Miguel Hern¨¢ndez a la conquista de Madrid
Se cumplen 110 a?os del nacimiento del poeta y dramaturgo de la Generaci¨®n del 27
¡°Madrid no es como yo lo so?aba. No me ha causado ninguna impresi¨®n grata. Tal vez porque hoy est¨¢ sin sol¡±. Esta visi¨®n gris y desapacible, hallada en una de sus cartas, fue la primera que Miguel Hern¨¢ndez tuvo de la capital cuando el 2 de diciembre de 1931 lleg¨® a Atocha. Con el tiempo, mejorar¨ªa notablemente. Ten¨ªa veinti¨²n a?os y un sue?o que supl¨ªa su falta de recursos econ¨®micos: convertirse en un gran poeta. Era consciente de que no podr¨ªa cumplirlo en su ciudad natal, Orihuela. Se abr¨ªa ante ¨¦l un arduo camino, una lucha por sobrevivir en la ciudad y llegar a formar parte de ella. Esta compleja relaci¨®n entre urbe y poeta ha quedado documentada en la biograf¨ªa de Jos¨¦ Luis Ferris, Miguel Hern¨¢ndez. Pasiones, c¨¢rcel y muerte de un gran poeta, as¨ª como en El Madrid de Miguel Hern¨¢ndez (Fragua, 2013), de Francisco Esteve.
Al contrario de lo que a veces se cree, Miguel no proven¨ªa de una familia pobre. Se dedicaban a la cr¨ªa del ganado caprino y gozaban de una posici¨®n moderadamente acomodada en Orihuela. Pero su padre siempre se opuso a estas aspiraciones literarias: a los 14 a?os lo retir¨® de la escuela y lo mand¨® a pastorear cabras. Cuando viaj¨® a Madrid, no le ofreci¨® apoyo econ¨®mico. Miguel, que deb¨ªa sus conocimientos a su autodidactismo y a la ayuda de buenos amigos, como el can¨®nigo Luis Almarcha o el c¨¦lebre Ram¨®n Sij¨¦, no ocultaba sus or¨ªgenes y se presentaba en la capital como ¡°pastor y poeta¡±, provocando las burlas del escritor Ernesto Gim¨¦nez Caballero, que lo defini¨® en una cr¨®nica como ¡°simp¨¢tico pastorcillo, ca¨ªdo esta Navidad por este nacimiento madrile?o¡±. Su vestimenta atra¨ªa la atenci¨®n, hasta el punto de que alguna vez lleg¨® a ser detenido injustamente por las autoridades, que lo confundieron con un criminal ¨Ccontribuy¨® el hecho de que no llevara consigo su c¨¦dula de identidad¨C. Escrib¨ªa Arturo Serrano Plaja: ¡°con su traje velludo color tabaco, chaqueta ribeteada con cinta de seda, sin corbata, con alpargatas y sin calcetines, daba la impresi¨®n de andar por Madrid disfrazado de campesino¡±.
Estas opiniones no lo deten¨ªan en su empe?o, ni tampoco el fracaso que supuso la primera estancia en Madrid. Se aloj¨® en una modesta pensi¨®n de Costanilla de los ?ngeles, 6, y la falta de recursos le oblig¨® a trasladarse a una habitaci¨®n de la Academia Morante (situada en Francisco Navacerrada, 4) donde, a cambio de trabajar como portero, solo deb¨ªa pagarse la comida. Pero incluso esto era demasiado y acab¨® durmiendo en la calle, pobre y enfermo, y regresando a Orihuela en mayo de 1932.
Tras una serie de viajes ocasionales, volvi¨® definitivamente a Madrid en febrero de 1935. Las condiciones eran mejores, porque Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo lo contrat¨® para trabajar en el ¨²ltimo tomo de la enciclopedia de Los toros, dirigida por Ortega y Gasset. Miguel obtuvo un despacho en la sede de la editorial Espasa-Calpe, en el n¨²mero 26 de R¨ªos Rosas. Con un trabajo digno, pudo cultivar contactos y promocionar su primer libro, Perito en lunas. Trat¨® de acercarse a sus admirados poetas de la Generaci¨®n del 27. Su excesiva insistencia con Federico Garc¨ªa Lorca provoc¨® un cierto rechazo del granadino motivado tambi¨¦n, en parte, por su imagen de ¡°pastor poeta¡±, que Lorca consideraba una extravagancia improcedente. Otros intelectuales s¨ª supieron valorarlo: Pablo Neruda, que celebraba reuniones literarias en su Casa de las Flores ¨Cactualmente, una placa recuerda su ubicaci¨®n en el barrio de Arg¨¹elles¨C, y con quien frecuentaba el Caf¨¦ Lyon, la Cervecer¨ªa Correos, en Alcal¨¢, y el s¨®tano de la misma, La Ballena Alegre, donde ten¨ªan lugar tertulias literarias. Tambi¨¦n Mar¨ªa Zambrano, que los domingos organizaba encuentros en su residencia de la plaza del Conde de Barajas, y los integrantes de la Escuela de Vallecas: Alberto S¨¢nchez, Benjam¨ªn Palencia, Maruja Mallo¡ Con esta mantuvo adem¨¢s una tormentosa relaci¨®n sentimental que se reflej¨® en algunos poemas de El rayo que no cesa. Vicente Aleixandre se convirti¨® en un amigo ¨ªntimo. Su casa de la calle Velintonia 3 ¨Cahora, calle de Vicente Aleixandre¨C, lamentablemente abandonada por las autoridades en la actualidad, fue lugar de encuentro frecuente de ambos escritores, debido a la naturaleza enfermiza de Aleixandre, que recordar¨ªa a?os despu¨¦s como Miguel siempre acud¨ªa a cuidarlo y motivarlo.
El estallido de la Guerra Civil en 1936 dar¨ªa un vuelco a su obra y su vida. No dud¨® en alistarse al Quinto Regimiento como un miliciano m¨¢s, sin aprovechar las ventajas que pod¨ªa haberle reportado el hecho de ser un poeta medianamente reconocido, igual que hicieron otros. El centro del Quinto Regimiento era un viejo convento salesiano de la calle Francos Rodr¨ªguez habilitado para la ocasi¨®n. Miguel se aloj¨® en el Palacio de los Heredia Sp¨ªnola (Marqu¨¦s del Duero, 7), incautado por las autoridades para convertirlo en sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. All¨ª resid¨ªan miembros de la Alianza como Rafael Alberti, Mar¨ªa Teresa Le¨®n, Luis Cernuda, Pablo Neruda, Le¨®n Felipe¡ Le molestaba que, mientras ¨¦l acud¨ªa a luchar en el frente, ellos celebraran fiestas en el palacio hasta altas horas de la madrugada.
Fue encarcelado en 1939, al t¨¦rmino de la guerra. En la prisi¨®n de Huelva escribi¨® sus ¡°Nanas de la cebolla¡± inspirado por una carta de su mujer, Josefina Manresa, donde le contaba que solo pod¨ªa alimentar a su hijo con pan y cebolla. Pas¨® por varias c¨¢rceles, entre ellas las madrile?as de Torrijos (hoy, calle del Conde de Pe?alver) y de la plaza del Conde de Torena. Muri¨® en la de Alicante en marzo de 1940 por una tuberculosis que empeor¨® debido a las condiciones infrahumanas carcelarias.
El 30 de octubre se cumplen 110 a?os de su nacimiento y todav¨ªa est¨¢ reciente la pol¨¦mica que se desat¨® en febrero, cuando el Ayuntamiento madrile?o retir¨® del Cementerio de la Almudena tres placas de granito que homenajeaban a los represaliados por el franquismo. Una ten¨ªa grabados los famosos versos del poema ¡°El herido¡±: ¡°Porque soy como el ¨¢rbol talado, que reto?o: porque a¨²n tengo la vida¡±.
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