Contra los talibanes de la cerveza artesana
Tomarse una cerveza ha pasado de actividad popular relajada a examen de nociones gastron¨®micas. ?Cu¨¢nto de burbuja tiene el actual auge cervecil artesano? ?Son las l¨¢mbicas quitaesmalte apto para el consumo humano?
De un tiempo a esta parte es muy dif¨ªcil pedirse una ca?ita sin que salga un listo que la compare con una IPA, reduzca tu alcoh¨®lico refresco a micci¨®n gatuna y eche por tierra el disfrute. Amigos con los que hace cuatro d¨ªas quedabas para tomar unos quintos reniegan ahora de la cerveza industrial y, lo que es peor, te quieren convertir a la apasionante teolog¨ªa de la cerveza artesana. No eres nadie si ignoras las diferencias entre una lager, una stout y una l¨¢mbica. Y todo esto sucede, seguro que no por casualidad, en un pa¨ªs afectado por una burbuja gastron¨®mica formada por un sinf¨ªn de burbujitas ¨Clos cupcakes, las dietas, los gintonics, los food trucks¨C que estallan en el instante que algun canal de televisi¨®n emite el primer programa del en¨¦simo gastroreality.
Vamos a ver, ?no podemos tomarnos una ca?a tranquilamente? ?Hasta qu¨¦ punto actuamos como catetos cuando nos da el hype por un producto gastron¨®mico? Ojo, no me estoy marcando un Carceller, no estoy en contra de la cerveza artesana. S¨®lo de su encumbramiento como gran producto gastron¨®mico y de lo pesados que son los talibanes del l¨²pulo.
Desde mi nada humilde punto de vista, gourmetizar productos b¨¢sicos ¨Cs¨ª, acabo de catalogar la cerveza como soldado raso de la bebida¨C no es el camino para alcanzar una mayor sapiencia gastron¨®mica, sino el reflejo de una falta de cultura que nos lleva a actuar como nuevos ricos. Algo parecido sucede con el pan, que al fin y al cabo es la versi¨®n s¨®lida de la cerveza.
La cerveza, incluso cuando es artesana, es cerveza. Por muy flamencos que os pong¨¢is, nunca estar¨¢ a la altura del vino o los destilados. Porque, s¨ª, hay productos con m¨¢s y menos categor¨ªa. A pesar de los loables mandatos culinarios que reclaman el mismo trato para los productos humildes y los m¨¢s lujosos, el caviar sigue siendo caviar y est¨¢ muy bien que sea as¨ª. Cada cosa tiene su momento: las bebidas, tambi¨¦n. El champ¨¢n se guarda para las grandes ocasiones y la cerveza s¨®lo es el principio del camino del bebedor. Pero eso es algo que se aprende trago a trago.
En la burbuja cervecera hay parte de postureo. Hasta cierto punto, lo que bebemos es una proyecci¨®n de la imagen que queremos dar. La cerveza refresca, to?a y cumple otra funci¨®n: cuatro nociones b¨¢sicas te dan una p¨¢tina de sabidur¨ªa y eso, en la ¨¦poca dorada del sabelotodismo sobre comer y beber, mola mogoll¨®n, para qu¨¦ negarlo.
Si lo de la cerveza artesana es amor sincero a la gastronom¨ªa, ?c¨®mo se explica la pobre oferta culinaria que suele acompa?arla? Hay honrosas excepciones ¨Ccomo los Beerstormings de Brew Home o la propuesta de El Rac¨® d'en Cesc y otros restaurantes¨C pero en la mayor¨ªa de templos cerveceros que conozco creen que la cerveza s¨®lo casa bien con grasas y fritos. Es una visi¨®n estrecha y que, parad¨®jicamente, no aprovecha la riqueza arom¨¢tica de maltas y l¨²pulos.
La fiebre gourmet que nos invade traer¨¢ muchas cosas buenas, pero acabar¨¢ por apisonar el disfrute inconsciente, el chisp¨²n gatron¨®mico. El polvo r¨¢pido, por ponerlo en t¨¦rminos que entendamos todos. ?Vamos a pararnos ante la ca?a para diseccionarla organol¨¦pticamente? ?Reproduciremos con la cerveza el esnobismo que ha acartonado el mundo del vino?
Por cierto, y ya para que me deis bien, no quisiera terminar sin decir que, a pesar de mis esfuerzos, a¨²n no he desarrollado el gusto por las l¨¢mbicas. Reconocedlo, tienen m¨¢s ac¨¦tico que el quitaesmalte. Y esto no puede ser una caracter¨ªstica, es un defecto.
Y ahora me despido, no sin antes entonar mi nuevo grito de guerra: ?Dejad a la ca?ita en paz!
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