¡°Lo ¨²nico que deseamos es salir de aqu¨ª. No nos pueden condenar por cuidar de la casa y de nuestros hijos en el Estado Isl¨¢mico¡±, dicen Yolanda Mart¨ªnez, Luna Fern¨¢ndez y Loubna Fares. Las dos primeras son ciudadanas espa?olas; la tercera, marroqu¨ª residente en Espa?a y madre de tres menores espa?oles y viuda de un yihadista iran¨ª nacionalizado espa?ol. Las tres viajaron con sus esposos a Siria en 2014 y han sobrevivido al derrumbe del califato del Estado Isl¨¢mico (ISIS, por sus siglas en ingl¨¦s) en su ¨²ltimo reducto de Baguz, oasis en la frontera oriental de Siria con Irak. Hablan en una caseta del campo sirio de Al Hol, en el que se hallan retenidas en condiciones peligrosas e insalubres junto a otras 73.000 personas, de las cuales un 92% son mujeres y menores. Las tres cuidan de 15 menores. El marido de una de ellas, tambi¨¦n espa?ol, se halla preso en una c¨¢rcel kurda; los otros dos fallecieron. Se trata de 19 espa?oles que se sumaron o nacieron bajo el califato y han sobrevivido a su colapso.
Las madrile?as Yolanda Mart¨ªnez (34 a?os) y Luna Fern¨¢ndez (30) tienen cuatro hijos cada una. Fern¨¢ndez se halla embarazada del quinto y cuida de otros cuatro ni?os que afirma son hijos de ¡°una pareja de marroqu¨ªes residentes en Espa?a muertos en el infierno de Baguz¡±. Ambas manifiestan el deseo de volver a Espa?a. ¡°Si Espa?a me puede sacar, yo quiero salir de aqu¨ª. ?Pero no pueden separarme de mis hijos!¡±, exclama Fern¨¢ndez. Mart¨ªnez comparte la inquietud. Loubna Fares (40), es marroqu¨ª, nacida en Casablanca, y ha llegado al campo con tres hijos, dos de ellos nacidos en Madrid. En las prisiones custodiadas por las milicias kurdas y fuerzas aliadas de la coalici¨®n internacional hay un preso espa?ol. Se trata de Omar el Harshi, de origen marroqu¨ª y marido de Mart¨ªnez, quien asegura que ¨¦ste se rindi¨® un mes atr¨¢s. Sus hermanas de religi¨®n, como se refiere a las dos compa?eras del campo, han quedado viudas de unos maridos yihadistas fallecidos durante el conflicto.
Aseguran que sus maridos las llevaron enga?adas a Siria, que les prometieron bien un viaje de placer o una nueva vida en Turqu¨ªa cinco a?os atr¨¢s, desde donde les hicieron cruzar de noche e ilegalmente a tierras sirias bajo el yugo del ISIS. Se trata de devotas musulmanas con 10 a?os de matrimonio a sus espaldas. Las dos madrile?as son conversas y cada viernes rezaban juntas en la mezquita de la M-30 de Madrid, a la que Loubna acud¨ªa tambi¨¦n ¡°de vez en cuando¡±. Ninguna ha cursado estudios superiores al bachiller.
Sostienen que sus maridos eran ¡°meros empleados del Estado Isl¨¢mico y nunca combatieron¡± y no asimilan "terrorismo a ISIS". Visten embarradas botas de monta?a y polvorientos pantalones que asoman bajo las negras abayas con las que cubren sus cuerpos. ¡°Esto nos lo pusimos porque quisimos¡±, espetan palpando su niqab, el velo integral que les cubre el rostro. Se plantearon abandonar el califato, pero les dijeron que lo har¨ªan sin sus hijos. Ninguna lo intent¨®.
Llevan poco m¨¢s de un mes cautivas en este campo que se ha transformado en un minicalifato femenino donde, al igual que pasara en las filas de los muyahidines varones del ISIS, las yihadistas m¨¢s radicales intentan hacerse con el control. Ellas residen en el ¨²ltimo tramo del campamento. Entre decenas de miles de figuras negras tan solo se avista una colorida y sin niqab. ¡°Ahora soy parte de los kufar [infieles] porque solo llevo el pa?uelo¡±, solloza Geilan Su, originaria de las islas de Trinidad, al tiempo que muestra los moratones fruto de una paliza y castigo por parte de las yihadistas m¨¢s recalcitrantes. Varias milicianas kurdas armadas ataviadas con coloridos pa?uelos custodian a las yihadistas extranjeras que las increpan o apedrean desde el otro lado de la verja al grito de "askari" (militar, en ¨¢rabe). "Cuando nuestras hermanas estuvieron al otro lado, en sus campos y c¨¢rceles, sus maridos las decapitaron y violaron. Ahora nos toca encima aguantarlas", farfulla una de las uniformadas. Son 17.000 las combatientes mujeres de las milicias aliadas que durante el ¨²ltimo lustro han combatido al ISIS en el norte de Siria.
Ascienden a 10.000 las extranjeras recluidas con sus hijos en uno de los terrenos vallados (el 65% de los habitantes del campo son menores de edad). El resto son sirias e iraqu¨ªes. Al igual que hicieron sus maridos en el califato, se mueven en bandas agrupadas por nacionalidades, siendo las tunecinas las m¨¢s violentas. ¡°Si entra se arriesga a recibir una paliza o un navajazo¡±, advierte una de las guardas apostadas en la entrada. Las milicias kurdas han enviado nuevos refuerzos al campo para contener lo que se antoja una olla a presi¨®n a punto de estallar. "Han empezado a trasladar a las europeas a al Roj [uno de los tres campos de acogida menos congestionado] porque all¨ª hay menos violencia y aqu¨ª las magreb¨ªes y de Kazajist¨¢n no nos dejan tranquilas", susurra una mujer yihadista belga que prefiere mantener el anonimato.
¡°Los yihadistas se entregaron o murieron en Baguz, pero estas mujeres no se han rendido¡±, apunta uno de los uniformados con el rostro cubierto por un pasamonta?as sin despegar el ¨ªndice del gatillo de su fusil. ¡°Solo abandonaron Baguz porque su emir [Abubaker Al Bagdadi] se lo pidi¨®¡±, apostilla. Apenas 10 d¨ªas atr¨¢s, las fuerzas de seguridad kurdas tuvieron que repeler con disparos un mot¨ªn de las radicales, que se sald¨® con una yihadista muerta y ocho heridos. A la violencia se suman unas condiciones de insalubridad extremas, tal y como ha advertido Naciones Unidas.
Enfermos, heridos por las batallas o simplemente desnutridos por la falta de alimentos, 126 menores han muerto en los ¨²ltimos tres meses. M¨¢s de la mitad de los 40.000 ni?os del campo han nacido, ap¨¢tridas, durante el lustro en el que rein¨® el califato. Bandadas de ni?os de entre seis y 12 a?os se cuelan entre las verjas y quedan a cargo del contrabando de alimentos en los campos. Al menos 350 de ellos han llegado no acompa?ados, advierte Naciones Unidas. Arrastran carretillas hechas con pedazos de lonas de la ONU cargados de productos sacados de no se sabe d¨®nde. En una carreta, uno de los milicianos descubre una cerveza sin alcohol que exhibe burl¨®n ante el centenar de mujeres api?adas tras la alambrada.
Las j¨®venes espa?olas aseguran que no hay m¨¢s nacionales en el campo y que no les ha contactado nadie del Gobierno espa?ol. La administraci¨®n del campo de Al Hol ni siquiera tiene constancia de la existencia de las espa?olas, seg¨²n asegura a EL PA?S el responsable del campo. Las milicias kurdas aliadas de la coalici¨®n internacional han solicitado a los pa¨ªses de origen que se hagan cargo de sus nacionales. Un debate al que ahora se suma Espa?a, que valora la repatriaci¨®n de sus ciudadanos.
De los estimados 1.200 mujeres y ni?os europeos, ¡°tan solo Francia ha repatriado a cuatro menores¡±, asegura el encargado en Al Hol. Para encontrar a las dos espa?olas hay que adentrase en el ¨²ltimo trecho del campo, donde se hallan las extranjeras y m¨¢s radicalizadas que las sirias o iraqu¨ªes. Reciben a los visitantes a pedradas, insultos, y empujones. ¡°No podemos con ellas, pero al fin y al cabo todas vinimos al Estado Isl¨¢mico porque quisimos¡±, admite Rashida, francesa de 34 a?os que nos gu¨ªa hasta las espa?olas.
1. La llegada al califato
¡°Jam¨¢s hubiera ido a Siria por mi propia voluntad¡±
¡°?Para qu¨¦ quiere a las espa?olas? ?Nos vais a sacar?¡±, pregunta temerosa y en ¨¢rabe una voz entre un mar de figuras negras. ¡°Quiero salir de aqu¨ª¡±, repite con los ojos desorbitados y la respiraci¨®n entrecortada Loubna Fares, marroqu¨ª de 40 a?os nacida en Bouznika (periferia norte de Casablanca) y madre de tres de los menores espa?oles cautivos en el campo. Visiblemente traumatizada tras sobrevivir a semanas de bombardeos y combates en Baguz, el ¨²ltimo reducto del califato en el este de Siria, esta mujer se atraganta con las palabras al hablar y alterna entre pasado y presente. Afirma ser espa?ola y apellidarse Miludi, como la tercera yihadista espa?ola cautiva en el mismo recinto.
Fue la primera en quedarse viuda entre estas tres mujeres confinadas en el campo de acogida de Al Hol, al que han ido a parar las esposas e hijos de los yihadistas del Estado Isl¨¢mico. Al igual que sus ¡°hermanas de religi¨®n¡±, dice haber llegado a Siria enga?ada por su marido, el yihadista Navid Sanati, iran¨ª nacionalizado espa?ol. ¡°Hace dos a?os y medio me dijeron que mi marido era un m¨¢rtir pero yo no he visto ni fotos ni su cuerpo¡±, prosigue nerviosa. En 2014 su esposo le ofreci¨® hacer un viaje a Turqu¨ªa. Una propuesta que recibi¨® con mucha ilusi¨®n, porque le encanta ese pa¨ªs.
Una vez en Turqu¨ªa, Fares repite el mismo relato de sus compa?eras: que de golpe, sin previo aviso, su marido le dice que est¨¢ en tierras del califato. ¡°Jam¨¢s hubiera ido por mi propia voluntad porque yo ya sab¨ªa al ver la tele que all¨ª hab¨ªa una guerra¡±. Vivi¨® en Madrid y acud¨ªa ¡°de vez en cuando¡± al rezo de los viernes en la mezquita de la M-30 y antes de casarse dice haber trabajado en una farmacia. A diferencia de sus compa?eras de tienda en el campo, dice que aunque naci¨® en una familia musulmana, nunca llev¨® el niqab hasta que aterriz¨® en el califato. En el campo de acogida, desprenderse de ¨¦l puede costarle una paliza por parte de las m¨¢s radicales. Muchas de las mujeres m¨¢s radicales del campo formaron parte de las Jansa, unidad femenina de la polic¨ªa de la moral del ISIS a cargo de patrullar las calles, reprender a las mujeres que no respeten los rigurosos c¨®digos de vestimenta y torturar a quien los infringe.
Antes de proponerle el viaje a Turqu¨ªa, su marido le coment¨® que quer¨ªa trasladarse a Mauritania ¡°para estudiar el Cor¨¢n¡±, pa¨ªs golpeado por el terrorismo yihadista. ¡°Mi familia y la polic¨ªa en Espa?a se sorprendieron mucho de que mi marido se sumara al ISIS porque lo ten¨ªa todo: dinero, familia y trabajo. Era arquitecto¡±, relata alternando el castellano y ¨¢rabe. Como el resto de mujeres yihadistas, defiende que su marido ¡°no combati¨®¡±. ¡°El que va a luchar desaparece dos semanas para ir a entrenar y luego ya no le ves m¨¢s porque muere como m¨¢rtir¡±. A ojos de Fares, su marido era un ¡°simple funcionario¡± que ocupaba un ¡°cargo administrativo¡± en el ISIS.
Su llegada al califato se produjo a trav¨¦s de Raqa, por donde filtraban a todas las familias extranjeras que acudieron a la llamada del autoproclamado califa, Abubaker el Bagdadi, para repoblar un territorio de 100.000 kil¨®metros cuadrados a caballo entre Siria e Irak. Nada m¨¢s entrar en Siria, las mujeres y sus hijos eran separados de los yihadistas. ¡°Llegamos y se llevaron a mi marido sin decirme nada y a m¨ª y a mis hijos nos metieron en una madafa [casa de acogida para los familiares de los yihadistas del ISIS]¡±.
Siguiendo el procedimiento del califato, las mujeres permanecieron all¨ª durante un mes mientras que ellos, en otros destinos, eran adoctrinados y esperaban un destino, un puesto y una casa en el califato. Asegura que no ha o¨ªdo hablar ni visto nunca a las mujeres yazid¨ªes secuestradas y esclavizadas por los yihadistas, de las que m¨¢s de 3,000 siguen desaparecidas tras la derrota del califato. "Al mes sin saber nada de ¨¦l, mi marido volvi¨® y me dijo que nos ¨ªbamos a la periferia de Alepo [donde estaba activo el ISIS]".
El d¨ªa que le informaron de la muerte de su marido, Fares asegura que contact¨® con su suegra para intentar salir de all¨ª. ¡°Le ped¨ª que me mandara 20.000 d¨®lares para que un traficante nos sacara, pero no lo hizo¡±. Durante los ¨²ltimos a?os ha sido ¡°la viuda de un m¨¢rtir del ISIS¡± y ha seguido al remanente de poblaci¨®n del califato hasta su ¨²ltimo reducto de Baguz, en Siria. Ha vivido con el miedo de sufrir abusos por hombres, "sobre todo en Baguz", pero asevera que no la casaron con otro muyahid¨ªn como es costumbre con las viudas del ISIS.
¡°Es horrible todo, Siria y este campo¡ no es un lugar para ni?os¡±. Su ¨²nica esperanza, dice, es que Al¨¢ le ilumine el camino para salir del campamento ¡°tal y como lo hizo al sacarnos vivos de Baguz¡±. "Quiero volver", repite, sin por ello precisar si a Espa?a (donde habita la familia de su marido y donde manten¨ªa su residencia) o a Marruecos. Confusa, hace un llamamiento a su suegra de nuevo para que le env¨ªe dinero y as¨ª poder salir de Siria con un traficante de personas, sin percatarse tal vez de que el campo de Al Hol est¨¢ custodiado por milicianos y milicianas kurdos armados. ¡°Mi familia no sab¨ªa nada, lo juro por Dios. Ni siquiera sabe que mi marido ha muerto. ?Necesito salir de aqu¨ª!¡±.
2. La vida diaria en el califato
¡°La justicia espa?ola no me puede mandar a prisi¨®n por cuidar de mi casa y mis hijos¡±
Crecer ¡°como musulmana¡± y ¡°cuidar de mi familia¡± fueron los cometidos de Yolanda Mart¨ªnez, espa?ola conversa y ciudadana de facto del ISIS durante el ¨²ltimo lustro. En una caseta del campo de acogida de Al Hol habilitada para esta entrevista, la joven, de 34 a?os, relata una apacible vida bajo el califato. ¡°Cuando mi marido llegaba a casa, gracias a Dios, la mesa estaba puesta y los ni?os arreglados¡±, cuenta con una voz dulce y pausada. De la ranura de su niqab (velo integral) asoman unas gafas rectangulares que esconden unos ojos claros. De su abaya, unas p¨¢lidas manos con las que gesticula a cada respuesta. ¡°Llegu¨¦ sin saberlo. Pero estaba muy contenta porque mi marido me prometi¨® un viaje a Turqu¨ªa y nos compramos los billetes de ida y vuelta desde Marruecos¡±, apostilla. Sin embargo, su esposo, Omar el Harshi, espa?ol de origen marroqu¨ª, ten¨ªa otros planes para la familia. Al poco de llegar a Estambul les llev¨® a una ciudad al sur de Turqu¨ªa fronteriza con Siria. Entrada la noche cruzaron en un coche a tierras del califato.
Nacida en el barrio de Salamanca de Madrid, Mart¨ªnez complet¨® el bachillerato de artes. Quer¨ªa ser pintora como su madre. Encontr¨® trabajo repartiendo publicidad primero y m¨¢s tarde como dependienta en El Corte Ingl¨¦s hasta casarse a los 22 a?os con quien se convertir¨ªa en el padre de sus cuatro hijos, de edades comprendidas entre los cuatro meses y los 10 a?os. ¡°Yo siempre hab¨ªa sido el patito feo de mi familia y cuando mi marido me descubri¨® el islam me di cuenta de que llevaba la religi¨®n dentro¡±. Entonces opt¨®, por s¨ª misma, reitera, por ponerse un niqab. En Espa?a atra¨ªa las miradas por la calle as¨ª que se sinti¨® ¡°feliz¡± cuando se mudaron a Marruecos, ¡°un pa¨ªs musulm¨¢n donde pasaba m¨¢s desapercibida con el niqab¡±.
El Harshi trabaj¨® como escayolista, pero con la crisis se mudaron por largas temporadas a casa de los padres de ella. ¡°Mi padre es muy machista y no aprueba mi conversi¨®n ni nada, as¨ª que era todo muy tenso¡±. Tras una estancia en Marruecos, desde donde hicieron numerosas idas y venidas a Ceuta, de donde es oriundo El Harshi, viajaron a Turqu¨ªa en mayo de 2014. Ya en Siria, la familia se desplaz¨® a Shadadi, localidad ribere?a del ?ufrates y conocido n¨²cleo conservador del noreste sirio. ¡°Nos dieron una casa y a mi marido un trabajo en el juzgado del ISIS, haciendo recados. Por fin tuvimos una situaci¨®n estable econ¨®mica¡±, recuerda.
En casi cinco a?os de vida en el califato asegura que nunca vio una decapitaci¨®n o ejecuci¨®n p¨²blica. ¡°Yo solo cuidaba de mi casa y de mis hijos, nunca sal¨ªa y adem¨¢s no hablo ¨¢rabe, pero pod¨ªa vivir acorde con los preceptos del islam¡±. Tampoco ten¨ªa televisi¨®n, porque est¨¢n prohibidas en tierras yihadistas. Defiende que su marido nunca luch¨®. ¡°?C¨®mo iba a luchar si cada d¨ªa sal¨ªa temprano al trabajo y volv¨ªa por la tarde a casa?¡±. Sin embargo, seg¨²n un auto del juzgado 5 de la Audiencia Nacional de 2014, su esposo es considerado ¡°l¨ªder operativo¡± de una red reclutadora de yihadistas desde la mezquita de la M-30 de Madrid que ¡°desempe?ar¨ªa un rol ejecutivo en la organizaci¨®n, siendo la persona encargada de decidir c¨®mo y cu¨¢ndo viajaban los miembros del grupo¡±. Cada viernes, Mart¨ªnez acud¨ªa al rezo del mediod¨ªa en esa mezquita junto a otras conversas espa?olas.
En los ¨²ltimos combates entre milicias kurdo-¨¢rabes aliadas de la coalici¨®n internacional y el remanente de los muyahidines del ISIS en la localidad siria de Baguz, El Harshi se entreg¨® el pasado 1 de marzo junto con su familia. Seg¨²n su esposa, estaba desenga?ado por aquellos del ISIS que traicionaron ¡°con sus pecados y malos comportamientos¡± al califato y a los buenos creyentes como ellos. El Harshi fue encarcelado y ella trasladada al campo de acogida junto a sus hijos. ¡°No he hecho nada. Si realmente en Espa?a la ley juzga con claridad, ?por qu¨¦ van a mandar a prisi¨®n a una mujer que ha sufrido tanto y ha estado en casa con sus hijos?¡±.
3. El colapso
¡°Baguz fue un infierno¡±
El camino que ha recorrido Luna Fern¨¢ndez hasta llegar al califato es uno plagado de golpes, seg¨²n relatan desde la ranura de su niqab (velo integral) unos ojos que a los 32 a?os que dice tener aparentan 50. Caminando en el ¨²ltimo tramo del campo de acogida de Al Hol en el que se encuentra recluida, a cada zancada la abaya de la joven marca una prominente barriga. ¡°Estoy embarazaba de cinco meses¡bueno creo que son cinco o seis, a¨²n no he visto a un m¨¦dico¡±, susurra. Lleg¨® al califato de la mano de su marido y con dos peque?os para abandonar Baguz viuda, con ocho menores a su cargo -cuatro propios- y a la espera de su quinto hijo.
A los 16 a?os conoci¨® a su marido, Mohamed el Amin, marroqu¨ª residente en Espa?a. ¡°?l me ense?¨® que el islam es la verdad, y me convert¨ª¡±. Al cumplir la mayor¨ªa de edad se casaron y tras 14 a?os de matrimonio qued¨® viuda hace tres meses en Baguz. ¡°Se fue junto con otros hombres a una casa y all¨ª les alcanz¨® un bombardeo¡±. Dos semanas m¨¢s tarde, un matrimonio marroqu¨ª residente en Espa?a, que identifica como Hana y Mohamed Selman, tambi¨¦n murieron en los combates dejando cuatro menores hu¨¦rfanos. Fern¨¢ndez se ha hecho cargo de ellos para ¡°llevarlos con su abuela que vive en Espa?a¡±. Ante el avance de las milicias kurdo-¨¢rabes y aliadas de la coalici¨®n, la joven y su prole continuaron camino ayudados por otra espa?ola conversa, Yolanda Mart¨ªnez, y su marido. Seg¨²n Naciones Unidas, a Al Hol han llegado 350 menores no acompa?ados.
¡°Baguz fue un infierno. He pasado mucho miedo¡±, cuenta pellizc¨¢ndose nerviosa la piel de las manos. Protegidos por zanjas que cavaron los yihadistas y cubrieron con mantas, Fern¨¢ndez y los ocho peque?os sobrevivieron a los bombardeos y al silbido de las balas. Apenas dispon¨ªan de una lata de sardinas por familia para tres d¨ªas. Arremete contra los cazas de la coalici¨®n: ¡°Esto es una guerra de hombre a hombre, los ni?os y las mujeres no tenemos nada que ver¡±. Pero calla cuando se le cuestiona sobre las leyes del califato. ¡°Yo soy musulmana y no voy a renegar de mi religi¨®n y como muchos pa¨ªses hacen sus leyes, Al¨¢ ha hecho una ley y ¨¦l sabe, nosotros no sabemos¡±. Defiende que su marido nunca combati¨® con el ISIS, ¡°solo era un tesorero en Beit el Mal¡± (casa del dinero, en ¨¢rabe; organismos encargado de las finanzas del ISIS). ¡°Mi marido era un buen hombre y de confianza, por eso le dieron ese puesto¡±, remacha.
Admite que en el califato tambi¨¦n se han hechos ¡°cosas malas¡± como aquellos combatientes que ¡°dicen ser musulmanes y se dedican a robar o castigar inocentes¡±. O aquellas mujeres procedentes de Kazajist¨¢n y ¡°todos los pa¨ªses del tan¡±, que fueron muy agresivas con ella durante los tiempos del califato y lo siguen siendo hoy en el campo donde est¨¢n recluidas. ¡°Yo misma vi c¨®mo una mujer le peg¨® un pu?etazo a otra en la nariz el otro d¨ªa, cuando hac¨ªamos la cola para ir al mercado¡±. Fern¨¢ndez nunca ha trabajado y, al casarse joven, no pas¨® ¡°de la ESO [Educaci¨®n Secundaria Obligatoria]¡±, dice.
Asegura que no le queda m¨¢s familia en Espa?a que la de su marido. ¡°Mi padre es marroqu¨ª, pero me abandon¨® a los cuatro a?os y crec¨ª en un centro de acogida de la comunidad de Madrid¡±. De su madre, madrile?a, dice que no la ha vuelto a ver desde 2013 cuando junto con su marido y dos hijos se mudaron a Egipto durante un a?o. All¨ª dio a luz a una tercera ni?a, Meriam, que muri¨® al poco tiempo porque no pudieron ¡°pagar la operaci¨®n de coraz¨®n¡±.
En 2014, su marido le propuso mudarse a ¡°una ciudad del sur de Turqu¨ªa donde los musulmanes pod¨ªan vivir bien y adem¨¢s barato¡±. De all¨ª, la joven relata c¨®mo se vio corriendo entre ¨¢rboles hasta que de golpe pararon y pudo recuperar el aliento. ¡°Est¨¢s en Siria, me dijo mi marido¡±. Por aquel entonces Abubaker el Bagdadi a¨²n no hab¨ªa proclamado el califato, pero cuando lo hizo Fern¨¢ndez y su familia se mudaron a un poblado contiguo a los yacimientos petroleros de Al Omar, en la ribera oriental del sur del ?ufrates, y los m¨¢s importantes de Siria.
"Ya solo quiero salir de aqu¨ª con mis hijos en paz y como buena musulmana¡±. A¨²n en visible estado de shock, la joven mira extra?ada al o¨ªr ¡°grupo terrorista¡± o ¡°juicios¡±. ¡°Yo no vine voluntariamente, me trajeron¡±. Asegura que su marido la llev¨® con buena intenci¨®n, pero que una vez dentro, salirse del califato entra?aba dejar a sus hijos. Fue la primera espa?ola que consigui¨® traspasar el ¨²ltimo ret¨¦n yihadista al control de las milicias kurdas. Lo hizo cinco semanas atr¨¢s en Baguz, como ¡°viuda de un m¨¢rtir y con los hu¨¦rfanos de otro¡±. Dej¨® el ¨²ltimo campo de resistencia yihadista para pasar a malvivir en otra tienda en otro campo, esta vez de reclusi¨®n, junto con los ¨²ltimos supervivientes del pueblo del califato.
Fe de errores
En una versi¨®n anterior, esta informaci¨®n identific¨® equivocadamente a la ciudadana marroqu¨ª Loubna Fares como la espa?ola Lubna Mohamed Miludi. Ambas mujeres siguen cautivas en el campo de Al Hol desde su salida de Baguz el pasado mes de marzo. El error ha sido rectificado el d¨ªa 5 de septiembre de 2019.