M¨¢s de un mes sin su hija y un embarazo sin atenci¨®n m¨¦dica: el punto muerto de una madre inmigrante en Madrid
Su hija fue internada en un centro de menores al descubrir la Polic¨ªa que la hab¨ªa dejado sola para irse a trabajar. Ahora busca la forma de recuperarla mientras se resuelve un proceso de abandono de menores castigado hasta con tres a?os de prisi¨®n
Ha perdido su trabajo y no tiene ganas de comer. El olor del pollo le provoca arcadas, tambi¨¦n cuando recuerda el d¨ªa que decidi¨® dejar a su hija, de cuatro a?os, sola en su cama, rodeada de sus juguetes y su tel¨¦fono, porque no pod¨ªa volver a faltar al trabajo. La vida de Catalina Delgado (nombre ficticio), colombiana, de 23 a?os, se ha quedado detenida en ese instante, al cerrar la puerta de su casa en Madrid a las 22.30 del 16 de febrero. Unas horas despu¨¦s, le pusieron los grilletes en el bar donde trabajaba. Y su hija fue directamente a parar a un centro de menores. Lleva 35 d¨ªas sin dormir con ella. Est¨¢, adem¨¢s, embarazada de seis meses y solo la ha visto un m¨¦dico en urgencias. Enfrenta un juicio por abandono de menores ¡ªcastigado con hasta tres a?os de prisi¨®n¡ª atascado por una huelga de letrados judiciales. Mientras todo se complica, ella peregrina cada d¨ªa a una instituci¨®n distinta, llama a su hija al centro, la ve una vez a la semana, regresa a otra asociaci¨®n. Sin trabajo, sin dinero, sin atenci¨®n m¨¦dica y ahora sin su hija, trata de sobrevivir en un pa¨ªs que cada d¨ªa la aprieta m¨¢s. Y ella siente que se ahoga.
Delgado sabe m¨¢s de ahogarse de lo que deber¨ªa una chica de su edad. Se curti¨® en el selv¨¢tico departamento del Putumayo, en la frontera colombiana entre Per¨² y Ecuador, la puerta de entrada al Amazonas. Uno de esos rincones que los ambientalistas tratan de salvar mientras los grupos armados se disputan las vidas de la gente. En estas tierras se concentran las mayores ¨¢reas de coca¨ªna cultivadas en toda Colombia, 31.000 hect¨¢reas (la mitad de todo Madrid). De ah¨ª huy¨® su familia a Cali, a unas 18 horas en autob¨²s. Y hasta all¨¢ regres¨® a?os despu¨¦s con el padre de su hija. Poco antes de decidir abandonar su pa¨ªs con la ni?a y dos de sus cuatro hermanos, en un vuelo sin retorno con destino a Madrid, en noviembre de 2019, el narco bale¨® la casa donde viv¨ªan. A los nueve meses de aterrizar en Espa?a le denegaron el asilo, cuenta. Su vida no se consideraba en riesgo.
No esperaba Delgado que el episodio m¨¢s duro lo iba a sufrir en Madrid. ¡°Le juro que esto es lo m¨¢s dif¨ªcil que he vivido¡±, insiste. Se encuentra engullida por la misma espiral de miseria en la que conviven miles como ella: sin asilo, no hay papeles; sin papeles, no hay contrato; sin una n¨®mina, no hay forma de conseguir un piso a su nombre; sin un domicilio registrado, no hay padr¨®n. Sin padr¨®n, no se puede acceder a ayudas sociales ni a m¨¦dico que le haga el seguimiento de su embarazo. En su caso, las ayudas podr¨ªan aliviar su situaci¨®n de extrema vulnerabilidad. Como el acceso a programas municipales o auton¨®micos que apoyan a madres como ella o una beca en el comedor escolar de su hija, que le fue negada, por lo que acab¨® pagando una cuota de 100 euros al mes.
La polic¨ªa acudi¨® al domicilio de Delgado la noche del 16 de febrero por la llamada de un vecino, que alert¨® a las autoridades de los llantos de la ni?a del otro lado de la pared. Un compa?ero que viv¨ªa con ellas abri¨® la puerta a los agentes cuando volvi¨® de trabajar esa noche. Desde el tel¨¦fono que Delgado hab¨ªa dejado a un lado de su hija la localizaron trabajando en un bar en Villaverde. Y esa noche la peque?a durmi¨® por primera vez en el centro y su madre, en un calabozo.
Desde entonces, el proceso se encuentra detenido. El veredicto del juez puede marcar su expediente con antecedentes penales, torpedeando cualquier oportunidad para conseguir sus papeles y optar a un empleo mejor y m¨¢s estable. La Comunidad de Madrid, que le retir¨® provisionalmente la guarda de la ni?a de forma inmediata, contin¨²a estudiando su caso. ¡°Se est¨¢ trabajando en la reincorporaci¨®n y buscando alternativas de apoyo¡±, explican en la Consejer¨ªa de Familia.
El mi¨¦rcoles, Delgado visita a su hija a las 10 de la ma?ana y le lleva gominolas y una bolsa de Doritos. Aunque a ella realmente le gustar¨ªa prepararle un sudado, ¡°con su arrocito, su pescadito o carne y una manzana, que es su fruta favorita¡±. Y, mientras recuerda sus almuerzos, se echa a llorar. Tiene una hora a la semana para ver a la ni?a. El resto del tiempo, se tiene que conformar con una llamada de 15 minutos cada tarde. ¡°Pero, mam¨¢, ?d¨®nde est¨¢s?¡±, cuenta Delgado que le pregunta su hija cada vez que hablan. ¡°La polic¨ªa me trajo aqu¨ª porque t¨² me dejaste solita y yo llor¨¦. Nunca me vas a volver a dejar sola, ?verdad?¡±, le repite ella. No le puede decir que est¨¢ en su casa, en la casa de las dos, porque entonces la ni?a no entender¨ªa nada. Que no puede llevarla a su colegio en Vallecas, a ver a sus amigas ni al parque por las tardes. ¡°Yo le digo que me voy a trabajar y que ella se tiene que quedar ah¨ª¡±, explica.
Pero hace un mes que no trabaja. La barriga empieza a asomar sospechosamente por debajo del plum¨ªfero. Ella la tapa, como si se avergonzara. Su pareja y padre de esa criatura se fue a otro pa¨ªs una semana antes de que todo estallara a buscar un empleo m¨¢s provechoso. Y ahora est¨¢ sola. Su ¨²nica familia en Espa?a son su hermano y su cu?ada que sobreviven como pueden con trabajos precarios en negro y dos ni?os. Esa noche, todos los que sol¨ªan ayudarla le fallaron. Una amiga, adem¨¢s de su hermano y su cu?ada, son los principales testigos de su caso, pero tambi¨¦n est¨¢n los testimonios del colegio p¨²blico de Vallecas al que llevaba a la ni?a y del pediatra. ¡°Yo no soy eso que dicen de m¨ª. No soy una mala madre, todo esto es como si fuera una pesadilla¡±, cuenta.
Sobrevive como puede estos d¨ªas, con sus ahorros de tres a?os, gastando lo m¨ªnimo en un pa¨ªs cada vez m¨¢s caro y sobre todo para los extranjeros sin papeles. Una habitaci¨®n en un piso compartido en Ascao le cuesta 350 euros al mes, aunque a duras penas llegara a ganar 1.000 euros cuidando a personas mayores. Los dos con los que trabaj¨® ¡ªun hombre en Teruel en 2020 y una mujer en Legan¨¦s¡ª murieron, y ella tuvo que recurrir al bar de Villaverde como ¨²nica opci¨®n. Llevaba menos de un mes en ese trabajo cuando fue detenida. Ahora teme que con su embarazo le sea todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil conseguir otro empleo.
Espa?a, en la mira europea por el trato a las familias migrantes
La batalla de esta mujer por recuperar a su hija es la de otras muchas mujeres pobres en Espa?a, tambi¨¦n migrantes. Hace poco m¨¢s de un mes, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y Le¨®n condenaba a la consejer¨ªa de Familia de la comunidad a pagar 150.000 euros a una madre b¨²lgara y a sus dos hijas mellizas por haberle retirado la custodia en 2016. La sentencia consideraba que se actu¨® con una ¡°desproporci¨®n abismal¡± durante un a?o, lo que provoc¨® ¡°traumas¡± en las ni?as, que entonces ten¨ªan 12. En otros tres casos, al menos, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado a Espa?a por actuaciones que violan los derechos de padres y madres extranjeras y sus hijos. En 2012, ese mismo tribunal le dio la raz¨®n a un nigeriano que denunci¨® que el Servicio de Protecci¨®n de Menores de Murcia hab¨ªan dado en adopci¨®n a su hijo despu¨¦s de que su madre fuese expulsada del pa¨ªs.
Los expertos consultados coinciden en que los sistemas de protecci¨®n de menores fallan para evitar que las personas que no tienen recursos no pierdan a sus hijos y denuncian la falta de apoyos. Al despacho de Jos¨¦ Antonio Bosch, un abogado con amplia experiencia en tema de menores, llegan esos casos en los que el sistema no protege ni a las madres ni a sus hijos. Bosch recuerda que en Espa?a hay casi 36.000 menores tutelados por las comunidades aut¨®nomas, un n¨²mero que le parece ¡°extremadamente alto¡±. El letrado es cr¨ªtico con los mecanismos de protecci¨®n: ¡°A la Junta de Andaluc¨ªa, por ejemplo, puedes preguntarle cu¨¢ntos kilos de at¨²n pasan por El Estrecho y su di¨¢metro medio, pero no se te ocurra preguntar cu¨¢l es el resultado de la pol¨ªtica de protecci¨®n de menores. ?Qu¨¦ hacemos con los ni?os?, ?qu¨¦ nivel de estudios alcanzan?, ?los capacitamos para trabajar?¡ ?C¨®mo se puede valorar un sistema sin datos y sin an¨¢lisis?¡±, cuestiona.
El abogado no analiza el caso concreto de Delgado y su hija, pero lo enmarca en una din¨¢mica que conoce bien. ¡°La misi¨®n de la Administraci¨®n no deber¨ªa ser proteger al menor fuera de casa, sino hasta donde sea posible en el seno de su familia. Ese es el desaf¨ªo, aunque lo que se suele hacer es optar por la v¨ªa m¨¢s r¨¢pida y m¨¢s barata que es retirar a los ni?os. Es una barbaridad que de vivir con un hijo pases a verlo una vez a la semana. Y las administraciones tardan much¨ªsimo en decidir sobre el futuro del ni?o¡±, resume.
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