Pedro Iturralde y las rutinas de puro presente
El m¨²sico, fallecido el pasado 1 de noviembre, fue un artista de club y uno de los grandes residentes de salas como Clamores, Galileo y Caf¨¦ Central
Como esos bonitos cuentos que nos acompa?aban de ni?os, hay rutinas que ojal¨¢ nunca se esfumasen. Dec¨ªa Woody Allen que exist¨ªan pocas alegr¨ªas m¨¢s aut¨¦nticas, por min¨²sculas y conocidas que sean, que la de preparar caf¨¦ a primera hora de la ma?ana, con esa sensaci¨®n de amortiguar la vida, dejarla estar por unos minutos como ligero vaho en el espejo. H¨¢bitos cotidianos, pero tambi¨¦n h¨¢bitos existenciales. Pasear al perro, leer en la cama, fumar en la ventana, ver una serie, salir a correr, ir al monte, comer en un restaurante favorito o quedar con los amigos. La rutina de ir a un concierto se ha evaporado de nuestras vidas. Alguna vez hay alguno, program¨¢ndose c¨®mo se puede y c¨®mo dejan, pero casi siempre no hay nada.
Para algunos, un concierto era una estancia en lo de siempre. Rutina de la semana, rutina m¨¢s all¨¢ de las estaciones, rutina de a?os. Un camino que recorrer de memoria, de casa a la sala, de las canciones que sonaban, mientras te preparabas en la habitaci¨®n, al escenario, donde te envolv¨ªan con m¨¢s fuerza, a veces, incluso de una forma irracional. La rutina de escuchar la m¨²sica en directo era como un libro que se escribiese en el momento delante de tus ojos, un regalo del presente.
En Invierno en Lisboa, Santiago Biralbo, ese jazzman de noches de penitencia, dry martinis y espuma brillando en la oscuridad, afirmaba despu¨¦s de sus actuaciones en Floro Bloom: ¡°Un m¨²sico sabe que el pasado no existe. Esos que pintan o escriben no hacen m¨¢s que acumular pasado sobre sus hombros, palabras o cuadros. Un m¨²sico est¨¢ siempre en el vac¨ªo. Su m¨²sica deja de existir justo en el instante en que ha terminado de tocarla. Es el puro presente¡±. Bien podr¨ªa haberse inspirado Antonio Mu?oz Molina para el gran personaje de su novela en Pedro Iturralde, no por los l¨ªos amorosos de la ficci¨®n sino por esas palabras cargadas de sabidur¨ªa y por la intensidad con la que encaraba la m¨²sica este maestro del jazz espa?ol, fallecido el pasado fin de semana.
Pedro Iturralde era una maravillosa rutina de Madrid. Un m¨²sico que pas¨® decenas de veladas en el m¨ªtico Whisky Jazz, el local abierto por Juan Pedro Bourbon en la calle de Villamagna, un santuario jazz¨ªstico que aglutin¨® a Tete Montoli¨², Juan Carlos Calder¨®n y Lou Bennet y consigui¨® que Iturralde dejase de dar vueltas por el mundo y se instalase en Madrid en 1963. Nunca abandonar¨ªa ya la capital el tipo que cada 2 de enero, cuando todo era resaca y a?o nuevo a¨²n, tocaba puntual y certero en la sala Galileo. El saxofonista se har¨ªa residente de tres salas esenciales en el tejido cultural de la ciudad como Clamores, Galileo y Caf¨¦ Central. ¡°Nos coordin¨¢bamos con ¨¦l para que fuera tocando en los tres sitios a lo largo del a?o¡±, explica Javier Gonz¨¢lez, programador del Caf¨¦ Central, garito donde sol¨ªa actuar en primavera.
De su c¨¢tedra como primera plaza de saxof¨®n en el Real Conservatorio Superior de M¨²sica de Madrid, conseguida en 1978, sac¨® Iturralde su aliento did¨¢ctico. Ir a uno de sus conciertos era ir a una clase magistral de un pionero en mezclar el jazz y el flamenco, pero tambi¨¦n de un prodigioso instrumentista que sigui¨® tocando superados los 90 a?os. ¡°Ten¨ªa un esp¨ªritu docente. Era maravilloso. Hac¨ªa unos conciertos muy pedag¨®gicos. Contando de d¨®nde ven¨ªan sus composiciones, relacion¨¢ndolo con sus influencias, explicando detalles sonoros¡¡±, cuenta Gonz¨¢lez.
Esp¨ªritu de maestro resplandeciendo en una persona ¡°s¨²per discreta¡±, que cenaba en el privado trasero del Caf¨¦ Central, atendiendo a sus seguidores, charlando con ellos y con todo el mundo. ¡°Eso no lo hacen todos¡±, apunta el programador de la sala. ¡°Hay gente que toca y se pira. Sin embargo, Pedro era de otra pasta. Era un tipo de m¨²sico que hace club¡±.
Hacer club. Clamores, Galileo y Caf¨¦ Central son tres de los clubs que m¨¢s hacen por la escena musical madrile?a. Muchos a?os de artistas residentes, noches tem¨¢ticas, conciertos entre semana con veteranos y noveles indistintamente, jolgorio en sus barras y p¨²blico compartiendo mesas, ¡°al estilo franc¨¦s¡±, comenta Gonz¨¢lez. ¡°Codo con codo. Haciendo de escuchar m¨²sica en vivo un tipo de vivencia que exige cercan¨ªa, todo eso a lo que ataca sin compasi¨®n el coronavirus¡±.
Hubo un tiempo, all¨¢ por mi ¨¦poca universitaria, que hab¨ªa tres rutinas nocturnas a las que sol¨ªa acudir en cualquier estaci¨®n del a?o, acompa?ado con amigos, novias o c¨®mo fuera: ir a ver a la Galileo a Javier Krahe, a Antonio Vega a Clamores y a Pedro Iturralde al Central o cualquiera de los otros dos clubs. Los tres aparec¨ªan peri¨®dicamente en las gu¨ªas de ocio, en las programaciones semanales de conciertos. Ped¨ªas una cerveza, luego otra, quiz¨¢ acababas en whisky, cog¨ªas a pu?ados esos kikos del platito y ah¨ª estaban sobre el escenario Krahe, Antonio Vega y Pedro Iturralde. Hubo un tiempo que Madrid pasaba como primaveras florecientes por ellos, tres irrepetibles embajadores de las noches de conciertos.
Ojal¨¢ hubiese rutinas que jam¨¢s se esfumasen. Ojal¨¢ el puro presente, ese sonido feroz en el vac¨ªo, volviese alg¨²n d¨ªa para quedarse.
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