El coronavirus frena la devoci¨®n por el Cristo de Medinaceli
La prohibici¨®n de besar los pies de la talla reduce el n¨²mero de fieles que acuden a venerarla
El alcalde de Madrid es un hombre en¨¦rgico. Cuando llega a los sitios reparte apretones de manos y golpes cari?osos en la espalda, a conocidos y desconocidos. Este viernes se top¨® en la bas¨ªlica del Cristo de Medinaceli, en el d¨ªa grande del besapi¨¦s que ha tenido que ser suspendido este a?o por el riesgo de contagio del coronavirus, con un fraile capuchino enfundado en un h¨¢bito marr¨®n que le ca¨ªa hasta los tobillos. Algo tuvo que adivinar en el gesto imperturbable del padre Carlos para caer en la cuenta de que se encontraba frente a una autoridad de otra naturaleza, diferente a la suya.
-?Es usted el que manda aqu¨ª?-, le pregunt¨® Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez Almeida.
-Aqu¨ª no manda nadie. Estamos todos para servir-, respondi¨® el cura, que despu¨¦s se pase¨® en silencio por la bas¨ªlica, con las manos dentro de la t¨²nica.
El milagro en esta ocasi¨®n, sobre todo para los que se acercaban a hacer una reverencia ante el Nazareno, era la poca cola que hab¨ªa. Otros a?os, seg¨²n los organizadores, la fila de gente llegaba hasta Atocha, a dos kil¨®metros. Sin embargo, este primer viernes de marzo se pod¨ªa entrar directamente, sin esperas. La prohibici¨®n de besar los pies del Cristo, una orden del arzobispado siguiendo las recomendaciones del ministerio de Sanidad, redujo el n¨²mero de fieles que suelen atestar la bas¨ªlica en esta fecha.
La restricci¨®n tambi¨¦n dej¨® sin sentido la hilera de sillas de pl¨¢stico colocadas en la puerta de la iglesia, en la calle de Jes¨²s, desde varias semanas antes. Las ocupan verdaderas devotas del Cristo de Medinaceli, cuya penitencia consiste en esperar a la intemperie hasta este viernes, aguantando el fr¨ªo y la lluvia. Pero tambi¨¦n gente que hace negocio con los puestos y acaba envuelta en pol¨¦micas con el resto. Los frailes han acabado hartos del trapicheo.
¡°Otro a?os te encuentras 12 horas de cola. Este a?o nada, entras libre¡±, cuenta Carmen Gil, de 67 a?os. Como no se pod¨ªa besar la imagen, cuando pas¨® ante ella sac¨® una fotograf¨ªa de sus hijos y sus nietos y se la ense?¨® al Cristo. ?Cree que ¨¦l vio la foto? ¡°S¨ª, s¨ª¡±, responde Carmen. El miedo a contagiarse ha dejado a mucha gente en casa. La edad de los devotos es muy avanzada. ?Cosas buenas? ¡°Cuando trabajaba me ven¨ªa el jueves a las 18.00 para entrar a las 6.00. 12 horas de espera. Lo ve¨ªa, le besaba los pies y me iba a trabajar. Pues hoy era m¨¢s f¨¢cil¡±.
A su lado est¨¢ una se?ora de m¨¢s de 70. ?C¨®mo se llama esta mujer entusiasta con una estampilla en la mano? ¡°?Pa qu¨¦?¡±, contesta. Trabaj¨® con la madre de la reina Letizia en el hospital virgen de la Torre. Las dos eran ATS y sindicalistas. Cuando surgi¨® el romance de la entonces periodista con el pr¨ªncipe, alguien dej¨® un ejemplar de la revista Hola en la consulta. Ella no le coment¨® nada a la madre de Letizia, ni al rev¨¦s (¡°ni mu¡±). Le tiene mucho respeto a la Covid-19, como profesional de la salud que fue, pero ese temor no le ha atado a su casa y aqu¨ª est¨¢, despu¨¦s de haberlo visto al menos. ?Tuvo la tentaci¨®n de no venir?
-Da igual besarlo que no besarlo-, explica Paqu¨¦.
-La fe es m¨¢s que besar una talla-, se mete en la conversaci¨®n Carmen Gil.
-Para m¨ª tambi¨¦n. Los verdaderos devotos estamos hoy aqu¨ª-, cierra Paqu¨¦, muy torera.
De repente, una hilera de coches oficiales toma la calle. Paqu¨¦ est¨¢ expectante, en unos segundos puede que aparezca Letizia. Pero no es su d¨ªa de suerte. De uno de los coches baja do?a Sof¨ªa, la anterior reina. Entra a las 11:29 a la bas¨ªlica y a las 11:34 ya est¨¢ de vuelta en el veh¨ªculo. A la salida, do?a Sof¨ªa se lleva un aplauso de la gente que espera en la puerta.
La visita ha bloqueado el acceso del resto de feligreses durante cinco minutos. Y se ha creado una peque?a cola. Paqui y Javier, un matrimonio que se cas¨® en esta bas¨ªlica hace 35 a?os, ha venido con su nieta, de apenas cinco meses. La beb¨¦ se llama Alejandra y duerme en el carro. Ellos eran muy devotos de este Cristo, pero les parece que el asunto turbio de las colas y la locura colectiva que se genera semanas antes de este viernes han pervertido un poco la peregrinaci¨®n. Esta ma?ana iban, como acostumbran ¨²ltimamente, derechitos a adorar a Jes¨²s El Pobre, en la plaza del Humilladero, pero antes de salir vieron en el programa de Ana Rosa que no hab¨ªa mucha gente este a?o por la psicosis del coronavirus y aprovecharon. ¡°No se parece esto a ning¨²n a?o. Me parece fenomenal la prohibici¨®n. Somos muchos y es mejor no arriesgar... qu¨¦ necesidad hay. Adem¨¢s, nos han dejado pista libre¡±, explica Paqui.
El fraile que dialog¨® con el alcalde espera a un lado de la imagen. ¡°Si todo el mundo tiene miedo y est¨¢ asustado pues es normal que les eche para atr¨¢s. Hay un baj¨®n, eso est¨¢ claro. Pero veremos si el pr¨®ximo viernes (todos los viernes se puede besar los pies de la talla) baja la asistencia. Entonces s¨ª veremos que es una tendencia lo que estamos viviendo¡±, dice. La prohibici¨®n para evitar contagios se mantendr¨¢, hasta que pase la crisis. Los verdaderos devotos seguir¨¢n viniendo, aunque sea para levantar una ceja ante el Cristo. El resto se quedara en casa. La epidemia de coronavirus ha hecho la criba.
Informaci¨®n sobre el coronavirus
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