Las promesas del blues madrile?o tocan el cielo en la noche de sus vidas
Los alumnos de la Escuela de Blues de Madrid se grad¨²an con su anual ¡®show¡¯ de fin de curso, convertido en una celebraci¨®n colectiva del amor a la m¨²sica negra
Todo m¨²sico merece sentirse una estrella, al menos, una vez en la vida. Los alumnos de la Escuela de Blues de Madrid pueden presumir de haberlo conseguido el pasado mi¨¦rcoles, gracias al anual concierto de fin de curso que la entidad organiza en el Intruso Bar para llevar a la pr¨¢ctica el aprendizaje cosechado. En un ambiente festivo en el que la perfecci¨®n interpretativa y la experiencia sobre el escenario quedaron en segundo plano, las tornas se cambiaron y, por una noche, los profesores acabaron bailando y aplaudiendo a sus estudiantes al ritmo de los cl¨¢sicos que definieron un g¨¦nero clave para la evoluci¨®n de la m¨²sica contempor¨¢nea.
¡ª Estoy temblando. No s¨¦ ni qu¨¦ canciones ten¨ªamos que tocar.
¡ª Pues tenemos la de Hound dog, My babe...hostia, yo tampoco me acuerdo.
Los nervios previos al concierto pronto dieron paso a un ambiente de camarader¨ªa, brindis y bromas. El p¨²blico hab¨ªa pagado una entrada, pero en esta ocasi¨®n los m¨²sicos no eran estrellas inaccesibles, sino amigos, compa?eros de clase, parejas, familiares o vecinos a los que apoyar con su hobby. ¡°Para algunos es su primera experiencia ante un p¨²blico real, pero esa es la magia. Los hay que llevan varios cursos tocando juntos, y otros que comenzaron hace seis meses. A las pocas semanas, los ensayos ya pasan por los de una banda real, y por eso en el p¨²blico tambi¨¦n hay gente desconocida que ha venido a disfrutar de un buen concierto, a secas¡±, explica director y fundador de la escuela, Jos¨¦ Luis Pardo.
Un total de cinco formaciones de voz, guitarra, bajo, bater¨ªa, saxof¨®n y arm¨®nica con distintos niveles de experiencia ofrecieron un recital convincente de casi dos horas de duraci¨®n. El repertorio de la noche lo resume a la perfecci¨®n el cantante de la segunda banda (Los Mandriles), Bernardo Pazo, que ha entendido a la perfecci¨®n de qu¨¦ va el blues: ¡°Ya hemos tocado las de nena, no me quieres, ahora damos paso al baby, no me mientas, mi amor, no me abandones o el ay, no tengo dinero¡±. Dicho de otro modo, las canciones giran en torno a cl¨¢sicos del blues de Chicago, con versiones de varios maestros como Junior Wells, T-Bone Walker, B.B. King o Little Walter, algunos shuffle m¨¢s modernos de Freddie King o Jimmie Vaughan. Tambi¨¦n hay algunas excepciones m¨¢s pr¨®ximas al jazz, el funk, o el soul, e incluso una versi¨®n del I Shot de Sheriff de Bob Marley.
Uno de los momentos m¨¢s aclamados de la noche llega con el turno de la tercera banda, en la que destacan Blanca Mart¨ªn (bater¨ªa) y Javier S¨¢nchez (saxof¨®n), una pareja de alumnos ciegos a los que el amor por su m¨²sica favorita uni¨® hace treinta a?os. ¡°Como no podemos disfrutar de los paisajes, los cuadros o las pel¨ªculas, hay un vac¨ªo espiritual que debemos rellenar y por ah¨ª, aparece la m¨²sica¡±, explican. Tanto antes como despu¨¦s de la actuaci¨®n, Javier no se ha separado de su saxo en toda la noche. Lo abraza, lo cuida, y lo lleva consigo por el bar. ¡°Este saxof¨®n es de fabricaci¨®n yugoslava. Lo compr¨¦ en Mosc¨² en los a?os 80, as¨ª que lo llam¨¦ Gorby, por Mija¨ªl Gorbachov¡±, cuenta entre risas.
La mayor¨ªa de los alumnos tienen entre 40 y 60 a?os. Muchos vienen de Espa?a, pero tambi¨¦n hay argentinos, alemanes, venezolanos, brasile?os, italianos, y un brit¨¢nico. Aunque poseen formaci¨®n y empleos muy variados, comparten la pasi¨®n por la m¨²sica negra y han encontrado en la escuela una oportunidad para socializar con personas afines y escapar de la rutina o del trabajo. Lo explica Juan Manuel Bascones (Madrid, 60 a?os), el m¨¢s suelto sobre el escenario con su arm¨®nica. ¡°Aqu¨ª hay fontaneros, ingenieros, profesores, pescaderos, camareros y gente de toda clase y condici¨®n. A todos nos une la m¨²sica y al final quedamos para practicar o montar fiestas musicales en nuestro tiempo libre. El blues atrapa a los que tienen sensibilidad, y cuando lo hace, te apasiona de por vida. Ser¨ªa bueno que m¨¢s gente joven se enganche, pero los que tienen sensibilidad, lo hacen¡±.
La Escuela de Blues de Madrid, fundada en 2011 por un grupo de profesores particulares y m¨²sicos con cierta experiencia internacional, oferta diferentes cursos cuyos precios e intensidad oscilan en funci¨®n del n¨²mero de horas semanales, pero que siempre giran en torno a dos modalidades: clases individuales de instrumentos, y clases de combo en las que se aprende a tocar en conjunto. Adem¨¢s del aprendizaje y la oportunidad para conocer personas musicalmente afines, la escuela tambi¨¦n sirve de cantera para mantener viva la llama del blues madrile?o. ¡°Poco a poco, los alumnos van formando sus bandas, organizan jams y van a ver a sus amigos tocar, as¨ª que se crea todo un circuito alrededor de las clases¡±, apunta el director.
Tras m¨¢s de hora y media de concierto, Los Layos, la ¨²ltima banda, finalizan el show con algunas versiones de Little Walter cantadas por una alumna brasile?a, Luciana Negrini, que con su elegante vestido y su voz poderosa trata de emular a divas como Billie Holiday o Etta James.
Acabada la fiesta, la ovaci¨®n es incontestable, sobre todo de los profesores, que se abrazan y felicitan a sus alumnos a las puertas del bar. Para tocar blues, hay que vivirlo, as¨ª que las cervezas y los cigarros se han multiplicado. Al d¨ªa siguiente, tocar¨¢ poner la alarma y volver a la oficina, a la f¨¢brica, al bar o a la pescader¨ªa, pero eso da igual, por ahora. El concierto ha sido satisfactorio y las notas desafinadas pesaron mucho menos que la verdadera misi¨®n del concierto: la celebraci¨®n colectiva del amor por la m¨²sica de unos ciudadanos corrientes que, por una noche, regresaron a casa convertidos en estrellas.
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