Eugenio, el humorista de luto, y Conchita, la mujer que le cedi¨® el escenario
¡°Mi madre le hizo como hombre y como artista¡±, recuerda Gerard, el hijo mayor de la pareja. ¡°?l nunca super¨® su muerte¡±
Eugenio Jofra Bafalluy ten¨ªa 24 a?os y fecha de boda con su novia cuando un d¨ªa se qued¨® sin tabaco y cruz¨® la calle para comprar un paquete de Ducados. En el bar cantaba como los ¨¢ngeles una chica de 26, muy guapa, con la que hab¨ªa coincidido al coger el autob¨²s. Se acerc¨® a preguntarle su nombre. Concepci¨®n Alcaide se lo dijo. Tambi¨¦n de d¨®nde era, un pueblecito de Huelva. ¡°La morena m¨¢s guapa de Sierra Morena¡±, respondi¨® aquel hombre de casi dos metros. Era 1965, las vacaciones de verano a¨²n no empezaban poniendo un casete suyo en el coche; a¨²n no hab¨ªa alcanzado ese nivel de fama que permite apropiarse de un nombre de pila y que cualquiera, al o¨ªrlo, sepa de qui¨¦n se est¨¢ hablando. Eugenio Jofra todav¨ªa no se hab¨ªa convertido en Eugenio. Conchita estudiaba delineaci¨®n y su pasi¨®n era cantar. Fue con ella con quien finalmente se cas¨®, en julio de 1967 y con unas alianzas que hab¨ªa hecho ¨¦l mismo.
¡°La artista era mi madre. Cuando se conocieron, mi padre era joyero y no se le hab¨ªa pasado por la cabeza subirse a un escenario¡±, explica Gerard Jofra, de 53 a?os, el primer hijo del matrimonio. La pareja form¨® un d¨²o musical: Els dos. Ella cantaba y ¨¦l la acompa?aba con la voz y la guitarra. Actuaron en pubs de Barcelona, participaron en un concurso de villancicos, en la selecci¨®n para Eurovisi¨®n... Al final de las actuaciones, Eugenio contaba alg¨²n chiste. ¡°Y mi madre supo ver que ¨¦l era la estrella. Dio un paso a un lado y dej¨® que ¨¦l brillase bajo los focos¡±, escribe Gerard en un libro que titul¨® simplemente Eugenio. ¡°La verdad¡±, cuenta hoy, ¡°es que ella le hizo como hombre y como artista. Fue la primera en darse cuenta de lo divertido que era. No entend¨ªa c¨®mo no hab¨ªa desarrollado ese don, pero es que dudaba mucho de s¨ª mismo. Viajando con ¨¦l, a?os m¨¢s tarde, cuando ya era muy conocido, todav¨ªa me preguntaba: ¡®?Y si no se r¨ªen?¡¯ Tuvo miedo esc¨¦nico toda su vida¡±. Un d¨ªa, Eugenio Jofra Ballafuy hab¨ªa escuchado a su padre, Eugeni Jofra Pau, decir: ¡°No har¨¢s nada en la vida¡±.
Conchita enferm¨® de c¨¢ncer. Le quitaron una mama, compatibiliz¨® durante meses su nuevo proyecto musical, Tramuntana, con la quimioterapia y los ni?os. Parec¨ªa que se hab¨ªa curado, pero un a?o despu¨¦s, no hab¨ªa marcha atr¨¢s. Eugenio empez¨® a salir m¨¢s por las noches. ¡°Mi padre era un ni?o grande. No supo afrontarlo. Para ¨¦l, ella era todo y creo que se comport¨® as¨ª por miedo, miedo a ver sufrir¡±, explica Gerard. ¡°La noche antes de la comuni¨®n de mi hermano peque?o, Ivens, nos llev¨® a cenar a un restaurante y nos dijo: ¡®Mam¨¢ no va a resistir mucho m¨¢s¡±. Al d¨ªa siguiente, despu¨¦s de que mi hermano comulgara, ella dej¨® de respirar¡±. Eugenio ten¨ªa entonces 38 a?os. Sus hijos, 11 y 8. Era 1980.
El d¨ªa que enterraron a Conchita, ten¨ªa apalabrada una actuaci¨®n en Alicante. Eugenio cogi¨® el coche y se fue. ¡°En ese momento, para ¨¦l, subir al escenario era la mejor forma de agradecimiento a mi madre, que era a quien deb¨ªa su ¨¦xito. Le dedic¨® la actuaci¨®n. Recuerdo ese d¨ªa perfectamente porque yo me qued¨¦ a dormir en casa de mis t¨ªas y nadie entend¨ªa nada. No quiero ni pensar lo que debi¨® de ser ese viaje para ¨¦l¡±.
No fue la ¨²ltima vez que subi¨® roto al escenario para hacer re¨ªr a otros. Porque Eugenio era un hombre muy divertido, pero tambi¨¦n triste y fr¨¢gil. Fue esa singular mezcla ¡ªse presentaba serio, siempre de negro, como reci¨¦n salido de un funeral¡ª junto a un uso magistral y revolucionario del silencio, es decir, de las pausas, lo que fascin¨® al p¨²blico. Una vez, en una entrevista, dijo que le gustar¨ªa ser Pulgarcito, porque ser¨ªa muy peque?o y no lo ver¨ªa nadie. El genio quer¨ªa, a veces, pasar inadvertido, pero ya no era posible. De la noche a la ma?ana pas¨® de cobrar 10.000 pesetas por actuaci¨®n a 400.000 y firmar aut¨®grafos en escotes y servilletas. ¡°Y si no estaba bien, daba igual, ¨¦l hac¨ªa re¨ªr. Recuerdo un d¨ªa que se encontr¨® mal y en el hospital lo tuvieron que sondar. Subi¨® primero a un avi¨®n y luego al escenario con una bolsa y nadie se enter¨® de nada¡±, recuerda Gerard.
Una tarde en el bingo, donde le gustaba ir para distraerse, conoce a la que ser¨¢ la madre de su tercer hijo. Tambi¨¦n es andaluza, guapa y morena, y se llama, como su primera esposa, Conchita. En el documental Eugenio, de ?scar Moreno, Xabier Baig y Jordi Rovira, ella cuenta que le dijo: ¡°Si me das tres bingos, me caso contigo¡±. Se los dio. No se casaron, pero estuvieron 12 a?os juntos. ¡°Apareci¨® en nuestras vidas poco despu¨¦s de que mi madre falleciese. ?l quer¨ªa darnos una familia [Conchita ten¨ªa tambi¨¦n un hijo de una relaci¨®n anterior] y s¨¦ que la quiso mucho, pero la vida a veces te lleva por sitios¡¡±, explica Gerard. Construyeron una casa en una urbanizaci¨®n en el bosque a 50 kil¨®metros de Barcelona. Las ausencias empezaron a multiplicarse y a alargarse. En 1993, la pareja se separ¨®. ¡°Mi padre¡±, explica Gerard en su libro, ¡°era un funambulista, el mejor de todos los tiempos. Pero cuando bajaba del alambre y pisaba la tierra, su vida era un desastre¡±.
Durante a?os le hab¨ªa visto m¨¢s por la televisi¨®n que en casa; a veces, los Reyes Magos no llegaban el seis de enero, sino d¨ªas m¨¢s tarde y con la generosidad extra que aporta la culpa. Pero cuando cumpli¨® los 14, el hijo mayor de Eugenio se convirti¨® en ¡°el road manager m¨¢s joven de la historia¡±. ¡°Mi padre era mi padre, y adem¨¢s, un artista. Lo compart¨ªa con todo el pa¨ªs, pero para m¨ª era algo natural. Eugenio era de todos y el ¡®Saben aquel que diu...¡¯ no era catal¨¢n, era universal. Empec¨¦ a acompa?arlo en todos los viajes. Sab¨ªa qu¨¦ pensaba solo con mirarle. A veces me ped¨ªa de madrugada que fuera a comprarle tabaco u otras cosas o me despertaba para que conociera a alguien. Me toc¨® ver y o¨ªr cosas que por mi edad no me correspond¨ªa ver ni o¨ªr, pero aquello eran lecciones de vida. Nunca me ocult¨® nada. Y hasta los ¨²ltimos a?os, cuando aparecieron cosas que yo s¨ª hab¨ªa visto antes pero ¨¦l no, fue un profesional. Sab¨ªa que si eso llegaba, mi padre no era de t¨¦rminos medios. Era un hombre de extremos¡±.
- Se refiere a la droga.
- S¨ª. Durante a?os ¨¦l no la hab¨ªa probado. No necesitaba nada para trabajar. Supongo que cay¨® ah¨ª para camuflar carencias, miedos¡
Eugenio era ¡°muy hipocondriaco¡±, pero se entreg¨® a la autodestrucci¨®n y al aislamiento. Un infarto le apart¨® en 1990 de los escenarios. Se deprimi¨®. ¡°Eran muchas cosas: el miedo, la inseguridad, la muerte de mi madre, su sentido de la responsabilidad¡ Era tremendamente divertido y tremendamente depresivo¡±, resume Gerard.
Conoci¨® a otra mujer que, seg¨²n su hijo mayor, ¡°le apart¨® del mundo¡±. ¡°Ya no ten¨ªamos acceso a ¨¦l, ni siquiera contestaba al tel¨¦fono¡±. En 1997, se cas¨® con ella, en un barco. Gerard cuenta que, al principio, se neg¨® a asistir ¡°a la peor actuaci¨®n de su vida¡±, pero finalmente acudi¨®. ¡°Me acerqu¨¦ a ¨¦l, le dese¨¦ lo que sab¨ªa que era imposible y me march¨¦¡±, recuerda en su libro. Necesidades econ¨®micas obligaron a Eugenio a volver a los escenarios, pero ya no era el mismo. Cuando Gerard tuvo a su primera hija, Andrea, lo llam¨® para darle la buena noticia. ¡°Era la una y media de la madrugada, estaba en casa, solo, y le not¨¦ algo cansado cuando le dije: ¡®?Ya eres abuelo!¡¯ Al d¨ªa siguiente vino al hospital para conocer a la ni?a. Quer¨ªa hablar conmigo e intu¨ª que no era para nada bueno. Me dijo que yo ya no le necesitaba, que ¨¦l no ten¨ªa fuerzas y que se quer¨ªa ir¡±. Gerard hizo que le tomaran la tensi¨®n y las pulsaciones. Todo parec¨ªa en orden. ¡°Le dije que por supuesto que le necesitaba, le abrac¨¦, pero ese d¨ªa, cuando me convert¨ª en padre, me desped¨ª tambi¨¦n como hijo. Escogi¨® el momento en que me vio m¨¢s fuerte, cuando yo acababa de traer a una personita al mundo y ten¨ªa esa gran responsabilidad¡±. Esa noche de marzo de 2001, en una cena, Eugenio se desplom¨® y muri¨® en los brazos de un amigo. Los m¨¦dicos dir¨ªan que de un infarto. Gerard, ¡°de pena¡±. Ten¨ªa 59 a?os.
¡°Nunca super¨® la muerte de mi madre¡±, recuerda. ¡°Se autoenga?aba, escond¨ªa ese dolor con otras cosas, pero no se recuper¨®. Durante a?os llev¨® su DNI en la cartera y su alianza de boda colgada de la cadena con esa cruz que no se quit¨® jam¨¢s¡±. ¡°En su vida se lo pas¨® muy bien, pero digo que muri¨® de pena porque en los ¨²ltimos a?os fue muy consciente de sus errores, de lo que hab¨ªa dejado en el camino¡±. Una productora ha comprado los derechos del libro de Gerard, que Albert Espinosa convertir¨¢ en guion de cine. El primer hijo de Eugenio, que ahora tiene su propio espect¨¢culo de humor, sabe qu¨¦ tipo de pel¨ªcula le gustar¨ªa ver. ¡°La de mi padre es, sobre todo, por encima de cualquier otra cosa, una historia de amor¡±.
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