Sufrir con la ruptura y otros malentendidos de las casi relaciones
Los ¡®amigovios¡¯ y ¡®follamigos¡¯ tienen sus ventajas e inconvenientes. Dejar claras las intenciones desde el principio o no crear falsas expectativas son dos claves para no quedarse con el lado amargo de una relaci¨®n casual
La historia de la literatura ha contado a todo aquel que quisiera escuchar las luces y sombras de los amores furtivos, ilegales, clandestinos, desiguales, incompletos, no pactados, informales y sin nombre. Obras como Anna Karenina (Tolst¨®i, 1878), La Regenta (Clar¨ªn, 1884), El amante de Lady Chatterley (D.H. Lawrence, 1928) o El amante (Marguerite Duras, 1984) ha...
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La historia de la literatura ha contado a todo aquel que quisiera escuchar las luces y sombras de los amores furtivos, ilegales, clandestinos, desiguales, incompletos, no pactados, informales y sin nombre. Obras como Anna Karenina (Tolst¨®i, 1878), La Regenta (Clar¨ªn, 1884), El amante de Lady Chatterley (D.H. Lawrence, 1928) o El amante (Marguerite Duras, 1984) han profundizado en el v¨¦rtigo y tambi¨¦n en el dolor de este tipo de relaciones que, no por ser ahora admitidas socialmente, son menos dolorosas. La figura del amante o la del amigo con derecho a roce ya no dar¨ªa para una epopeya literaria, no llegan a tanto; pero, desgraciadamente, en algunos casos son suficientes para generar ansiedad, desconfianza y hasta odio hacia el sexo opuesto (en el caso de los heteros) y alguna que otra consulta al psic¨®logo o sex¨®logo, para intentar comprender lo sucedido y no volver a repetirlo.
Armando (32 a?os, Buenos Aires) lleva m¨¢s de un a?o embarcado en una relaci¨®n ¡°casi algo¡± de la que le es dif¨ªcil salir, a pesar de haber recurrido a la ayuda de una psic¨®loga. Cuando conoci¨® a Clara, compa?era de facultad y amiga, ella ten¨ªa pareja, pero un buen d¨ªa lo dejaron. ¡°Me lo cont¨® y al verla tan deprimida, intent¨¦ animarla, la ayudaba en todo lo que pod¨ªa y, como viv¨ªamos cerca, empezamos a quedar m¨¢s a menudo¡±, cuenta este argentino. Los sentimientos de ¨¦l empezaron a ser algo m¨¢s que de amistad y este estudiante de Arquitectura decidi¨® expresarlos a su compa?era. ¡°Recuerdo que ella me escuch¨® en silencio y cuando acab¨¦ me dio las gracias por mi sinceridad, pero no coment¨® nada. Yo interpret¨¦ ese silencio como que sus afectos no se correspond¨ªan con los m¨ªos y me hice a la idea de que aquello no pasar¨ªa de una amistad. Sin embargo, un d¨ªa que estaba muy triste vino a mi casa y, tras el almuerzo, me propuso ir a la habitaci¨®n a dormir una siesta juntos y, al final, nos enrollamos¡±, relata. ¡°Pasamos a ser entonces amigos con derecho a roce, aunque roce no hab¨ªa mucho. Ella siempre me recalcaba que lo nuestro no era nada serio y me animaba a que saliera con otras minas, y ante los compa?eros nos present¨¢bamos como amigos¡±, contin¨²a Armando. ¡°De todas formas, cada vez sal¨ªamos m¨¢s, hac¨ªamos muchos planes juntos; Clara conoci¨® a mis amistades y a mis padres, y viceversa. Dentro de m¨ª hab¨ªa la esperanza de que aquello fuera a m¨¢s, hasta que un d¨ªa me cont¨® que sal¨ªa con un chico. Lo pas¨¦ muy mal y ya ah¨ª decid¨ª alejarme y acabar con la relaci¨®n, pero cuanto m¨¢s me distanciaba, m¨¢s se acercaba ella. Me mandaba un mensaje pregunt¨¢ndome c¨®mo estaba y dici¨¦ndome que sent¨ªa mucho que yo lo estuviera pasando mal, o me preguntaba algo sobre la facultad o los estudios. M¨¢s adelante, incluso me dec¨ªa que su pareja ya no le gustaba tanto y que pensaba dejarla, lo que me daba nuevas esperanzas¡±.
La relaci¨®n yoy¨® de Armando (ahora te dejo, ahora vuelvo), sumada a la incertidumbre de las uniones de amigovios, a los sentimientos desiguales por ambas partes y a la poca delicadeza de Clara, pueden acabar con los nervios del m¨¢s templado. Curiosamente, se da el caso de que muchos de los que se embarcan en este tipo de relaciones y las ven como un bar¨®metro de su tolerancia y modernidad (no es el caso de nuestro estudiante), acaban luego demoniz¨¢ndolas y pas¨¢ndose al bando conservador, que proclama que el ¨²nico reducto para la felicidad en pareja es el de las uniones con vocaci¨®n de largo recorrido.
¡°El problema no est¨¢ en este tipo de relaciones, que son tan buenas como las dem¨¢s, sino en las personas y en sus problem¨¢ticas¡±, afirma Gloria Arancibia Clavel, psic¨®loga y sex¨®loga con consulta en Madrid. ¡°Hay que tener una cierta madurez para embarcarse en este tipo de interacci¨®n sin salir maltrecho. Pero, adem¨¢s, hay mucha gente que se est¨¢ enga?ando a s¨ª misma y que lo que quiere, en el fondo, es algo m¨¢s serio, pero transige en este tipo de uni¨®n porque le gusta el otro/a y piensa que esta es una manera de empezar o de engancharlo. Y, claro, cuando la cosa no sale as¨ª aparece la frustraci¨®n y el sufrimiento¡±, se?ala.
No todas las personas est¨¢n capacitadas para manejar los ¡°casi algo¡± con alegr¨ªa, pasi¨®n, cari?o, humor, entendiendo los l¨ªmites y poniendo un final feliz a la relaci¨®n, que se recordar¨¢ como algo ef¨ªmero pero hermoso. Para empezar porque, como subraya el sex¨®logo Ra¨²l Gonz¨¢lez Castellanos, tambi¨¦n psicopedagogo y terapeuta de pareja del gabinete A la Par, en Madrid, ¡°las relaciones sexuales, nos guste o no, siempre crean unos lazos, y cuanto m¨¢s satisfactorias sean m¨¢s nos van a enganchar¡±. Y a?ade: ¡°La culpa de esto la tiene la feniletilamina, el ¡®neurotransmisor del amor¡¯ que crea adicci¨®n; y la oxitocina, ¡®la hormona de los afectos¡¯. No es f¨¢cil escapar a la qu¨ªmica y lo que casi siempre ocurre es que un miembro de la pareja siente m¨¢s que el otro, y ah¨ª empieza el desencuentro¡±.
Sujetando los sentimientos
Para evitar este engorroso problema en las relaciones casuales, el que empieza a desarrollar sentimientos m¨¢s fuertes tiende a sujetarlos para evitar el sufrimiento; ignorando que lo que tambi¨¦n va a reprimir es la pasi¨®n, el placer y el arte de dejarse llevar, imprescindibles para el goce. Se racionan entonces las llamadas, las caricias, los encuentros, las demostraciones de cari?o o pasi¨®n en el economato de los ¡°casi algo¡±, como si nuestra asignatura pendiente en el sexo no fuera la de sentir, sin hacer caso a las advertencias de nuestra mente pacata y agorera.
¡°La paradoja es que, al final, por mucho que cerquemos nuestros sentimientos, vamos a sufrir igual o m¨¢s¡±, puntualiza Arancibia, ¡°porque no nos habremos dado el permiso de disfrutar, de dejarse fluir en la relaci¨®n y eso puede crear tambi¨¦n una peligrosa pauta para futuras relaciones. Los sentimientos van por libre y no deber¨ªamos ponerle l¨ªmites, pero, en el fondo, es un problema de miedo al abandono, a la soledad, a que nos dejen. Se nos ha dado en el mensaje de que solo no vas a poder con la vida, mejor en pareja; y a las mujeres se nos ha reforzado mucho m¨¢s, por eso hacemos muchas cosas que no nos gustan para evitar la ruptura¡±.
En opini¨®n de Ra¨²l Gonz¨¢lez, las personas m¨¢s proclives a este tipo de relaciones entrar¨ªan en tres grupos: los propensos a caer en los amores canallas, los adictos al enamoramiento y los al¨¦rgicos al compromiso. ¡°En los amores canallas hay mucha pasi¨®n, pocos planes de futuro y, a menudo, nos atraen los contrarios (el caso del malote). En definitiva, es una atracci¨®n sexual, pura qu¨ªmica; aunque con el tiempo alguien puede engancharse. Los segundos son los adictos al c¨®ctel hormonal que nos produce el enamoramiento. En busca perpetua de esta sensaci¨®n y, cuando la cosa se enfr¨ªa, cortan y lo dejan. Los terceros quieren quedarse solo con lo bueno de la pareja, valoran mucho su independencia y no quieren renunciar a ella para abrazar los muchos problemas de las relaciones estables. Los que tienen un apego inseguro son los que pueden sufrir m¨¢s en este tipo de relaciones. Son personas vulnerables, con miedo a sentirse rechazadas, muy influenciables por las opiniones ajenas y que, a menudo, ocultan a sus parejas por miedo a lo que puedan decir sus amistades o familiares¡±.
Para sufrir menos
Cuando Armando echa la vista atr¨¢s, confiesa que ten¨ªa que haber dejado la relaci¨®n cuando comprob¨® que sus intereses no eran los mismos. ¡°Pero, como se dice, la esperanza es lo ¨²ltimo que se pierde¡±, dice. La falta de un cierre claro, es otra de las caracter¨ªsticas de este tipo de encuentros, sin principio ni fin.
¡°Cuando decides que te vas a comer un chulet¨®n o un pastel, o fumarte un puro, aunque sepas que no te conviene, si has tomado esa decisi¨®n, hazlo sin remordimientos y disfruta del momento, que ya ma?ana volver¨¢s a la dieta¡±, ejemplifica Gonz¨¢lez. ¡°Lo que no debes hacer es estar comiendo la tarta y pensando en lo que te va a engordar, porque as¨ª solo te quedas con lo malo. Con el remordimiento y con las calor¨ªas. Algo parecido pasa con este tipo de relaciones, hay que saber lo que son y a d¨®nde nos llevan; por eso yo recomiendo que antes de iniciar una hay que dejar muy claras las intenciones, poner las cartas sobre la mesa para que nadie se cree falsas expectativas. Y, si la cosa cambia, pues ir notific¨¢ndolo al otro¡±, aconseja este sex¨®logo.
¡°No somos novios, pero sufrimos la ruptura¡± es otra de las consecuencias de los mil y un malentendidos de los ¡°casi algo¡±; que, al no ser nada definido, pareciera que est¨¢n exentos del duelo que se merece cualquier relaci¨®n que llega a su fin. ¡°Este es otro de los problemas m¨¢s comunes: muy pocos se permiten sufrir y llorar en el hombro de un amigo, porque la respuesta m¨¢s probable que encuentren sea: ¡®?Pero t¨² eres tonto! ?No me dijiste que era un follamigo? ?A qu¨¦ viene tanto drama, ni que fuera tu novio de toda la vida?¡±, apunta Arancibia. ¡°Las parejas homosexuales parecen llevar mejor este tipo de relaciones¡±, reflexiona Arancibia, ¡°tal vez porque lo hayan tenido m¨¢s complicado y hayan desarrollado m¨¢s herramientas. La resistencia ayuda mucho a liberarse¡±.