De lanzar hachas a destrozar ordenadores: el ¡®boom¡¯ de las salas para soltar la rabia
Bautizadas en el mercado anglosaj¨®n como ¡®rage rooms¡¯, las habitaciones para romper cosas han proliferado conforme el mundo se ven¨ªa abajo, ya fuese con la crisis de 2008 o con la pandemia, y quiz¨¢s advierten sobre un problema de base: no sabemos gestionar las emociones
?Estamos fatal? Es posible que estemos fatal. La resaca de la pandemia, la precarizaci¨®n de los salarios, la vuelta a la oficina tras probar las mieles del teletrabajo, los alquileres imposibles, la inflaci¨®n o la falta de tiempo para una vida fuera del mundo laboral no son precisamente los ingredientes para una existencia plena y feliz. Ante esto, podemos recurrir a los libros de autoayuda, a los aceites esenciales y las velas con olor a lavanda o podemos salir a dar un paseo por el campo, pero tambi¨¦n podemos meternos en una habitaci¨®n y destrozarlo todo con un enorme martillo, que quiz¨¢s es lo que nos pide el cuerpo despu¨¦s del duod¨¦cimo mensaje de curro fuera de horario, o de comprobar cu¨¢nto ha costado ese kilo de tomates. Y, cuando decimos todo, nos referimos a todo: monitores de ordenador, pantallas, teclados, mesas, sillas, l¨¢mparas, platos y vasos. Todo.
¡°Esto viene de antes de la pandemia, pero quiz¨¢s la pandemia lo ha acentuado: la gente necesita liberar estr¨¦s, pero en su d¨ªa a d¨ªa no tienen tiempo de parar y gestionar todo aquello que les provoca esa tensi¨®n¡±, explica al otro lado del tel¨¦fono Sandra Bueno, responsable de cuentas de la empresa de organizaci¨®n de eventos Kiwe Events. En su empresa ofrecen distintas actividades dirigidas a equipos de trabajo que van desde experiencias gastron¨®micas ¡ªcomo cursos de cocina o catas de vinos¡ª o actividades de formaci¨®n ¡ªclases para aprender a hablar en p¨²blico¡ª hasta actividades m¨¢s l¨²dicas como yincanas o escape rooms. Desde hace alg¨²n tiempo, incluyen entre su cat¨¢logo algo denominado destructoterapia: ¡°Se trata de una actividad en la que, b¨¢sicamente, la gente destroza cosas¡±.
Ellos se encargan de gestionar tanto el espacio como los objetos y, despu¨¦s, los participantes de esta actividad entran en una habitaci¨®n de uno en uno, protegidos por un casco y unas gafas, para romper todo lo que se encuentren: ¡°Al principio entran algo cohibidos, hasta que les dices que s¨ª, que pueden romperlo todo, y entonces se vienen arriba¡±. Sandra Bueno explica que fueron sus clientes quienes comenzaron a demandar esta actividad; ¡°posiblemente, porque lo vieron por televisi¨®n o lo leyeron en alg¨²n reportaje de Estados Unidos¡±. Ahora, mucha gente les llama, a veces personas solas, parejas o grupos de amigos, para probarlo: ¡°Nosotros estamos enfocados a grupos de empresa a partir de 15 personas, para que por log¨ªstica nos salga rentable. Si lo hici¨¦ramos de manera individual, tendr¨ªamos que poner un precio desorbitado¡±.
En el mercado anglosaj¨®n fueron bautizadas como rage rooms o salas de la rabia, pero la primera habitaci¨®n para romper cosas naci¨® en Tokio en el a?o 2008, seg¨²n sus propios creadores, como forma para aliviar la angustia relacionada con la crisis econ¨®mica: ¡°Romper algo, como todos sabemos por experiencia, es algo extremadamente liberador y ayuda a bajar la ira acumulada. Esperamos convertirnos en la nueva forma en que los hombres y mujeres de negocios liberen su estr¨¦s¡±, comentaba Katsuya Hara, uno de los fundadores del espacio The Venting Place, en una entrevista al medio brit¨¢nico The Telegraph. ¡°Todo es recesi¨®n por aqu¨ª y recesi¨®n por all¨¢¡±, declaraba al mismo medio un entusiasta del nuevo espacio, ¡°me sent¨ªa estresado y buscaba una manera de librarme de ese estr¨¦s cuando tuve la suerte de encontrarme este lugar¡±. Por poco m¨¢s de un euro, en The Venting Place pod¨ªas destrozar una peque?a taza; por 6,35 euros, ten¨ªas para un plato grande.
En 2016, un reportaje en la revista Vice advert¨ªa sobre la proliferaci¨®n de este tipo de espacios en Estados Unidos. ¡°Las ansiedades que llevan a las personas a visitar estos espacios son universales: dramas sentimentales, estr¨¦s laboral y problemas familiares¡±, citaban en la pieza, ¡°pero, seg¨²n los due?os de estos locales, un nuevo factor de estr¨¦s est¨¢ llevando a la gente a las salas de rabia: la pol¨ªtica¡±. Ese fue a?o de elecciones presidenciales en Estados Unidos, que culminaron con la victoria de Donald Trump. Dos a?os m¨¢s tarde, en 2018, abr¨ªa en Madrid un local de caracter¨ªsticas similares: El hachazo. La diversi¨®n aqu¨ª consiste en lanzar hachas a una diana mientras se disfruta de una copa o un refresco. Su fundador, Vincent Benac, franc¨¦s afincado en Espa?a, ten¨ªa claro que este era un negocio que pod¨ªa proliferar en nuestro pa¨ªs: ¡°Hay m¨¢s escape rooms en Madrid y en Barcelona que en Francia y en Inglaterra juntos¡±, comenta a este peri¨®dico.
Hoy, hay tres locales de El hachazo en la ciudad de Madrid, uno en Valencia y uno en Murcia: ¡°Cuando empezamos ¨¦ramos los ¨²nicos en Espa?a, ven¨ªa gente de todo el pa¨ªs para lanzar hachas¡±, explica su fundador. Sobre la experiencia de usuario, lo tiene claro: ¡°La gente viene a pasarlo bien. Y todo el mundo me habla de la necesidad de descargar rabia o liberar estr¨¦s. Indudablemente, la gente suele salir mucho mejor de lo que ha entrado¡±.
¡°Estos planes dicen varias cosas de nosotros como sociedad¡±, explica al ser interrogada sobre esta cuesti¨®n Violeta Alcocer, la psic¨®loga cl¨ªnica y directora del centro Hortaleza 73, en Madrid: ¡°Habla de la normalizaci¨®n de estrategias de afrontamiento emocional disfuncionales, lo que viene a ser un fracaso en la educaci¨®n emocional de la poblaci¨®n y, especialmente, de un fracaso de las pol¨ªticas y los recursos que se supone que deber¨ªan ofrecer a las personas alternativas y estrategias eficaces para gestionar emociones dif¨ªciles como la ira, la rabia o la frustraci¨®n¡±. No es casualidad que este tipo de habitaciones hayan surgido en tiempos de crisis y que, a menudo, se publiciten con un lenguaje terap¨¦utico.
¡°La ira o la rabia son emociones que se activan cuando nos sentimos amenazados, invisibilizados, vulnerados, sometidos o abusados, y en nuestra sociedad abundan este tipo de situaciones, tanto a nivel individual, en el d¨ªa a d¨ªa, como a nivel estructural¡±, a?ade la psic¨®loga. Alcocer apunta que muchas personas no son conscientes de los factores que les est¨¢n llevando a sentirse as¨ª, por lo que experimentan las emociones y sienten el impulso de liberarse de ellas, pero sin haber identificado cu¨¢les son los detonantes de las mismas. Esta especialista en salud mental considera que es ¡°perverso¡± ofrecer la descarga de la ira como objeto de consumo: ¡°Le sale muy barato al sistema violentar a sus individuos si basta con dejarles romper una habitaci¨®n para que se regulen temporalmente, sin preguntarse realmente qu¨¦ es lo que est¨¢ mal, qu¨¦ les ha llevado a esa necesidad¡±.
Alcocer entiende por qu¨¦ estas actividades pueden resultar, como tantos participantes advierten al final de las mismas, ciertamente liberadoras: ¡°Estas actividades ayudan a soltar, pero no son estrictamente terap¨¦uticas porque no ofrecen un modelo de gesti¨®n emocional adecuado. La rabia, la ira, la frustraci¨®n o el miedo¡ son emociones primarias que secuestran nuestro cerebro primitivo y nos invitan a actuar sin pensar, muchas veces desde la agresividad¡±. Frente a esto, la manera adecuada y sana de procesar estos estados emocionales pasar¨ªa por activar la corteza cerebral que, seg¨²n la psic¨®loga, es la parte m¨¢s adecuada de nuestro cerebro: ¡°Esto lo podemos hacer poni¨¦ndole palabras a lo que nos sucede, identificando los elementos que nos provocan, hablando de ello y buscando planes de acci¨®n que nos ayuden realmente a atender ese estado emocional de forma sana¡±. Y destrozar cosas una vez al mes no cuenta como plan de acci¨®n ideal. O, quiz¨¢s s¨ª, pero despu¨¦s de una sesi¨®n de terapia.
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