La casa de Francisco Cabrero vuelve a la vida en Puerta de Hierro
El arquitecto de posguerra planific¨® para s¨ª mismo una vivienda con estructura japonesa en Madrid que 60 a?os despu¨¦s su nuevo propietario conserva a ultranza
Diego Gronda nunca pudo vaticinar que comprar¨ªa una casa ideada por otro arquitecto. La habitual esperanza gremial de proyectar alg¨²n d¨ªa su propia vivienda le sobrevino a este bonaerense de 54 a?os cuando cursaba un m¨¢ster en la Escuela de Dise?o Parsons, Nueva York. La idea se fue asentando y entronc¨® despu¨¦s con su especialidad, unos grandes proyectos hoteleros que le han llevado a decorar el Four Seasons de Bangkok o a imaginar un conjunto de islas sostenibles en Qatar. Aquellos planes, sin embargo, se torcieron al poco de llegar a Madrid, donde conoci¨® el hogar que Francisco Cabrero (1912-2005) hab¨ªa levantado en 1962 para s¨ª mismo y su familia. Una gran caba?a de madera ¡ª900 metros cuadrados¡ª con estructura japonesa de la que se enamor¨® hasta el tu¨¦tano.
As¨ª fue como termin¨® compr¨¢ndosela a la familia del proyectista. ¡°Pronto me obsesion¨¦ con preservar la identidad de esta casa¡±, explica sin quitarle ojo a la fotograf¨ªa que preside su despacho. Es una imagen de Cabrero inclin¨¢ndose sobre la misma mesa de dibujo que ahora ¨¦l utiliza. Lo cierto es que hasta hace poco no sab¨ªa nada de su anfitri¨®n, considerado uno de los primeros arquitectos rupturistas de posguerra, que hab¨ªa fallecido antes de que ¨¦l se mudara a Espa?a. ¡°Lo he conocido a trav¨¦s de sus hijos y su propia vivienda, de la que he ido aprendiendo poco a poco. Creo que nos habr¨ªamos llevado bien¡±, considera Gronda, que se embarc¨® un trienio atr¨¢s en esta infrecuente tarea de recuperaci¨®n. Existen sobrados ejemplos de lo contrario: cierto vandalismo especulativo que aboca a la piqueta a muchos inmuebles desprotegidos como este.
Edificios que se sit¨²an en zonas privilegiadas y cuyos nuevos propietarios quieren explotar, incrementando la edificabilidad o arrasando todo. As¨ª sucedi¨® en 2017 con la malograda Casa Guzm¨¢n (Algete) ¡ªobra de Alejandro de la Sota¡ª y con la primera vivienda que Jos¨¦ Antonio Coderch, mentor de Cabrero, levant¨® en Ciudad Lineal. ¡°Dejemos de demoler, podemos hacer arquitectura maravillosa con estructuras precedentes¡±, proclama el argentino cuando un haz de luz le acaricia el rostro. Las ventanas del s¨®tano existen gracias a que el inmueble se eleva cinco pelda?os sobre el suelo, falseando los principios gravitatorios que lo sostienen. El engawa tradicional japon¨¦s, resguardado bajo el vuelo del techado, tiene aqu¨ª su particular eco. Se trata de un porche que sirve como transici¨®n al jard¨ªn, donde esta tarde los rayos del sol penetran hasta la piscina, rebotando despu¨¦s sobre la fachada.
Gronda no solo ha potenciado tal juego de claridades con largas tiras LED que surcan el interior y exterior de la vivienda. Cada detalle ha sido adem¨¢s tenido en cuenta durante una adaptaci¨®n a las nuevas demandas energ¨¦ticas y funcionales desde el respeto por la obra original. Los nuevos aislantes, la instalaci¨®n el¨¦ctrica y el aire acondicionado se escondieron bajo el techo de madera. Siguen en su sitio los interruptores originales de n¨¢car, esos acordeones de madera plegable que dividen en tres estancias distintas el sal¨®n, el mueble planero y las reconocibles vigas rojas. El herraje abotonado de las puertas, obra tambi¨¦n de Cabrero, parece estrechar la mano al visitante, mientras caldean los pasillos unos escult¨®ricos radiadores, dise?ados en los treinta por la mism¨ªsima Bauhaus.
Lleg¨® a pasearse por aqu¨ª Walter Gropius, fundador de aquella escuela alemana que propugn¨® la modernidad. Inesperada visita a tenor de la ideolog¨ªa de Cabrero. Poseedor este de una mente cartesiana, su fascinaci¨®n por la naturaleza le indujo, sin embargo, a desarrollar posiciones cr¨ªticas con el funcionalismo. La casa que traz¨® para s¨ª mismo parece ser consecuencia de este juicio y de unos viajes por todo el globo que recopila en su obra total. Esta lleva por t¨ªtulo Cuatro libros de arquitectura (Fundaci¨®n COAM, 1992), un gui?o al tratado humanista de Andrea Paladio que Gronda conserva en su sal¨®n. Cabrero reflexiona en aquellas p¨¢ginas sobre la funci¨®n de una n¨®mina de arquitectos, en gran medida autodidactas, que tras la Guerra Civil se enfrentaron al aislamiento y la falta de materiales. Obtiene as¨ª ense?anzas de unas construcciones vern¨¢culas que jalonan la historia, desde el palacio nazar¨ª hasta esas caba?as que habitaban las tribus de Ocean¨ªa.
¡°Me sorprende lo poco que se conoce en Espa?a la historia de unos pioneros sin los que ser¨ªa imposible entender la arquitectura de hoy. Y claro, no puede protegerse aquello que se desconoce¡±, abunda Gronda cuando cae la tarde y suena el timbre. Es el repartidor que ha tra¨ªdo la cena y no puede evitar mirar sin disimulo alguno el jard¨ªn ya iluminado. Franquea el enorme seto que esconde la residencia de cualquier mirada ajena, deja las bolsas en el porche de madera y susurra: ¡°Qu¨¦ pasada¡±. Gronda cuenta que estos gestos son habituales, sobre todo cuando desvela el a?o del que data esta casa revolucionaria. ¡°Me interesan las reacciones de quien es ajeno a la arquitectura. En general, reconocen su absoluta vigencia. Mi m¨¦rito se reduce a devolverle su aspecto inicial, estaba muy deteriorada, y adaptarla a las necesidades de mi esposa y dos hijos. Quer¨ªa demostrar que una infraestructura antigua, pero con un enorme valor, puede siempre volver a la vida¡±.
Elude determinar cu¨¢nto ha costado su rescate al patrimonio moderno. Y zanja con una formidable sonrisa: ¡°Mi cuenta tardar¨¢ varias d¨¦cadas en recuperarse¡±. Gronda ha querido manifestar, mediante el uso del color negro, las contadas modificaciones que realiz¨® en la obra de su predecesor. Desde un cine en la vieja carbonera hasta el nuevo ventanal que ha destinado a su dormitorio, pasando por un cambio en la ubicaci¨®n de la chimenea. Se hallaba en la planta inferior y sobre su oscura salida de humos se impone hoy un colorido lienzo de Cabrero.
Hijo de pintores, este creci¨® en un ambiente art¨ªstico que sign¨® su propia sensibilidad. De ella hizo gala cuando acometi¨® la Casa Sindical, una mole encargada por el R¨¦gimen que dialoga con el mism¨ªsimo Museo del Prado. Como el difunto, Gronda tambi¨¦n se considera arquitecto por encima de todo. ¡°Incluso antes que argentino¡±, reitera. Se resiste, por ello, a instalar una parrilla en el jard¨ªn. ¡°No pegar¨ªa nada¡±, asegura.
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