Jorge Drexler se erige en el gran revolucionario de la concordia
El uruguayo emociona y se emociona al regresar a los escenarios de su ciudad por primera vez desde la pandemia
Ha tenido que llegar un hombre bondadoso, afable, sonriente y veraz para hacernos ver lo revolucionario que ser¨¢ siempre llevar la contraria. Ahora que se estilan la mala baba y los colmillos ensangrentados, la descalificaci¨®n pedestre y el insulto an¨®nimo, llega un trovador de sangre uruguaya y nos enfrenta a un concepto en este momento transgresor y desconcertante: la concordia. Lo de Jorge Drexler no es buenismo, neologismo que quiz¨¢ contenga algo de insidia y pacater¨ªa, de esp¨ªritu blandengue. Lo de nuestro protagonista de este mi¨¦rcoles era, m¨¢s bien, humanismo. O humanidad. O, todav¨ªa m¨¢s sencillo y comprimido: poes¨ªa.
Sucedi¨® en el festival Noches de Bot¨¢nico, en suelo complutense, m¨¢s all¨¢ de la medianoche. Y cuando ya nadie lo esperaba, porque su art¨ªfice supo guardar bien el secreto. Anunci¨® Drexler que estrenar¨ªa en directo su m¨¢s reciente sencillo, La guerrilla de la concordia, que acaba de superar en YouTube el mill¨®n de reproducciones en apenas un par de semanas. Y para hacer el momento m¨¢s memorable, pidi¨® que asomaran la decena de integrantes de Gospel Factory, ese coro de t¨²nicas blancas y voces angelicales. Un despliegue de primer orden para una canci¨®n que aboga por la complicidad, el cari?o y la caricia. Una contravenci¨®n radical del signo de estos tiempos.
De repente, un loco trovador formula un vuelco s¨²bito, una sacudida a los cimientos de la modernidad con una combinaci¨®n de apenas seis fonemas. Poes¨ªa. He ah¨ª el ingrediente principal que alimenta esa Guerrilla por el concordato, el himno alternativo para los que se niegan a abrazar la dial¨¦ctica imperante del exabrupto, la deificaci¨®n permanente del viejo, tosco y grosero arte de tocar las narices. ?Y qu¨¦ tal si nos toc¨¢ramos otras cosas? ?Es que nadie hab¨ªa pensado antes que la experiencia resultar¨ªa mucho m¨¢s enriquecedora, y no digamos divertida?
Por supuesto, a nadie le import¨® que Drexler ¨Cemocionado, nervioso, absorto¨C olvidara parte de la letra en el flamante estreno de esta octavilla feliz. ¡°La cagu¨¦ no menos de cuatro veces¡±, resumi¨® ¨¦l, entre divertido y avergonzado, antes de proponer la mejor de las soluciones posibles: cantar el himno una vez m¨¢s, aventar por partida doble la buena nueva. Y a¨²n aprovechar¨ªa la presencia de ese coro de voces y almas puras para recrear en clave de g¨®spel dos de sus cl¨¢sicos m¨¢s inveterados, Sea y Todo se transforma. Llam¨¦mosle Reverendo Drexler por esta vez.
Fue una noche de reencuentros y temblores sentimentales, de confesiones en voz baja que ata?en a 1.800 testigos no menos conmovidos. ¡°Madrid es mi casa. Tocar aqu¨ª me pone muy feliz y muy nervioso¡±, hab¨ªa empezado a murmurar el oficiante, que no pisaba los escenarios matritenses desde antes de que comenzara toda esta pesadilla. ¡°?Te extra?¨¢bamos, Jorge!¡±, grit¨® alguien desde la platea. ¡°?Y yo a vos tambi¨¦n!¡±, respondi¨® el interpelado, como si nos conociera a todos por nombre y filiaci¨®n.
Estuvo Drexler reconcentrado, a ratos contenido, como temeroso de sufrir un colapso emocional. ¡°Tengo miedo de que suba eso que llevaba tanto tiempo sin subir¡±, resumi¨® con ese don suyo para la palabra hermosa. Claro que aminorar las pulsaciones no es sencillo si tu propia conviviente ¨Cen terminolog¨ªa coronav¨ªrica¨C asoma por las tablas para compartir una canci¨®n. La escogida por Leonor Watling fue Toque de queda, una preciosidad escrita en Sep¨²lveda (Segovia) sin ¨¢nimo premonitorio, por mucho que el t¨ªtulo, a estas alturas de la historia, se las traiga.
Era curioso caer en la cuenta de que ese Toque de queda suena m¨¢s marlanguiana que drexleriana, quiz¨¢ porque circula mucha esencia de Tom Waits por su torrente sangu¨ªneo. Y fue llamativo que la redimensi¨®n pand¨¦mica de la terminolog¨ªa tambi¨¦n haya propiciado el rescate de otra bell¨ªsima p¨¢gina olvidada, Sanar, inquietante en la oscuridad de sus acordes y hasta de sus silbidos. Estremecida, sin duda (¡°nadie nace sabiendo que morir¨ªa¡±), pero alentadora en toda su reivindicaci¨®n del hermoso misterio de la vida.
Todo parec¨ªa, bien se ve, propicio para las emociones fuertes. Incluso las contrariedades y los imprevistos dan ahora pie al descubrimiento de ¨¢ngulos inesperados. El concierto se hab¨ªa anunciado en formato de tr¨ªo, pero la pianista catalana Meritxell Neddermann lleva unos d¨ªas confinada por la covid y Drexler se vio abocado a reinventar la convocatoria como un mano a mano con Borja Barrueta, el percusionista que le lleva acompa?ando desde hace 17 a?os pero con el que nunca hab¨ªa operado como d¨²o. El sobrevenido experimento funcion¨® gracias a la excelencia de Drexler como guitarrista, no siempre destacada como merecer¨ªa. M¨¢s de un grupo indie con galones matar¨ªa por disponer de la el¨¦ctrica del uruguayo en la alineaci¨®n titular. No surgir¨¢ la ocasi¨®n, claro, pero ser¨ªa muy curioso.
Confesiones, reencuentros, sobresaltos, filigranas, virguer¨ªas. Y Leonor Watling. Pero nos falta todav¨ªa un ingrediente, inesperad¨ªsimo, para completar esta vista panor¨¢mica. Se llama Pablo y el apellido resulta ser Drexler, en su condici¨®n de hijo de Jorge y la tambi¨¦n cantante Ana Laan. Pocos hab¨ªan o¨ªdo hablar de ¨¦l. Los m¨¢s madrugadores le descubrieron oficiando como telonero, bajo el nombre art¨ªstico de PabloPablo. Pero cuando el chaval se sum¨® al progenitor para afrontar juntos una versi¨®n de High and dry, el cl¨¢sico de Radiohead, sucedi¨® algo prodigioso. La primera estrofa le correspondi¨® a Jorge, que dio cuenta de ella con gusto exquisito. Y en esas lleg¨® Pablo, armado de una voz aguda y maravillos¨ªsima. Le bastaron dos versos, tan solo dos, para que la grada, estremecida, se entregase a una feliz eclosi¨®n de aullidos.
Drexler ya no tiene edad ni necesidad de ser un hombre prol¨ªfico. El uruguayo va camino de sus buenos cuatro a?os sin distinguirnos con el regalo de nuevas composiciones, un honor que no nos corresponde desde que Salvavidas de hielo compitiera con los ¨²ltimos coletazos de la can¨ªcula en septiembre de 2017. Nos tiene a pan y agua, el muy malvado (dejemos Nominao, su irrupci¨®n en el universo de C. Tangana, en el cap¨ªtulo de las travesuras discutibles, incluso desdichadas), pero La guerrilla de la concordia sirve como pr¨®logo para su particular desescalada. Y nos permite reasignarlo nuevamente al colectivo de los no adscritos.
Mi verso no es de este mundo, parece sugerirnos el ilustre vecino de Chueca. Ahora que las astracanadas pueden provenir de exministros revisionistas y hasta de los m¨¢s altos tribunales, por no mencionar los aspavientos de la marabunta tuitera, Jorge propone algo tan sencillo y transformador como hacerse a un lado.
Ah¨ª os qued¨¢is, hinch¨¢ndoos las venas de la ira. Para vosotros la perra gorda y, por descontado, el ladrido furibundo. Pero quedamos otros. Los dem¨¢s. Y despu¨¦s de que el bardo nos cantara a voz en cuello eso de ¡°El miedo sali¨® de su fosa / y hoy amar es cosa de valientes¡±, hasta parece que se respiraba mejor.
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