La descarbonizaci¨®n revela su lado m¨¢s desafiante
El plan para reducir las emisiones a cero en 2050 es una meta vital para el planeta, pero tambi¨¦n lo es que ?gobiernos y empresas aborden c¨®mo atajar el coste social que tendr¨¢
Quiz¨¢s al mundo le falta un pa¨ªs: el de las buenas intenciones. Una tierra m¨ªtica donde los vencidos ser¨¢n hermosos y las consecuencias de cualquier acto mejorar¨¢n la vida de sus habitantes. Pero no existe. Quiz¨¢s las naciones ricas del planeta debieron tenerlo en cuenta cuando decidieron cambiar ¡ªen un tiempo nunca visto antes en la historia¡ª casi por completo los fundamentos energ¨¦ticos de la econom¨ªa mundial. Todo el planeta quiere ser verde y libre de carbono, como Europa, en 2050. Aunque cada vez surgen m¨¢s dudas de que resulte posible. Y en la naci¨®n de las buenas intenciones alguien se olvid¨® advertir del elevado coste econ¨®mico y social que tendr¨¢ ¡ªsolo¡ª intentarlo.
Puede que no exista otra opci¨®n. Puede que ¡°tampoco exista a¨²n el caballero blanco tecnol¨®gico global¡± para hacer la transici¨®n. Puede estar en lo cierto Antonio Rojas, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Pero la tecnolog¨ªa, la geopol¨ªtica, el tiempo, la naturaleza del ser humano y la historia arrastran cadenas. El petr¨®leo se descubri¨® (comercialmente) en 1859 y a¨²n hoy contin¨²a siendo la principal fuente de energ¨ªa. Eso s¨ª, solo quedan tres d¨¦cadas hasta 2050. El tiempo no resulta tan relativo. ¡°El cambio dejar¨¢ cicatrices sociales y econ¨®micas, y ser¨¢n profundas¡±, refrenda, a la pregunta del periodista, Mariano Marzo, catedr¨¢tico em¨¦rito de la Universidad de Barcelona (Departamento de Din¨¢mica de la Tierra y del Oc¨¦ano, Facultad de Ciencias de la Tierra). Y no solo porque los hidrocarburos formen parte del universo del hombre. Pl¨¢stico, alquitr¨¢n, detergentes, fertilizantes¡ Sino porque ese para¨ªso intangible que se llama mercado vive en el presente de sus ganancias y el futuro nunca es una tierra prometida.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) revelaba en diciembre que el carb¨®n, el petr¨®leo y el gas recibieron en 2020 unos 11 millones de d¨®lares por minuto en todo el mundo en subsidios. Cada minuto de cada hora de cada d¨ªa durante los 365 amaneceres de un a?o entero. ¡°Con lo que tambi¨¦n se pierde un 6% de los impuestos que tendr¨ªan que pagar¡±, critica la organizaci¨®n. Se volatilizan ingresos que deber¨ªan contribuir a mitigar los da?os que causan en el medio ambiente. ¡°Para estabilizar las temperaturas globales debemos abandonar urgentemente los combustibles f¨®siles en vez de a?adir gasolina al fuego¡±, apunta Mike Coffin, analista de Carbon Tracker. Aunque hasta ahora los 60 bancos m¨¢s grandes del planeta defend¨ªan otro relato. Financiaron con cuatro billones de d¨®lares (3,53 billones de euros) a esta industria entre 2016 y 2020, seg¨²n un trabajo conjunto de marzo de 2021 de diversas organizaciones clim¨¢ticas como Rainforest Action Network (RAN) o Bank Track.
Los n¨²meros hablan
Pero ?estamos listos para las consecuencias de verter agua sobre las llamas? La consultora McKinsey ¡ªen su informe The Net-Zero Transition: What it Would Cost, What it Could Bring (La transici¨®n al neto cero: Lo que podr¨ªa costar, lo que podr¨ªa aportar)¡ª estima que lograr las emisiones netas cero en 2050 costar¨¢ al mundo inversiones por valor de 9,2 billones de d¨®lares (8,1 billones de euros) al a?o. Unos 3,5 billones m¨¢s que actualmente. En total, 275 billones de d¨®lares (243 billones de euros). El 7,5% de la riqueza del planeta. Contando con que aparezca el caballero blanco energ¨¦tico. ¡°En muchas industrias ya existen esas tecnolog¨ªas para reducir emisiones, lo que hace falta es m¨¢s inversi¨®n e innovaci¨®n junto a pol¨ªticas que fomenten la I+D e incentiven la adopci¨®n de estas estrategias¡±, subraya Marie Vandendriessche, investigadora s¨¦nior de EsadeGeo. Aunque entre medias orvalla esfuerzo y sufrimiento. ?De los de siempre? La firma prev¨¦ que el precio de la distribuci¨®n de la electricidad subir¨¢ un 20%, la demanda ser¨¢ el doble, el acero aumentar¨¢ (sobre sus valores actuales) el 30% y el cemento un 45%. A?o 2050. Las renovables crear¨¢n unos 200 millones de trabajos y se perder¨¢n 185 millones, sobre todo en la industria f¨®sil. No es una suma, sino una resta. Miles de personas desaparecer¨¢n del mercado de trabajo. La econom¨ªa de las buenas intenciones exilia a sus perdedores. Pese a las iniciativas legales que pretenden una transici¨®n justa. ?Un ox¨ªmoron? Pocas dudas hay. Mientras se espera encontrar el tr¨¦bol de cuatro hojas de la transici¨®n energ¨¦tica, la inflaci¨®n es la savia que asciende por el tronco e impulsa las malas hierbas. ¡°Limitar el suministro de combustibles f¨®siles provoca que los precios aumenten¡±, reconoce Xavier Chollet, gestor del fondo Pictet-Clean Energy. ¡°Pero las energ¨ªas renovables e¨®licas y solar, tras una d¨¦cada dr¨¢stica de reducci¨®n de costes ¡ªque contin¨²a¡ª, son ya la fuente de energ¨ªa m¨¢s barata en varias regiones. Incluso resultan deflacionarias al ser gratuitas¡±.
Tiene su l¨®gica. Tambi¨¦n el economista ingl¨¦s Arthur Pigou (1877-1959) cuando dec¨ªa aquello de que ¡°quien contamine pague¡±. Por eso, la Uni¨®n Europea decidi¨® aumentar los precios de los derechos de emisi¨®n, pensados para reducir la contaminaci¨®n procedente de gases de efecto invernadero. ¡°Pero esto significa que, dado el ritmo al que puede avanzar la sustituci¨®n de energ¨ªas sucias por limpias, los precios de la energ¨ªa subir¨¢n [ya lo estamos viendo]¡±, observa Jos¨¦ Mar¨ªa Montalvo, catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universitat Pompeu Fabra (UPF). ¡°?Y ojo!¡±, exclama, ¡°porque la mayor¨ªa de las revueltas sociales vividas en los ¨²ltimos a?os (Chile, Francia, Kazajist¨¢n) comenzaron por el aumento de los precios energ¨¦ticos y no por la desigualdad o la pobreza¡±.
Sin embargo, la injusticia habita los hogares. Sobre unos pies que no calzan, precisamente, diamantes en las suelas de sus zapatos. Si se fuerza a la banca ¡ªanaliza el docente¡ª a financiar solo actividades verdes, es posible, por ejemplo, encontrar situaciones en las que una familia con pocos recursos no pueda acceder a una hipoteca, o no se la den, porque adquirir una vivienda con la certificaci¨®n de sostenibilidad sea m¨¢s cara. Otro caso. ¡°Los coches contaminantes tienen prohibido el acceso en algunas ciudades, como Barcelona. Quien no pueda permitirse uno nuevo est¨¢ penalizado por ser pobre. Da p¨¢nico cuando algunos cient¨ªficos se convierten en activistas y solo piensan con los anteojos puestos¡±, subraya Montalvo. ¡°La transici¨®n ecol¨®gica tendr¨¢ un coste elevado y fracasar¨¢ si no se reparte de forma adecuada¡±.
El mejor artesano de todos es el tiempo. Su percepci¨®n. Entre el ego¨ªsmo del presente y la ¡°generosidad¡± del ma?ana. Aquello que llam¨® Mark Carney, exgobernador del Banco de Inglaterra, en 2015 la ¡°tragedia del horizonte¡±. Los impactos m¨¢s catastr¨®ficos de la emergencia clim¨¢tica se sentir¨¢n en d¨¦cadas. Y la generaci¨®n actual joven ¡ªsorprendida entre dos crisis econ¨®micas mundiales y una pandemia¡ª cree que el horizonte es chatarra. Pese al optimismo del dinero. La compa?¨ªa financiera Aurea Capital Partners transporta esa iridiscencia dorada. ¡°Espa?a recibe un 35% m¨¢s de irradiaci¨®n del Sol que el resto de los pa¨ªses del sur del continente, y cada euro invertido aqu¨ª en producci¨®n solar aporta un 35% m¨¢s de margen de rentabilidad frente a cualquier naci¨®n de la Uni¨®n Europea. Estamos en la misma situaci¨®n que Noruega cuando descubri¨® las bolsas de petr¨®leo en los a?os sesenta y cre¨® el fondo soberano m¨¢s grande del mundo¡±. ?Exagerado? Ser¨¢ que los financieros son los grandes creyentes.
Porque todav¨ªa no sabemos c¨®mo descarbonizar la industria. ?Es posible producir cemento o acero ecol¨®gico? Hoy no. El sector industrial ¡°aporta¡± el 30% de las emisiones mundiales y consume el 37% de la energ¨ªa. Nada se frena. En las pr¨®ximas cuatro d¨¦cadas se prev¨¦ que se construya una ciudad del tama?o de Par¨ªs cada semana. ?Sin cemento? ?Sin acero? La consultora Oxford Economics estima que el sector emplea en la Europa de los Veintisiete a unos 320.000 trabajadores y aporta 20.700 millones de euros al PIB europeo. ?Los volveremos digitales? El sentido com¨²n no se detiene en las tierras yermas. Ni se ahoga en sus aguas. ¡°Descarbonizar el transporte mar¨ªtimo costar¨¢ 1,5 billones de d¨®lares [1,3 billones de euros] entre los pr¨®ximos 20 o 30 a?os¡±, calcula, en el medio digital Nikkei Asia, Jeremy Nixon, director general de Ocean Net?work Express, una naviera con base en Singapur. Desde luego, aterra la inacci¨®n y esa niebla de contaminaci¨®n que restriega su lomo sobre los cristales de la Tierra. ¡°El verdadero punto de referencia para entender el precio de cualquier estrategia de transici¨®n, ya sea ordenada [se toman las medidas adecuadas para mantener el planeta en el rumbo de un calentamiento entre 1,5 ?C y 2 ?C] o desordenada [el ajuste se retrasa a?os], es el coste de la inacci¨®n, y todos sabemos que la respuesta resulta completamente desagradable para el futuro de la Tierra¡±, reflexiona Eoin Murray, responsable de inversiones de la gestora Federated Hermes International.
Trilema energ¨¦tico
Mientras todo el planeta espera que aparezca, como el inverno, por sorpresa, esa tecnolog¨ªa redentora que lave las manos de d¨¦cadas de ¡°pecados¡± medioambientales, el catedr¨¢tico Mariano Marzo abre el libro del ¨¢lgebra y lee la realidad. El ¡°trilema energ¨¦tico¡±. Tres v¨¦rtices. Medio ambiente. Econom¨ªa (incluye preocupaciones que van desde las grandes cuentas del Estado hasta la pobreza energ¨¦tica). Seguridad, fiabilidad y calidad de los suministros. La idea es buscar el equilibrio. ¡°Si nos centramos en uno solo, se corre el riesgo de descuidar los otros dos frentes y perder la batalla¡±, ahonda el experto. A Europa le falla la seguridad. Salvo Dinamarca (datos de Eurostat), los restantes Estados miembros de la Uni¨®n de los Veintisiete son importadores netos de energ¨ªa. La tasa de dependencia energ¨¦tica europea era del 61% en 2019. Y casi dos tercios corresponden a crudo y productos petrol¨ªferos, seguidos del gas natural (27%) y el carb¨®n (6%). Por eso la Uni¨®n propone m¨¢s gas natural licuado (GNL) y acelerar la transici¨®n. Pero la primera opci¨®n ¡ªresume Mariano Marzo¡ª supone incrementar todav¨ªa m¨¢s los precios de la energ¨ªa. Su valor es superior al tradicional. Y la segunda no evita las presiones sobre la seguridad del suministro a medio y largo plazo. Por eso es un dilema. No es ¡°desconectar¡± y que todo irradie una luz verde. Es llevar pobreza, sufrimiento e inequidad a millones de hogares. Las casas y las tierras m¨¢s d¨¦biles. All¨ª ¡°donde las almas de los devotos arden invisibles y medio oscuras¡±, escribi¨® el poeta T. S. Eliot.
Un fulgor diferente desprenden algunos bancos. Las llamas est¨¢n apagadas. Y frente a sus inversores y clientes vierten posibilidades. ¡°M¨¢s que exceso de optimismo [en los tiempos y facilidad de la descarbonizaci¨®n], nosotros creemos que es un planteamiento de ambici¨®n global necesaria¡±, defiende Severiano Solana, director de seguimiento y estrategia sostenible de CaixaBank. Y aventa sus datos, al igual que granos en una era, con la esperanza de que germinen. El a?o pasado destinaron 31.375 millones de euros a financiaci¨®n sostenible. Un 150% m¨¢s que el ejercicio anterior. Adem¨¢s, se batieron los r¨¦cords en cr¨¦ditos de esa naturaleza (11.595 millones) y en emisiones de bonos con criterios ambientales, sociales y de gobernanza corporativa, ESG (19.780 millones).
N¨²meros, n¨²meros, taxonom¨ªa. Otro de los problemas. ?C¨®mo medir lo que suceder¨¢ en d¨¦cadas? Algunos estudios sit¨²an el coste de la inacci¨®n a finales de siglo entre el 3% y el 20% del PIB del mundo. Distancias que para el capitalismo actual son a?os luz. ¡°A corto plazo resulta factible medir las consecuencias econ¨®micas, pero a largo, cuando hablamos de ocho d¨¦cadas, la percepci¨®n de los beneficios se difumina y se aleja en el tiempo¡±, lamenta Lara L¨¢zaro, investigadora principal del Real Instituto Elcano y defensora de la urgencia de la transici¨®n energ¨¦tica. ¡°Si solo mir¨¢semos los costes, no estar¨ªamos embarcados en este tema. Es un mandato cient¨ªfico y, si lo incumplimos, las consecuencias resultar¨¢n catastr¨®ficas¡±, augura. Ayudas europeas como el Fondo de Transici¨®n Justa ¡ª10.000 millones de euros¡ª deber¨ªan servir de colch¨®n a aquellos pa¨ªses, caso de Espa?a, que enfrentan graves retos socioecon¨®micos tras embarcarse en este ¡°viaje¡± hacia la neutralidad clim¨¢tica. Pero Espa?a, advirti¨® el fil¨®sofo Ortega y Gasset, ¡°es el pueblo m¨¢s anormal de Europa¡±, ni siquiera ha hecho una revoluci¨®n. Si fracasa en ¨¦sta, ser¨¢ una muesca m¨¢s en su fallida historia.
Cifras y letras all¨¢ por 2030
Mezclar números y poesía. El verso de Juan Ramón Jiménez “Cómo era, Dios mío, cómo era?” y la primera parada, en 2030, para llegar a las emisiones netas cero en el mundo dos décadas después. En esa fecha, dentro de ocho años, el número de puntos de recarga públicos para vehículos eléctricos, acorde con la Agencia Internacional de la Energía (AIE), habrá aumentado de un millón a unos 40 millones. Esto supone invertir al año 90.000 millones de dólares (79.000 millones de euros). En el mismo intervalo, la producción anual de baterías destinadas a vehículos eléctricos crecerá de 160 gigavatios hora (GWh) a 6.600 GWh. O sea, lo mismo que añadir 20 gigafábricas cada 365 días durante la próxima década. Y la inversión al año en conductos de CO2 e infraestructuras dirigidas al hidrógeno pasará de los actuales 1.000 millones de dólares a unos 40.000 millones, todo cuando suene el reloj; allá por 2030. Entonces se escuchará la voz del poeta: “Cómo era, Dios mío, cómo era?”.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.