Djokovic en el c¨¢terin de la Caja M¨¢gica
Si el alcalde ayer estaba en serio, este a?o al men¨² del Open de Madrid podr¨ªa a?adirse un tenista negacionista. Hay que ser muy gomia para comerse la carne que nadie m¨¢s quiere
A pesar de que sea creencia popular que el mejor pescado nacional viene directamente de las lonjas de todas las costas del pa¨ªs a Mercamadrid para acabar en las cocinas de los restaurantes m¨¢s selectos de la capital (motivo este quiz¨¢ por el que siempre la sobrevuelan gaviotas), nadie puede negar que esta es una ciudad esencialmente carn¨ªvora. En la Villa y Corte los hombres de negocios sellan sus acuerdos estrech¨¢ndose las manos justo despu¨¦s de haberse apretado un buey, un cochinillo o un lechazo en restaurantes que, parad¨®jicamente, suelen llevar nombres de pueblecitos pesqueros o gentilicios de ciudades de mar.
No ha nacido a¨²n un futbolista del Real Madrid que presuma de verdadero se?or¨ªo que no se haya comido un chulet¨®n sentado junto a la r¨¦plica exacta de la barandilla del Paseo de la Concha que hay en el Asador Donostiarra, el local con m¨¢s solera de la zona de Bernab¨¦u, un apellido que lleva tilde en la E, de Espa?a. Aunque no hay gran marejada que no se haya producido en las mesas del Combarro, donde lo t¨ªpico no es la carne, sino la lamprea, un pescado que se cocina en su propia sangre. A aquel marchante chino llamado Gao Ping que se dedicaba a blanquear el dinero de la alta sociedad le encantaba ir a este establecimiento de nombre gallego a sellar sus tratos. ?l se decantaba m¨¢s por el marisco.
Lo de la carne es algo muy cultural, pero lo de la gula, como s¨ªmbolo de estatus y abundancia, es m¨¢s bien universal; para hablar de ella, en Madrid se usa mucho una expresi¨®n que le viene como anillo al dedo a la propia ciudad y es ¡°ser gumias¡±. Gumias o gomia (as¨ª registra el vocablo la Real Academia) es una ¡°persona que come demasiado y engulle con presteza y voracidad cuanto le dan¡±.
Aunque les resulte dif¨ªcil creerlo, uno de los lugares donde se da el mayor espect¨¢culo de gula de la ciudad (sus barras a veces parecen aquella escena de El Viaje de Chihiro en la que los comensales se convert¨ªan en gorrinos) es el exquisito catering internacional del Open de Tenis, donde una vez al a?o se sirven especialidades gastron¨®micas de 12 pa¨ªses diferentes a hombres y mujeres de negocios que se ponen morados antes de elegir el postre: ver a Nadal o tomarse una copa con vistas a un lago artificial creado en un barrio lleno de pisos patera.
Si el alcalde ayer estaba en serio, este a?o al men¨² del Open de Madrid podr¨ªa a?adirse un tenista negacionista. La actitud de Djokovic unida a la de Mart¨ªnez-Almeida es tan espa?ola que recuerda a la de aquellos personajes de Faemino y Cansado llamados Arroyito y Pozuel¨®n, criaturas t¨ªpicas de asador con sempiterno palillo en boca, cuyo lema era: ¡°?Que se joda el m¨¦dico!¡±. Comerse la carne que nadie m¨¢s quiere se ajusta bastante a la definici¨®n de ¡°gomia¡±.
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