Todos contra el pobre
El problema de la vivienda en Espa?a no se soluciona a trav¨¦s de las barreras y la estigmatizaci¨®n
En algunas pel¨ªculas sobre el medievo los siervos depauperados asaltan el castillo del se?or feudal portando antorchas y rastrillos, y, a veces, lo queman. Las tensiones que genera la desigualdad rampante en el planeta tratan de solucionarse levantando muros, como esos que se construyen para que los habitantes de los pa¨ªses subalternos no lleguen a los pa¨ªses protagonistas de la Historia, o colocando a guardianes para evitar que la gente que no tiene casa se meta donde buenamente pueda.
Empresas como Desokupa y similares viven un bum a costa del grave problema de la vivienda en Espa?a. De Desokupa se ha dicho que son fascistas, cosa que no sabemos, pero s¨ª sabemos que lucen como tales, act¨²an como tales y hablan como tales. Su l¨ªder, un hombre locuaz que le ha cogido gusto a la notoriedad p¨²blica en magacines televisivos y parece decidido a convertirse en predicador por Internet, ha estado difundiendo bulos contra una joven que vive (y no ocupa) en el centro de Madrid y que ahora sufre acoso y escraches. Les gusta llamar ¡°ratas¡± a las personas que se ven abocadas a ocupar.
Entre las mentiras de estos tipos orgullosos de sus b¨ªceps, los citados magacines sensacionalistas que se dedican a airear los casos m¨¢s truculentos de la ocupaci¨®n (que los hay), los terror¨ªficos anuncios de empresas de alarmas (que alarman a la poblaci¨®n) y los pol¨ªticos de derecha que prometen ¡°mano dura¡± o ¡°tolerancia cero¡±, se cae en la pura aporofobia y se pierde de vista que el problema de la ocupaci¨®n no es un problema delincuencial sino un problema social: el drama de la vivienda.
La desigualdad no es buena para nadie y, de hecho, es com¨²n que los ricos tambi¨¦n est¨¦n a disgusto, quieran secesionarse, y se rodeen de muros y matones, o se vayan a para¨ªsos fiscales, o traten de montar microestados en ciertas islas de Tahit¨ª donde no pagar impuestos y pasar de sus dolientes vecinos. Pero, por mucho lavado de cerebro que se haga sobre la base de la responsabilidad individual, la meritocracia o los designios del Se?or, por mucho realismo capitalista que se difunda, siempre existir¨¢ la presi¨®n de los despose¨ªdos sobre los beneficiarios del tinglado.
Las personas que ocupan, bien mirado, son las m¨¢s emprendedoras de las que son excluidas: tratan de perseguir sus sue?os y recuperar la zona de confort de la que han sido desahuciadas, aunque en una casa ocupada nunca se encuentra el confort, sino la m¨¢s pura supervivencia. Es una cuesti¨®n de justicia social, en un pa¨ªs donde apenas hay vivienda p¨²blica, la vivienda y la energ¨ªa est¨¢n a precios desorbitados, se han encadenado dos crisis demoledoras, y hay tres millones de viviendas vac¨ªas, en manos de instituciones financieras y/o especuladoras, mientras m¨¢s de 40.000 almas se pudren en la calle. Se?ores musculados en las puertas no son una pol¨ªtica de vivienda.
Suscr¨ªbete aqu¨ª a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.