Casa Maragato, el lugar para comer la mejor cecina cortada a cuchillo en un pueblo de Le¨®n de 17 habitantes
Este negocio familiar en Busdongo, con tienda, bar de embutidos y un curioso museo de arena de playas de todo el mundo, se remonta a finales del siglo XIX
Existen lugares donde uno tiene la sensaci¨®n de haber estado antes aunque sea la primera vez que los pisa. En Casa Maragato, un establecimiento familiar con solera ubicado frente a la estaci¨®n de tren de Busdongo, una peque?a localidad leonesa de tan solo 17 habitantes junto a la carretera que lleva al puerto de Pajares, sucede nada m¨¢s entrar. Entrar y pedir cecina es un d¨¦j¨¤ vu asegurado.
Las paredes repletas de objetos, las chacinas colgadas detr¨¢s del mostrador, los quesos, las jarras de vino y el cari?o con que atienden Tere del Campo y Juan Jim¨¦nez mientras cortan embutidos componen un espacio de autenticidad que se ha convertido en una parada obligada para quienes entran o salen de Asturias por la carretera N-630.
Juan llama a cada cliente ¡°chiquit¨ªn¡± y nunca pens¨® en dedicarse a la restauraci¨®n, pero se enamor¨® de Tere ¡ªdescendiente de los fundadores de Casa Maragato¡ª, se fue con ella un verano para echar una mano a su familia y se qued¨®. ¡°Cuando me he querido dar cuenta han pasado 35 a?os¡±, dice en tono jocoso.
Quinta generaci¨®n al frente
El tatarabuelo de Tere fue un arriero maragato de Murias de Rechivaldo (Astorga) que se instal¨® en Busdongo a finales del siglo XIX. ¡°No sabemos en qu¨¦ a?o inaugur¨® Casa Maragato pero hay un papel del traspaso de 1881. Antes era una hospeder¨ªa con almac¨¦n de piensos y mi tatarabuelo cambi¨® los piensos por almac¨¦n de vinos¡±, cuenta Tere. De ah¨ª fue saltando de generaci¨®n en generaci¨®n hasta llegar a su padre y, desde hace unos a?os, ella se ha convertido en la primera mujer de la familia en estar al frente del negocio. Incluso naci¨® entre estas cuatro paredes. ¡°Mis padres estaban trabajando cuando mi madre se puso de parto y no les dio tiempo a llegar al hospital¡±, cuenta.
Desde entonces, su vida ha sido Casa Maragato. Aqu¨ª creci¨® y durante muchos a?os ayud¨® a hacer el embutido de la casa que despu¨¦s vend¨ªan. ¡°Hubo un momento en el que no se permiti¨® venderlo a no ser que tuvieras una f¨¢brica. Entonces mi padre empez¨® a seleccionar los que m¨¢s le gustaban. Tra¨ªa la cecina de Astorga o el chorizo de jabal¨ª de la zona del Esla y despu¨¦s lo etiquet¨¢bamos nosotros¡±, explica. Algunos de esos proveedores contin¨²an siendo fieles a Casa Maragato y otros han ido variando con el tiempo. ¡°Ahora tenemos quesos de diferentes lugares como Zamora, Valladolid, Madrid o el de cabra que nos lo traen de C¨¢ceres¡±. Tambi¨¦n ella ha incorporado vino de la variedad Prieto Picudo de Le¨®n y otros productos artesanos como la miel, el membrillo y los yogures. Pero la reina sigue siendo la cecina. ¡°Siempre hemos vendido embutidos. En los a?os ochenta, cuando muchos otros ultramarinos como nosotros decidieron transformar sus locales en bares modernos, mi padre tuvo la gran idea de mantenerlo todo igual con la tienda y el bar. Fue un acierto porque ahora el reclamo es que est¨¦ como siempre. Sanidad le exigi¨® que sirviera en bandejas y quitara el papel de estraza, pero ¨¦l, que era muy tozudo, compr¨® bandejas y les pon¨ªa el papel encima como seguimos haciendo. Esa guerra la ganamos¡±, cuenta.
Desde que abren a las diez de la ma?ana hasta que cierran, 12 horas despu¨¦s, no cesa el goteo de personas. ¡°En el pueblo somos 17 vecinos, por lo que vivimos de la gente de paso. La mayor¨ªa siempre pide lo mismo: cecina, chorizo y queso¡±, dice Tere. Algunos le preguntan por Amancio Ortega, fundador del imperio textil Inditex. ¡°Sabemos que naci¨® aqu¨ª pero al poco tiempo su familia se traslad¨® y no tuvo ninguna relaci¨®n con el pueblo. Nos enteramos cuando sali¨® Inditex en los medios de comunicaci¨®n¡±, afirma.
Aqu¨ª no hay cocina. Cortan todo a la vista del cliente, lo pesan y sirven, como Tere ha visto hacer toda su vida. ¡°El fisioterapeuta me dice que ponga una m¨¢quina cortadora, pero si no lo hacemos a cuchillo perdemos nuestra esencia¡±, cuenta. ¡°Es bonito porque muchos nos dicen que se sienten como en casa de su abuela y les cuesta marcharse¡±, a?ade. No solo por los productos que tienen, tambi¨¦n es porque esta pareja sabe crear v¨ªnculos con desconocidos en cuesti¨®n de segundos. De eso habla el museo de la arena que han montado en el sal¨®n contiguo al mostrador. En este espacio, donde tambi¨¦n se puede comer, atesoran m¨¢s de mil botellas con arena de muchas partes del mundo. ¡°Empez¨® por un cliente que nos trajo de una playa de D¨¦nia para darnos envidia de d¨®nde hab¨ªa estado. Ahora nos las traen de lugares muy lejanos y nos hace mucha ilusi¨®n que la gente se acuerde de nosotros, nos llame desde la costa y nos pregunte si tenemos del sitio de d¨®nde est¨¢n¡±, cuenta Tere.
En Casa Maragato es f¨¢cil entrar, pero dif¨ªcil encontrar el momento de irse. A veces la felicidad solo reside en compartir embutido reci¨¦n cortado, servido con cari?o y regado con un poco de humor.
Casa Maragato. Carretera de Asturias, 6. Busdongo (Le¨®n). Tel¨¦fono: 987 59 81 27
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