El patio de mi casa
El alivio de estar rodeada de personas que hasta en la nieve me dan calor
Cuando Mar¨ªa llam¨® a mi puerta y me dijo que la nieve de la terraza le llegaba hasta la cintura di por hecho que lo que pretend¨ªa era engatusarme para subir a ver la nieve, porque odio el fr¨ªo y ella lo sabe.
Entonces apareci¨® el Sr. Cuesta con una pala, advirtiendo de la necesidad de sacar la nieve antes de que el edificio se viniera abajo.
En cuesti¨®n de 5 minutos est¨¢bamos los diez vecinos en la terraza para comprobar que, efectivamente, la nieve nos llegaba hasta la cintura.
Mar¨ªa re¨ªa con nuestras caras de incredulidad.
Lo primero que hicimos fue volver a casa a vestirnos para la ocasi¨®n, botas, gorros, guantes, bufandas, chaquetas¡
Y hacer acopio de todo el material que ¨ªbamos a necesitar para la misi¨®n. Mi hijo de cuatro a?os estaba al mando y nos daba las indicaciones como si fu¨¦ramos la patrulla canina.
Necesit¨¢bamos cubos, palanganas y palas.
Juan ofreci¨® orujo de su pueblo, Bea hizo caf¨¦.
Al principio cada cual sacaba su cubo de nieve, se acercaba a la cornisa y lo tiraba al descampado, pero enseguida vimos que lo mejor era abrir un camino por en medio para hacer una cadena, unos sacaban la nieve, otros la tiraban y los m¨¢s chicos devolv¨ªan los cubos al principio para volver a empezar.
Comenzamos con ganas.
Pero al cabo de un rato los ¨¢nimos comenzaron a mermar, alguien coment¨® que la nieve cansa igual que el sol en la playa como con esa sensaci¨®n de somnolencia y letargo.
Mientras tanto, Erika, la del primero, ten¨ªa a su marido y a su yerno durmiendo en el coche desde la noche anterior, en la que hab¨ªan salido al rescate de su hija y pareja respectivamente para quedarse, ella atrapada en su trabajo y ellos en la carretera a solo 10 minutos en coche de nuestra terraza con nieve hasta la cintura.
- ?Y por qu¨¦ no vienen andando? - le dije
- No pueden dejar tirado el coche. Lu¨ªs con lo suyo no puede caminar todo ese trozo y Sergio se ha quedado para no dejarle solo.
Juan cogi¨® su mochila y se fue andando a llevarle la comida a la familia de Erika, que segu¨ªa sacando nieve sin perder el optimismo ni la sonrisa.
Al cabo de cuatro horas ya nos plante¨¢bamos dejarlo como estaba para seguir por la tarde, el problema era que no paraba de nevar.
Entonces apareci¨® la caballer¨ªa, el peque?o del segundo D con tres amigos y dos palas.
Volvieron los selfies, los toboganes y las bolas. Tardamos seis horas en sacar toda la nieve.
Por fin me pegu¨¦ una ducha, me puse la bata y cuando estaba a punto de acurrucarme alguien osa llamar a la puerta. Era Mar¨ªa con un consom¨¦.
Un consom¨¦ que me supo a fortuna y alivio por estar rodeada de personas que hasta en la nieve me dan calor.
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