos en Lavapi¨¦s parecen aceptar este reemplazo como una ley de vida. Es una nueva etapa para este barrio acostumbrado a los cambios, que desde hace d¨¦cadas ha visto llegar e irse a inmigrantes de provincias o chinos.
Pero los turistas no vienen para convivir, arman demasiado ruido y hacen que los vecinos se sientan fuera de lugar. "Me voy a trabajar por la ma?ana y cada vez veo m¨¢s maletas", dice Ana Mar¨ªa D¨ªaz, vecina de 50 a?os que se ha criado en el barrio.
A¨²n siguen llegando j¨®venes bohemios. Jorge Hoyas, un agente inmobiliario de Redpiso, alquil¨® esta semana ¡°el piso m¨¢s barato de Lavapi¨¦s seg¨²n Idealista¡± a un m¨²sico gallego de 24 a?os, Rober Carlos. Es una peque?a vivienda de 25 metros cuadrados en un tercero interior por solo 600 euros al mes. Es muy raro encontrar ya pisos para una sola persona en Lavapi¨¦s por menos de 750 euros.
Hoyas ya vio la gentrificaci¨®n y turistificaci¨®n en el vecino barrio de Malasa?a y cree que el proceso en Lavapi¨¦s es imparable: ¡°Est¨¢ pasando algo muy similar. A esto le quedan dos o tres a?itos¡±.
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