El Madrid posible e imposible de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez
El escritor, referente del Modernismo y Premio Nobel de Literatura en 1956, encontr¨® a menudo la inspiraci¨®n en sus paseos por la ciudad
Neur¨®tico y delicado, amante de la belleza en sus m¨²ltiples formas, due?o de una elegante egolatr¨ªa, fin¨ªsimo y perfeccionista hasta extremos obsesivos, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez (1881-1958) pas¨® en Madrid una ¨¦poca fundamental de su vida. Su obra po¨¦tica, dilatada y creciente ¨Ccada cierto tiempo se incorpora alg¨²n in¨¦dito¨C, encontr¨® en la ciudad una inspiraci¨®n fundamental. Existe incluso una Gu¨ªa del Madrid de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez publicada en 2007 por la Consejer¨ªa de Educaci¨®n de la Comunidad de Madrid en la que su autora, Roc¨ªo Fern¨¢ndez Berrocal, da cuenta del itinerario biogr¨¢fico madrile?o del poeta nacido en Moguer y merecedor, en 1956, del Premio Nobel de Literatura.
¡°Vine a Madrid por primera vez en abril de 1900, con mis diez y ocho a?os y una honda melancol¨ªa de primavera¡±, escribe Juan Ram¨®n. Aquella ¡°honda melancol¨ªa de primavera¡± era el germen del Modernismo, el movimiento literario que triunfaba entre la juventud espa?ola y cuyo estandarte lo representaba el poeta nicarag¨¹ense Rub¨¦n Dar¨ªo, que resid¨ªa por entonces en Madrid como corresponsal del peri¨®dico La Naci¨®n. Juan Ram¨®n lo visitaba frecuentemente en su piso de la calle Marqu¨¦s de Santa Ana, 29. Casi siempre lo acompa?aba Francisco Villaespesa, otro poeta modernista que fue una especie de mentor po¨¦tico y gu¨ªa madrile?o para Jim¨¦nez en aquellos primeros tiempos. Fue ¨¦l quien lo introdujo en las tertulias literarias de los caf¨¦s, como la del Lion D¡¯Or en la calle Alcal¨¢ o la de El Gato Negro en la calle del Pr¨ªncipe. All¨ª los modernistas compart¨ªan sus escritos, perfumados de orientalismo, poblados de jardines, amores imposibles y melancol¨ªas oto?ales.
Sin embargo, a Juan Ram¨®n le desagradaban las multitudes, el humo del tabaco y una gran parte de los temas de conversaci¨®n que manejaban sus contempor¨¢neos. ?l prefer¨ªa pasear con Villaespesa por la Moncloa, entrar en las iglesias, visitar los cementerios. Evitaba la juerga, la vulgaridad, lo excesivamente popular. Fue as¨ª como descubri¨® la existencia de dos ciudades conviviendo en una sola, lo que en sus Libros de Madrid distingui¨® como el Madrid ¡°posible¡± y el ¡°imposible¡±. El primero lo constitu¨ªan las zonas nobles: calles tranquilas y se?oriales como Almagro, Miguel ?ngel, Caracas o Fortuny. El segundo, aquellas m¨¢s populares y multitudinarias: Carretas, Montera, Jacometrezo¡ El Parque del Retiro le inspir¨® bell¨ªsimas im¨¢genes: ¡°Nunca he visto tristeza m¨¢s hermosa que la del Retiro aquella tarde. He o¨ªdo llorar a un ¨¢rbol; en el tronco ten¨ªa voz de fiera y, en las ramas altas, voz de ni?o. Tambi¨¦n o¨ª cantar al aire en la hojarasca¡±.
Encontrar un lugar de residencia acorde a sus necesidades ¨Csilencio, tranquilidad, contacto con la naturaleza¨C se convirti¨® en una verdadera obsesi¨®n que lo empuj¨® a efectuar numerosas mudanzas. Afectado de neurastenia, incluso lleg¨® a vivir un tiempo en el Sanatorio del Rosario de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, en Pr¨ªncipe de Vergara, cuyos casta?os iluminaron dos de sus libros modernistas: Arias tristes y Jardines lejanos. All¨ª se enamor¨® plat¨®nicamente de alguna que otra joven monja ¨Csus ¡°novias blancas¡±¨C y celebr¨® tertulias ¨ªntimas a las que acudieron Villaespesa, Valle-Incl¨¢n, Antonio y Manuel Machado, Jacinto Benavente, Salvador Rueda o Manuel Reina. En aquellos encuentros naci¨® Helios, una de las revistas modernistas m¨¢s importantes.
En 1903 se fue a vivir con un gran amigo, el doctor Luis Simarro, primero a la calle Conde de Aranda y, m¨¢s tarde, a General Or¨¢a. Paseaban juntos por Recoletos, Paseo del Prado, Plaza de Col¨®n; frecuentaban librer¨ªas como la de Fernando Fe (Puerta del Sol, 15) y Romo (Alcal¨¢, 5). Simarro, que lo trataba ¡°como a un hijo¡±, le present¨® a los pintores Emilio Salas y Joaqu¨ªn Sorolla, entre otros personajes ilustres. Tambi¨¦n a Francisco Giner de los R¨ªos, quien represent¨® un papel fundamental en su trayectoria literaria.
Creador y director de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, fue quien lo embarc¨® en el proyecto de la Residencia de Estudiantes: un colegio universitario que recoger¨ªa el esp¨ªritu liberal y progresista de la ILE. Juan Ram¨®n se convirti¨® en el ¡°maestro po¨¦tico¡± de la Residencia y vivi¨® all¨ª en calidad de hu¨¦sped desde los tiempos en los que todav¨ªa ten¨ªa la sede en la calle Fortuny. Su contribuci¨®n al nuevo edificio, inaugurado en 1915, result¨® fundamental. Esta nueva sede se extend¨ªa desde Pinar ¨C¡±la calle que parece un r¨ªo¡±¨C hasta los altos del antiguo Hip¨®dromo, sobre el llamado ¡°Cerro del Viento¡±, que Juan Ram¨®n rebautiz¨® como ¡°Colina de los Chopos¡±, en honor a los tres mil ¨¢rboles de esta especie que ayud¨® a plantar. Tambi¨¦n dise?¨® el Jard¨ªn de los Poetas.
Con Giner de los R¨ªos realizaba a menudo excursiones a la Sierra de Guadarrama, ¡°madre paciente y gris, que sepultara en redonda lava retorcida este Madridillo (?rid¨ªculos masoncitos!) de mogoll¨®n, azulejos, tomiza, escayola y colorete¡±. Guadarrama: Madrid posible donde ¡°todo era claro, fresco, ideal¡±.
Al amor de su vida, la escritora Zenobia Camprub¨ª, lo conoci¨® cuando viv¨ªa en la pensi¨®n Arizpe (Villanueva, 5). Era amiga de sus vecinos, los Byne, un matrimonio norteamericano. Tras un apasionado noviazgo, se casaron en 1916 en Nueva York. Aunque residieron en varios domicilios madrile?os ¨Cpersiguiendo siempre la ansiada tranquilidad del poeta¨C, el m¨¢s importante fue el de la calle Padilla, n¨²mero 38, en el que hoy hay instalada una placa en su memoria. All¨ª se trasladaron en 1929. Por entonces, Juan Ram¨®n evitaba cada vez m¨¢s las visitas y trabajaba obsesivamente en su Obra. Su personalidad suspicaz y eg¨®latra le hizo ganar mala fama entre los j¨®venes poetas de la generaci¨®n del 27, que lo hab¨ªan considerado su maestro. Viv¨ªa de la literatura y de una tienda de artesan¨ªa que abri¨® Zenobia en la calle Santa Catalina.
El estallido de la Guerra Civil en 1936 cambi¨® el rumbo de sus existencias. Aunque en un comienzo ayudaron a la Rep¨²blica acogiendo a ni?os hu¨¦rfanos, marcharon definitivamente al exilio ese mismo a?o, abandonando su magn¨ªfica biblioteca en el piso de la calle Padilla, que fue saqueado por los sublevados en 1939. Juan Ram¨®n y Zenobia jam¨¢s regresar¨ªan a Madrid, aquel Madrid posible e imposible del que siempre recordar¨ªan su ¡°jard¨ªn alto¡± de pararrayos y chimeneas.
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