La absurda idea de los restaurantes tem¨¢ticos
Personas con ideas de bombero hay miles, pero algunas, como Henry Mulyan, merecen un lugar especial en el altar de la estulticia humana. Por motivos que escapan a la raz¨®n -o, bueno, simplemente por dinero- este se?or pens¨® en 2011 que abrir un restaurante de tem¨¢tica nazi en Bandung (Indonesia) era una idea guay. Y all¨ª que se lanz¨®: encontr¨® un local, lo puso bien chulo decor¨¢ndolo con esv¨¢sticas, carteles nazis, retratos gigantes de Hitler, recuerdos de la guerra y otras mierdas muestras de memorabilia fascista, y lo llam¨® SoldatenKaffe, en un precioso homenaje a las cantinas de los militronchos alemanes. Despu¨¦s disfraz¨® a los camareros de soldados y se puso a servir maravillas como "nachos alemanes", "curry wurst", "espaguetis marinara" y "nidos de p¨¢jaro".
Aparte del hecho de que haya sobrevivido dos a?os -ergo ha habido gente que ha comido all¨ª y le ha parecido lo m¨¢s normal del mundo-, lo m¨¢s alucinante del caso es que no ha sido noticia hasta la semana pasada, despu¨¦s de que un peri¨®dico local en ingl¨¦s hablara de su existencia y la indignaci¨®n se extendiera en las redes sociales. Las autoridades se vieron obligadas a reaccionar y pedir explicaciones a Mulyan sobre "los motivos que le llevaron a abrir el restaurante", adem¨¢s de recordar la obviedad de que los emblemas nazis del local "son reconocidos internacionalmente como s¨ªmbolos del racismo y la violencia".
Como si fuera un pol¨ªtico espa?ol, el due?o del SoldatenKaffe ha culpado a los medios de manipulaci¨®n en vez de asumir su responsabilidad. Mantiene que su restaurante no defiende ninguna idea pol¨ªtica, que ¨¦l no es pro nazi ni racista, y que simplemente quer¨ªa atraer clientes nativos y turistas con los recuerditos hitlerianos. Por lo visto, lo de asumir que su local celebra el recuerdo de un r¨¦gimen infame que extermin¨® a millones de personas no entra por ahora en sus prioridades. Yo le recomendar¨ªa expandir su negocio abriendo el Killing Fields Caf¨¦, decorado con calaveras del genocidio de los jemeres rojos en Camboya, o el Idi Amin Tapas Bar, donde podr¨ªa servir pinchitos de carne humana tra¨ªda de Uganda.
La t¨ªpica camiseta que vendes aunque no seas nazi. / SOLDATENKAFFE
Por razones de cercan¨ªa con la tragedia del Tercer Reich, es dif¨ªcil imaginar la existencia de un lugar como el SoldatenKaffe en Europa. Es como si en Espa?a tuvi¨¦ramos un restaurante tem¨¢tico del franquismo. Ah, perd¨®n, que s¨ª lo tenemos: est¨¢ en Despe?aperros y se llama Casa Pepe. Bueno, pues como si existieran bares que rindieran homenaje a ETA. ?Aunque no eran eso las herriko tabernak? En fin, mejor no establecer comparaciones tan cercanas, que de sensibilidad hacia las v¨ªctimas de barbaridades parece que por aqu¨ª no andamos muy sobrados.
Quiz¨¢ el engendro de Bandung sea la manifestaci¨®n m¨¢s aberrante de un concepto ya de por s¨ª bastante sat¨¢nico: el de los restaurantes tem¨¢ticos. Los ejemplos macabros no faltan por todo el mundo, desde el fallido Buns & Guns de Beirut, donde se serv¨ªan sandwiches M16, hamburguesas-mortero y un "men¨² del terrorista" (vegetariano), hasta el Eternity de Truskavets (Ucrania), con forma de ata¨²d gigante y dedicado a la muerte, pasando por los m¨¢s claros antecedentes del SoldatenKaffe, el Hitler's Cross de Bombay y el Adolf Hitler Techno Bar & Cocktail Show en Busan (Corea del Sur). Otros no menos imposibles se tiran a lo escatol¨®gico o a lo sexual, como los restaurantes-retrete Modern Toilet de Taiw¨¢n, o el Cabbage & Condoms de Pattaya (Tailandia), ¨²nico establecimiento gastron¨®mico del mundo centrado en la anticoncepci¨®n.
Ya s¨¦ lo que quiero para Navidad. / CABBAGES & CONDOMS
Por extremos y definitivamente casposos, algunos de ellos pueden tener su gracia: no me atrever¨ªa a jurar que si paso por Fargo, Dakota del Norte, no ir¨ªa a visitar el Space Aliens Grill Bar. Sin embargo, la inmensa mayor¨ªa de los restaurantes tem¨¢ticos son lugares tristes, de perdedores, en los que sabes que vas a hacer el primo comiendo mal y pagando una pasta por ver cuatro monigotes colgados de las paredes. Por causas que se me escapan, en Espa?a molan los er¨®ticos, los medievales y los de terror: cada veo anunciados sitios del estilo El Castillo de las Tinieblas o El Templo del Placer, me pregunto de d¨®nde surge esa necesidad de cenar en una cutrez de cart¨®n piedra en vez de hacerlo en un restaurante normal y despu¨¦s irte a ver una peli de miedo o una porno.
Supongo que podemos culpar de la existencia de los theme restaurants a los estadounidenses, inventores del concepto con los tiki bars en los a?os treinta y m¨¢ximos exportadores desde los setenta a los noventa a trav¨¦s de cadenas como Planet Hollywood o Hard Rock Cafe. Para m¨ª esta ¨²ltima resume a la perfecci¨®n la maldad intr¨ªnseca de todo restaurante tem¨¢tico: su capacidad para juntar dos cosas potencialmente placenteras -en este caso, la comida y el rock- para producir con ellas una experiencia infernal. He estado un par de veces en las sucursales de Madrid y Barcelona, y ahora mismo no se me ocurre peor suplicio que comer una hamburguesa con los grandes ¨¦xitos de Aerosmith, Extreme y Santana sonando a todo volumen. Bueno, s¨ª, comerla con los grandes ¨¦xitos de Phil Collins.
Nuestra especialidad era el agua mineral. / MODELINIA
La buena noticia es que los grandes restaurantes tem¨¢ticos entraron en declive con el cambio de siglo. Al menos en Occidente, porque en Asia su friquismo sigue gustando mucho. La tendencia a la baja pudo tener como precursor al Fashion Cafe, aquel desprop¨®sito de restaurante sobre la moda -como si la gente de la moda comiera- impulsado por Naomi Campbell, Claudia Schiffer y Elle McPherson que acab¨® como el rosario de la aurora. Dive!, el comedor-submarino de Steven Spielberg, no corri¨® mejor suerte, y Planet Hollywood ha quedado reducido a seis restaurantes en EEUU, uno en Londres y otro en Disneyland Paris.
Y es que superada la novedad, ning¨²n ciudadano local en su sano juicio parece dispuesto a malgastar dinero en establecimientos en los que la comida es vulgar y el servicio arrabalero, por lo que s¨®lo funcionan en lugares con gran afluencia de purria tur¨ªstica. Yo, desde luego, no los piso ni en el mayor de mis colocones, y a no ser que me abran una r¨¦plica exacta de la cantina de Mos Eisley debajo de casa, continuar¨¦ as¨ª hasta el final de mis d¨ªas.
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