Los cementerios, gasolineras o discotecas ya no deval¨²an la vivienda: ¡°Da igual si ponen una central nuclear al lado, el piso se vende¡±
Estas instalaciones eran hace tiempo factores negativos que reduc¨ªan el precio de las viviendas m¨¢s pr¨®ximas. Ahora, con un mercado sin apenas oferta y mucha demanda, apenas repercuten en el valor del inmueble, lo que resta capacidad de decisi¨®n a los ciudadanos
El panfleto, un papel arrugado y escrito a mano colocado entre los barrotes de la puerta del portal n¨²mero 11 de la calle Comandante Fontanes, a escasos 10 metros del cementerio brit¨¢nico pr¨®ximo a Marqu¨¦s de Vadillo, dice as¨ª:
¡°Busco piso en venta, el estado me da igual. Hasta 300.000 euros. Firmado: Almudena¡±
A pesar del aspecto casero del anuncio, el interesado real es una inmobiliaria afincada en la cercana calle General Ricardos, en el distrito de Carabanchel. ¡°Lo hacemos as¨ª porque no hay nada en venta¡±, declaran al ser cuestionados por el m¨¦todo. En toda la zona de Marqu¨¦s de Vadillo, seg¨²n afirma Samuel Nicol¨¢s, agente inmobiliario de la zona de 23 a?os y exentrenador de hockey hielo, la proliferaci¨®n de este tipo de empresas de compraventa de viviendas ¡°es una locura¡±. ¡°Es una competencia salvaje para los compradores. En el barrio hay ahora mismo 18 pisos en venta y unos 2.800 solicitantes¡±, confirma tras consultar los ¨²ltimos datos actualizados de los que dispone en el ordenador de la oficina.
El mensaje trucado de Almudena denota, por un lado, la desesperaci¨®n de las inmobiliarias por enterarse antes que las dem¨¢s de cualquier m¨ªnimo metro cuadrado habitable que se quiera vender, y por otro, que en este momento, la falta de oferta es tal, que hasta la mayor miseria que salga al mercado, por pobre que sea, terminar¨¢ vendi¨¦ndose sin que el precio del inmueble se resienta.
La evoluci¨®n inmobiliaria la explica Luc¨ªa Aguirre de Carcer, experta en tasaciones y valoraciones del gabinete de consultor¨ªa en materia de tasaciones oficiales e informes periciales Aguirre & Baeza, que explica c¨®mo existen varios hitos o infraestructuras, coloquialmente denominados como ¡°vecinos especiales¡± que tienen un impacto negativo en el valor de la vivienda. ¡°Uno de los m¨¢s importantes ser¨ªa la proximidad a un cementerio, asociado a la muerte o el duelo, que podr¨ªa reducir el precio hasta un 20%. En Madrid tienes el de la Almudena, el de San Isidro, el Brit¨¢nico o el de San Lorenzo, incrustados en pleno Carabanchel¡±, explica. ¡°Adem¨¢s, las gasolineras, percibidas como riesgo de incendios y explosiones, o las l¨ªneas de alta tensi¨®n, son condicionantes f¨ªsicos que podr¨ªan reducir el precio entre un 5 y un 15%. La M-30, por ejemplo, ha abaratado durante a?os m¨¢s de un 10% las viviendas que dan a la circunvalaci¨®n por el ruido¡±, a?ade. ¡°El problema es que ahora mismo, sobre todo en ciudades gentrificadas como Madrid, hay tan pocas viviendas a la venta en el mercado, que estos factores negativos que deber¨ªan ser razones de peso a la hora de elegir un hogar para toda tu vida, terminan por no tenerse tanto en cuenta por la desesperaci¨®n de encontrar casa y su afectaci¨®n al precio se reduce¡±, concluye.
Tras sus primeros 8 meses en el oficio, Samuel presume, todav¨ªa sorprendido, de la venta m¨¢s estrafalaria en la que ha participado hasta la fecha. A cien metros de Madrid R¨ªo, en la calle Jacinto Verdaguer, un primer piso de 70 metros cuadrados ¨²tiles sin reformar, donde todas las habitaciones y parte del sal¨®n se asoman a una vieja gasolinera y el resto a un parque infantil tomado d¨ªa y noche por gente bebiendo alcohol en los bancos.
¡ª?Qu¨¦ haces para vender cuando hay condiciones tan desfavorables?
¡ªT¨² les dices las cosas buenas lo primero. Luego, cuando te sacan las malas, intentas llev¨¢rtelas a tu terreno. Les dices que la gasolinera casi ni se usa, que esas personas estar¨¢n ah¨ª solo dos o tres meses al a?o¡
Finalmente, la vivienda fue vendida por unos 280.000 euros, pr¨¢cticamente el precio inicial que fij¨® el propietario. ¡°Eso s¨ª, hicieron falta m¨¢s de cien visitas mientras que la media suele ser de 15. Era un cristo. Pero el valor apenas se resinti¨®¡±, recuerda Samuel.
El ruido de los obreros, inmersos ya en la reforma del inmueble, se intuye tras la puerta de entrada. Una planta m¨¢s arriba, ?scar Jim¨¦nez, de 45 a?os, se sorprende desde la cocina del precio que podr¨ªa alcanzar su propia vivienda a pesar del panorama que tiene a la puerta de casa. ¡°No te olvides de apuntar que tambi¨¦n hay un poste gigante de alta tensi¨®n. Eso s¨ª que nos da miedo por la proximidad de la gasolinera, que un d¨ªa salten chispas y explote¡±, comenta antes de que le interrumpa su hijo:
¡ªMira pap¨¢. Unos borrachos haciendo pis.
¡°Nosotros estamos que no sabemos para d¨®nde tirar. Buscamos una casa m¨¢s grande, pero no queremos vender, dicen que es preferible dejar la que tienes de alquiler, en el bloque llegan hasta los 1.400 euros. Nos gustar¨ªa irnos a Arganzuela, cruzar al otro lado del r¨ªo, pero los precios no solo es que sean prohibitivos, sino que ni si quiera aqu¨ª en esta misma zona encuentras algo accesible. La situaci¨®n te obliga a alejarte m¨¢s y m¨¢s del centro¡±, asegura Jim¨¦nez, funcionario p¨²blico al igual que su mujer. ¡°Hace poco estuvimos viendo alguno cerca en la calle de la Verdad, frente al cementerio de San Lorenzo. Los que dan a las tumbas no me interesan, mir¨¦ por curiosidad los precios y me sorprendi¨® que apenas cambiaban salvo que los compares con alguna urbanizaci¨®n. No lo entiendo¡±, apunta. ¡°Mi conclusi¨®n es que casi no podemos decidir, compras lo que haya y los problemas de alrededor ya ver¨¢s luego c¨®mo se solucionan, si se solucionan¡±, concluye antes de que su hijo mayor le vuelva a interrumpir por la medalla de oro el relevo mixto de marcha.
Expulsados de Arganzuela
¡°Aqu¨ª estamos flipando con c¨®mo se infla la burbuja y c¨®mo los precios no bajan. Dicen que va a explotar, aunque nunca pasa¡±, cuenta, ya desde el otro lado del r¨ªo, Diego G¨®mez, de 30 a?os, responsable de la oficina situada a cien metros de Atocha que tiene Redpiso, en la Paseo de Santa Mar¨ªa de la Cabeza. ¡°El mes pasado vendimos uno junto a la Repsol que est¨¢ ah¨ª enfrente. Nos cost¨® m¨¢s, los compradores chinos que son los que est¨¢n ahora al alza aqu¨ª no lo quer¨ªan por la gasolinera, pero se vendi¨®, por 520.000 euros. Va a llegar un momento que da igual si ponen una central nuclear al lado, el piso se vende¡±, reflexiona. ¡°Est¨¢ claro que este ya no va a ser lugar para los vecinos de aqu¨ª. La gente ir¨¢ bajando y alej¨¢ndose de Atocha, de Arganzuela, del r¨ªo Manzanares¡±, opina.
Jorge Quintana Villanueva, de 35 a?os, se levanta de su asiento contrariado al escuchar debatir a sus compa?eros de Gilmar sobre el precio del metro cuadrado en Arganzuela marcado por el portal inmobiliario Idealista, que lo sit¨²a en el mes de julio en 4.957 euros. ¡°No es real, ah¨ª meten en el mismo saco zulos y ¨¢ticos. El precio de las cosas es lo que se paga por ellas¡±, expone. Y pone un ejemplo. ¡°Mira, hace no mucho se ha vendido una vivienda de 60 metros y una habitaci¨®n en el bloque de al lado a la sala Villanos (antigua sala Caracol) por 305.000 euros despu¨¦s de un precio inicial de 310.000. ?T¨² crees que lo vale teniendo conciertos al lado todas las semanas? Pues lo vale porque lo compran. En una semana estaba vendido. Se hicieron unas 40 visitas y hubo cuatro compradores dispuestos. Las ayudas para hipotecarse alimentan el monstruo¡±, apunta.
¡ªEntonces, para vivir en Madrid, no se puede elegir el c¨®mo ni el donde, ?no?
¡ª?T¨² quieres dos habitaciones, un ba?o y seguir estando a 700 metros del Reina Sof¨ªa? Entonces no.
De vuelta al cementerio brit¨¢nico, el runr¨²n de la radio de un vecino que se despereza en la venta de la cocina se entremezcla con el sonido de la c¨¢mara digital de Francisco Eguibar, de 66 a?os. Las sepulturas de los ciudadanos de nacionalidad brit¨¢nica que desde 1850 fueron enterrados ah¨ª por no poder hacerlo en los cementerios cat¨®licos de Madrid conviven, pared con pared, con los patios interiores de unas casas bajas o bloques de cuatro plantas con unas vistas privilegiadas a los difuntos. Eguibar, funcionario administrativo reci¨¦n jubilado, se mueve por estos estrechos caminitos del campo santo como pez en el agua. Un reloj alado en una de las esquinas del recinto llama su atenci¨®n. Al levantar la vista del s¨ªmbolo que Eguibar considera como ¡°el soplo, lo ef¨ªmero de la vida, la demostraci¨®n de que estamos aqu¨ª de paso¡±, se percata de la ropa tendida que hay encima de la tapia. ¡°Qu¨¦ cerquita viven¡±, apunta.
-Y usted, ?vivir¨ªas aqu¨ª al lado?
-Yo porque no tengo medios. Estar¨ªa encantado. Tampoco me importar¨ªa dormir dentro, es donde m¨¢s fresco y tranquilo vas a estar. El peligro est¨¢ ah¨ª fuera.
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