Silvana Estrada, la canci¨®n triste de una ¡®viejoven¡¯ francamente feliz
La nueva gran voz de la m¨²sica mexicana desembarca en el Palacio Real con ¡®Marchita¡¯, un disco ¡°solemne y veraz¡± sobre el desamor
Silvana Estrada vino al mundo en abril de 1997 y menciona con orgullo su tenaz condici¨®n de Aries, pero el car¨¢cter profundo, reflexivo, pausado y hasta sesudo que adquiere en ocasiones su discurso no coincide con esos escuetos 24 a?os que delata el carnet de identidad. ¡°Mi mam¨¢ siempre dice que soy una ni?a vieja¡±, concede entre risas. ¡°Y supongo que lleva raz¨®n. ¡°Viv¨ª una de las infancias m¨¢s felices que puedo imaginar y volver¨ªa siempre a los seis o siete a?os, pero la adolescencia me pareci¨® un intermedio de mierda. As¨ª que me dije: quiero ser adulta ya, y aceler¨¦ mi velocidad de maduraci¨®n¡¡±.
El domingo amaneci¨® radiante en la buhardilla de Lavapi¨¦s que le sirve a la cantante mexicana como cuartel general durante su gira espa?ola, que tiene su episodio culminante este martes en un escenario tan definitivamente ching¨®n como la Plaza de la Armer¨ªa, frente al mism¨ªsimo Palacio Real. Pronostica que vivir¨¢ unos proleg¨®menos de nervios desaforados y hasta alg¨²n atisbo de mal humor que, por la serenidad de su verbo, se antoja inimaginable. Pero Silvana se aproxima mucho a la estampa misma de la felicidad, tanto como para concederse una chocolatina que en otras circunstancias habr¨ªa encontrado pecaminosa. ¡°La comida, sobre todo en Espa?a, me hace intensamente feliz. Y la m¨²sica. Y estar de gira. ?Y dormir!¡±. Y la sonrisa, por en¨¦sima vez, le ilumina la cara.
No es para menos. Su nombre a¨²n figura en la categor¨ªa de los artistas emergentes, pero no se requiere formaci¨®n de pitonisa para pronosticar una eclosi¨®n inminente, acaso explosiva. Haberse colado en el cartel del ciclo Jazz Palacio Real, que comparte con artistas infinitamente m¨¢s experimentados (Carminho, Noa, Miguel Poveda, Buika, Chucho Vald¨¦s, Zenet), ya constituye todo un indicio. Hacerlo con apenas un pu?ado de canciones publicadas y solo un elep¨¦ compartido con el guitarrista de jazz Charlie Hunter entronca con esos milagros que en ocasiones propicia el mundo digital.
Y esperen a que en apenas unos meses vea de una vez la luz Marchita, su aut¨¦ntico debut como solista. Ser¨¢ el primer ¨¢lbum de una artista latina que publique Glassnote, la misma disquera para la que graban Mumford & Sons, Phoenix, Chvrches o Childish Gambino. Insistimos: todo apunta a que las conmociones que sugieren sus canciones bellas, lentas, intensas y torturadas, esas por las que algunos la denominan ¡°la Chavela Vargas de la generaci¨®n milenial¡±, no han hecho m¨¢s que empezar.
Marchita es el disco triste, melanc¨®lico y acongojado de ruptura que la alegre Silvana quiso dedicarle a su primer gran amor, ese que, as¨ª pasen los a?os, siempre se recuerda en un rinconcito privilegiado de la memoria. Se trata de un cancionero ¨ªntimo y profundo, eminentemente po¨¦tico y carente de reproches. Al contrario, la trovadora parece anhelar un reencuentro (¡°Te guardo mi luz de ma?ana, mis ojos, mi amor y mi almohada¡±, ¡°Sin tus manos, este cuerpo est¨¢ de m¨¢s¡±) que la realidad, siempre testadura (como un buen Aries), demuestra del todo inviable. ¡°Es un retrato muy honesto y fidedigno, porque siempre he cre¨ªdo que el arte ha de asumir el riesgo de la veracidad¡±, anota Silvana. ¡°Lo curioso es que ahora, un par de a?os despu¨¦s de escribirlo, no comparto del todo mi propio discurso. Marchita idealiza el amor de un modo muy solemne e inocente, pero desde entonces he tenido tiempo de comer mucha mierda en el plano sentimental. Y cuando la vida se vuelve m¨¢s dura, te sientes mucho menos rom¨¢ntico¡±.
Mi mam¨¢ ya me lo advirti¨® muy pronto: tendr¨¢s que trabajar el doble que los hombres y decir las cosas cinco veces m¨¢s fuerte para que te tomen en serio
Aflora irremediablemente la Silvana Estrada m¨¢s corajuda, esa que comprendi¨® desde chiquilla que ser mujer sigue resultando dif¨ªcil en buena parte del planeta, y no digamos ya en el caso de pa¨ªses como M¨¦xico. ¡°Mi mam¨¢ ya me lo advirti¨® muy pronto: tendr¨¢s que trabajar el doble que los hombres y decir las cosas cinco veces m¨¢s fuerte para que te tomen en serio¡±. Ella lo hace, sin desfallecer, aunque a veces ¡°ser mujer resulte muy cansado¡±. Y terriblemente peligroso. ¡°En M¨¦xico mueren al d¨ªa 12 mujeres a manos de sus parejas o de asesinos, y casi ninguno acaba en la c¨¢rcel. Apenas se investiga el cinco por ciento de los feminicidios. Por eso debemos mantener siempre mucha fuerza y determinaci¨®n, aunque cueste. Me gustar¨ªa permitirme a veces la fragilidad, poder comportarme desde un lugar m¨¢s vulnerable¡±.
El miedo y el coraje, como le sucede a tantas compatriotas, acabaron por ocupar un lugar de preponderancia en la vida de Silvana. Ella creci¨® en Coatepec, una peque?a y linda ciudad en el estado de Veracruz, de apenas 95.000 habitantes, donde sus padres regentan un taller de luter¨ªa. Ya de muy ni?a le conmov¨ªa ver a su madre barnizando los violines despu¨¦s de que el pap¨¢ hubiese escogido y trabajado las maderas. Muchas tardes paseaba sus buenos 50 minutos hasta la ribera del Suchiapa, donde la familia explotaba unas pocas hect¨¢reas de cafetales, naranjos y limoneros. Era un trayecto placentero, propicio para la introspecci¨®n, la holganza a la sombra de alg¨²n ¨¢rbol o la pl¨¢tica con los paseantes: alg¨²n jardinero, aquella se?ora que repart¨ªa tortillas de casa en casa. ¡°Pero toda aquella visi¨®n id¨ªlica se quebrant¨® en la ¨¦poca del presidente Calder¨®n, cuando lleg¨® el narco, se instaur¨® el ej¨¦rcito y arreci¨® la violencia. Me asaltaron alguna vez a m¨ª y a media humanidad¡±.
A veces necesito conectarme al mundo real y primario, y me dedico a tejer o a cocinar hasta casi la obsesi¨®n, como una forma de encontrar cierta paz terrenal. Pero por lo general ando con la cabeza en las nubes, como si flotara por otra galaxia¡¡±
A ella le ayud¨® su car¨¢cter resuelto para ahuyentar la zozobra, pero tambi¨¦n, claro est¨¢, la m¨²sica. Esa que sonaba a todas horas en casa, desde los m¨¢s grandes de la canci¨®n folcl¨®rica latinoamericana (Chavela, Mercedes Sosa, Violeta Parra, Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez, Soledad Bravo) a ese sanctasanct¨®rum del jazz universal en el que habitan Ella Fitzgerald, Billie Holiday, John Coltrane o Cole Porter. La joven Silvana percib¨ªa que una parte de aquellas ense?anzas casi sagradas tambi¨¦n lat¨ªa en las canciones de las nuevas mujeres de la canci¨®n mexicana, desde Julieta Venegas a Natalia Lafourcade, y el cerebro se le reprogram¨® en una efervescencia de la que ya nunca querr¨¢ apearse. ¡°El arte es una necesidad, mi ¨²nica manera de comprender el mundo. A veces necesito conectarme al mundo real y primario, y me dedico a tejer o a cocinar hasta casi la obsesi¨®n, como una forma de encontrar cierta paz terrenal. Pero por lo general ando con la cabeza en las nubes, como si flotara por otra galaxia¡¡±.
Ella es as¨ª: pasional, intensa y arrolladora, pero a la vez reconcentrada. Capaz de permanecer encerrada dos semanas en casa, absorta en sus poemas y canciones, ¡°atiborrando la cabeza de discos y sin salir ni a la esquina¡±, pero tambi¨¦n de conocerse las mejores terrazas de Madrid para conversar durante largas horas con los amigos (¡°aunque la cerveza ya parezca una sopa¡±), deleitarse ¡°con las cosas peque?itas, porque nada hay tan emocionante como un helado de pistache o maracuy¨¢¡± y escuchar las historias de otros como una cura de humildad, la mejor manera de comprender que a todos, y no solo a uno mismo, nos suceden cosas hermosas o frustrantes.
Porque Silvana Estrada es una muchacha bien feliz, ya lo dijimos, por mucho que a veces le cueste reconocerlo o disimule cant¨¢ndole a las cat¨¢strofes del coraz¨®n. ¡°Los cantautores acabamos siendo unos rumiantes de nuestro propio dolor¡±, concluye. ¡°En t¨¦rminos art¨ªsticos, me resulta m¨¢s f¨¢cil tomarme en serio desde un discurso triste que a partir de episodios vitales plet¨®ricos. Quiz¨¢ hemos banalizado un poco la alegr¨ªa. A m¨ª me gusta m¨¢s la felicidad cuando te hace llorar, cuando se entrelaza con un poco de tristeza. La felicidad profunda ha de conectar con la paz y la nostalgia¡±.
Estrada se detiene, repasa sus palabras y resopla ante la hondura de su propia reflexi¨®n. ¡°Otra vez me he puesto intensa. Vuelve la ni?a vieja. O, como dir¨ªan ustedes: la viejoven¡±. Y no, no le ofende. Al contrario: le cuesta parar de re¨ªr.
Dos invitados previsibles y uno muy inesperado
Los periodistas mexicanos que hablan estos d¨ªas con su paisana se maravillan de que su gran desembarco en Madrid, donde apenas hab¨ªa actuado en el peque?o Caf¨¦ Berl¨ªn, tenga lugar este martes en la gran explanada del Palacio Real. Le preguntan por la participaci¨®n de invitados especiales y ella les ilustra sobre dos con los que ya ha hecho grandes migas: el cantautor malague?o El Kanka, que no ha disimulado su ¡°asombro¡± ante el talento de la veracruzana, y el virtuoso d¨²o instrumental folcl¨®rico Fet¨¦n Fet¨¦n. Pero hay un tercer nombre muy relevante que nadie podr¨ªa prever en esa lista. Se llama Jos¨¦ Miguel Conejo, aunque todos le conocemos como Leiva.
¡°Yo no soy muy roquera¡±, admite Silvana sin rodeos. ¡°Y me sorprendi¨® que Leiva me localizara en M¨¦xico hace unos meses para cantar con ¨¦l una canci¨®n de su pr¨®ximo disco. Al principio dud¨¦, s¨ª, pero cuando le conoc¨ª he descubierto al tipo m¨¢s amable, resuelto y l¨²cido del planeta. Ahora nos queremos y me admira su trabajo, esa capacidad de incluir ciertos destellos de humor en sus canciones¡±. El pr¨®ximo disco de Silvana Estrada, de hecho, ser¨¢ ¡°menos solemne y trascendental que Marchita, una pizca m¨¢s ligero¡±. En 2022 habr¨¢ ocasi¨®n de comprobarlo.
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