Cita en el supermercado
Parejas separadas por el confinamiento aprovechan el trayecto a comprar comida para encontrarse sin quebrar el estado de alarma
Llevaban unos d¨ªas bromeando con ello hasta que un s¨¢bado Berta escribi¨® las palabras m¨¢gicas: ¡°Voy a bajar al Mercadona¡±. Le mand¨® el mensaje por Whatsapp a Mario, su novio desde hace casi cuatro a?os. No se hab¨ªan decidido a hacerlo hasta entonces desde que se declar¨® el estado de alerta. Mario, para ser m¨¢s cumplidor con la normativa vigente, baj¨® a pasear a su perra al tramo de la calle de Bravo Murillo donde se encuentra el supermercado al que iba a acudir Berta.
Y pas¨®. Se encontraron en la puerta del super. Se acercaron con cautela, mirando alrededor por si alguien les pillaba: "Nos dimos medio beso, medio abrazo, y dimos una vuelta a la manzana", cuentan d¨ªas despu¨¦s. Caminaron un poco y, con la tensi¨®n por ser multados, se decidieron a besarse en un portal. Una se?ora pas¨® por delante, recuerda Mario, y les mir¨® con aprobaci¨®n. A la vuelta, en la puerta del supermercado, se despidieron. "Entr¨¦ s¨²per rayada a comprar", cuenta Berta, "la gente nos miraba. En tu casa est¨¢s en tu casa, pero en la calle dejas de ser libre".
Una cajera de un DIA en el distrito de Tetu¨¢n explica c¨®mo todos los d¨ªas tiene que echar a parejas j¨®venes que quedan en el supermercado en el que trabaja y c¨®mo les amenaza con llamar a la polic¨ªa. Sin embargo, ni los portavoces de las grandes superficies (DIA, Mercadona, Alcampo o Carrefour) han advertido esta nueva moda, ni la Polic¨ªa Municipal han detectado este tipo de comportamiento en esta crisis por el coronavirus, seg¨²n un responsable de prensa.
Entre las m¨¢s de siete mil multas que ha interpuesto por desobedecer el confinamiento desde que comenz¨® el estado de la alarma el pasado 15 de marzo, ninguna se debe a aprovechar la visita al supermercado para quedar con alguien. ¡°No s¨¦ si ser¨ªa sancionable, porque si est¨¢s cerca de casa y es tu s¨²per cercano, s¨ª que tienes justificaci¨®n¡±, explica un portavoz de la Polic¨ªa Municipal.
As¨ª que est¨¢ claro que se trata de una actividad furtiva todav¨ªa no detectada por las autoridades ni las multinacionales, el t¨ªpico acto clandestino, m¨¢s propio de las novelas ambientadas en lugares oscuros, de vigilancia omnipresente y libertad reducida de circulaci¨®n. Lo que urdieron entre Berta y Mario es ya una realidad, una tendencia dentro de la excepcionalidad del momento, el supermercado convertido en un lugar para citarse. Qui¨¦n lo iba a decir.
Claro est¨¢ que, como siendo el supermercado un centro de proximidad, como lo denominan los expertos, y permitiendo el decreto la movilidad en cercan¨ªa, todo parece encajar. Pero es una tendencia limitada. Solo sirve para, dig¨¢moslo as¨ª, el amor dentro de un mismo distrito, una modalidad hasta ahora no contemplada. ?Qu¨¦ sucede, sin embargo, con los amantes que viven en la distancia? ?qu¨¦ hacen las parejas separadas por la alarma y el confinamiento a una distancia superior?
Pasar la cuarentena en un piso cercano a tu pareja permite el encuentro furtivo. Eso es una evidencia que conocen los empleados de los supermercados y escapa al ojo policial, pero las posibilidades se reducen si hay que coger el coche. Es lo que le sucede a Patricia, vecina del sur de la regi¨®n, de 19 a?os. "Mi novio vive en otro pueblo y ni nos planteamos vernos porque tendr¨ªa que coger el coche y no tendr¨ªa explicaci¨®n si le paran", explica al tel¨¦fono. Patricia s¨ª se vio con una amiga en el Mercadona cercano a su casa, aunque con poco ¨¦xito. Siempre que baja a la compra, avisa por el grupo de Whatsapp de sus amigos para tambi¨¦n va alg¨²n colega suyo. Un d¨ªa tuvo suerte: coincidi¨® con una amiga. La vio una vez dentro: "La salud¨¦ en la distancia y seguimos hablando por el m¨®vil. No nos acercamos porque el guardia del Mercadona nos miraba y no quer¨ªamos liarla". Patricia, que vive con su familia, asegura que no va a volver a intentarlo, ni siquiera dentro de su urbanizaci¨®n, donde ya le gritaron para que volviera a casa cuando se vio en el patio con su vecino.
La historia de Berta y Mario, sin embargo, contin¨²a. Ya han roto la veda. Despu¨¦s del encuentro en la puerta del supermercado, Mario sali¨® un d¨ªa de casa con direcci¨®n al Carrefour, pero acab¨® en casa de Berta y pasaron la noche juntos. ¡°Ya hemos roto el hielo, ya nos hemos contagiado. S¨¦ que lo que hacemos est¨¢ mal¡±, reconoce Mario. Les cost¨® tomar la decisi¨®n de pasar la cuarentena separados: ¡°Ten¨ªa que elegir si verla todo el rato, o no verla nunca. Qu¨¦ extremo es todo esto¡±. Ahora, en casas separadas a diez minutos andando la una de la otra, a esta pareja se les ha hecho imposible no ¡°sucumbir a la tentaci¨®n¡±. Previsiblemente, se saltar¨¢n el encierro m¨¢s veces. ¡°No sabemos cu¨¢ndo nos va a apetecer, estamos improvisando¡±, explica Berta.
Los amantes pasajeros
Lo cantaba Chiquetete. En el mismo sitio y a la misma hora se estaba citando con otra persona. El confinamiento y la presi¨®n del decreto de estado de alarma no puede con las ganas de una pareja por seguir vi¨¦ndose en un barrio de Madrid. Quedan en el coche. Siempre en el mismo sitio. Siempre a la misma hora. Con la tarde y¨¦ndose y la noche aterrizando. Atentos, detr¨¢s del visillo, vecinos que se asoman a contemplar la escena. No se sabe si la envidia o el esc¨¢ndalo les lleva a alertar a la autoridad competente del reprobable encuentro.
Los agentes, que cuentan por miles estos d¨ªas las multas por romper la cuarentena, acuden pero llegan con la funci¨®n finiquitada y los amantes esfumados. Hasta que uno de esos vigilantes de balc¨®n, en una jugada h¨¢bil en su autoproclamado papel de censor de lo prohibido, marca el tel¨¦fono. Advierte a los agentes por adelantado. Alerta de algo que va a ocurrir. La cita amorosa de cada atardecer. Y entonces s¨ª, los polic¨ªas los pillan in fraganti. Multa. No por eso tan mundano como retozar en el coche, sino por compartir veh¨ªculo de forma indebida en tiempos del coronavirus.o
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