El sonido del silencio
Siento que se me est¨¢n agudizando unos sentidos m¨¢s que otros. Escucho los p¨¢jaros y los aplausos de las ocho se han convertido en mi canci¨®n favorita de este encierro
Llevo m¨¢s de una semana sin salir de casa y siento que se me est¨¢n agudizando unos sentidos m¨¢s que otros. Es curioso porque ahora que Madrid est¨¢ tan callada, yo la escucho m¨¢s que nunca. Quiz¨¢ es que estoy m¨¢s atenta o que echo de menos cosas que antes daba por sentado.
Por ejemplo, me veo sorprendida de pronto por algo tan com¨²n como el sonido del ascensor de mi portal, que ha bajado considerablemente su ritmo. Confieso que echo de menos a Manolo, mi cartero, que cada dos ma?anas me trae alg¨²n paquete. Ayer llam¨® al timbre porque sabe que aqu¨ª siempre hay alguien, pero no subi¨®. Al menos, pens¨¦, las casas est¨¢n llenas, siempre encontrar¨¢ alguien que le responda. Abro la ventana y el ladrido lejano e insistente de un perro inocente y libre rompe en dos la tarde y creo que si presto atenci¨®n puedo escuchar el roce de la cortina sobre el sof¨¢. Las carreras de mis perros por el pasillo, que buscan como pueden aliviar el exceso de energ¨ªa, le dan movimiento a una vida que se ha quedado en pausa, esperando la orden de reinicio. Algunos d¨ªas salgo a la terraza y escucho, sin querer, a mis vecinos. Es raro, porque eso antes no pasaba, pero creo que ahora ser¨ªa capaz de reconocer la voz de Pilar en cualquier sitio.
El viento de estos ¨²ltimos d¨ªas mueve los adornos de los balcones, y eso me gusta porque me lleva a otros lugares. Pienso en mis abuelos cada vez que veo asomarse a las ancianas de enfrente y las busco con los ojos. Quiero que me vean y que me pidan cualquier cosa, pero no quiero asustarlas. Ya lo conseguir¨¦. Por las noches, a pesar de vivir en un sexto, escucho desde la cama c¨®mo se abren y se cierran los contenedores y el ruido del vidrio cuando choca contra el suelo, y respiro, porque aunque la vida est¨¦ enferma sigue ah¨ª afuera. Hay momentos un poco m¨¢s tristes en los que cierro los ojos y escucho el sonido de los escasos coches que recorren la noche. Entonces pienso que es el mar y todo, aunque escuece, cicatriza. Y los p¨¢jaros. Los p¨¢jaros han vuelto a cantar, a todas horas, en este Madrid vac¨ªo y silencioso que solo pide que le escuchen. Entonces dan las ocho y un aplauso atronador llena de ox¨ªgeno la ciudad. Creo que se han convertido en mi canci¨®n favorita de este encierro.
Es la primera vez en mi vida que escribo sin m¨²sica, pero tambi¨¦n es la primera vez en mi vida que vivo una cuarentena y eso me est¨¢ ense?ando que lo dado nunca es seguro. Y es que hay un mundo aqu¨ª dentro tambi¨¦n. Yo s¨¦ que aterra quedarnos solos y escucharnos, pero aqu¨ª dentro tambi¨¦n hay un p¨¢jaro que no deja de cantar. Bueno, eso y que hoy escuch¨¦ a mi madre re¨ªr por tel¨¦fono. Y yo no necesito nada m¨¢s para escribir. Madrid me mata.
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