Una madre y su hija, compa?eras de instituto en busca del mismo sue?o
Mari Rosa, una inmigrante paname?a que ha limpiado casas y lavado platos durante media vida, se apunt¨® al mismo centro de FP de Madrid que su hija Alejandra con el objetivo de trabajar alg¨²n d¨ªa en una oficina
Las dos dicen que fue una casualidad. Cada una busc¨® por su cuenta un lugar para estudiar FP y ambas eligieron el instituto Francisco Tom¨¢s y Valiente de Madrid porque ten¨ªa buenas rese?as y quedaba cerca de casa, en el distrito de Hortaleza. La hija, Alejandra Valencia, le reproch¨® en broma a la madre, Mar¨ªa Rosa L¨®pez, que la hab¨ªa copiado, pero en el fondo le parec¨ªa una idea magn¨ªfica.
Alejandra, de 22 a?os, es tranquila y sonr¨ªe ampliamente dejando ver sus br¨¢quets; Mar¨ªa Rosa, de 44, habla locuazmente con un acento paname?o que ha perdido su hija. Las dos son buenas amigas, comparten la afici¨®n por el K-Pop y se admiran mutuamente. Recuerdan c¨®mo empez¨® todo mientras toman un caf¨¦, la bebida que las mantiene en pie.
Alejandra, que llama Mery a su madre, la hab¨ªa animado para que estudiara. Mar¨ªa Rosa dej¨® los estudios a los 13 a?os en Panam¨¢ y desde entonces todo ha sido trabajo f¨ªsico agotador. Hubo un momento, ya en Madrid, en que limpiaba cuatro casas en un mismo d¨ªa. Corr¨ªa de una vivienda a otra, almorzando en el Metro un bocadillo. Se estaba dejando su salud por el camino para mantener sola a sus dos hijos y no sab¨ªa si aguantar¨ªa hasta la jubilaci¨®n. Quer¨ªa una oportunidad de hacer un trabajo menos extenuante, pero solo podr¨ªa conseguirlo estudiando y tem¨ªa fracasar. Se le ven¨ªa a la mente una frase inocente pero dolorosa que le hab¨ªa dicho a?os antes Juli¨¢n, el hermano mayor de Alejandra, un d¨ªa cuando le pidi¨® ayuda para los deberes en primero de la ESO. Ella, incapaz, le sugiri¨® que buscara en Internet. ¡°Mami, yo recuerdo que t¨² lo sab¨ªas todo¡±, le dijo ¨¦l decepcionado.
Antes de la pandemia, hace cuatro a?os, decidi¨® superar sus miedos. Se apunt¨® a una escuela de adultos para aprobar la ESO, empujada por Alejandra y Juli¨¢n. All¨ª recuper¨® la confianza. No era tan mala como cre¨ªa en matem¨¢ticas, aunque el ingl¨¦s le segu¨ªa dando pavor. En el verano de 2021, cuanto obtuvo su t¨ªtulo de secundaria, se inscribi¨® en FP, el mismo a?o en que se matricul¨® su hija. Las dos trabajaban en la hosteler¨ªa y ambas so?aban con un trabajo de oficina. Mar¨ªa Rosa se apunt¨® a un grado medio en Administraci¨®n y Finanzas; Alejandra a un grado superior en Administraci¨®n y Finanzas.
Compart¨ªan aulas, pared con pared. Se cruzaban en el recreo y en la biblioteca, pero muchos ignoraban que eran madre e hija. El rato que les quedaba para estudiar era la tarde porque por las noches las dos trabajaban. Volv¨ªan a las dos de madrugada a su peque?o piso de 26 metros cuadrados, donde tambi¨¦n vive Juli¨¢n, que trabaja de transportista, y al d¨ªa siguiente se levantaban a las siete de la ma?ana. Llegaban agotadas a clase.
La graduaci¨®n parec¨ªa imposible. La FP tiene unas tasas de abandono alto y el IES Tom¨¢s y Valiente no es una excepci¨®n. Aqu¨ª no se pasa la mano. Muchos compa?eros abandonaron en las primeras semanas de clase, unos por falta de motivaci¨®n y otros sencillamente porque trabajar y estudiar es demasiado duro.
Hab¨ªan pasado solo cuatro meses cuando Mar¨ªa Rosa entr¨® en crisis. Suspendi¨® los dos primeros ex¨¢menes de ingl¨¦s con un tres y un cuatro. El resto de asignaturas las estaba aprobando con nota, pero la ansiedad que le generaba esa lengua estaba minando su moral y pens¨® que lo mejor era tirar la toalla. ¡°Voy a dejar el instituto¡±, le dijo una noche en casa a Alejandra. La hija tom¨® las riendas y sin decir nada a la madre habl¨® con la profesora de ingl¨¦s. Cuando Mar¨ªa Rosa se enter¨®, su orgullo qued¨® herido porque no le gusta pedir ayuda, pero luego la docente se acerc¨® a ella y le quit¨® la idea de abandonar por completo. Lo mejor ser¨ªa que dejara ingl¨¦s para el segundo a?o.
Mar¨ªa Rosa remont¨® y al a?o siguiente, el curso 2022/23, recuper¨® la asignatura. Pero entonces fue Alejandra la que qued¨® descolgada. A principios de este a?o, el cansancio le estaba provocando unas migra?as insoportables y suspendi¨® cuatro materias (documentaci¨®n jur¨ªdica, contabilidad, gesti¨®n financiera y gesti¨®n log¨ªstica). Fue Mar¨ªa Rosa quien tir¨® de Alejandra. La acompa?aba en silencio mientras estudiaba hasta altas horas de la madrugada. A veces, tras volver del restaurante en el que trabajaba, Alejandra llamaba de madrugada a un compa?ero para que le explicase contabilidad. Se echaba a llorar, impotente. Mar¨ªa Rosa no sab¨ªa c¨®mo consolarla. ¡°Que sea lo que Dios quiera¡±, pensaba. Y finalmente su hija lo aprob¨® todo.
Antes de la graduaci¨®n, ten¨ªan que hacer las pr¨¢cticas y cab¨ªa la posibilidad de hacerlas en el extranjero con una beca Erasmus. Como eran buenas estudiantes, ambas fueron seleccionadas, pero no pod¨ªan irse al mismo tiempo porque trabajaban en el mismo restaurante y alguien deb¨ªa quedarse. Alejandra cedi¨® el puesto a su madre. ¡°T¨² has sido muy dependiente de m¨ª y de mi hermano y no has podido salir a conocer mundo. Yo tengo tiempo por delante¡±, le dijo. En Madrid, Alejandra hizo sus pr¨¢cticas como administrativa en un gabinete de psic¨®logos. Mar¨ªa Rosa se fue en marzo a Terranova da Sibari, un peque?o pueblo del sur de Italia con poco m¨¢s de 5.000 habitantes, donde pas¨® tres meses. Trabaj¨® en el departamento de recursos humanos de una organizaci¨®n llamada Extramus, que gestiona otras pasant¨ªas de estudiantes Erasmus. Por primera vez, no hac¨ªa un trabajo f¨ªsico y lo hizo gestionando papeles en ingl¨¦s, un doble reto que super¨® con ¨¦xito.
El 28 de junio, fueron dos de las cuatro estudiantes que hablaron en la graduaci¨®n, en un centro cultural del Ayuntamiento cercano al instituto. Hab¨ªan superado una criba muy exigente. Solo se graduaron 11 de los 30 alumnos que empezaron el primer a?o con Alejandra y seis de otros 30 compa?eros de Mar¨ªa Rosa.
Primero habl¨® Alejandra, que con un nudo en la garganta se acerc¨® al atril. ¡°Ha sido muy, muy complicado. Ha habido momentos en los que pensaba que no iba a ser capaz. Yo creo que les pasa a todos. Damos lo mejor de nosotros pero simplemente hay que continuar¡±.
Luego tom¨® el micr¨®fono Mar¨ªa Rosa. ¡°Como hab¨¦is podido escuchar, ella es mi hija. Ella se grad¨²a de grado superior y yo me grad¨²o de grado medio¡±. El p¨²blico rompi¨® en aplausos. Mar¨ªa Rosa les habl¨® de lo afortunada que se sent¨ªa, en especial por su reciente experiencia en Italia. ¡°Solo quiero deciros que nunca es tarde para empezar¡±, les dijo.
Buena parte de los asistentes no sab¨ªa que eran madre e hija, entre ellos el director Tom¨¢s Alonso, que contemplaba la escena sorprendido. Al jefe de estudios, Jes¨²s Fern¨¢ndez, se le ca¨ªan las l¨¢grimas. Juli¨¢n sacaba pecho como un pavo real, orgulloso de su madre y su hermana.
Una ma?ana de esta semana, Mar¨ªa Rosa sal¨ªa de clase en la media hora de recreo para tomarse las fotos de este reportaje con Alejandra. La madre estudia ahora el grado superior que hizo su hija y esta espera comenzar un m¨¢ster de recursos humanos en la EAE Business School. Las dos siguen trabajando en el restaurante. Caminaban por pasillos donde se leen mensajes motivacionales en ingl¨¦s y espa?ol: ¡°El ¨¦xito es una suma de peque?os esfuerzos¡± o ¡°Just believe in your dreams¡±. Son palabras estilo taza de Mr. Wonderful que algunos pueden ver con escepticismo, pero a ellas les ha funcionado como lema de vida.
Mar¨ªa Rosa, por su edad y su pasado, tiene muchos admiradores en el instituto, que hablan maravillas: ¡°Tiene mucha fuerza de voluntad¡±, dice su profesora de ingl¨¦s, Puri. El director no tiene dudas de que a Mar¨ªa Rosa le espera un buen empleo al t¨¦rmino de sus nuevos estudios: ¡°Seguro, seguro que lo va a conseguir¡±. Y ella cree que el m¨¦rito es de Juli¨¢n y Alejandra: ¡°La motivaci¨®n me la dieron mis hijos¡±. Se despide de Alejandra con un abrazo y entra en clase con su mochila negra a la espalda.
Suscr¨ªbete aqu¨ª a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.