Una Iglesia convertida en bazar
Hay espacios que deber¨ªan cambiar y no basta con mover los muebles de sitio. Para poder resignificar o construir de nuevo, primero hay que desacralizar algunos templos
En el a?o 2007, la Iglesia del Padre Nuestro de mi barrio, la Alameda de Osuna, se puso en venta. Imagino lo dif¨ªcil que debi¨® de ser ponerle precio a lo sagrado: que si el reclinatorio es de madera buena, que si el Cristo fue un regalo, que si el altar va incluido porque no se puede mover. Finalmente, el Arzobispado decidi¨® que la cifra ser¨ªa la de 2.700.000 euros. Precio final. A Dios no se le regatea. A pesar de que el terreno fuera una cesi¨®n del Ayuntamiento, el p¨¢rroco ¨Dque, como tantos otros, debi¨® de faltar a la clase sobre el voto de pobreza¨D dijo que era de la Iglesia y que ¨¦l lo vend¨ªa si quer¨ªa porque, adem¨¢s, ten¨ªa que pagar otra parroquia m¨¢s bonita, m¨¢s grande y moderna, que hab¨ªa construido en el mismo barrio, pero una plaza m¨¢s all¨¢.
Desde el Arzobispado hicieron unas breves declaraciones sobre el asunto: ¡°Se desacraliz¨® en verano. Es un local normal¡±. As¨ª, de pronto y sin am¨¦n, la casa de Dios, el templo y refugio de los cristianos del barrio, se hab¨ªa transformado en un local... ¡°normal¡±. Una construcci¨®n de los a?os setenta, de ladrillo marr¨®n y de puertas de madera, que pronto llam¨® la atenci¨®n a constructoras, entidades y supermercados. Dicen las se?oras de mi barrio que hasta El Corte Ingl¨¦s le hab¨ªa echado el ojo.
El local finalmente se vendi¨® a una familia de origen chino. Si van a la Alameda ver¨¢n que la Iglesia del Padre Nuestro es ahora un Hiper Bazar, el gran templo de los ateos. La puerta de entrada, en vez de tener una cruz, est¨¢ presidida por unos rollos de hules de diferentes motivos y colores. Dentro, todo lo que se necesita para una vida de goce y expiaci¨®n: sartenes, ollas, tuppers, material de cocina y de limpieza, cartulinas, rotuladores, velas, pijamas, marcos de foto, alfombrillas, flores de pl¨¢stico, mantas, perchas, colchonetas para perro, macetas, peluches y una extensa selecci¨®n de ropa interior. Si Dios existe, est¨¢ en un Hiper Bazar. A pesar de que el local y el terreno ten¨ªan que haber vuelto a las manos de los y las alamedienses para que pudieran llevar a cabo sus actividades vecinales, me alegra comprobar que cualquier lugar sagrado puede transformarse en una bas¨ªlica de pl¨¢stico y cualquier hombre santo, en una enorme palangana.
¡°Hemos permitido que la religi¨®n se adue?e en exclusiva de ¨¢reas de experiencia que en justicia deber¨ªan pertenecer a toda la humanidad¡±, escribi¨® el fil¨®sofo Alain de Botton en Religi¨®n para ateos (RBA). ¡°La nueva fe se hizo con las festividades de invierno y nos la ofreci¨® en forma de Navidad. Absorbi¨® el ideal epic¨²reo de convivencia en comunidades filos¨®ficas y lo convirti¨® en lo que hoy conocemos como vida mon¨¢stica (...). Las necesidades del alma ya est¨¢n listas para que las liberemos del particular matiz que las religiones les dan¡±.
En la puesta de la primera piedra de esta columna, con el ep¨ªgrafe de Hiper Bazar (bendiciones a mi predecesora, santa Raquel Pel¨¢ez), no ser¨¦ yo quien invite a los lectores al consumismo excesivo que proponen este y otro tipo de establecimientos, sino al encuentro comunitario y espiritual entre almas que difieren en edad, raza y/o clase social. Y, si por el camino, podemos ir desacralizando algunos espacios, pues mejor. Pod¨¦is ir en paz.
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