El Na¨¢n, m¨²sica para una vida austera y parsimoniosa
El colectivo folcl¨®rico palentino desembarca en la capital con los sonidos centenarios que han enamorado a Vetusta Morla y a la cr¨ªtica europea
El cantante de m¨²sica tradicional Carlos Herrero se encontraba el pasado 24 de julio en Paredes de Nava, el pueblito de la Tierra de Campos donde hace casi seis siglos naci¨® Jorge Manrique, cuando un n¨²mero de tel¨¦fono desconocido parpade¨® en la pantalla de su m¨®vil. No eran horas de que le llamase nadie en pleno s¨¢bado, y menos a¨²n a escasos minutos de subirse al escenario, pero un p¨¢lpito extra?o le empuj¨® a responder. Y la voz que surgi¨® al otro lado de la l¨ªnea parec¨ªa m¨¢s propia de alguna broma radiof¨®nica que de una noche de bolos para un m¨²sico ambulante:
¡ªHola, soy Juanma Latorre, guitarrista de Vetusta Morla. ?Qu¨¦ os parecer¨ªa si tocaseis con nosotros pasado ma?ana en el Teatro Real?.
La oferta, como la vida, iba en serio. Herrero ofici¨® su recital solista esforz¨¢ndose en que la perplejidad no le desconcentrara y, nada m¨¢s finalizar, comunic¨® a sus compa?eros de banda lo que acababa de sucederle. Dos d¨ªas m¨¢s tarde, una delegaci¨®n de El Na¨¢n desembarcaba en el escenario del gran tempo madrile?o del bel canto con una mesa para amasar pan y una bota de vino bien pertrechada de tinto recio. Sus voces y los golpes acompasados sobre la madera sirvieron para complementar la interpretaci¨®n de Finisterre, el primer tema desvelado de Cable a tierra, el ¨¢lbum con el que los vetustos regresar¨¢n el pr¨®ximo 26 de noviembre a todas las estanter¨ªas. Casi nadie en el Real conoc¨ªa de antemano a aquellos palentinos de sonoridades ancestrales. Casi todos, a la salida, repet¨ªan su nombre para no olvidarlo ya nunca m¨¢s.
A ver si lo resumimos bien. La banda m¨¢s multitudinaria y exitosa del rock espa?ol del nuevo siglo, esa que anuncia con grandes cartelones en el metro su macroconcierto del pr¨®ximo mes de junio en el Wanda Metropolitano, ha buscado y encontrado inspiraci¨®n en una formaci¨®n folcl¨®rica asentada en un pueblito, Tabanera de Cerrato, de 133 habitantes. Latorre y el bajista de Vetusta Morla, ?lvaro Baglietto, figuraban este mi¨¦rcoles entre los espectadores que llenaban las mesas de la Galileo Galilei para asistir al estreno de Germinal, el cuarto trabajo discogr¨¢fico de estos castellanos viejos. Y el guitarrista acabar¨ªa enchufando su el¨¦ctrica para sumarse a la fiesta en La trama de Ariadna, una de las piezas m¨¢s cat¨¢rticas e hipn¨®ticas del repertorio.
Folclore tradicional. Polifon¨ªas terru?eras. Panderos cuadrados. Rock guitarrero. Y, por si fuera poco, el afilad¨ªsimo saxo soprano de C¨¦sar Tejero, como reci¨¦n aterrizado desde un club de jazz de la vanguardia londinense. Definitivamente, en la Galileo volv¨ªan a acontecer, tal que en sus mejores tiempos, cosas muy importantes.
En los camerinos
Minutos antes de la funci¨®n, nos citamos con Carlos Herrero y con el poeta y druida ib¨¦rico H¨¦ctor Castrillejo, su inseparable primus inter pares en El Na¨¢n, compartiendo espacio, expectaci¨®n y nervios en los angostos camerinos de la sala. Los dos saben ya de la presencia de rostros ilustres entre el p¨²blico ¨Clos m¨²sicos de Celtas Cortos, el cantautor Pedro Pastor¨C y han optado por alegrarse las gargantas con un buchito de ron. ¡°Un poco por calentar las voces, otro poco por mantener a raya las mariposas del est¨®mago¡±, reconocen. Tienen la misma edad, 47 a?os, y ejercen como directores musicales e ide¨®logos de este revolucionario colectivo de folcloristas desde un enclave min¨²sculo en lo ancho del p¨¢ramo. La Espa?a ¨ªnfima e ignota en el coraz¨®n remoto de la Espa?a vaciada.
All¨ª, en el antiguo pajar de los abuelos de H¨¦ctor, han establecido un centro de operaciones que no contempla solo el desarrollo de un discurso musical deslumbrante, sino tambi¨¦n la cr¨ªa de animales, el cuidado de huertos, el horneado de hogazas a la manera tradicional, la preservaci¨®n de recetas antiguas o sus colaboraciones con la universidad rural Paulo Freire del Cerrato. Ah, antes de que marchen de peregrinaci¨®n por la comarca, pueden escucharlos con las peri¨®dicas emisiones de una radio a la que han dado en bautizar K Jabal¨ª.
¡°La gran ventaja de vivir en Tabanera¡±, resume Carlos, ¡°es la conexi¨®n directa con los ancianos, con la gente mayor. Perder ese v¨ªnculo equivaldr¨ªa a nuestro inmediato declive cultural¡±. Es esa sabidur¨ªa centenaria, exenta de formulismos y aspavientos, la que nutre sus quehaceres cotidianos. ¡°Bebemos de la cultura campesina, de los ind¨ªgenas de Iberia¡±, enfatiza Castrillejo con el ¨¦nfasis de quien ha invertido muchas noches recitando al calor de la hoguera. ¡°Nos alimenta ese v¨ªnculo con la naturaleza. Y eso nunca lo comprender¨¢n quienes abrazan aquella visi¨®n ridiculizada de la vida en el campo que se extendi¨® durante el desarrollismo¡±.
H¨¦ctor y Carlos comenzaron a imaginar El Na¨¢n all¨¢ por 2009 y le pusieron nombre de pan persa. Se han ido sucediendo los discos, las colaboraciones ilustres (Santiago Auser¨®n, Xabier D¨ªaz, Jes¨²s Cifuentes), los reconocimientos por media Europa cuando, tres a?os atr¨¢s, difundieron La danza de las semillas, su trabajo inmediatamente anterior. Ellos siguen en las mismas, a lo suyo, ajenos a las ¨ªnfulas. Les inspiran personajes como su vecino Higinio, afilador de hoces, del que tomaron alguna muestra sonora para integrar en su coctelera musical. ¡°Decidimos regalarle un ejemplar del ced¨¦, qu¨¦ menos¡±, relatan, divertidos. ¡°Lo mir¨® con gesto desconfiado hasta que exclam¨®: ¡®?Ah, s¨ª, de estos tengo yo unos cuantos para ahuyentar a los corzos! Es la mejor cr¨ªtica que nos han hecho nunca de un disco¡¡±.
Ellos s¨ª que nunca echar¨¢n en falta el cable a tierra. Les va en los genes. Pero a veces sue?an, puestos a so?ar, con que el reconocimiento para El Na¨¢n les permita alimentarse solo de la banda. Por ahora tienen que alternar versos y cantos con ¡°un poco de todo¡± para que cuadren las cuentas. ¡°Anhelamos vivir con dignidad de nuestro oficio, la escritura y la m¨²sica, pero somos m¨¢s del camino que del fin. Y la calidad de vida de un pueblito peque?o, hacer las cosas despacio y con parsimonia, dedicarte a la huerta y los animales, es un lujo que no se paga con nada¡±, resume H¨¦ctor Castrillejo.
Su media naranja creativa asiente, a medio camino entre la esperanza y la prudencia. ¡°?Sabes?¡±, anuncia tras un leve titubeo. ¡°Tampoco querr¨ªamos mucho ¨¦xito ni nos producen envidia los m¨²sicos que se embarcan en giras largas. No necesitamos mucho m¨¢s que trabajo suficiente, buenos festivales, algunos lugares interesantes por los que transitar. Con eso ya estar¨ªa. Somos m¨¢s de valorar la vida austera¡±.
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