Gritos, amenazas y chalecos antibalas: en las tripas de un intento de desalojo ilegal en Madrid
Una decena de hombres de Brigada Desokupa irrumpe sin orden judicial en el domicilio de una inquilina de 67 a?os para tratar de sacarla de la casa donde vive: ¡°Estamos con los compa?eros de la Polic¨ªa Nacional¡±
Los hombres que se apelotonaban a las puertas de la casa de Amparo Espino, de 67 a?os, ven¨ªan con ganas de guerra. Y mientras esperaban a la acci¨®n, recordaban algunas de sus mejores batallas: ¡°Yo estuve en Majadahonda y tengo tres ni?os¡±. Se cuadraban todos vigilando de reojo las esquinas, barbilla erguida, camisetas negras tan apretadas como sus mand¨ªbulas, tatuajes hasta las cejas, banderas de Espa?a en las mu?ecas, llaveros, un m¨®vil que grababa en directo desde el pecho de uno de ellos, chalecos antibalas. ¡°No perd¨¢is de vista las ventanas de arriba¡±. En la primera l¨ªnea hab¨ªan colocado al abogado, de camisa blanca, que trataba de explicar a un agente de la Polic¨ªa Nacional lo inexplicable: no hab¨ªa ninguna orden judicial de desalojo, pero ella les hab¨ªa firmado un papel 20 d¨ªas antes, cuando la pillaron sola, donde acced¨ªa a entregar las llaves a cambio de que la dejaran en paz. Gritos del abogado. Todos ah¨ª sab¨ªan que ese documento no serv¨ªa para nada. Pero a eso se aferraron durante horas. Y estaban impacientes.
¡ª?La casa tiene alg¨²n acceso por atr¨¢s?
Se preguntaba uno del grupo que ha irrumpido este mi¨¦rcoles, por segunda vez, en la puerta del domicilio donde reside desde hace ocho a?os Amparo como inquilina, en la calle Carlos Sol¨¦ de Vallecas. Hab¨ªan sido contratados por la propietaria, una tarea por la que cobran desde 2.500 euros, seg¨²n la p¨¢gina web de la empresa, llamada Brigada Desokupa. Gente de la PAH de Vallecas, muchos v¨ªctimas de desahucios anteriores, hab¨ªa acudido desde temprano para acompa?arla e impedir que se cometiera ning¨²n abuso. Esta vez no estaba sola. Ante la presencia de la polic¨ªa y sin ninguna orden judicial, los hombres han tenido que retirarse.
Todo comenz¨® el 12 de julio. Ese d¨ªa, alrededor de las 10 de la ma?ana, se presentaron en su rellano ¡ªella vive en un bajo¡ª y la amenazaron con desalojarla a la fuerza. Cuando Amparo los vio, no dud¨® ni un segundo en dar su DNI y firmar lo que hiciera falta. ¡°Cada vez estaban m¨¢s cerca de la puerta. Yo pensaba que se met¨ªan y me tumbaban¡±, ha contado a EL PA?S. Dos d¨ªas m¨¢s tarde, recibi¨® un mensaje.
¡ªBuenos d¨ªas, Amparo. Tenemos la grabaci¨®n de c¨®mo usted firma sin ning¨²n tipo de coacci¨®n. El d¨ªa 2 [de agosto] recuperaremos la vivienda con la polic¨ªa. Yo que usted ir¨ªa preparando las maletas.
Desde ese d¨ªa no se ha atrevido a dejar la casa sola. Su hijo, ?ngel, y su mejor amiga, Chelo, se turnaban para entrar y salir al supermercado, a sacar a dos perros chihuahua, para dormir a su lado. ¡°Las noches son lo peor. No podemos abrir las ventanas, porque hemos visto lo que hacen y me da miedo que nos tiren algo, que se metan con nosotras dentro¡±, contaba su amiga en una entrevista a este diario. A esas alturas, se sab¨ªan de memoria los v¨ªdeos de esta empresa que ha colgado en redes rompiendo puertas, tapiando otras, llamando a los inquilinos ¡°ratas¡± o ¡°criminales¡±.
La noche anterior al intento de desalojo no durmi¨® nadie en esa casa. A las 7.30 del mi¨¦rcoles el sal¨®n era un goteo de gente que ya hab¨ªa vivido algo as¨ª otras veces, o bien en carne propia, o bien ayudando a un compa?ero de la plataforma. El terror, en este caso, no era que un polic¨ªa tocara a la puerta de casa, sino que lo hicieran unos tipos ¡°malencarados dispuestos a cualquier cosa¡±.
Uno de ellos, Rafael Oliva, que hab¨ªa venido de Villaverde para apoyarla sin conocerla ¡ª¨¦l espera que pronto le emitan una orden de desahucio por impago de hipoteca¡ª, que es diab¨¦tico, ha sufrido un infarto, tiene a su mujer en cama con trastorno psiqui¨¢trico y carga una silla para descansar, sospechaba que no se iba a presentar nadie ah¨ª un mi¨¦rcoles de agosto. Otros m¨¢s j¨®venes esperaban en las calles aleda?as y discut¨ªan entre ellos: ¡°Esto es f¨¢cil. Aqu¨ª no hay una orden. No tienen nada m¨¢s que m¨²sculos y testosterona. Es importante que nadie se enfrente, pero que noten que estamos con ella¡±.
Alrededor de las 12.00, el grupo de Brigada se hab¨ªa reunido en la esquina del bar, al otro lado de la calle. Comenzaron a llegar cuatro, cinco, seis... La mayor¨ªa uniformados, el abogado con una carpeta a la vista. Pero decidieron esperar. A los 15 minutos, llegaron dos furgones y dos coches de la Polic¨ªa Nacional. Fue entonces cuando comenzaron a avanzar hacia la casa de Amparo, con los agentes sigui¨¦ndoles el rastro. ¡°?Pero vienen con la polic¨ªa?, ?por qu¨¦?¡±, preguntaba Amparo desde dentro, atrincherada en las cuatro paredes, sin escuchar los gritos que empezaban ah¨ª afuera.
A esa misma hora, la Polic¨ªa Nacional hab¨ªa recibido una llamada. ¡°Nos han llamado porque hab¨ªa varias personas en el lugar que estaban en actitud amenazante y agresiva con palos y objetos arrojadizos. Hemos llegado y la ¨²nica informaci¨®n que tenemos es que hab¨ªa unas 18 personas, algunas de ellas identificadas y otras propuestas para sanci¨®n¡±, cuentan desde la instituci¨®n. Este peri¨®dico no observ¨® ning¨²n palo ni objeto arrojadizo y la Polic¨ªa Nacional no ha registrado ninguno, confirman. ¡°La polic¨ªa no trabaja en connivencia con estas empresas de desokupaci¨®n¡±, han declarado desde el ¨¢rea de prensa del organismo.
¡°Cuidado con los pisos de arriba¡±, advert¨ªa un agente. Uno de la Brigada Desokupa insist¨ªa en que los j¨®venes de la plataforma llevaban palos y piedras. Pero ah¨ª no se ve¨ªa ni un solo palo, ni vol¨® una piedra. Todos fueron r¨¢pida y pac¨ªficamente desalojados del portal por los agentes y llevados hasta el otro lado de la calle. La polic¨ªa trat¨® de dispersar a los de la Brigada, pero se quedaron a un lado de la puerta. ¡°Ahora que se vaya la polic¨ªa es cuando se va a liar. Ya ver¨¢s. Esto es siempre as¨ª¡±, comentaba uno de ellos. ¡°?Alguien ha mirado otra forma de entrar por atr¨¢s?¡±, se preguntaba otro. ¡°Se le acab¨® el vivir de gratis. Esta mujer tiene una orden judicial de lanzamiento [desahucio] en su contra. Ya est¨¢ bien, hombre¡±, se calentaba uno que dec¨ªa ser el portavoz.
Pero el conflicto no se acababa de detonar como los de la Brigada presagiaban. El abogado estuvo m¨¢s de una hora ense?ando a la polic¨ªa papeles de la carpeta, dando gritos por tel¨¦fono. No hab¨ªa nada m¨¢s que hacer. Tampoco hab¨ªa ning¨²n enfrentamiento que dispersar, pese al despliegue policial, de unos 20 agentes. Conforme pasaban los minutos se hac¨ªa m¨¢s evidente que todo era un espect¨¢culo.
A las 13.00, Amparo entr¨® en crisis. Solo le llegaban ruidos desde el otro lado de la puerta. Pero colaps¨®. Su hijo llam¨® al 112. Y un equipo de una enfermera, un t¨¦cnico de urgencias y un m¨¦dico llegaron tambi¨¦n al portal. Nadie les hab¨ªa avisado de lo que estaba sucediendo ah¨ª y tampoco ellos se lo explicaban, seg¨²n contaron a este diario. ¡°Nos han dicho que hay una mujer con un ataque de p¨¢nico, probablemente, o ansiedad, pero no podemos entrar sin la polic¨ªa¡±, relataba la enfermera.
Unos minutos m¨¢s tarde, con los sanitarios en la puerta, ox¨ªgeno preparado, y Amparo tirada en el sof¨¢, la polic¨ªa decidi¨® entrar con dos miembros de Brigada Desokupa y el abogado a tocar a su puerta. Cruzaron el portal, que estaba abierto y llegaron al rellano. A este peri¨®dico se le impidi¨® la entrada, pero ha tenido acceso a un v¨ªdeo que registra la conversaci¨®n. Dentro, Amparo, con tres miembros de la plataforma, su amiga y su hijo, se negaron a abrir. ¡°Est¨¢n ah¨ª, est¨¢n ah¨ª¡±, se escucha al principio del v¨ªdeo. Suena el timbre.
¡ª?Qui¨¦n es?¡ª pregunta una de las chicas de la plataforma.
¡ªBuenos d¨ªas, somos de la empresa Brigada Desokupa estamos aqu¨ª con la Polic¨ªa Nacional, tenemos pendiente hablar con usted. Si es tan amable de abrirnos la puerta.
¡ªLo que tengamos que hablar, lo hablamos a trav¨¦s de la puerta. No vamos a abrir.
¡ªSoy Teresa Mart¨ªn, abogada de la propiedad... No nos vamos a entender a trav¨¦s de la puerta.
¡ª?Vienes con una orden judicial?
¡ªPuedes abrir y lo hablamos tranquilamente.
¡ªNo vamos a abrir porque la se?ora Amparo est¨¢ muy mal, muy nerviosa...
¡ªTenemos a los compa?eros de la Polic¨ªa Nacional...
¡ªMientras no tenga una orden judicial de desalojo no me cuente nada m¨¢s. M¨¦tala por debajo de la puerta.
Poco despu¨¦s, la Brigada Desokupa se retir¨® del lugar. Tambi¨¦n los agentes. Frente al portal quedaron los sanitarios, que aseguraban que el protocolo les imped¨ªa pasar hasta que no llegara alg¨²n polic¨ªa. ¡°Pero si estaban aqu¨ª, ?por qu¨¦ no los escoltaron a ustedes en lugar de entrar con los de Desokupa a la puerta?, ?a qui¨¦n est¨¢ protegiendo la polic¨ªa entonces?¡±, le preguntaba una chica de la organizaci¨®n al m¨¦dico. Media hora despu¨¦s, Amparo accedi¨® a salir de su casa para ser atendida en una ambulancia. Los agentes que iban a acompa?ar a los sanitarios a¨²n no hab¨ªan aparecido. Pese a la recomendaci¨®n del doctor, ella decidi¨® no ir a ning¨²n hospital. No abandonar el domicilio es su ¨²nico objetivo estos d¨ªas.
La casa pertenece a una promoci¨®n de 1988 de vivienda p¨²blica de la Comunidad de Madrid, que la due?a adquiri¨® en el a?o 2000, seg¨²n el contrato de compra venta al que ha tenido acceso este diario. Amparo entr¨® a vivir ah¨ª de alquiler en el 2015 y pagaba cada mes 550 euros, despu¨¦s 580 ¡ªalgunas veces en mano, otras por transferencia, seg¨²n los recibos¡ª, adem¨¢s de los gastos de luz y agua. El contrato estaba a nombre de su pareja, que falleci¨® a los meses de entrar a vivir ah¨ª. Y en octubre de 2019 todo se torci¨®. La casera quiso subirle el alquiler a 750 euros o 350 la habitaci¨®n ¡ªseg¨²n una conversaci¨®n de WhatsApp que muestra como prueba¡ª o se ten¨ªa que ir a la calle. Ella estaba cobrando algo m¨¢s de 400 euros: ¡°Yo no pod¨ªa pagar esa cantidad¡±.
Su trabajo como auxiliar en una residencia de ancianos de Paracuellos del Jarama le permit¨ªa pagar los primeros a?os. Pero tuvo un accidente, se rompi¨® la tibia y el peron¨¦, y estuvo de baja dos a?os, haciendo rehabilitaci¨®n en una cl¨ªnica en Barcelona. Despu¨¦s, le diagnosticaron c¨¢ncer de mama ¡ªtodo seg¨²n los informes m¨¦dicos¡ª, la operaron cuatro veces. Ha sido diagnosticada tambi¨¦n con depresi¨®n y despu¨¦s de una batalla judicial contra la aseguradora, recibe una pensi¨®n por invalidez permanente. Amparo representaba este mi¨¦rcoles cualquier cosa menos el ¡°peligroso¡± objetivo que esperaban los de la Brigada Desokupa.
La propietaria puso una denuncia en 2019 que no prosper¨®. En el Registro de la Propiedad todav¨ªa figura el nombre del extinto Instituto de la Vivienda de Madrid ¡ªhoy Agencia de Vivienda Social de la Comunidad de Madrid¡ª, aunque desde el organismo confirman la compra venta a la particular y precisan que ¡°no es obligatorio que la registre¡±. Y en medio del embrollo judicial por un posible caso de inquilino moroso sin resolver, entran al quite los de la Brigada para remover el caso. Aunque sab¨ªan que hoy no iban a conseguir desalojar a Amparo sin una orden judicial.
El abogado de la propietaria se ha negado en reiteradas ocasiones a dar ninguna declaraci¨®n a EL PA?S sobre el estado de la denuncia. Desde el entorno de la familia de la propietaria cuentan que est¨¢n ¡°muy disgustados¡±. ¡°Llevamos as¨ª a?os. Los hechos son que hay una persona que no quiere pagar. Y esto es demasiado lento¡±, cuentan, aunque prefieren no dar m¨¢s informaci¨®n sobre el proceso legal.
Los integrantes de la plataforma han hecho turnos para no dejar sola a Amparo. Pero ella le teme a la noche: ¡°?Qu¨¦ voy a hacer cuando nos quedemos mi hijo y yo o Chelo? No pod¨¦is estar aqu¨ª siempre, ?esta gente va a volver?¡±, se preguntaba. Antes de marcharse, el abogado de la Brigada Desokupa le lanz¨® una amenaza m¨¢s del otro lado de la puerta: ¡°Ustedes ver¨¢n. Tienen 48 horas¡±.
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