A?o nuevo, vida vieja
Dividimos la vida en a?os para intentar entenderla. Y esto es m¨¢s patente que nunca el 1 de enero, cuando se nos juntan un desenlace y un comienzo. Pero la vida va tan r¨¢pido que se nos atraganta, como las uvas
Hay cosas que no tienen medida, como la oscuridad, el vac¨ªo o el miedo. Hay otras, como la vida (o el mar) que son solo inabarcables. Por eso fingimos que se dividen en pedacitos peque?os e independientes, para intentar entender. Para encapsular las penas y alegr¨ªas en trocitos y que no se nos hagan bola. As¨ª decimos que hemos pasado un annus horribilis, que no hay mal que 100 a?os dure o que a?o nuevo, vida nueva.
Lo hacemos, de forma individual, al llegar nuestro d¨ªa y afrontar el n¨²mero que arde en la tarta. Soplar para apagar un incendio en miniatura, salvar las velas del desgaste. Tambi¨¦n lo hacemos de forma colectiva al llegar las doce de la noche del 31 de diciembre, todo el pa¨ªs pendiente de un reloj, comiendo uvas, tirando serpentinas y besando un poco indiscriminadamente. Dese¨¢ndonos un a?o m¨¢s feliz que el que acabamos de dejar atr¨¢s. Si esos deseos se cumplieran, la vida ser¨ªa un continuo in crescendo hasta explotar de felicidad y salud all¨¢ por los 200 a?os.
Estos d¨ªas nos preguntamos en cenas familiares y copas con amigos por la nota que le dar¨ªamos a 2024. Pero nadie pregunta qu¨¦ nota le das a tu vida. Hacemos balance parcial y evitamos el total. Para un suspenso vital, no hay examen de recuperaci¨®n. Y a ver qui¨¦n anima la cena despu¨¦s de que la abuela diga que su vida no vale ni una buena rese?a en Google Maps. Tres estrellas, no lo recomiendo.
Analizamos los a?os viejos y creamos prop¨®sitos para mejorar los nuevos. Como si la vida no fuera una constante, como si el culpable de la muerte, la precariedad o la tristeza fuera 2024 y 2025 nos ofreciera un nuevo comienzo. Empezamos una hoja en blanco, pero seguimos escribiendo el mismo libro.
En esto de echar la vista atr¨¢s, la tecnolog¨ªa nos ha ayudado bastante. Mucho se habla de la inteligencia y no tanto de la nostalgia artificial. Facebook sabe donde estabas hace tres a?os y est¨¢ encantado de record¨¢rtelo. Spotify ha tomado nota de qu¨¦ escuchaste este a?o y te lo va a decir para que compartas que en enero tuviste tu fase princesa pop pilates, signifique eso lo que signifique. Dividimos el a?o en canciones y la vida en fotograf¨ªas, estatus y tuits. Lo que subes a redes se convierte en c¨¢non.
Compartimos por Instagram una compilaci¨®n de fotos de nuestro a?o, para contarnos a nosotros mismos, o a los dem¨¢s. Para hacer balance y entender todo lo que nos ha pasado. Antes lo hac¨ªamos en diarios escritos y privados, pero en los ¨²ltimos tiempos da la sensaci¨®n de que la imagen ha ganado a la palabra y nuestros diarios son digitales y p¨²blicos. Hay m¨¢s m¨²sica, m¨¢s sonrisas y m¨¢s impostaci¨®n. Dec¨ªa Joan Didion que ¡°nos contamos historias a nosotros mismos para poder sobrevivir¡± y esto es m¨¢s patente que nunca el primer d¨ªa del a?o, cuando se nos juntan un desenlace y un comienzo. Cuando la vida va tan r¨¢pido que se nos atraganta, como las uvas.
Como explicaba mi compa?ero Sergio C. Fanjul, el fin del a?o evidencia que el tiempo pasa sin compasi¨®n. Irreversible como la vejez, definitivo como la muerte. Los d¨ªas se amontonan hasta componer un a?o m¨¢s, que empaquetamos, analizamos y asimilamos. Y as¨ª, entre langostinos, uvas y buenos deseos, afrontamos el comienzo de una nueva etapa, sospechando que no es m¨¢s que la continuaci¨®n de lo ya vivido.
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