El misterio de la Sala Bagdad de Barcelona: ?por qu¨¦ hay quien paga 100 euros para ver porno en vivo si lo tiene en cualquier sitio?
A punto de cumplir medio siglo de vida, este establecimiento de espect¨¢culos er¨®ticos sigue atrayendo al p¨²blico, aunque hoy es m¨¢s heterog¨¦neo que en sus inicios. ¡°Esto no es para masturbarse ni es un local de intercambio: aqu¨ª hay una sensibilidad¡±, aclara su due?a Juani de Luc¨ªa
Se abre el tel¨®n y los focos apuntan a un escenario giratorio. Al ritmo de la m¨²sica, una mujer se empieza a desnudar. En pocos minutos ya no le queda ninguna prenda y se masturba desde una barra, a escasos cent¨ªmetros de las butacas. Al despedirse, aparecen otras cinco mujeres que, de forma m¨¢s recatada, acaban entrelazadas y cubriendo parte de su anatom¨ªa. Este n¨²mero da paso a una pareja heterosexual que practica sexo expl¨ªcito mientras la tarima da vueltas. Todo esto ocurre una noche cualquiera en la Sala Bagdad de Barcelona, un m¨ªtico local de espect¨¢culos er¨®ticos que est¨¢ a punto de cumplir 50 a?os. Medio siglo de vida donde el contenido apenas ha variado: hombres y mujeres, m¨¢s de lo segundo que de lo primero, mantienen relaciones sexuales en un escenario a varios metros bajo las aceras de la avenida del Paralelo de la capital catalana. A¨²n hoy, con una entrada de 100 euros por cabeza, copa incluida, sigue teniendo p¨²blico.
Grupos de j¨®venes que andan de visita por Barcelona, despedidas de soltero, espectadores solitarios o parejas: la audiencia se ha vuelto algo m¨¢s heterog¨¦nea y ha cambiado en proporci¨®n y h¨¢bitos a la de hace cinco d¨¦cadas, pero el objetivo no ha variado: ver porno en vivo. Y¨¦ndonos a los a?os de la inauguraci¨®n, se entend¨ªa el inter¨¦s por lo prohibido en los estertores de una dictadura. Con la llegada de los ochenta y el ansia de liberaci¨®n, el confeti social alumbr¨® el desprejuicio por este tipo de lugares. Incluso entrados en los 2000, con el inicio de una tecnolog¨ªa digital donde se empezaba a propagar el contenido subido de tono, ten¨ªa su tir¨®n. El devenir de internet foment¨® la curiosidad por ese mundillo, donde ya asomaban nombres propios como Nacho Vidal o Sophie Evans (que se hab¨ªan formado, precisamente, en la Sala Bagdad). Lo que vino despu¨¦s, sin embargo, fue dinamita: las pantallas de ordenadores y m¨®viles ¡ªa trav¨¦s de p¨¢ginas web, plataformas de citas, publicidad invasiva, v¨ªdeos recortados o incluso memes y gifs en mensajer¨ªa y redes¡ª se plagaron de est¨ªmulos pornogr¨¢ficos.
?Por qu¨¦, entonces, hay quien acude a un sitio como la Sala Bagdad, paga una entrada y observa en directo lo que tiene gratis al alcance de su mano? Juani de Luc¨ªa, su propietaria de 68 a?os, lo tiene claro: ¡°Esto no es como ver porno en tu casa. Es una experiencia para compartir. Es algo bonito de ver desde una butaca, tomando una copa¡±. La due?a habla de su negocio, que fund¨® junto a su marido, Rafael Luc¨ªa ¡ªde quien adopt¨® el apellido¡ª, como una propuesta m¨¢s art¨ªstica que lujuriosa. ¡°Esto no es para masturbarse ni es un local de intercambio: aqu¨ª hay una sensibilidad y no se hacen pr¨¢cticas duras¡±, aclara. ¡°Es algo m¨¢s completo. Son las ganas de salir, de divertirse, de ver chicas guapas. Si quitamos lo directo y lo personal, apaga y v¨¢monos¡±, a?ade De Luc¨ªa desde su despacho. Ella lo compara a tomar una cerveza solo en casa o ir a una discoteca y envolverse en el ambiente. Bagdad, apunta, es una ense?a y un reclamo. Se promociona como la ¨²nica sala con un show er¨®tico ¡°completo¡± de Europa y naci¨® despu¨¦s de un viaje por Hamburgo. ¡°En el barrio de Sant Pauli vimos que hab¨ªa estos n¨²meros sexuales. Y pensamos en hacer algo as¨ª en el centro de Barcelona. Conseguimos este espacio, que era un tablao donde hab¨ªan actuado los mejores. Luego encontramos otros, en Holanda o los que hicieron en Ibiza, pero no eran igual¡±, comenta en plural, incluyendo a su esposo, fallecido en 2021.
Para Juani de Luc¨ªa, la Sala Bagdad sigue existiendo porque a la gente ¡°le atrae¡± y porque ¡°pueden participar, siempre respetando a quien est¨¦ en el escenario y al p¨²blico¡±. Algo que se comprueba en esas filas de asientos colocadas frente al tel¨®n que da pie a cada espect¨¢culo. El aforo es de 100 personas y en estos momentos hay 25 artistas contratadas, 21 chicas y 4 chicos, que bailan y se aproximan a esos asistentes a los que se refiere la directora. En el p¨²blico hay dos parejas, algunos hombres veteranos que afirman acudir regularmente con el objetivo de excitarse y chicos j¨®venes que jalean a quienes est¨¢n sobre las tablas. ¡°Al principio era un p¨²blico mucho m¨¢s retra¨ªdo. Casi todo eran hombres y las se?oras, si entraban, se pon¨ªan en otro lugar. Ahora hay parejas que acuden una vez al mes y las mujeres, que ven¨ªan m¨¢s rezagadas, ahora son las que piden¡±, apunta De Luc¨ªa sobre la transformaci¨®n de la clientela. No da un perfil concreto, aunque reconoce que abundan los extranjeros y que la afluencia ha bajado con respecto a esas noches en las que la cola daba la vuelta a la esquina.
De algunas de esas noches gloriosas se acuerda Dinio Garc¨ªa. El c¨¦lebre cubano, que dio el salto a la fama por su romance con Marujita D¨ªaz, act¨²a cada noche con Rafa, su hermano gemelo. ¡°Bagdad es un emblema. La gente viene para ver el sitio donde empezaron muchos actores y porque es algo ¨²nico. Y los que quieren introducirse o ya est¨¢n en el porno, quieren pasar por su escenario, que es la meca, es un nombre con prestigio¡±, cavila en la puerta durante un descanso. ?l cree que ponerse un v¨ªdeo en alg¨²n dispositivo no tiene nada que ver: ¡°Esto es cercano, diferente¡±, resume.
Llu¨ªs Ballester, soci¨®logo y experto en pornograf¨ªa, defiende que la asistencia a estos lugares es una dimensi¨®n paralela al auge del consumo. ¡°Da la impresi¨®n de que entre el consumidor habitual hay inter¨¦s en conocer la industria o el backstage. O ver cara a cara a las mujeres. Hay un cierto morbo que, ahora, se ajusta a la marca personal de los actores y actrices¡±, relata, estupefacto por el inagotable incremento del mundillo, a pesar de su ubicuidad: ¡°Es sorprendente ver c¨®mo existen miles de canales, pero se establece una especie de relaci¨®n con una cultura que les hace ir a otros encuentros profesionales¡±.
Comenta el experto que la asistencia a estas salas o a los salones er¨®ticos y diferentes n¨²meros sexuales se abre camino junto a la adicci¨®n al porno, que implica no solo verlo, sino ¡°participar¡±. ¡°Est¨¢n tan metidos que es lo ¨²nico que les falta. Por eso no solo van a estos sitios, tambi¨¦n interact¨²an online o pagan por seguir a actrices en particular e intercambiar mensajes, por verlas en c¨¢maras privadas¡¡±, enumera, aludiendo a un enganche cada vez m¨¢s temprano. Seg¨²n el informe Juventud y pornograf¨ªa en la era digital. Consumo, percepci¨®n y efectos, de la Fundaci¨®n Fad Juventud, seis de cada 10 j¨®venes en Espa?a (62,5%) consumen pornograf¨ªa (un 72,1% en el caso de los chicos) y, de estos, casi la mitad admite que ve demasiado (45,8%) y que ha intentado reducirlo, pero no ha podido (45,7%). El estudio de finales de 2023, realizado a trav¨¦s de una encuesta a 1.259 personas entre 16 y 29 a?os y entrevistas con expertos en sexualidad, educaci¨®n y g¨¦nero, tambi¨¦n se?ala c¨®mo la mitad de los j¨®venes que ve porno cree que ve demasiado (al 16,5% le pasa con mucha frecuencia o a menudo) y reconoce que ha intentado bajar el consumo sin ¨¦xito (el 22,9% con mucha frecuencia o a menudo). Adem¨¢s, para el 35% el porno afecta negativamente a ¨¢mbitos importantes de su vida, como ¡°el rendimiento educativo/laboral o el sue?o¡±.
Y, en lo relativo a la cuesti¨®n abordada, el 52,6% de los j¨®venes que invierten dinero en pornograf¨ªa ha sentido en alg¨²n momento que gastaba demasiado en ello, y un 10,7% con mucha frecuencia. Por g¨¦nero, ellos son los que consumen m¨¢s porno, de cualquier tipo: 22,4% de los chicos lo ve diariamente y la mitad (48,1%), al menos una vez por semana, frente al 2,1% y el 13,6% de las chicas. La mayor¨ªa, concluye el informe, accede por primera vez a este contenido alrededor de los 13 a?os, aunque ellos suelen conocerlo antes, y el 49,5% lo se?ala como una fuente de inspiraci¨®n para sus relaciones. ¡°Tambi¨¦n deriva en adicci¨®n y llega a lo patol¨®gico¡±, incide Ballester, refiri¨¦ndose a las consecuencias en las relaciones sexuales, donde se concibe lo violento como algo normal, y en el bolsillo. ¡°Hay mecanismos para que se pague una versi¨®n Premium, como dejar contenido exclusivo o darlo gratis unos d¨ªas, como ocurri¨® en la pandemia. Adem¨¢s, est¨¢n las aplicaciones como OnlyFans, donde se busca lo personalizado¡±, sopesa quien es profesor titular en el departamento de Pedagog¨ªa y Did¨¢cticas Espec¨ªficas en la Universidad de les Illes Balears.
Paula ?lvarez, sex¨®loga y una de las conductoras del podcast Nos tienen contentas, agrega otro factor: la fiabilidad. ¡°Ir a un sitio como la Sala Bagdad tiene algo de experiencia social y un halo de algo seguro. En otros lugares tambi¨¦n van parejas a experimentar, pero esto se asemeja m¨¢s a los clubes de striptease. Puede ser algo er¨®tico y que da morbo, pero a la vez es seguro: te permite estar como un voyeur, pero aceptando que te vean ah¨ª y no en un prost¨ªbulo. Es salvaje y atrevido, pero sin el miedo de que te involucren para participar¡±, sintetiza.
¡°No creo que termine desapareciendo¡±, apunta Llu¨ªs Ballester sobre la Sala Bagdad. ¡°El grueso, no obstante, va a estar en lo oculto. Es un negocio que parte de la pornograf¨ªa. Se har¨¢ por el morbo de verlo desde la frontera, desde la marginalidad¡±, concede el te¨®rico. Juani de Luc¨ªa, que no tiene pensado jubilarse y que sigue cada madrugada esos espect¨¢culos donde se posan los focos, zanja el interrogante con una raz¨®n inapelable: ¡°El sexo no lo mata nadie¡±.
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