La ruptura y reconciliaci¨®n de Mercedes Pinto con Madrid
La colecci¨®n ¡®Al volar¡¯ recopila los art¨ªculos period¨ªsticos que la artista canaria escribi¨® en los a?os cincuenta, donde ense?a su visi¨®n de la ciudad en la posguerra
El 25 de noviembre de 1923, un nutrido p¨²blico asist¨ªa a una revolucionaria conferencia en la Universidad Central de Madrid que llevaba por t¨ªtulo El divorcio como medida higi¨¦nica. La conferenciante era Mercedes Pinto, una escritora canaria de cuarenta a?os, poco conocida a¨²n en Madrid, que hab¨ªa sido lo suficientemente valiente como para abordar un tema tan pol¨¦mico cuando Espa?a se internaba en una dictadura. A pesar de la buena acogida que tuvo su discurso entre el p¨²blico, las consecuencias pol¨ªticas no se hicieron esperar y, en 1924, tuvo que exiliarse a Uruguay, presionada por las amenazas que hab¨ªa recibido por parte de alg¨²n miembro de la realeza y del mism¨ªsimo Jefe de Estado, el dictador Miguel Primo de Rivera.
Mercedes Pinto hab¨ªa nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1883 y, desde muy joven, fue conocida como la Poetisa Canaria. Se traslad¨® a Madrid a comienzos de la d¨¦cada de 1920, huyendo de una convivencia imposible con su marido, quien recib¨ªa un complejo tratamiento psiqui¨¢trico y al que internaron en un sanatorio. Las leyes le imped¨ªan divorciarse y encontr¨® la oportunidad de reivindicar p¨²blicamente ese derecho cuando su amiga, la consagrada escritora y periodista Carmen de Burgos (Colombine), le ofreci¨® sustituirla para cerrar un ciclo de conferencias sanitarias de la Universidad Central, por encontrarse ella misma enferma. Su controvertido discurso ha sido publicado recientemente por la editorial Torremozas en una edici¨®n de Fran Garcer¨¢, El divorcio como medida higi¨¦nica (Torremozas, 2019). Garcer¨¢ tambi¨¦n es responsable de la reedici¨®n del poemario de Pinto Cantos de muchos puertos (Torremozas, 2017), publicado originalmente en 1931.
Aquellos a?os madrile?os supusieron para Mercedes un empuj¨®n en su carrera literaria y la oportunidad de trabar amistad con figuras tan notables como la mencionada Carmen de Burgos, Ortega y Gasset o Miguel de Unamuno. Adem¨¢s, conoci¨® al que se convertir¨ªa en su segundo marido, el abogado Rub¨¦n Rojo. Cuando march¨® al exilio en 1924, escribi¨® un poema, La patria: ¡°Sal¨ª ayer de mi patria, y ni un temblor / estremeci¨® mis p¨¢rpados, / y el alma / permaneci¨® tranquila y sosegada, / esperando, serena, un horizonte / con menos sombras¡¡±.
Faceta period¨ªstica
Ahora, gracias a la editorial Renacimiento ve la luz Al volar, una recopilaci¨®n de sus art¨ªculos period¨ªsticos publicados entre 1950 y 1951 en El Pa¨ªs Gr¨¢fico, el suplemento dominical del peri¨®dico de La Habana El Pa¨ªs. La edici¨®n est¨¢ a cargo de la fil¨®loga canaria Alicia Llarena, una de las principales investigadoras de Mercedes Pinto, que introduce en el libro un estudio preliminar. La obra pone de manifiesto la faceta period¨ªstica de la autora, menos conocida que la de poeta, novelista o dramaturga. Adem¨¢s, evidencia un hecho biogr¨¢fico relevante: su reconciliaci¨®n con Madrid.
En julio de 1951, regres¨® a la ciudad para visitar a su hija Ana Mar¨ªa, que resid¨ªa all¨ª y a la que no ve¨ªa desde hac¨ªa diecisiete a?os, y a su hijo, el actor Gustavo Rojo, que se encontraba de paso, rodando una pel¨ªcula. A partir de entonces, sus art¨ªculos de El Pa¨ªs Gr¨¢fico aparecen fechados en Madrid, ciudad a donde viaj¨® regularmente y de la que ofrece impresiones muy positivas a los lectores cubanos. Escribe Llarena en su estudio preliminar que ¡°los lugares emblem¨¢ticos de una ciudad en la que hab¨ªa padecido no pocas fatalidades son ahora espacios felices en su memoria¡±. En un art¨ªculo, Mercedes Pinto se refiere al reencuentro con Madrid como un ¡°viaje sentimental¡±. Viaj¨® acompa?ada de su otro hijo, tambi¨¦n actor, Rub¨¦n Rojo.
Tras 26 a?os sin pisar aquella tierra, las primeras sensaciones fueron maravillosas: ¡°Madrid est¨¢ precioso, limpio, ensanchado, con las vidrieras m¨¢s elegantes y llenas de todo lo que puede pedirse en Par¨ªs o New York. De noche, la luz es como de d¨ªa. No hay nadie descalzo por la calle. No hemos visto m¨¢s que escasos pobres pidiendo limosnas¡±. Podr¨ªa intuirse que la emoci¨®n le otorga, incluso, una visi¨®n idealizada, pues en aquella ¨¦poca Espa?a a¨²n se hallaba bajo el yugo del franquismo y la pobreza era todav¨ªa una huella visible de la posguerra. Sin embargo, se abstiene de hacer comentarios de car¨¢cter pol¨ªtico e insiste en la naturaleza de superviviente de Madrid: ¡°es como esas plantas fuertes sobre las que pasan los autom¨®viles, las carretas y hasta los reba?os, a los pocos d¨ªas tienen de nuevo brotes y vuelven a dar flores¡±. Recorr¨ªa las calles m¨¢s c¨¦ntricas visiblemente emocionada: ¡°Son los jardines tan bien cuidados que, por las calles de Alcal¨¢ y Gran V¨ªa, por la Puerta del Sol y Paseo de la Castellana nos hacen creer que vamos pasando por entre mantones de manila bordados de rosas, filigranas de c¨¦sped y musgos; lluvia ordenada de florecillas de todos colores¡±.
Disfrut¨® del verano madrile?o, que no era tan ag¨®nico como le hab¨ªan contado, acudi¨® a alguna verbena y eso le inspir¨® para hablar sobre el organillo, su relaci¨®n intr¨ªnseca con Madrid y la an¨¦cdota de un organillero exiliado que acab¨® en Canarias. Le fascinaba el car¨¢cter alegre de los madrile?os: ¡°es verdad que los coches que circulan por las calles son antiguos y feos, pero la amabilidad de los conductores suple la antig¨¹edad del veh¨ªculo¡±. Esa misma alegr¨ªa que se proyectaba en el aprovechamiento del tiempo de ocio: ¡°No es posible que exista un pueblo que guste m¨¢s de aprovechar el domingo paseando que el de Madrid¡±, confiesa tras una excursi¨®n a El Escorial, donde visit¨® el imponente monasterio.
Tambi¨¦n habla del Caf¨¦ Gij¨®n, ¡°uno de los lugares m¨¢s concurridos en las noches veraniegas¡±, de las reuniones de artistas y de c¨®mo la clientela alargaba sus tertulias por una gran parte del Paseo de la Castellana hasta altas horas de la madrugada. Y documenta una reuni¨®n espont¨¢nea de poetas y m¨²sicos en la que, de repente, el poeta sevillano Rafael de Le¨®n recit¨® un poema dedicado a la muerte de Garc¨ªa Lorca, con m¨²sica flamenca y el improvisado baile de la mism¨ªsima Lola Flores. All¨ª descubri¨® Mercedes Pinto ¡°el don maravilloso¡± y, tal vez, Madrid volvi¨® a ser ese ¡°horizonte con menos sombras¡± con el que so?ase.
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