El madro?o, ese arbusto con deliciosos frutos y bellos racimos de flores
En el mundo anglosaj¨®n lo llaman el ¨¢rbol de las fresas por su dulce y esf¨¦rico manjar, que se puede comer en estas fechas. Plata soberbia y unida a la ciudad de Madrid, por su peque?o tama?o es una candidata ideal para jardines con espacio reducido
El ¨¢rbol de las fresas. As¨ª llaman al madro?o (Arbutus unedo) en el mundo anglosaj¨®n. Tan dulce nombre hace referencia a sus vistosos frutos, los cuales se pueden admirar y degustar en estas fechas. Son muy ornamentales, esf¨¦ricos y con una textura rugosa muy agradable a la vista. En las crestas de aquellas rugosidades muestran un color entre rojizo y anaranjado fuerte una vez que han madurado, mientras que entre los abultamientos sale a relucir un amarillo anaranjado. Con semejantes tonalidades, que contrastan con el verde oscuro de las hojas, el madro?o es una planta soberbia y elegante.
Cuando brota el nuevo follaje, de un brillante verde hierba, contrasta con las hojas m¨¢s viejas. Por si fuera poco, las ramillas m¨¢s j¨®venes se precian de unos matices pardo-rojizos. El festival de colores del madro?o no ha terminado a¨²n, ?para nada! El tronco a?ejo se recubre de capas que se exfolian y aportan una gama de gris¨¢ceos y parduzcos muy bellos. Incluso toques bermejos en sus grietas incendian su madera aqu¨ª y all¨¢, todav¨ªa m¨¢s evidente si el ejemplar se moja con las tan esperadas lluvias que escurren por su corteza. La paleta de tintes se acrecienta en el momento en el cual maduran sus frutos con el fr¨ªo de estas semanas, a caballo entre el oto?o y el invierno. Es entonces cuando en el madro?o surgen unas estructuras sacadas de un cuento de Gloria Fuertes: como farolillos de porcelana, que incluso brillan a plena luz del d¨ªa, con paredes finas y trasl¨²cidas, abren sus flores. Son de un tejido tan sutil que dejan trasparentar la humedad y el n¨¦ctar dentro de ellas y que aguarda a los polinizadores, ansiosos por encontrar estos almuerzos en una ¨¦poca en la que la gran mayor¨ªa de las flores todav¨ªa se ocultan bajo tierra, o dentro de yemas que no abrir¨¢n hasta la primavera. As¨ª, agrupadas en racimos, como el llavero de un guard¨¦s que mantuviera libros secretos tras puertas de madera, las inflorescencias del madro?o tintinean sin sonido en la calma g¨¦lida de las madrugadas.
Esas ligeras orzas de alabastro que son sus flores nacen en la parte m¨¢s joven de las ramillas, cuando las m¨¢s prematuras comienzan a surgir a finales de la primavera e inicio del verano. Las flores m¨¢s tard¨ªas se forman en oto?o, y, tanto las primeras como las postreras, se juntan con los numerosos frutos. Estos ¨²ltimos se sienten observados por las docenas de flores que los rodean, pero a su vez piensan que, dentro de justo un a?o, esas flores se habr¨¢n transformado en lo que ellos son ahora. Parece un galimat¨ªas sin sentido, pero es como la vida misma, donde el cambio es constante.
La est¨¦tica del madro?o alcanza tambi¨¦n a su tronco, que suele ser m¨²ltiple, con varios troncos desde la base, lo que lo convierte en multicaule. Si no es as¨ª, y cuenta con un solo tronco, este suele ramificar desde muy bajo. Tanto de una como de otra forma, toda esta parte le?osa es una preciosa escultura, en muchas ocasiones con movimientos y giros muy est¨¦ticos.
El madro?o proviene de una amplia zona, que, como la magna obra Flora iberica recuerda, se extiende desde ¡°Irlanda, sur de Europa, norte de ?frica, Palestina y Macaronesia¡±, as¨ª como ¡°en casi toda la Pen¨ªnsula y Baleares¡±. Con una distribuci¨®n tan amplia, no es de extra?ar que soporte carros y carretas en lo que a condiciones de cultivo se refiere, y es indiferente a la naturaleza ¨¢cida o calc¨¢rea de los suelos. Eso s¨ª, no soporta los terrenos encharcados, y tampoco aprecia en exceso las temperaturas muy bajas y constantes en el invierno.
Es pariente de los brezos (Erica spp.), ya que comparte con ellos familia: las eric¨¢ceas. Si nos fijamos m¨ªnimamente, descubriremos que las flores del madro?o y de los brezos guardan una morfolog¨ªa pareja, y ambas son buenas plantas mel¨ªferas. Adem¨¢s del aprecio que sienten las abejas por el madro?o ¡ªya se ha comentado la palatabilidad de sus frutos, siendo muy apreciados tanto al natural como para la elaboraci¨®n de mermeladas o licores¡ª. Derivado de su uso comestible, en Asturias se le nombra popularmente como ¡°borrach¨ªn¡±, y a eso hace honor tambi¨¦n su apellido cient¨ªfico unedo: ¡°comer uno solo¡±, en referencia a sus frutos, que parecen ser capaces de embriagar si se comen en exceso. Quienes tambi¨¦n valoran sobremanera sus frutos son todos los animales del bosque, desde aves hasta mam¨ªferos, que tienen en el madro?o un buen recurso alimenticio. A cambio, sus semillas se esparcir¨¢n por toda la comarca y jardines adyacentes.
Su peque?o tama?o lo hace un candidato ideal para aquellos jardines con espacio reducido, con una altura m¨¢xima que suele rondar los cinco metros, si bien puede superarlos. Tambi¨¦n es perfecto para tapar vistas molestas, al ser perenne y muy frondoso si est¨¢ bien cultivado. Igualmente, se puede criar en un macet¨®n en la terraza.
Su nexo y fama con la ciudad de Madrid viene de antiguo, y aparece en su escudo con un oso que se apoya en un madro?o para saciar su hambre. Parece ser que no es una planta espont¨¢nea en la capital, y s¨ª m¨¢s bien apreciada por sus frutos y madera desde antiguo y por ello cultivada. Pero su v¨ªnculo s¨ª es real con los encinares, en los cuales el madro?o vegeta junto a la encina (Quercus ilex), siempre y cuando esta no se asiente en terrenos con lluvias escasas.
En estas semanas se puede probar a multiplicar esta planta a trav¨¦s de sus semillas, bien limpias de la pulpa. Si se dejan en remojo 24 horas se ablandar¨¢ su cubierta, para sembrarlas a continuaci¨®n, sin casi enterrarlas, debido a su peque?o tama?o. Le favorecer¨¢ un sustrato en el que haya una buena presencia de arena de r¨ªo de granulometr¨ªa gruesa, para mantener una correcta aireaci¨®n en torno a la semilla. Hay que tener paciencia, porque la germinaci¨®n se retrasar¨¢ hasta la primavera, y solo si se ha mantenido ese sustrato h¨²medo, sin encharcarlo: entonces, se ver¨¢n aparecer las nuevas plantitas de madro?o, una especie bella, ¨²til y llena de colores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.