La escopaestesia y el ¡®Gran Hermano¡¯ de Almeida
La ciencia no ha probado la existencia de un sexto sentido que nos avisa cuando alguien nos est¨¢ mirando. O quiz¨¢ nos hemos acostumbrado tanto a la mirada ajena que lo hemos perdido
Mi placer culpable audiovisual son las pelis de terror, las de Lindsay Lohan (que ¨²ltimamente vienen a ser un poco lo mismo) y los v¨ªdeos virales de gente insult¨¢ndose en la calle. La verdad es que visto uno, vistos todos. En ellos, un an¨®nimo insulta a otro, que graba toda la acci¨®n con el m¨®vil, sabiendo que el que r¨ªe en redes, r¨ªe mejor. En un momento dado, el protagonista se da cuenta de que lo est¨¢n grabando y se sale del papel. Desenfunda entonces su m¨®vil, como amenazando a su enemigo con la viralidad.
Es una forma de romper la cuarta pared cuando ni siquiera has levantado las otras tres. Acaba con el realismo y la espontaneidad de algo tan espont¨¢neo y real como una tangana que, con el m¨®vil de por medio, se convierte en simple performance. A veces, los implicados acaban grab¨¢ndose mutuamente, pausando la acci¨®n, esperando en silencio a que el otro diga algo indignante que granjee unos pocos likes. Esto resta dramatismo al resultado, pero a?ade altas cotas de verg¨¹enza ajena.
Cuando nos graban somos un poco menos nosotros, ni mandar a la mierda nos sale bien. La c¨¢mara nos saca de nuestro papel de personas para convertirnos en personajes. M¨¢s sonrientes, m¨¢s autoconscientes, m¨¢s taimados. Por eso leo con cierta inquietud la noticia de que en Madrid hay 367 c¨¢maras de vigilancia por las calles. El actual alcalde, Jose Luis Mart¨ªnez Almeida, ha colocado casi la mitad en los ¨²ltimos a?os. Algunas de ellas tienen incluso una inteligencia artificial capaz de individualizar a un sujeto por la forma en la que viste. Y me imagino a la IA juzgando nuestros looks de oficina el lunes por la ma?ana. Detectando tendencias y criticando esos poco favorecedores pantalones pitillo. A los peatones posando, eligiendo sus mejores galas para ir a comprar el pan. Las calles de Madrid convertidas en una enorme alfombra roja, con c¨¢mara glamour 360, como en las bodas caras.
¡°M¨¢s de mil c¨¢maras velan por tu seguridad¡±, rezaba un antiguo eslogan del Metro. En la actualidad son m¨¢s de 9.000, pero el suburbano ya no lo promociona porque este dato hoy infunde m¨¢s miedo que tranquilidad. Y s¨¦ que solo los delincuentes deber¨ªan preocuparse por esto, pero yo siempre he tenido alma de ladr¨®n. Soy de ese tipo de personas que pasan con cierto desasosiego por los arcos de seguridad de las tiendas. No he robado, pero siempre tengo la sensaci¨®n de haberlo hecho. Es algo as¨ª como el hurto de Schr?dinger.
Hay quien dice que nos dirigimos hacia un Gran Hermano. Creo que se refieren a la distop¨ªa de Orwell, pero cuando lo dicen yo no puedo dejar de pensar en los concursantes del reality. No me malinterpreten, me preocupa el qu¨¦ har¨¢n con esas im¨¢genes los que nos vigilan, pero me aterroriza a¨²n m¨¢s imaginar c¨®mo va a impactar en nuestro comportamiento el sabernos siempre observados. Los chavales ya no beben en la calle. Los nudistas no se quitan la ropa en la playa. Ni las ri?as callejeras terminan ya de arrancar porque dos no se pelean si uno lo graba. Es un mundo quiz¨¢ m¨¢s civilizado, pero mucho m¨¢s aburrido.
Paseo por el centro y veo a grupos de chicas bailando con un triste m¨®vil como p¨²blico. A personas caminando en videollamada, m¨¢s pendientes de su apariencia que de la conversaci¨®n. Aspirantes a influencer gesticulan con una desmesura de dibujos animados mirando al objetivo de su m¨®vil. Veo a todo el mundo pendiente de la mirada ajena, del otro lado de la pantalla. No son tanto peatones como protagonistas, la ciudad como un decorado en sus vidas ficcionadas, romantizadas. Escucho a Bad Bunny cantando Deb¨ª tirar m¨¢s fotos y yo solo puedo pensar que debimos tirar menos.
Paseo por una ciudad llena de c¨¢maras, p¨²blicas y privadas. Y entonces siento algo extra?o, una especie de presi¨®n en la nuca. Se llama escopaestesia y es la extra?a sensaci¨®n de que alguien te est¨¢ mirando, una especie de sentido ar¨¢cnido anticotillas. Aunque hay factores neurobiol¨®gicos y psicol¨®gicos que podr¨ªan explicar este fen¨®meno, su existencia es un misterio y no ha sido totalmente demostrada.
Igual nos hemos acostumbrado tanto a sentirnos observados que la estamos perdiendo. En el mundo moderno ya no hay depredadores, pero s¨ª miles de c¨¢maras que registran cada movimiento. En este contexto, la escopastesia es una sobra evolutiva, como el ap¨¦ndice, las muelas del juicio o los pezones masculinos. Hemos aprendido a convivir con el peso de la mirada ajena. Nos hemos adaptado. Qui¨¦n sabe qu¨¦ extra?os sentidos y ap¨¦ndices desarrollaremos de aqu¨ª a unos cientos de a?os.
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