El bordado como lenguaje y expresi¨®n de identidad alza la voz en el Wereldmuseum de R¨®terdam
Una exposici¨®n en la ciudad portuaria holandesa propone un recorrido en torno a una t¨¦cnica basada en 10 puntadas b¨¢sicas, cuyos autores suelen ser an¨®nimos y objeto, a veces, de apropiaci¨®n cultural
El bordado es una forma de adornar tejidos con ayuda, sobre todo, de aguja e hilo. Una labor, en sentido amplio, asociada tradicionalmente a la mujer en el hogar. Cuando lo hace el hombre, suele ser en talleres fuera de casa y maneja piel o hebras met¨¢licas. Bordar, sin embargo, es tambi¨¦n una expresi¨®n cultural y de identidad transmitida entre generaciones y un documento hist¨®rico. Es un lenguaje que supera la belleza de lo cotidiano y refleja sobre un pa?o mucho m¨¢s que el poder¨ªo del due?o de la prenda. Puede plasmar hechos traum¨¢ticos, como el sufrimiento padecido durante la II Guerra Mundial. Y puede ser objeto de apropiaci¨®n cultural indebida en la industria de la moda. El Wereldmuseum (Museo del Mundo) de R¨®terdam ha reunido por primera vez cerca de 200 piezas de su colecci¨®n de bordaduras para trazar un recorrido por las distintas edades de una t¨¦cnica que utiliza 10 puntadas b¨¢sicas en las que se apoyan todas las dem¨¢s. Hilos en lugar de palabras, que es el t¨ªtulo de la muestra, abierta hasta el pr¨®ximo 22 de octubre, en neerland¨¦s: Geen woorden maar draden.
El bordado m¨¢s antiguo que se conserva proviene de la tumba del fara¨®n egipcio Tutankam¨®n, fallecido alrededor de 1323 antes de Cristo. Griegos y romanos bordaban ya con hilo de oro, lo mismo que vikingos, chinos y japoneses. Seg¨²n las investigaciones efectuadas por Gillian Vogelsang-Eastwood, que ha trabajado en la Enciclopedia Mundial del Bordado (Bloomsbury, Londres), hay 10 puntos esenciales para bordar que se repiten en todo el mundo. Son estos: cadeneta, relleno con volumen, partido, de cruz, atr¨¢s, tallo, de bastilla, de espig¨®n, nudo (franc¨¦s) y fest¨®n. Se han ido combinando y han aparecido variaciones para poder crear motivos de gran exigencia creativa y manual. Podr¨ªa compararse a las notas musicales, con un n¨²mero concreto y luego todas sus posibilidades.
¡°Se suele pensar que el bordado surgi¨® en un solo lugar para luego esparcirse por el mundo. Es una teor¨ªa. Pero el hecho de que haya 10 puntadas b¨¢sicas implica que pudieron haberse inventado simult¨¢neamente en varios lugares¡±, asegura Daan van Dartel, conservadora de Cultura Popular y Moda del Wereldmuseum. La pieza m¨¢s antigua que poseen es de Per¨², fechada entre los a?os 1000 y 1400 despu¨¦s de Cristo, y est¨¢ elaborada con cadeneta. El centro es etnogr¨¢fico, y se ha propuesto abordar tambi¨¦n la distinci¨®n entre arte y artesan¨ªa en este ¨¢mbito. ¡°Es una visi¨®n occidental, porque apenas contamos con el nombre de los bordadores, que tampoco aparece en muchas colecciones privadas. Cuando la ejecuci¨®n de los bordados destinados a uso familiar puede ser tan compleja como la de las creaciones de alta costura¡±.
El anonimato de los bordadores se ha mantenido, con excepciones, hasta hoy. ?Qui¨¦n conoce a las bordadoras de los talleres de dise?adores famosos, o de las cadenas de la denominada moda r¨¢pida? ?C¨®mo se llamaban las que bordaron el kimono de novia del siglo XIX que abre la exposici¨®n? Salpicado de aves f¨¦nix, grullas y tortugas, considerados s¨ªmbolos de una vida larga y feliz, cuelga junto a una dalm¨¢tica de 1890-1900. Esta vestimenta lit¨²rgica, destinada al di¨¢cono, tiene por delante a Santa Marta, la hermana de L¨¢zaro. Por detr¨¢s, asoma un obispo. En ambas piezas predomina el oro, y la riqueza y reverencia de su hechura contrasta con otra casulla, esta vez reciclada y trabajada en 2018 por la artista holandesa Alexandra Drenth. Con una combinaci¨®n textil que abarca desde el punto de cruz a las aplicaciones de peque?as piezas del patchwork (almazuela, es el sin¨®nimo utilizado en espa?ol) crea un paisaje con flores y plantas que mezcla la sostenibilidad de sus materiales reciclados con los motivos reflejados en otros siglos y continentes.
Un antiguo refr¨¢n tunecino citado en una cartela dice que ¡°cada hilo tiene un alma¡±, y en el recorrido por ropajes, gorros y t¨²nicas hay momentos conmovedores y otros muy dolorosos. Ocurre con una t¨²nica de Saida Bennoude Azzabi, nacida en 1952 en Marruecos y que emigr¨® a los Pa¨ªses Bajos. Bordada en Tarz Fassi, unos patrones geom¨¦tricos que son patrimonio textil marroqu¨ª, ha compartido por primera vez su archivo con el museo porque no vende sus prendas. Dejan tambi¨¦n sin aliento unos zapatos chinos de seda bordados por las propias usuarias. Son de 1886-1890 y diminutos, porque la costumbre era vendar los pies de las ni?as de clase alta para que no crecieran: el pie de loto. Las mujeres m¨¢s pobres no lo hac¨ªan porque as¨ª no pod¨ªan andar y trabajar. Tambi¨¦n se expone una cazadora de raso de estilo aviador (bomber jacket, en ingl¨¦s) de Mohammed Khoja, que resalta en dorado el 24 de junio de 2018. A partir de ese d¨ªa, las mujeres pod¨ªan conducir en su pa¨ªs, Arabia Saudita. ¡°La chaqueta marca un momento se?alado que no oculta la discrepancia resultante de que el hombre autorice a las mujeres a conducir un coche¡±, se?ala la conservadora. La distinci¨®n de g¨¦nero puede verse a su vez en un pantal¨®n masculino de lucha, de 1972. Es originario de Ir¨¢n y est¨¢ hecho por hombres con un cord¨®n ¨¢spero. ¡°Aunque en las perneras hay escritos mensajes sobre la humildad con que deben comportarse en el combate, el roce puede da?ar la piel del rival¡±. Humildes, pero no ingenuos, estos luchadores.
Todas las piezas est¨¢n colgadas en vitrinas para evitar su deterioro, y el dolor llega en un pasillo donde se ha dispuesto un banco para que el visitante pueda sentarse y meditar. Rodeadas de tejidos esplendorosos de distintos estilos, culturas y religiones, aqu¨ª cuelgan unas arpilleras chilenas que ilustran la desaparici¨®n de ciudadanos durante la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990). En primer plano, el arresto. Al fondo, luce el sol en un d¨ªa cualquiera marcado por la tragedia. Enfrente, un corte de lino y algod¨®n de 1944-1945 recoge la vida durante la ocupaci¨®n alemana de los Pa¨ªses Bajos en la II Guerra Mundial. Presenta una iglesia de R¨®terdam destruida por las bombas y las colas del hambre, as¨ª como la liberaci¨®n por parte de los Aliados. Aqu¨ª s¨ª hay autores conocidos: lo hizo Mar¨ªa van Hemert sobre un dise?o de Jan Kamman. Al lado, un trozo de algod¨®n recuerda el campo japon¨¦s de internamiento de Muntilan, en Indonesia, durante la misma contienda. ¡°Hay historias de mujeres que cambiaron su comida por hilos para bordar, porque all¨ª la tarea las sosten¨ªa emocionalmente¡±, apunta Van Dartel.
Se puede bordar sobre pl¨¢stico, piel o corteza de ¨¢rbol. Y hay agujas inesperadas, como las p¨²as de puercoesp¨ªn, que pueden ser al mismo tiempo hebra. Uno de los problemas del anonimato de los autores es la apropiaci¨®n cultural, fen¨®meno al que no han escapado algunos dise?adores de moda. En 2015, la francesa Isabel Marant utiliz¨® bordados originarios de la comunidad mixe de Santa Mar¨ªa de Tlahuitoltepec, en Oaxaca (M¨¦xico), y fue demandada por plagio. En 2018, Zara present¨® una chamarra con un dibujo similar a un bordado de las mujeres de Aguacatenango, en el municipio Venustiano Carranza, de Chiapas. Y en 2019, la casa Carolina Herrera fue se?alada por inspirarse en bordados propios de comunidades ind¨ªgenas mexicanas. El Wereldmuseum ha optado por incluir el traje de chaqueta Artemisa, de la dise?adora Zyanya Keizer, que trabaja con una versi¨®n de los bordados otom¨ªes tradicionales del mismo pueblo del altiplano central mexicano. Hay una forma simplificada, llamada tenango, y Keizer elabor¨® su ropaje con ellos. Les pag¨® y dio visibilidad. Lo bordaron Artemisa y Sandra P¨¦rez Basilio.
Al final del viaje, estalla el colorido del huipil, prenda de tradici¨®n ind¨ªgena del pueblo Mazateco, en Oaxaca. Es una vestimenta usada tambi¨¦n en Centroam¨¦rica, y el museo tiene la mejor colecci¨®n de su clase fuera de suelo mexicano. Antes de salir, queda un apunte sobre el uso que la artista Frida Kahlo hizo de los bordados de Tijuana. ¡°Las mujeres de esta zona fueron presentadas como un s¨ªmbolo de fuerza durante la revoluci¨®n¡±, explica la conservadora holandesa. En su opini¨®n, Kahlo no solo lo llevaba para reivindicar la cultura ind¨ªgena, sino para presentarse como feminista.
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