Calidad de vida en Madrid en todas sus dimensiones
La ciudad post covid-19 se va a tener que reconstruir con unos recursos limitados para actuar sobre unos problemas que ya empezaban a ser graves antes de la pandemia
Todas las crisis tienen un efecto directo sobre las ciudades, ya que son las que m¨¢s dependen de las fluctuaciones en los flujos econ¨®micos y de materiales que se producen en el ¨¢mbito global. Nacidas para la gesti¨®n de los excedentes de sus entornos pr¨®ximos, crec¨ªan gracias a la utilizaci¨®n de estos para controlar espacios cada vez m¨¢s lejanos, hasta que se romp¨ªa el equilibrio entre los costos (econ¨®micos, medioambientales, y de cohesi¨®n interna) y los beneficios que les aportaba un crecimiento que hab¨ªan cre¨ªdo indefinido. Nuestras ciudades siguen acogidas a este modelo de control/dependencia de espacios lejanos, de los que obtienen recursos gracias a su capacidad de innovaci¨®n y gesti¨®n, y por tanto sensibles a las crisis internas o externas que ponen en crisis las bases de su prosperidad. La crisis de la covid-19 ha puesto en evidencia una vez m¨¢s su dependencia de sucesos que no son f¨¢ciles de prever o controlar, se?alando la necesidad de tomar medidas no solo para el aqu¨ª y el ahora, necesarias para poder superar esta crisis y estar preparados para otras que puedan ocurrir.
Antes de la pandemia, ya conoc¨ªamos las deseconom¨ªas que generaba el modelo industrial sobre el planeta, y c¨®mo el sistema de ciudades funcionaba como el gran articulador de los procesos necesarios para su funcionamiento. El cambio clim¨¢tico nos ha se?alado que es imposible seguir utilizando cada vez m¨¢s y m¨¢s energ¨ªa, sin poner en peligro partes muy importantes del ecosistema global y su capacidad productiva, incluidos los bienes no apropiables como el aire, el agua o la estabilidad clim¨¢tica. Quedaba establecida la necesidad de que las ciudades asumieran el reto de actuar frente a la crisis ambiental, de la que la clim¨¢tica es el s¨ªntoma m¨¢s evidente, y que era necesario hacerlo a pesar de la herida sin cerrar de la crisis financiera de 2008.
Espa?a contaba antes del coronavirus con una deuda equivalente al PIB nacional y aunque se hab¨ªa producido una relativa recuperaci¨®n del empleo (con una tasa de paro del 13,9% en febrero de 2020), a¨²n no se hab¨ªan recuperado los salarios reales de 2007 y los trabajadores espa?oles habr¨ªan perdido un 20% de su poder adquisitivo. Una p¨¦rdida de rentas que se desarrollaba en un marco de recortes en los servicios p¨²blicos, que han demostrado sus debilidades frente a la pandemia, como en el caso de la sanidad, donde, seg¨²n el Servicio Madrile?o de Salud, entre 2010 y 2018, Madrid perdi¨® 3.300 profesionales, a pesar de que la poblaci¨®n con derecho a la asistencia sanitaria p¨²blica hab¨ªa crecido en casi 500.000 personas.
El reto de la ciudad post covid-19, tiene que realizarse mediante la resoluci¨®n articulada de los problemas ambientales y sociales que ya hab¨ªamos detectado, y que dieron lugar a la aprobaci¨®n por la ONU en 2015 de los 17 Objetivos de Desarrollo sostenible (ODS), y sus 168 metas, como herramientas para la transformaci¨®n urbana. La ciudad post covid-19, se va a tener que reconstruir, con unos recursos limitados, para actuar sobre unos problemas que ya empezaban a ser graves antes de la pandemia.
Cuando ya nos dispon¨ªamos a actuar sobre nuestras ciudades, la pandemia ha generado su propia narrativa sobre la ciudad y la salud. El confinamiento y la limitaci¨®n de movimientos posterior, ha abierto el debate sobre la ciudad pr¨®xima, o de los 15 minutos como lleva en su programa la alcaldesa de Par¨ªs Anne Hidalgo. La pandemia ha sido aprovechada por las ciudades que ten¨ªan previstos programas de reducci¨®n del transporte privado, ya fuese por la necesidad de mejorar la calidad del aire (seg¨²n la Agencia Europea de Medioambiente en 2015 murieron prematuramente 524.000 personas por la mala calidad del aire), o para recuperar espacio para la estancia de los ciudadanos. Ciudades como Londres, Par¨ªs, Barcelona o M¨¢laga, recuperan el espacio del que se hab¨ªa apropiado el autom¨®vil para ced¨¦rselo a los peatones y a las bicicletas, aplicando medidas sencillas, pero sin retorno, que son bien recibidas por la ciudadan¨ªa. La ciudad de los 15 minutos, la supermanzana, el afianzamiento de la bicicleta, la exigencia de un espacio p¨²blico de mayor calidad en el que pasear sin arracimarse, van m¨¢s all¨¢ del tiempo de la pandemia y aparecen como parte de los temas clave del ajuste post Covid-19.
?Pero qu¨¦ ha ocurrido con los problemas previos? La crisis ambiental, la pobreza urbana o la reducci¨®n de los servicios p¨²blicos que han sido fundamentales en los peores d¨ªas de la crisis. ?Qu¨¦ hacemos con los ODS, que aparec¨ªan en la Cumbre Empresarial celebrada por la CEOE en junio?, ?c¨®mo articulamos problemas ambientales y sociales, soluciones emergentes del espacio p¨²blico y el vocabulario conciliador de los ODS? Las ciudades tienen que dar respuesta a los grandes problemas, as¨ª como a la demanda de calidad ambiental en el espacio pr¨®ximo, en un momento en que tenemos que decidir a qu¨¦ se dedican los recursos que va a liberar la UE y que tienen un volumen pr¨®ximo al ahorro futuro de casi dos generaciones de europeos y europeas.
Las ciudades van a ser un instrumento clave para resolver nuestros problemas, no podemos olvidar c¨®mo la pandemia ha desvelado las carencias organizativas de la ciudad. Que no pod¨ªa mantener la accesibilidad a sus centros comerciales y ¨¢reas terciarias, ni ten¨ªa capacidad para dar cabida a todos sus habitantes en la escala m¨¢s pr¨®xima a sus viviendas. Hemos sido conscientes de la necesidad de los equipamientos y espacios p¨²blicos, cuya existencia ha permitido paliar algunas carencias, gracias a un patrimonio p¨²blico, que de no haber existido habr¨ªa dificultado a¨²n m¨¢s el despliegue de los elementos necesarios para hacer frente a la pandemia. Y a d¨ªa de hoy, los ciudadanos nos hemos dado cuenta de que no es posible una ciudad democr¨¢tica, construida sobre una sociedad dividida entre los que tienen mucho, que pod¨ªan permitirse seguir consumiendo y disfrutar, o teletrabajar, en sus casas, y los que de casi todo carecen, que viviendo al d¨ªa no podr¨ªan haber sobrevivido al confinamiento sin el apoyo de sus vecinos.
Pero una ciudad como Madrid tiene una dimensi¨®n funcional, que en lo espacial supera con mucho los l¨ªmites de su t¨¦rmino municipal, articul¨¢ndose con ¨¦l los territorios y ciudades de su entorno en una gran ?rea Urbana. No solo en lo funcional, la ciudad supera sus l¨ªmites, para mantenerse, alimentarse, funcionar en suma, depende de recursos que superan su l¨ªmite, municipal, los de su ¨¢rea urbana y los del pa¨ªs, dependiendo de redes de car¨¢cter planetario. Tenemos que ser capaces de interpretar esa suma de interdependencias, entender que Madrid, es una pieza fundamental en su ?rea Urbana, muy importante en el contexto nacional pero un actor m¨¢s en lo global. Necesitamos articular los tres niveles; el propio, en el que tenemos capacidad pol¨ªtica y de gesti¨®n; el metropolitano, en el que debemos de estructurar acuerdos de proximidad; y el global en el que tenemos que participar de forma decidida en las redes de ciudades que acometen los retos globales.
Las ciudades son las administraciones m¨¢s pr¨®ximas al ciudadano, y por tanto son las que responden a sus demandas cotidianas y tienen que tomar medidas para mejorar su calidad de vida en el espacio pr¨®ximo, ganando espacio para el paseo y la estancia, disponiendo los equipamientos necesarios para el cuidado y el desarrollo personal de la ciudadan¨ªa. Pero las ciudades no deben de olvidar las repercusiones que sus actividades tienen en el ¨¢mbito territorial en el que se despliegan, incluyendo los espacios lejanos de los que extraen sus recursos, para ello deben de comprometerse en esa dimensi¨®n y difundir en su pr¨¢ctica cotidiana la necesidad y resultados de los cambios implementados, de manera que su ciudadan¨ªa se sienta participe de las soluciones.
En la concreci¨®n espacial de un proyecto de ciudad, que es la dimensi¨®n propia del urbanismo, debemos de actuar en tres dimensiones clave:
- La ambiental, que incluye la calidad del espacio pr¨®ximo al de nuestras viviendas, con medidas como la recuperaci¨®n del espacio cedido al autom¨®vil, dando paso a una nueva relaci¨®n con el medio, buscando naturalizar el espacio p¨²blico y los edificios en infraestructuras, creando una ciudad accesible y segura para cualquier edad y g¨¦nero. Y tambi¨¦n creando espacios que remedien, en su escala, alguno de los problemas ambientales clave, en los que sus habitantes puedan participar de forma activa, reforzando la agroecolog¨ªa y la gesti¨®n de los recursos naturales de los territorios pr¨®ximos.
- La social, dirigi¨¦ndonos a mejorar la capacidad de resiliencia del barrio. La pandemia ha demostrado que el barrio es el espacio de apropiaci¨®n necesario para que el ciudadano se sienta tal, pero que tambi¨¦n es el espacio en que los vecinos est¨¢n ayudando a otros con iniciativas como el reparto de alimentos. Para ello es necesario equilibrar la distribuci¨®n de rentas, usando los equipamientos p¨²blicos como espacios de socializaci¨®n y creaci¨®n social.
- La participaci¨®n. Todo lo anterior no es posible sin la participaci¨®n activa de la ciudadan¨ªa. El reto es construir una participaci¨®n que permita a una ciudadan¨ªa organizada utilizar los recursos p¨²blicos, edificios, espacios libres y parte de los presupuestos municipales. ?C¨®mo conseguir una participaci¨®n no dirigida? ?C¨®mo evitar que peque?os grupos controlen recursos en su propio inter¨¦s? Es un trabajo en constante construcci¨®n de acuerdos y equilibrios y puede que sea el reto m¨¢s importante al que se enfrenta la ciudad democr¨¢tica para conformar un nuevo proyecto de ciudad.
Pero si hay algo que hemos aprendido desde la aparici¨®n de los ayuntamientos democr¨¢ticos en Espa?a, es que no es posible resolver solo un problema, sino que cada una de nuestras acciones y proyectos debe de atender a var¨ªas dimensiones, tanto en lo espacial -?c¨®mo garantizar una zona verde de calidad sin que est¨¦ articulada con los espacios naturales pr¨®ximos?- como en lo social -?c¨®mo va a ser de calidad una zona verde, de espaldas a las necesidades de la ciudadan¨ªa, sin relacionarse con el resto de espacios y equipamientos p¨²blicos?-. Ah¨ª est¨¢ el reto de articular las dimensiones de la calidad de vida (ambiental, social y participativa), con las escalas en las que se enclava la ciudad, desde el espacio pr¨®ximo del barrio al territorio pr¨®ximo, sin olvidar nuestra responsabilidad con la sostenibilidad del planeta.
Agust¨ªn Hern¨¢ndez Aja es catedr¨¢tico de Urbanismo en la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid
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