Nueva Orleans, la ciudad que nunca deja de sonar
Viaje al esp¨ªritu del?territorio donde naci¨® el jazz moderno hace un siglo con una grabaci¨®n del gran Louis Armstrong y en el que el ritmo es algo de todos, de cada vecino y vecindario. Cantera de grandes m¨²sicos, muchos j¨®venes compositores e instrumentistas siguen llegando a sus orillas para absorber su magia
El glorioso fantasma de Louis Armstrong recorre su ciudad natal, Nueva Orleans, como un espectro del presente m¨¢s que como uno del pasado. Big Tuba es una viva muestra de ello. ¡°?Sopla fuerte, t¨ªo! ?Queremos o¨ªrte!¡±. El grito sale como un escupitajo de fuego de alg¨²n lado imposible de la Avenida Claiborne, la m¨¢s importante de la ciudad, por donde ahora est¨¢n bailando y desfilando decenas de personas al ritmo endiablado de una brass band, esa particular¨ªsima banda callejera tan propia de Nueva Orleans, formada por instrumentos de viento y una peque?a secci¨®n de percusi¨®n, puro goce de jazz popular. ¡°Vamos, cari?o, ?su¨¦ltate!¡±, a?ade otra mujer. Ataviado con una sudadera negra y unos vaqueros ro¨ªdos, Big Tuba lleva escondidos sus ojos tras unas gafas de sol y sonr¨ªe. Luego, se despereza en un santiam¨¦n y se erige con cierta dignidad chulesca. Ante la atenta mirada de todos, se lleva el instrumento a la boca y sopla como un drag¨®n llegado de los pantanos de Luisiana. El cielo se encoge y se estira al aliento de sus pulmones. La multitud enloquece en el instante en que la orquesta callejera le acompa?a. Con sus mofletes hinch¨¢ndose como globos plet¨®ricos, cualquiera dir¨ªa que Big Tuba est¨¦ pose¨ªdo por Louis Armstrong.
Hace un siglo se celebraba una efem¨¦ride importante en el mundo de la m¨²sica: Satchmo, apodo con el que se conoc¨ªa a Louis Armstrong, registraba su primera grabaci¨®n oficial, Froggie Moore, y daba a conocer el estilo de Nueva Orleans, vigente hasta nuestros d¨ªas en la inmensa narrativa del jazz. La grabaci¨®n no fue en esta ciudad -tuvo lugar en Richmond, Indiana, el 6 de abril de 1923-, pero s¨ª bajo el empuje impresionante de un lugar que no ha parado de dar m¨²sicos de enorme calidad desde que se convirti¨® a principios del siglo XX en la gran meca musical de Estados Unidos. Big Tuba es uno de ellos. Uno de un ej¨¦rcito an¨®nimo, sin fama y que disfruta de la experiencia de la m¨²sica en comunidad. As¨ª empez¨® Armstrong, a la postre la primera gran estrella del jazz y uno de los artistas m¨¢s trascendentales de la m¨²sica popular de todos los tiempos. Y, como ¨¦l, empezaron miles en Nueva Orleans. ¡°Si amas la m¨²sica, entonces, amas Nueva Orleans. Es una l¨®gica que nadie discute¡±, asegura Aurora Nealand, una clarinetista y saxofonista de 42 a?os que es uno de los nombres m¨¢s solicitados en el circuito de salas. Cien a?os despu¨¦s de aquella m¨ªtica grabaci¨®n que impuls¨® a Armstrong y al jazz, la ciudad a orillas del Misisipi sigue sonando con fuerza. Si bien ha cambiado con el paso de las d¨¦cadas y su casco hist¨®rico est¨¢ lejos de aquel legendario Storyville, espacio de juego, perdici¨®n, crimen y vicio donde se crio el trompetista m¨¢s famoso de la historia, no lo ha hecho tanto su esencia, ese perfume ex¨®tico y extraordinario que atrae cada a?o a cientos de m¨²sicos a tocar en sus bares y que la mantiene, m¨¢s all¨¢ de los turistas invasivos, las despedidas de soltero, la dejadez administrativa y la violencia en las calles, como un verdadero crisol musical.
La fiesta se mantiene en la Avenida Claiborne, rodeada de barbacoas m¨®viles y puestos de bebida fr¨ªa, mientras Big Tuba sigue soplando con ganas. Su brass band avanza por la calle e impulsa un desfile en el que los ni?os, elegantes con sus trajes, bailan delante de la secci¨®n de vientos, como empap¨¢ndose de la euforia sonora. Los hombres y las mujeres animan m¨¢s el cotarro tras la orquesta. Es lo que se conoce como secondline, el cortejo improvisado y festivo que acompa?a a la brass band, siempre en primera l¨ªnea. La tradici¨®n, de origen afroamericano, marca que esta segunda l¨ªnea se hace en los funerales, cuando la banda interpreta m¨²sica triste mientras se lleva al fallecido hasta el cementerio y, justo despu¨¦s, a la vuelta, se vuelve con m¨²sica alegre. Sin embargo, esta actividad ha sido asimilada por toda la ciudad y, sin importar el color de piel, se realiza para apoyar a barrios y clubes y fortalecer de esta forma el sentido de comunidad entre los participantes. ¡°Es un signo cultural distintivo de los afrodescendientes, pero ahora tambi¨¦n lo es de todo Nueva Orleans¡±, explica Aurora Nealand, quien forma parte de m¨¢s de una orquesta y conoce bien el sentimiento de desfiles de la ciudad.
La serie Treme, dirigida por David Simon para HBO, homenaje¨® a Nueva Orleans tras el desastre del Katrina y puso en ¨®rbita m¨¢s que ninguna otra ficci¨®n las se?as de esta ciudad. Su primer episodio comienza con una secondline porque es como comenzar una serie de Nueva York sacando su skyline. Son estampas imbatibles. A medida que pasan los cap¨ªtulos, aparte de mostrar del abandono estatal que sufre la ciudad, Treme rinde un aut¨¦ntico tributo al alma musical de sus gentes. Nealand sale en un par de episodios haciendo el papel que mejor sabe hacer: el de m¨²sica todoterreno que toca all¨ª donde la llamen mientras intenta mantener vivo el legado sonoro de la ciudad, ese estilo dixieland que naci¨® mezclando elementos de las bandas negras y blancas a principios de siglo XX y que tanto difundi¨® Louis Armstrong.
Hoy, v¨ªspera del d¨ªa de San Jos¨¦ y del tambi¨¦n conocido como S¨²per Domingo, una festividad en la que las tribus afroamericanas toman las calles para reivindicar su pasado cultural y que es la segunda celebraci¨®n m¨¢s importante de la ciudad tras el Mardi Gras, esta talentosa y amable clarinetista de mirada encendida tiene hasta seis actuaciones. ¡°Lo mejor de aqu¨ª es que hay un compromiso social con la m¨²sica¡±, cuenta en el camerino del d.b.a., un local enclavado en la calle Frenchmen, aut¨¦ntico avispero musical de Nueva Orleans, con garitos con m¨²sica en directo a ambos lados de la calle. ¡°La mezcla de culturas y tradiciones es una realidad constante¡±, a?ade. En ese mismo garito, como en otros cercanos como The Spotted Cat, Blue Nile o The Maison o en otros m¨¢s lejanos y legendarios como Tipitina¡¯s, toca asiduamente John Papa Gros, uno de los teclistas actuales fundamentales de Nueva Orleans y que mejor defiende el repertorio cl¨¢sico en relaci¨®n a la ciudad y la tradici¨®n del Mardi Gras. ¡°El secreto de Nueva Orleans es que es una criatura viva que respira¡±, explica este m¨²sico de 56 a?os. ¡°La m¨²sica est¨¢ viva en sus residentes y vecindarios y es un componente activo y vital de la existencia de la ciudad. A medida que el r¨ªo Misisipi atraviesa la ciudad, la m¨²sica es la sangre que fluye por sus venas¡±.
El jazz es un patrimonio inmaterial de Nueva Orleans. De sus calles se formul¨® buena parte de lo que se dio en llamar hot jazz (jazz caliente), actualmente entendido como jazz tradicional, y que en su d¨ªa se refer¨ªa a esa forma de tocar con pasi¨®n e improvisaci¨®n, rompiendo los esquemas r¨ªgidos de la herencia occidental venida de la m¨²sica cl¨¢sica. Cuando en 1923 Louis Armstrong grab¨® Froggie Moore, registraba su primera canci¨®n que, en el fondo, era ya una composici¨®n tradicional de la ciudad. A?os antes ya la tocaba con asiduidad Jerry Roll Morton, pianista original de Nueva Orleans y conocido como el ¡°padrino del jazz¡±. Nueva Orleans estaba en todo porque, de hecho, Armstrong se hab¨ªa sumado a la Creole Jazz Band, la orquesta de King Oliver, otro m¨²sico salido de la metr¨®poli. El trompetista aport¨® su talento a la corneta, pero se permiti¨® una libertad r¨ªtmica en los ¨²ltimos compases.
De esta forma, quedaba para la historia la primera prueba sonora de Armstrong y adem¨¢s se daba a conocer el estilo de Nueva Orleans, un modo ¨²nico de encarar la m¨²sica que tiene que ver con la improvisaci¨®n colectiva, es decir, con una manera en la que la gente se une y muestra fuerza con algo compartido que, llevado por la espontaneidad y el sentimiento de libertad, es m¨¢s poderoso que el individuo. ¡°La m¨²sica es comunicaci¨®n, es una conversaci¨®n. La improvisaci¨®n es el lenguaje de nuestra m¨²sica. Se puede expresar verbal o musicalmente. Comenz¨® con los tambores en Congo Square, pas¨® a las bandas en las calles de Nueva Orleans y se convirti¨® en el dialecto del jazz. Aqu¨ª, podemos improvisar arm¨®nica y r¨ªtmicamente, lo que lleva a conversaciones muy interesantes y convincentes¡±, cuenta John Papa Gros. A lo que Aurora Nealand a?ade: ¡°Es un verdadero sentimiento de comunidad¡±.
A d¨ªa de hoy, la improvisaci¨®n colectiva es lo que se defiende en el Preservation Hall, una sala de conciertos que busca preservar el jazz tradicional, y sobre todo habita las calles de Nueva Orleans como el olor a marihuana se respira en cada esquina del Barrio Franc¨¦s: est¨¢ presente, aunque nadie hable de ello. Las brass bands son el mejor ejemplo, pero tambi¨¦n las distintas orquestas en las que toca Aurora Needland, las formaciones de garitos a las que John Papa Gros suma su ¨®rgano incendiario o las bandas callejeras como Tuba Skinny, que se inspira en los sonidos de los a?os treinta y cuarenta. A este grupo se les puede ver por distintas localizaciones del centro hist¨®rico. ¡°M¨¢s que cualquier otra ciudad importante de los Estados Unidos, Nueva Orleans tiene una verdadera tradici¨®n de m¨²sica folcl¨®rica que se transmite de generaci¨®n en generaci¨®n. Esto se ve especialmente en las bandas de m¨²sica de Nueva Orleans y en el jazz tradicional¡±, explica Max Bien Kahn, miembro de Tuba Skinny. Este esp¨ªritu de improvisaci¨®n en pandilla que se transmite como una herencia gen¨¦tica acaba por crear una idiosincrasia inimitable para la ciudad, donde existe un dicho: ¡°Un m¨²sico no se levanta para ir a un concierto de jazz, pero s¨ª para tocar con otros m¨²sicos¡±.
Max Bien Kahn, de 37 a?os, sabe de este dicho. Aparte de formar parte de Tuba Skinny, suele juntarse con otros colegas de otros estilos para tocar y experimentar. Es una filosof¨ªa que mueve a la mayor¨ªa de los m¨²sicos de la ciudad. Actualmente, existe una escena poco conocida m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites del r¨ªo Misisipi y que est¨¢ en plena ebullici¨®n: j¨®venes que reivindican la m¨²sica de ra¨ªces blanca con los valores de Nueva Orleans. Uno de los m¨¢s destacados es Duff Thompson, quien, procedente de Canad¨¢, puso en marcha junto con su pareja Steph Green el sello discogr¨¢fico Mashed Potato Records con el fin de capturar a esta comunidad de artistas que trabajan exclusivamente con equipos e instrumentos antiguos y bajo ese esp¨ªritu de improvisaci¨®n colectiva llevado al folk. Como aquellos primeros h¨ªpsters a los que puso nombre y defini¨® el escritor Norman Mailer, es decir, esos blancos universitarios que se enamoraron del jazz de Nueva York en los a?os cincuenta, ahora esta efervescente comunidad de m¨²sicos blancos est¨¢ enamorada del pasado sonoro de Nueva Orleans. Un pasado que parte de su jazz, pero que se despliega en m¨¢s de una direcci¨®n hasta alcanzar varios estilos como el folk, el country o el cajun, un g¨¦nero propio de un estado tan rico sonoramente como Lousiana.
Gina Leslie tiene 31 a?os, viene de Colorado y forma parte de esta comunidad de fascinados. Ha grabado para Mashed Potato Records, como Max Bien Kahn. Pas¨® la mayor parte de sus a?os formativos descalza en festivales de bluegrass con sus padres y lleg¨® a Nueva Orleans con una tradici¨®n musical muy diferente al jazz: country con violines y mandolinas. No fue problema. Dice que la ciudad est¨¢ abierta a todo lo que tenga respeto por el pasado: ¡°La filosof¨ªa de aqu¨ª es extraordinaria: preservar el pasado para hacer algo nuevo. Hay libertad de creaci¨®n en el presente¡±. Leslie toca actualmente en siete bandas y afirma que muchos amigos est¨¢n como ella: ¡°Hay un esp¨ªritu de compartir y colaborar. Hay mucha gente tocando en varias bandas a la vez. Nos apoyamos unos a otros. A esta ciudad no se viene a estudiar un master ni a meterse en aulas. Se viene a conocer gente e ir a bares¡±.
Con este prop¨®sito, Duff Thompson y Sam Doores montaron un estudio de grabaci¨®n casero en una de las partes pobres de la ciudad, que recuerda al legendario estudio de grabaci¨®n de Cosimo Matassa en el centro de la ciudad y que defini¨® lo que se llam¨® ¡°el rock¡¯n¡¯roll de Nueva Orleans¡± con grabaciones de Fats Domino, Little Richard, Lloyd Price o Huey Piano Smith, entre otros. El estudio-caba?a est¨¢ en la calle Deslonde, que da nombre a la banda de Sam Doores, The Deslondes. Est¨¢ en la parte baja de Nueva Orleans, en la desembocadura del r¨ªo Misisipi, un ¨¢rea conocida como Lower Ninth Ward, que se hizo bastante conocida por ser la m¨¢s afectada por el hurac¨¢n Katrina en 2005. All¨ª viv¨ªa Fats Domino, uno de los grandes pianistas de la ciudad y al que se le dio por desaparecido durante d¨ªas cuando sucedi¨® la tragedia. Hoy, esta zona refleja muchas de las carencias actuales de Nueva Orleans con carreteras repletas de socavones, casas con los tejados a¨²n sin reparar, jardines sin cuidar y alumbrado deficiente en las calles. Sin embargo, es el lugar donde descansa el estudio de esta comunidad de m¨²sicos entusiastas por su tradici¨®n sonora. Y la m¨²sica, pese a un panorama social triste, no deja de sonar. ¡°La comunidad lo es todo aqu¨ª. La m¨²sica es lo que m¨¢s hace porque todos nos cuidemos unos a otros¡±, remarca Max Bien Kahn.
La pobreza y la desigualdad son dos de los males m¨¢s evidentes de Nueva Orleans. En sem¨¢foros, esquinas, puertas de los comercios y debajo de los puentes, no cuesta ver a vagabundos v¨ªctimas del alcohol y las drogas. Esta ciudad, que no alcanza los 390.000 habitantes, tiene una de las tasas m¨¢s altas de asesinatos de Estados Unidos y de toda la regi¨®n norteamericana, con cifras similares a las que se contemplan en M¨¦xico. Los mismos m¨²sicos que hacen felices a los turistas y los curiosos en los bares son los primeros en avisar de que, por la noche, mejor no andar por seg¨²n que barrios. ¡°Hay zonas en las que conviene ir con cuidado. Incluso Treme, un barrio que ahora ya es m¨¢s seguro y atrae a turistas, puede ser peligroso por las noches¡±, explica Jebney Lewis, m¨²sico vecino de Treme y que habla un perfecto espa?ol gracias a que vivi¨® muchos a?os en Honduras. Este multiinstrumentista siempre est¨¢ a disposici¨®n de las bandas que le llaman y siempre tiene trabajo, pero ahora tambi¨¦n lidera un proyecto llamado Canoa, una asociaci¨®n que busca convertirse en una alternativa a los problemas de las calles y destinada especialmente a ¡°todas las comunidades en di¨¢spora del Caribe¡±, las m¨¢s fr¨¢giles en relaci¨®n a la pobreza.
Esta especie de laboratorio cultural tiene un local en el barrio de ByWater, donde se busca impulsar el intercambio de experiencias, ideas y conocimientos con charlas, talleres, obras de teatro, conciertos, programas de podcast y salones de baile. ¡°La idea de la pista de baile encierra varias cosas importantes: la gente se divierte y tiene contacto f¨ªsico y espiritual. Tiene, por tanto, un factor simb¨®lico. Conoce otro tipo de cultura a la estadounidense y que tiene que ver con el Caribe y con Nueva Orleans¡±, cuenta el cubano Tom¨¢s Montoya, que fund¨® el festival de cine documental de Santiago de Cuba y es socio de Jebney Lewis en Canoa. Cuando Montoya lleg¨® a Nueva Orleans hace casi dos d¨¦cadas, se sinti¨® ¡°en casa¡±. ¡°Me recordaba a Santiago de Cuba y eso no me pasaba en Miami. Porque en Estados Unidos la gente no se mira a los ojos. En cambio, en Nueva Orleans s¨ª. Hay una cultura fuera de las casas y de los centros comerciales, pero, a decir verdad, la gente de Nueva Orleans no entiende qu¨¦ es lo caribe?o¡±. Lewis incide sobre esto: ¡°Realmente, Nueva Orleans es la ciudad m¨¢s al norte del Caribe. Por eso, siempre ha sido el centro cultural de la di¨¢spora del Caribe. Nuestro objetivo con Canoa es elevar la conciencia de la ciudad con respecto a este legado caribe?o, que se refleja mucho en la m¨²sica¡±.
Desde Canoa se est¨¢ impulsando mucho dar a conocer parte de este rico legado como el que representa la cultura gar¨ªfuna. Poca gente sabe que la comunidad de inmigrantes m¨¢s grande de Nueva Orleans actualmente es la procedente de Honduras, pa¨ªs al que pertenece la etnia gar¨ªfuna, descendiente de africanos y abor¨ªgenes caribe?os y arahuacos. Al oeste de Nueva Orleans, en otras de las zonas m¨¢s pobres de la ciudad, se concentra la mayor¨ªa de la poblaci¨®n gar¨ªfuna. All¨ª, en una casa donde abundan los trastos, reside Pedro Guity, un hondure?o que ejerce de pintor y a sus 37 a?os ya es abuelo, pero que se le conoce entre los suyos como un incre¨ªble percusionista al frente de Grupo Yurumeina, un combo de sonidos ra¨ªces hondure?os como la parranda, el fetu y el m¨¢scaro. ¡°Empec¨¦ a tocar con seis a?os con latas de leche porque me ense?aba mi pap¨¢ en Honduras. La cultura gar¨ªfuna se transmite de padres a hijos y est¨¢ basada en el tambor¡±, explica. Grupo Yurumeina es un grupo de 12 m¨²sicos con tambores, congas, timbales y maracas. ¡°Cuando llegu¨¦ a Nueva Orleans, pens¨¦ que estaba en mi pueblo. Nuestra comunidad tiene mucho ambiente parecido al de esta ciudad, aunque nosotros le damos punta, que es como le llamamos a nuestro ritmo y que viene de las antiguas danzas tradicionales ind¨ªgenas¡±. En la cultura gar¨ªfuna, decir que una canci¨®n tiene punta es como decir que tiene hot en el jazz. O, como se fue diciendo m¨¢s adelante entre jazzmen m¨¢s modernos, tiene swing o groove. Es decir, tiene sabor, toque, algo especial que agita los esqueletos. ¡°Sin baile, la m¨²sica no tiene mucha l¨®gica¡±, sentencia Guity.
El latido caribe?o se guarda en Nueva Orleans a la vista de todos con sus casas coloridas, pintadas con orgullo y originalidad por sus due?os. Tambi¨¦n en su m¨²sica variada y vibrante en la que el factor festivo conecta lo f¨ªsico y lo espiritual. La ciudad es como una inmensa orquesta comunitaria donde todo el mundo puede participar en el ritmo callejero. Una de las ra¨ªces del gran ¨¢rbol del jazz de Nueva Orleans viene de la cultura refinada francesa haitiana y su conexi¨®n actual existe, pero apenas se conoce y difunde. ¡°La m¨²sica de Hait¨ª y Nueva Orleans son como dos primas que crecen paralelamente, pero deber¨ªan jugar juntas m¨¢s. Hay mucho que compartir entre ambas m¨²sicas. Al igual que ha pasado con Nueva Orleans y el folk de Luisiana, deber¨ªa haber m¨¢s intercambios y mezclas¡±, comenta la cantante y compositora Sabine McCalla, quien, despu¨¦s de vivir en Nueva York, eligi¨® residir en Nueva Orleans por ¡°toda su apasionante historia musical¡±. Sabine McCalla, de 33 a?os, es la hermana peque?a de Leyla McCalla, una chelista de creciente prestigio internacional que tambi¨¦n est¨¢ asentada en la ciudad y combina m¨²sica cl¨¢sica con jazz de reminiscencias haitianas.
Ambas tratan de dar a conocer el legado de Hait¨ª en el jazz e incluso el pop y representan otra posibilidad actual en la que el pasado y el presente conviven con talento. ¡°Una sabe que Nueva Orleans es la ciudad de la m¨²sica, pero no se imagina qu¨¦ clase de m¨²sica se respira¡±, confiesa la peque?a de las hermanas McCalla. ¡°Nueva Orleans no es negocio. Es sensibilidad. Aqu¨ª no se viene a vender como en Nashville o Los ?ngeles. El aspecto comercial se olvida porque todo el mundo est¨¢ pensando m¨¢s en tocar, aprender m¨¢s cosas o ense?¨¢rselas a los dem¨¢s¡±. Gente de este estilo es la que forma el grupo R.A.M., una impresionante formaci¨®n en la que los antiguos tambores folcl¨®ricos se entrelazan con melod¨ªas caribe?as y riffs de guitarra punk. R.A.M. se ha convertido en la ¨²ltima sensaci¨®n en la ciudad y Sabine McCalla califica a la banda como ¡°los Beatles de Hait¨ª¡±.
Sea de Hait¨ª, Honduras o cualquier otra parte del Caribe, el pasado resuena en cada rinc¨®n de Nueva Orleans. Sus herencias africana, francesa, portuguesa y espa?ola se dejan ver en la interesant¨ªsima gastronom¨ªa local, que fusiona la criolla y la cajun en platos como jambalaya, gumbo, po¡¯boy, muffuletta o etouffee de cangrejo, pero tambi¨¦n se percibe en sus calles. Y un pasado brilla con fuerza propia: el espa?ol. Nueva Orleans perteneci¨® a Espa?a entre 1763 y 1803. El centro de la ciudad desprende un particular¨ªsimo aire andaluz en su arquitectura. Jackson Square, quiz¨¢ la plaza m¨¢s importante, remite a las colonias espa?olas con la majestuosidad del Cabildo y el Presb¨ªstero mientras muchas cer¨¢micas de azulejos se recogen por las calles del Barrio Franc¨¦s para dar cuenta del pasado espa?ol bajo el reinado de los Borbones. Y hay otro pasado que no se ve y est¨¢ presente. Al igual que la ciudad marca conexiones emocionales con la herencia espa?ola, el jazz neoorlean¨¦s esconde un impulso espa?ol en el flamenco. Como bien explic¨® el m¨²sico Santiago Auser¨®n en su ensayo El ritmo perdido, el flamenco guarda una herencia norteafricana y su comp¨¢s viaj¨® hasta el Caribe en tiempos del Imperio espa?ol para fusionarse con los ritmos de los esclavos africanos. La fusi¨®n, como un plato perfecto y sabros¨ªsimo, se ha cocinado durante siglos hasta el punto de que jazzmen y flamencos comparten un mismo lenguaje de las esencias. Cuando unos y otros se encuentran, quedan impresionados por las conexiones y las posibilidades de desarrollo art¨ªstico.
Esta simbiosis es bien conocida por Mar¨ªa Jos¨¦ Salmer¨®n, presidenta de la Pe?a La Pepa, una asociaci¨®n flamenca con un tablao en la zona alta de la ciudad donde se hacen presentaciones, bailes y eventos. La Pepa se abri¨® inspirada en el antiguo Chateau Flamenco, el tablao que en 1966 inauguraron los bailaores Ciro y Rosa Montoya y que cerr¨® en 1974. ¡°Ni el jazz ni el flamenco fueron cosas que empezaron a pasar en el siglo XIX. No. Es un viaje de ida y vuelta durante siglos. Jazz y flamenco son artes de transmisi¨®n. Nueva Orleans tiene mucho que ver con esta transmisi¨®n, pero nadie lo ha escarbado y siempre se ha querido borrar todo lo que tiene que ver con los ind¨ªgenas y los gitanos¡±, asegura Mar¨ªa Jos¨¦ Salmer¨®n, quien ve similitudes en la forma de sentir la m¨²sica entre Nueva Orleans y su ¡°querida Jerez de la Frontera¡±. ¡°Todo tiene que ver con el sentimiento. Se comunica desde ah¨ª¡±.
La m¨²sica lo cubre todo. Nueva Orleans se siente como una canci¨®n que no se acaba. Sus fantasmas musicales habitan sus calles como en un conjuro vud¨². ¡°All¨ª donde pongas el o¨ªdo hay m¨²sica, pero lo mejor es que hubo antes mucha m¨¢s de la que se pueda imaginar y eso la convierte en m¨¢gica¡±, dice John Papa Gros. Muchos de estos fantasmas vuelan entre un garito y otro, entre un concierto y otro: Fats Domino, Louis Prima, Professor Longhair, Allen Toussaint, Lee Dorsey, Ernie K-Doe, Dr. John¡ Los fantasmas vuelan mientras todav¨ªa resisten figuras emblem¨¢ticas que son parte del lugar como Irma Thomas, Kermit Ruffins o Trombone Shorty. El conjuro es tan grande que envuelve a toda la ciudad y tan poderoso que ni la pobreza ni la violencia callejera pueden detener la m¨²sica. ¡°Esta ciudad es una celebraci¨®n de la vida a trav¨¦s de la m¨²sica¡±, afirma Sabine McCalla.
Una celebraci¨®n que, hace un siglo, tuvo su primer registro sonoro cuando Louis Armstrong sopl¨® su trompeta y qued¨® grabada para la eternidad. Hoy, le toca el turno a Big Tuba, que sigue desfilando por la Avenida Claiborne, o a los cientos de m¨²sicos que habitan sus calles como aut¨¦nticos perseguidores del momento, del gran momento, ese instante en el que todo es perfecto. Y lo es porque se hace en comunidad y, como por arte de un hechizo, los fantasmas del pasado danzan con aquellos que los invocan. Entonces, solo entonces cuando te atraviesa el sonido, se llega a la ¨²nica conclusi¨®n posible: como la mejor m¨²sica, Nueva Orleans solo se entiende en presente.
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