La gran migraci¨®n
La pandemia nos rob¨® esa poes¨ªa madrile?a de atascarnos pero con el regreso de las vacaciones vuelve tambi¨¦n esta tradici¨®n que inaugura el nuevo curso
Agosto se queda que da gusto para ir desde el extrarradio hasta el mism¨ªsimo centro de Madrid. Hay menos residentes urbanitas y m¨¢s espacio para el disfrute de la ciudad. Tambi¨¦n m¨¢s calor, pero menos tr¨¢fico y m¨¢s carretera en contraprestaci¨®n. Pero como todo tiempo pasado, el verano se acaba. Comienza el gran regreso. Con un atasco en todas las nacionales hasta que se diluyen en circunvalaciones, se inaugura el nuevo curso. Es el tratamiento de choque para la que nos espera en el d¨ªa a d¨ªa.
La pandemia nos rob¨® esa poes¨ªa madrile?a de atascarnos. A los que vivimos fuera de la capital cuando vamos a la ciudad a ganarnos el pan de cada d¨ªa. Y viceversa. No lo echo de menos. Los confinamientos y el teletrabajo que muchos mantienen hasta la fecha han aliviado de veh¨ªculos (y contaminaci¨®n) los trayectos entre la urbe y las periferias. Tambi¨¦n ese ahorro de tiempo, cabreos y emisiones, parece que llega a su fin. Los que todav¨ªa le d¨¢bamos a la tecla en despachos m¨¢s o menos improvisados en nuestros hogares, volveremos pronto a las oficinas. Cada vacuna administrada contra la covid-19, cada punto de bajada en la incidencia de la enfermedad y cama libre en las UCI, nos acercan a ese retorno.
De entre todas las interacciones humanas que he a?orado desde marzo de 2020 ¡ªlas conversaciones con compa?eros, las ca?as despu¨¦s de la jornada laboral o las entrevistas cara a cara¡ª, el tr¨¢fico congestionado que separa mi pueblo de la redacci¨®n no est¨¢ entre ellas. Por muy t¨ªpico que sea el atasco madrile?o, seg¨²n expres¨® la presidenta de la Comunidad, Isabel D¨ªaz Ayuso.
As¨ª, me debato en este final de etapa, de verano, de lo peor de la pandemia, entre el deseo de volver a la normalidad, por muy otra y nueva que sea, a Madrid, al pol¨ªgono, a las charlas en la escalera, a los tres (m¨ªnimo) caf¨¦s diarios en la m¨¢quina, y la aversi¨®n al atolladero en el asfalto dentro y fuera de la M30. A falta de tren o metro, antes lo esquivaba a base de evitar la hora punta. No todos mis vecinos del extrarradio pueden hacer lo propio. Lo de los coches compartidos, los aparcamientos disuasorios, los veh¨ªculos eco, le ahorran malos humos a la ciudad, sus habitantes y los que vamos. Pero no erradican los atascos. Mucho m¨¢s transporte p¨²blico har¨ªa falta para eso. Y quiz¨¢ algo m¨¢s de teletrabajo.
As¨ª, me debato en este final de etapa, de verano, de lo peor de la pandemia, entre el deseo de volver a la normalidad, por muy otra y nueva que sea, a Madrid, al pol¨ªgono, a las charlas en la escalera, a los tres (m¨ªnimo) caf¨¦s diarios en la m¨¢quina, y la aversi¨®n al atolladero en el asfalto dentro y fuera de la M30.
De momento, comienza la gran migraci¨®n a las oficinas. All¨ª nos veremos. Por el camino, los que ocupamos el m¨¢s all¨¢ del extrarradio, nos encontraremos en los trenes, los autobuses interurbanos y, como no, en el atasco. Unas veces cabreados, otras resignados. A veces, estresados. Cantaremos o nos informaremos con la radio. En mi imaginaci¨®n, nos miraremos por las ventanillas. Hemos vuelto. Como los matrimonios: en lo bueno y en lo malo.
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