Esta es mi ¨²ltima columna en este medio
All¨¢ por 1998 ya me pon¨ªa nerviosa con la inminente llegada del d¨ªa de Sant Jordi y los ¡®Jocs Florals¡¯. Yo esperaba ese concurso cada a?o con much¨ªsima ilusi¨®n
S¨ª, s¨¦ que esta noche no podr¨¦is pegar ojo, de la pena, pero no os preocup¨¦is porque pienso seguir escribiendo, aunque sea la lista de la compra. All¨¢ por 1998 ya me pon¨ªa nerviosa con la inminente llegada del d¨ªa de San Jordi y los Jocs Florals, un concurso en el que cada alumno pod¨ªa participar con un poema. El alumno seleccionado de cada centro escolar pasaba a un concurso entre distritos para elegir al ganador o ganadora. Yo esperaba ese concurso cada a?o con much¨ªsima ilusi¨®n.
Nunca gan¨¦. Es lo que tiene vivir en un ¨¢rea en la que los j¨®venes realmente tienen mucho que contar, pero sembr¨® en m¨ª la inquietud de dibujarme a trav¨¦s de mis palabras, esperando que, en alg¨²n rinc¨®n, alguien, que no soy yo, considerara sus sentimientos descritos con exactitud. Hay mucha magia en las palabras, pero sin duda la que yo m¨¢s disfruto es aquella en la que parece que el autor al que estoy leyendo es capaz de leerme a m¨ª.
Cuando le dije a mi abuela que iba escribir una columna semanal me contest¨® que siempre pens¨® que acabar¨ªa en un club de striptease. Es encantadora. Mi padre tiene mis art¨ªculos en un ¨¢lbum, mi t¨ªa los lee en sus clases y de vez en cuando alguien, ajeno a m¨ª, los comparte porque considera que lo que pone merece la pena ser compartido y eso vale un mundo.
Siempre he dudado de m¨ª misma. Cuando me ofrecieron esta oportunidad me sorprendi¨® porque pens¨¦ que yo no encajaba, que no era lo suficientemente erudita, ni letrada, ni intelectual, pero no hace falta ser Hypatia para merecer ser escuchada. En ?frica dicen que cuando un anciano muere una biblioteca arde. Me imagino sus voces como libros escritos en nuestras almas.
Hace poco me cont¨® una amiga que su suegra, que es ama de casa y apenas pudo ir a la escuela, les mostr¨®, un domingo de sobremesa, el diario que hab¨ªa escrito durante el confinamiento. Sin que nadie se lo pidiera y m¨¢s dada a estar callada que a llamar la atenci¨®n, les obsequi¨® leyendo algunos fragmentos en voz alta. Su hijo me confes¨® que se dio cuenta de que hasta ese momento no la conoc¨ªa.
Es un enorme privilegio tener un espacio en blanco para ti donde llegar a tanta gente. Tambi¨¦n es una responsabilidad. No es f¨¢cil mojarse, mostrarse, exponerse en esa vulnerabilidad y visceralidad, a veces desbordada, con la que yo lo hago siempre, no por sincera, sino porque no s¨¦ de otro modo. Pens¨¦, con franqueza os lo digo, que me iban a censurar, sobre todo en materia de antirracismo. Pero nunca me han movido una coma y lo agradezco. Por eso solo puedo terminar dando las gracias por la oportunidad de expresarme como siempre lo he hecho.
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