?Qu¨¦ comen los que no comen?
Pasan hambre, rebuscan en las basuras y recorren los comedores sociales para llenar el est¨®mago. ?Qu¨¦ comen las personas sin techo en Espa?a?
Si esta fuera la cr¨®nica de una comida en un restaurante, yo no dejar¨ªa t¨ªtere con cabeza, pero no lo es. Los platos que comemos ¨Carroz tres delicias, merluza a la marinera y ciruelas¨C me saben a gloria, y tambi¨¦n a la mujer que est¨¢ sentada frente a m¨ª. Se llama Ana Mar¨ªa y celebra cada bocado con un ¡°?est¨¢ buen¨ªsimo!¡±. Ella, como el resto de comensales ¨Csalvo yo¨C, ha vivido mucho tiempo en la calle, y sabe qu¨¦ es pasar hambre sin estar a dieta.
Se calcula que en Espa?a hay 40.000 personas sin hogar. En Barcelona viven unas 3.000, y aproximadamente 900 duermen al raso, en la calle. Tampoco tienen dinero para comprar comida ni medios para cocinar. ¡°A pesar de que existe un perfil mayoritario, si rascas las estad¨ªsticas ves que el colectivo es muy heterog¨¦neo¡±, dice Albert Garc¨ªa. Albert es el director del equipo de detecci¨®n del servicio de inserci¨®n social: el jefe de los trabajadores sociales que se patean la calle derivando a la gente a centros de atenci¨®n. ?l me cuenta que la mayor¨ªa de personas sin techo son hombres de 40 a 50 a?os de nacionalidad espa?ola, muchos con problemas de alcoholismo (aunque duda si el alcohol es la causa o la consecuencia de su vida en la calle).
Ferran Busquets ¨Cdirector de Arrels Fundaci¨®, una de las entidades m¨¢s veteranas de la Ciudad Condal¨C dice que ¡°una persona que est¨¢ en la calle, a la larga, termina consumiendo alcohol. Lo hacen para evadirse pero tambi¨¦n para llenar la barriga¡±. Tanto que desde la fundaci¨®n les tienen que despertar de nuevo el inter¨¦s por la comida.
Albert Garc¨ªa y Ferran Busquets coinciden al decir que en Barcelona existe un tejido formado por ciertas entidades y la administraci¨®n que impide que nadie muera de hambre. Ejemplos pr¨¢cticos: Maribel Balufo es auxiliar de enfermer¨ªa de la Llar Pere Barn¨¦s de Arrels Fundaci¨®, donde comparto men¨² con Ana Mar¨ªa ¨Cla mujer que celebraba los platos hace unos p¨¢rrafos¨C, Crist¨®bal y Juan. Mientras me ense?a las instalaciones, Maribel se detiene ante una c¨¢mara frigor¨ªfica en la que veo cajas con el r¨®tulo de la fundaci¨®n Banc dels Aliments, que el a?o pasado distribuy¨® 16.191 toneladas de alimentos. ¡°Pudimos hacer la c¨¢mara con la donaci¨®n de una empresa¡±. La solidaridad alimenta.
Maribel me presentar¨¢ despu¨¦s a Pepi, cocinera de la Llar. Ella elabora el t¨ªpico men¨² de colectividad, una dieta variada. ¡°Se quejan cu¨¢ndo hay mucha verdura. Lo que les gusta m¨¢s es comer de cuchara y caliente. No se por qu¨¦¡±. Creo que se entiende mucho mejor cuando le llaman comfort food, pero no estamos en la misma liga.
?Quieres ayudar?
Arrels Fundaci¨®: si quieres colaborar con una donaci¨®n o implicarte como voluntario, empieza por entrar en www.arrelsfundacio.org.
Banco de los Alimentos: esta es la p¨¢gina de la Federaci¨®n Espa?ola de Bancos de Alimentos: www.bancodealimentos.es. Si quieres colaborar directamente con el banco de Barcelona, la p¨¢gina es esta: www.bancdelsaliments.org.
Chiringuito de Dios: puedes ayudar econ¨®micamente a esta iniciativa desde www.elchiringuitodedios.org.
Rais Fundaci¨®n: Esta organizaci¨®n promueve la inserci¨®n social de las personas sin hogar. Colabora con ellos a trav¨¦s de raisfundacion.org
Tambi¨¦n puedes preguntar por las iniciativas de tu ciudad o localidad: las hay casi en todas partes y siempre hay algo en lo que se puede colaborar.
Paco Soto lleva tres a?os durmiendo bajo techo, es un hombre simp¨¢tico y cari?oso que presume de vestir impoluto cuando viv¨ªa en la calle. ?l, que se lavaba y lavaba su ropa en los ba?os de la Estaci¨®n de Sants, admite que com¨ªa lo que encontraba en las basuras. Pas¨® mucha hambre. Lo mismo que Crist¨®bal. Igual que Manuel. Y, a la fuerza ahorcan, todos terminaron haci¨¦ndose una ruta de comedores sociales donde com¨ªan bocadillos o men¨²s parecidos a los de la Llar.
La ruta incluye entidades repartidas por toda Barcelona. Los d¨ªas y horarios son dif¨ªciles de cuadrar y memorizar. Anna Titos, coordinadora del centro abierto de Arrels, explica que ¡°tienen que recorrer la ciudad para organizarse las comidas y las cosas m¨¢s b¨¢sicas¡±. Anna a?ade que ¡°es cierto que no pasan hambre, pero no comen bien o comen s¨®lo una vez al d¨ªa. Deber¨ªa haber m¨¢s comedores sociales p¨²blicos¡±. Y es que en Barcelona, para atender a estos 3.000 hombres y mujeres, s¨®lo hay 3.
Albert Garc¨ªa cuenta que ¡°en los comedores municipales se da la comida de mediod¨ªa. Las cenas quedan cubiertas por los 3 albergues de acceso directo donde se cena, duerme y desayuna¡±.
A pesar de los esfuerzos de la administraci¨®n, la situaci¨®n no est¨¢ bien resuelta y genera algunos problemas. Uno de los comedores m¨¢s populares es el de las Misioneras de la Caridad de la Plaza de Sant Agust¨ª. El acceso es absolutamente libre, cualquier persona que haga cola comer¨¢. Eso, que esencialmente es bueno, causa que parte de los usuarios se queden por las calles aleda?as, algo que genera tensiones con los vecinos.
No es el ¨²nico conflicto provocado por el acceso a la alimentaci¨®n. En la calle K de la Zona Franca sobrevive un asentamiento de personas que desempe?a trabajos precarios relacionados con Mercabarna. Muchos descargan camiones y recogen piezas de fruta y verduras en mal estado, no aptas para la venta pero s¨ª para el consumo, actividad que les ha enfrentado puntualmente con algunos trabajadores del gran mercado mayorista de Barcelona.
Es parad¨®jico que, frente a uno de los mayores mercados de alimentos de Europa, comer sea un lujo. No hay que olvidar que el acceso a la vivienda y la comida son un derecho recogido en el art¨ªculo 25 de la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos. O, bueno, si no queremos ponernos tan pomposos, podemos citar a Wolfgang Striebinger, impulsor de El Chiringuito de Dios, un comedor social de la calle Espalter del Raval barcelon¨¦s en el que los usuarios participan de las tareas diarias. El Alem¨¢n, como le llaman los sin techo, resume el art¨ªculo 25 en tres palabras: ¡°pan y dignidad¡±.
Antes de irme de la Llar Pere Barn¨¦s le pregunto a Manu y a Paco qu¨¦ les parece que haya restaurantes donde se paga 200 ¨® 300 euros por comer. Manu lo tiene claro, ¡°es un derroche de dinero para una cosa que es una necesidad¡±. Paco no es capaz de procesar la cifra: ¡°?Pero si con eso como yo un a?o!¡±. No se equivoca por mucho: el men¨² que hemos comido en la Llar cuesta entre 2,5 y 3 euros. Y yo vuelvo a casa pensando que ese arroz pasado, la merluza seca y las humildes ciruelas, son lo mejor que he comido en mucho, mucho tiempo.
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