Rigoberta Bandini, inventora del ¡®perreo¡¯ con inteligencia
La revelaci¨®n de la temporada acerca al Conde Duque su escuet¨ªsimo repertorio, donde se dan la mano sagacidad y horterada
Rigoberta Bandini es una reci¨¦n nacida, como quien dice, pero el tiempo le est¨¢ cundiendo una barbaridad. La sosias cantarina de Paula Rib¨® vino al mundo justo una semana antes del confinamiento, que ya es punter¨ªa, y ni siquiera ha tenido tiempo de publicar nada parecido a eso que antes llam¨¢bamos elep¨¦. Pero su goteo sucinto de sencillos digitales, l¨²cidos, traviesos, ambiguos (?es Perra provocaci¨®n, reivindicaci¨®n o mero chiste?) y deliberadamente horteras ha hecho fortuna en grado superlativo y, lo m¨¢s curioso, m¨¢s o menos intergeneracional. Porque las 600 entradas disponibles en el patio de Conde Duque la noche de este viernes se esfumaron en menos de 24 horas, pero con un porcentaje de ni?er¨ªo muy inferior al que podr¨ªa barruntarse ante un fen¨®meno viral. De los virus buenos, nos referimos.
Rigoberta es, ante todo, una muchacha ingeniosa. Tiene 31 a?os ¨Cbastantes m¨¢s de los que aparenta¨C y muchas tablas derivadas de un bagaje holgado y precoz como actriz de doblaje y teatro. Pero su ¨¢lter ego para la discoteca no solo aporta chunda chunda, que es el ingrediente impepinable, sino tambi¨¦n inteligencia. Son ocurrencias para sonre¨ªr y, de paso, para ejercitar tambi¨¦n un poquito la mente. Lo m¨¢s ins¨®lito de todo: el proyecto aporta buenas voces (salvando las distancias, el timbre de Paula se asemeja al de Eva Amaral) y hasta alguna construcci¨®n coral en forma de canon. Vamos, que no todo es mera guasa. La chica y sus chicos vienen estudiados.
Lo m¨¢s ins¨®lito de todo: el proyecto aporta buenas voces (salvando las distancias, el timbre de Paula se asemeja al de Eva Amaral) y hasta alguna construcci¨®n coral en forma de canon. Vamos, que no todo es mera guasa.
Bandini irrumpe con gafas oscuras y falda de cuadros, como una colegiala aplicada que se desmelena en la fiesta de fin de curso y no quiere que le descubramos las ojeras ni las pupilas achispadas. Y su m¨²sica tiene algo de eso, de travesura a cargo de una chavala que en clase era propensa a las primeras filas y los sobresalientes. En tiempos de dieta musical a¨²n bastante restrictiva en los escenarios de la capital, su visita es saludada como un gran acontecimiento. Curioso, cuando menos, para una artista que solo puede aportarnos hasta este preciso instante la friolera de ocho temas propios y tres versiones. Una hora exacta de espect¨¢culo. O, si se quiere, 56 minutos m¨¢s un bis que consisti¨® (¡°?No tenemos m¨¢s canciones, lo siento!¡±) en la repetici¨®n de la canci¨®n inaugural.
El t¨ªtulo reiterado es el hilarante In Spain we call it soledad, lecci¨®n de espa?ol urgente para guiris con frases ¨²tiles ante momentos chungos: ¡°Ay, me desangro¡±, ¡°Qu¨¦ co?o hago¡±, ¡°Que me muero¡±, ¡°Joder, qu¨¦ largo¡±¡ Esta sublimaci¨®n del pop electr¨®nico despepitado incluye entre medias una loa expl¨ªcita a M¨®nica Naranjo, por si a¨²n no tenemos claro que la sagacidad y la horterada ejercen aqu¨ª de siameses. Otro ejemplo: ¡°No habr¨¢ en la Tierra un solo ser que menosprecie los abrazos¡±, nos advierte la Bandini en Fiesta, hedonismo salpicado de ese punto tierno y blandito que se nos ha quedado con la calamidad del ¨²ltimo a?o y medio. Y todo, con una canci¨®n que parece un h¨ªbrido entre Fangoria y, s¨ª, Amaral. Es decir, con ese m¨ªnimo de competencia vocal que se le supone a quien decide exponerse al veredicto de las tablas.
La munici¨®n es tan exigua que parece prematuro sacar conclusiones de nada. T¨² y yo se sit¨²a como la propuesta m¨¢s convencional del lote, una cr¨®nica del amor en tiempos de la covid y la congoja ante el trance del aislamiento. Mucha m¨¢s sustancia encierra Que Cristo baje, una apelaci¨®n a las alturas que suena sacr¨ªlega, pero no lo es, o no del todo. La ambivalencia del mensaje, ya lo advert¨ªamos, forma parte de los c¨®digos de Rigoberta. Pero probablemente tambi¨¦n de la posmodernidad, puestos a elevar el tiro (ya que and¨¢bamos a vueltas con los cielos).
Entre medias se suceder¨¢n las ocurrentes y sarandungueras recreaciones de Qualsevol nit pot sortir el sol (¡°No s¨¦ si conocer¨¦is a Jaume Sisa¡±, anota la cantante barcelonesa, en tono muy did¨¢ctico), Coraz¨®n contento (homenaje a Marisol, ¡°la m¨¢s grande de Espa?a¡±) y, puestos a d¨¢rnoslas de iconoclastas, Cuando t¨² nazcas, aquella canci¨®n de Mocedades que a su vez adaptaba el portentoso Allegretto de la s¨¦ptima sinfon¨ªa de Beethoven. No sabemos si nuestro buen amigo Ludwig se andar¨¢ retorciendo en su sepulcro, como anotar¨ªa el cronista cl¨¢sico. Pero como cualquier hip¨®tesis al respecto ser¨ªa indemostrable, dej¨¦moslo en que la cosa tiene gracia y desparpajo. Y que a lo mejor, si nos da por el pron¨®stico c¨¢ndido y optimista, sirve para que alguien asome la nariz por la m¨²sica del romanticismo.
Y poca m¨¢s tela que cortar, la verdad, porque ya avis¨¢bamos de que ahora podemos hacernos dignos de an¨¢lisis con cuatro singles mal contados. Rigoberta utiliza de escolta y brazo derecho a una buena cantante, Bel¨¦n Barenys, mientras los chicos, rigurosamente uniformados con polito blanco y pantal¨®n negro de ch¨¢ndal, se quedan relegados en un segundo plano no ya secundario, sino casi testimonial. El teclista es Esteban Navarro, pareja de Paula y encargado de disparar las toneladas de esa m¨²sica pregrabada que tanto facilita la tarea. Y frente al pad de bater¨ªa digital se sit¨²a Juan Barenys, m¨¢s pavisoso que dotado de garbo, al menos hasta que se integra en ese baile canino, arrastrados todos a cuatro patas por el escenario, que alegra la noche en el tramo final de Perra.
?Es Rigoberta esperanza o bluf? Imposible dirimirlo con el partido reci¨¦n comenzado, aunque su apuesta por un perreo inteligente, m¨¢s all¨¢ del mero jadeo sical¨ªptico, es alentadora: los balvins de la vida prefieren hablar de ¡°una perra en calor¡±y de ¡°Te pongo en cuatro pata, t¨² ere perra, no ere gata¡±. ?Es Too many drugs apolog¨ªa del consumo o documentada advertencia sobre sus peligros? Seguramente ambas cosas, en vista de la fijaci¨®n de nuestro personaje por las anfibolog¨ªas.
Y, lo m¨¢s importante: ?ese aviso final de ¡°Vendr¨¦ millones de veces a Madrid¡± es amenaza o aliciente? En tiempos de incertidumbres, que cada cual marque la casilla que considere m¨¢s apropiada. Solo anotaremos que tras la hora exacta de espect¨¢culo son¨® por megafon¨ªa Voglio vederti danzare, de Battiato, y la distancia que la separa de A ver qu¨¦ pasa a¨²n es, a d¨ªa de hoy, todav¨ªa sideral.
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