Emilia Pardo Baz¨¢n, cronista de Madrid
La capital le permiti¨® desarrollarse como escritora, por eso aparece constantemente en su obra
¡°Por ley natural, la poca o mucha vida literaria espa?ola hay que buscarla en Madrid¡±, escribi¨® Emilia Pardo Baz¨¢n hacia 1906. Ten¨ªa 55 a?os y estaba pr¨¢cticamente afincada en la capital, que satisfac¨ªa plenamente sus necesidades literarias y sociales. Gallega de nacimiento, sus padres y ella empezaron a pasar los inviernos en la ciudad siendo Emilia muy ni?a. Fue mediopensionista en un colegio atendido por profesoras francesas que, seg¨²n el estudioso Carlos Dorado ¨Ccompilador de una obra que recoge sus cr¨®nicas madrile?as: Hablando de Madrid¨C, pudiera ser el de las Damas de Monteuil, situado inicialmente en el n¨²mero 17 del Postigo de San Mart¨ªn. Recuerda Pardo Baz¨¢n en sus Apuntes autobiogr¨¢ficos los puestos de la Plaza Mayor, los paseos por el Retiro y un eclipse de sol que se produjo el 2 de enero de 1862.
A partir de 1869, casada ya con Jos¨¦ Quiroga, se instal¨® en Madrid por largo tiempo gracias al nombramiento de su padre, Jos¨¦ Pardo, como diputado por La Coru?a. Se aloj¨® en el Hospedaje del Casino, en el n¨²mero 29 de la Carrera de San Jer¨®nimo. A principios de los setenta del siglo XIX, la ciudad evolucionaba: comenzaban las obras del Ensanche, se constru¨ªa el Viaducto; llegaba el tranv¨ªa, al que le dedic¨® un cuento en el que leemos: ¡°?Ah, qu¨¦ alegre el domingo madrile?o, qu¨¦ aristocr¨¢tico el tranv¨ªa a aquella hora en que por todas las casas del barrio se oye el choque de platos [¡]!¡±. Tambi¨¦n abri¨® por entonces, en la calle Alcal¨¢, el Caf¨¦ de Fornos, un rinc¨®n frecuentado por la escritora, que gustaba de la vida social y cultural madrile?a: tertulias, estrenos en el Teatro Espa?ol, en el Real, en el Eslava; conferencias en el Ateneo¡ La noticia del asesinato del general Juan Prim, en diciembre de 1870, le lleg¨® mientras bailaba en el sal¨®n del Veloz-Club, en la Plaza de las Cortes. Llevaba una vida intensa llena de compromisos, rode¨¢ndose de intelectuales y amigos de la alta sociedad madrile?a. E ir¨ªa ganando una sorprendente popularidad.
Su fama de transgresora y rebelde contribuy¨® bastante. Nunca le importaron demasiado las cr¨ªticas, como qued¨® demostrado tras la publicaci¨®n, en 1883, de La cuesti¨®n palpitante, una obra prologada por Clar¨ªn que reun¨ªa los art¨ªculos que hab¨ªa ido publicando acerca de ?mile Zola y el Naturalismo franc¨¦s. Los m¨¢s conservadores consideraban la literatura francesa del momento casi pornogr¨¢fica, por lo que el hecho de que una mujer profundizara en ella caus¨® gran pol¨¦mica e incluso rechazo por parte de algunos intelectuales como Marcelino Men¨¦ndez Pelayo. Aunque determinados cr¨ªticos niegan que el Naturalismo llegara a Espa?a, casi todos coinciden en que Pardo Baz¨¢n fue la escritora espa?ola que m¨¢s se acerc¨® a sus presupuestos, debido al an¨¢lisis psicol¨®gico de los personajes que encontramos en sus novelas y a que los caracteres de estos aparecen determinados por dos factores: el medio y la herencia gen¨¦tica. As¨ª ocurre principalmente en La tribuna (1883), Los pazos de Ulloa (1886) y su continuaci¨®n: La madre naturaleza (1887).
Tambi¨¦n en su vida personal rompi¨® con muchos estereotipos. Tras separarse amistosamente de su marido en 1883, empez¨® a pasar temporadas m¨¢s largas en Madrid, donde inici¨® una relaci¨®n sentimental con Benito P¨¦rez Gald¨®s. Mucho se ha hablado de esta pareja recientemente, sobre todo desde el descubrimiento de una parte de la correspondencia entre ambos, que refleja una relaci¨®n apasionada y de mutua comprensi¨®n en lo intelectual. Aunque el romance solo dur¨® unos a?os, la amistad se mantuvo a lo largo de sus vidas. Gald¨®s fue su maestro en lo popular y castizo. Recuerda Emilia que ¨¦l la llevaba por los suburbios madrile?os para que se empapara de esa chuler¨ªa que tan bien retratar¨ªa despu¨¦s en sus novelas. Fue as¨ª como la coru?esa, que en un principio rechazaba algunas expresiones populares madrile?as, tales como el organillo, acabar¨ªa empatizando con ellas, a pesar de que mantuvo siempre una visi¨®n conservadora que chocaba con su activismo feminista y su tendencia a la transgresi¨®n de las normas.
Su creciente atracci¨®n por lo castizo la llev¨®, por ejemplo, a desfilar junto a sus hijas en una carroza de la cabalgata de Carnaval en 1899. Unos a?os antes, alguien hab¨ªa triunfado en otra celebraci¨®n de Carnaval disfraz¨¢ndose de la mism¨ªsima Emilia Pardo Baz¨¢n. Y es que lleg¨® a ser una aut¨¦ntica celebridad en el pueblo madrile?o, as¨ª como en los c¨ªrculos intelectuales de la ciudad. Se convirti¨® en la primera mujer que ocup¨® la presidencia de la Secci¨®n de Literatura del Ateneo de Madrid y que obtuvo una c¨¢tedra en la Universidad Central, aunque su candidatura a la Real Academia Espa?ola fue rechazada debido al machismo imperante.
La Gran V¨ªa, las corridas de toros, las romer¨ªas, el verano madrile?o, la horchata, la delincuencia callejera, las fiestas de Carnaval, la Semana Santa o el Rastro, son algunos temas que aparecen en su obra.
Madrid le permiti¨® desarrollarse como escritora, por eso aparece constantemente en su obra; tambi¨¦n en sus cr¨®nicas period¨ªsticas. Los temas resultan de lo m¨¢s variopintos: la Gran V¨ªa, las corridas de toros, las romer¨ªas, el verano madrile?o, la horchata, la delincuencia callejera, las fiestas de Carnaval, la Semana Santa, el Rastro, etc. Incluso hay algunos art¨ªculos dedicados a cr¨ªmenes, entre los que destaca el de la calle Fuencarral, escrito tras presenciar en la C¨¢rcel Modelo de La Moncloa la ejecuci¨®n de la presunta asesina.
Sus cr¨®nicas madrile?as representan, para el lector de hoy, una deliciosa m¨¢quina del tiempo, del mismo modo que puedan serlo las novelas galdosianas. Sin embargo, a cien a?os de su muerte, acaecida el 12 de mayo de 1921, su faceta de cronista ¨Ccomo tantas otras¨C todav¨ªa debe ser reivindicada. Pardo Baz¨¢n conquist¨® Madrid y la ciudad la conquist¨® a ella. Lleg¨® a poseer dos casas en la capital: la de la calle San Bernardo 37 ¨Cactualmente, 35¨C, que fue su hogar durante veintis¨¦is a?os, y el Palacete de Pozas, en el n¨²mero 33 de Princesa, su ¨²ltima residencia, cerca de la cual puede contemplarse la estatua que la homenajea desde 1926, obra de Rafael Vela del Castillo. Realmente, vale la pena asomarse a ¡°la belleza propia de ese Madrid que ella, como buena gallega, negaba al principio y, por ¨²ltimo, vino a reconocer¡±.
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