La prohibici¨®n de besar los pies del Cristo de Medinaceli por el coronavirus amarga a los devotos: ¡°Es un palo¡±
El Arzobispado de Madrid pide a los creyentes que llevan semanas haciendo cola en la puerta de la bas¨ªlica que se abstengan de posar sus labios en la imagen del Nazareno
A Pilar Pel¨¢ez, una se?ora de 59 a?os, se le empa?an las gafas. De un estuche rectangular saca un pa?o de microfibra que frota contra los cristales hasta que desaparece el vaho. La mujer tiene estampitas del Cristo de Medinaceli, medallas, bordados, sellos, e incluso su perfil de WhatsApp es un primer plano del rostro anguloso y bien proporcionado del Nazareno. Todo lo que compra, desde el m¨®vil a una blusa, lo pasa por sus pies. Este a?o iba a frotar el cord¨®n del traje de comuni¨®n de su nieto por el empeine de la talla, para eso lleva una semana haciendo la larga cola de sillas de pl¨¢stico que se genera en la puerta de la bas¨ªlica, pero el arzobispado de Madrid ha pedido a los fieles que no peguen sus labios a la madera para prevenir contagios por coronavirus. ¡°Me da mucha pena porque yo tengo mucha fe. Estoy triste¡±, se lamenta, y el cristal de los lentes se le vuelve a enturbiar.
Pel¨¢ez guarda la fila en la calle de Jes¨²s, en el barrio de Las Letras, de nueve de la ma?ana a siete de la tarde. Una amiga toma el relevo a esa hora y pasa la noche al raso, hasta que llega de nuevo Pel¨¢ez. Entonces charlan un rato y se pasan el testigo. Entre las dos representan a 40 mujeres que el viernes a medianoche, cuando se abra de par en par la bas¨ªlica del Cristo de Medinaceli, pasar¨¢n frente a la imagen, como manda la tradici¨®n cuando llega el primer viernes de marzo.
La pandemia y la alerta mundial del Covid-19 las ha privado de ese gesto que esperan durante todo el a?o, un adem¨¢n que encoge sus corazones y sublima sus almas. Para Pel¨¢ez esa prohibici¨®n, que algunos interpretan solo como una recomendaci¨®n, fue un golpe dur¨ªsimo. Sus hijas le pidieron que se fuera a casa, que descansara, no deb¨ªa exponerse a tantas horas a la intemperie, pero ella cree que ahora, m¨¢s que nunca, debe ser fiel y aguantar hasta que llegue el momento. ¡°No lo puedo besar. Es un palo. Pero siempre que le he pedido algo me lo ha cumplido. No le voy a fallar ahora. Me quedo¡±, cuenta la mujer.
El Cristo est¨¢ dentro de una bas¨ªlica en forma de cruz latina. Casimiro Morcillo, aquel obispo de cejas pobladas, la convirti¨® en parroquia en los a?os sesenta. Para llegar hasta la imagen hay que subir por un costado dos tramos de escaleras de m¨¢rmol. El visitante se encuentra la talla de perfil. Una luz que cae del techo ba?a la cara de Jes¨²s. Llega un olor a incienso y a cera quemada, pero es pura sugesti¨®n. En realidad, en la planta alta de la bas¨ªlica no arde nada. Las luces rojas parpadeantes son cirios el¨¦ctricos que se activan con una moneda. Una se?ora, con la frente apoyada en la verja, bisbisea con los ojos cerrados. A su lado, un se?or, su marido, pasea la mirada distra¨ªda en el horizonte. ¡°Yo la acompa?o a esto, y ella a otras cosas que me gustan a m¨ª¡±, explica el hombre. Un rato despu¨¦s, la pareja abandona la bas¨ªlica de la mano.
Por si no era suficiente con pedir a los devotos que no besen los pies del Cristo, el arzobispado, que ha seguido las recomendaciones del Ministerio de Sanidad, acompa?¨® el comunicado en el que lo anunciaba con una fotograf¨ªa de una mujer haciendo el gesto. La imagen est¨¢ tachada de esquina a esquina con una cruz roja, se?al de que est¨¢ prohibido.
Alicia Pompa, de 65 a?os, se turna en la fila con su cu?ada, quien se pide esta semana de vacaciones para hacer la cola sin el estorbo de un horario laboral de ocho horas de por medio. Pompa asegura que ante el Cristo se piden tres deseos, y que suele decir que al menos concede uno. No queda claro si el conjuro pierde fuerza al quitarle el beso. Se queja de que esta tradici¨®n que, antes era una cosa muy local, muy de la gente de aqu¨ª, se ha convertido en una atracci¨®n tur¨ªstica m¨¢s que convierte en interminable la cola. Pero si se dice que cada vez hay menos devoci¨®n, ?c¨®mo puede ser que aqu¨ª se multipliquen los devotos? ¡°Pues ser¨¢ que hay m¨¢s problemas en la vida¡±, razona Pompa. ¡°Y la gente no tiene a qui¨¦n recurrir. Los desesperados son m¨¢s y m¨¢s¡±.
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