Diez casos en que el cliente no tiene raz¨®n
El dicho es falso: el cliente no siempre tiene raz¨®n. Due?os de restaurantes revelan comportamientos energ¨²menos de los comensales, acosos al personal o mentiras para conseguir comer por la cara.
Tengo la impresi¨®n nada cient¨ªfica, pero contrastada emp¨ªricamente, de que pagar por un producto o servicio saca lo peor de nuestro ser: nos deja sin empat¨ªa y nos llena de razones.
Ocurre en todos los campos, tambi¨¦n en la restauraci¨®n, y para m¨ª la causa es un misterio: ?por qu¨¦ algunos mam¨ªferos van a un restaurante -templos del disfrute¨C con la intenci¨®n de liarla, pasarlo mal o proporcionar un rato desagradable a los dem¨¢s?
No lo s¨¦. Pero estas an¨¦cdotas, reales, son ejemplos de que algunos clientes de restaurante pueden llegar a ser la peste, el tifus y el c¨®lera.
El hecho de pagar no da patente de corso para hacer lo que a uno le d¨¦ la gana. Si alguna vez protagonizaste alguna de estas situaciones, o una parecida, ent¨¦rate: no ten¨ªas raz¨®n.
EXIGIR UNA MESA CUANDO EL RESTAURANTE EST? CERRADO
Dos hombres llegan a un restaurante distinguido con algunas estrellas Michelin. Armados de arrogancia ¨Csin pensar que tal vez deber¨ªan haber reservado, aunque ¨¦se no fue el problema¨C exigen una mesa. El jefe de sala, con la mayor educaci¨®n, responde que no es posible: la cocina lleva un buen rato cerrada.
Los dos hombres se ponen t¨® energ¨²menos. En una escalada verbal dicen al jefe de sala que acaban de llegar de Mosc¨². Y que han ido a ese restaurante directamente del aeropuerto. Y que patat¨ªn y patat¨¢n, que de todo menos guapo, y le amenazan con decir al chef ¨Cuno de los m¨¢s medi¨¢ticos de Espa?a¨C que se les ha negado el paso.
El jefe de sala, supongo que encogido de hombros y de alma, no puede hacer nada: los cocineros ya se han ido. Cuando se lo comunica a los hom¨ªnidos que tiene enfrente uno argumenta que no es tan tarde: s¨®lo las 11.30 de la noche.
En ese momento, el jefe de sala ve la luz.
¨C ?De d¨®nde dicen que vienen?
¨C De Mosc¨².
¨C Y si en Mosc¨² son las 11.30, ?aqu¨ª son las¡?
S¨²menle una hora. La an¨¦cdota, real, nos la cuenta un cocinero del restaurante en cuesti¨®n, uno de esos desalmados a los que se les cae la sart¨¦n a medianoche. Le llamaremos X, quiere mantenerse en el anonimato.
PRETENDER QUE TE INVITEN DESPU?S DE PONERTE FINO
X no es el ¨²nico que sufre a malos clientes en silencio.
Xavi Alba, director del restaurante Tickets ¨CBarcelona, una estrella Michelin¨C, se encontr¨® con unos comensales con un morro de campeonato: ¡°Se terminaban un plato y dec¨ªan que no les gustaba, pero nunca lo dec¨ªan cuando lo probaban. Cuando pidieron la cuenta y se la llev¨¦ me dijeron que c¨®mo me atrev¨ªa a cobrarles si no les hab¨ªa gustado ning¨²n plato¡±.
Buen intento, chavales.
Por cierto, caben en el ep¨ªgrafe ¡°clientes con morro¡± aquellos que piden que les inviten a cambio de escribir en su publicaci¨®n, medio, blog, etc.
COMPORTARTE COMO EN UN ESTADIO DURANTE LA FINAL DE LA CHAMPIONS
Pablo Pizarro, chef del restaurante Bocanegra ¨CLa Coru?a¨C, tuvo que pedir a unos clientes que ¡°cambiasen su actitud o abandonasen el local: no paraban de cantar y gritar¡±. ?La t¨ªpica euforia alcoh¨®lica?
Probablemente, en el restaurante de X han tenido que echar a alg¨²n comensal ¡°debido a que hab¨ªa perdido los modales por culpa del alcohol¡±. Pero echarle la culpa al alcohol, como dir¨ªan los Jacksons, es culpar al boogie: en estos casos, seamos francos, la educaci¨®n brilla por su ausencia.
FINGIR UNA ENFERMEDAD TERMINAL PARA TENER MESA
Hay restaurantes que tienen listas de espera desesperantes. En algunos hay que reservar con meses de antelaci¨®n e incluso de un a?o para otro. En elBulli se lleg¨® al paroxismo de no poder reservar, al final era el restaurante quien conced¨ªa mesa a unos pocos elegidos. En casos as¨ª, los engranajes de la picaresca empiezan a moverse y las mentes m¨¢s retorcidas pueden llegar a elaborar estrategias como la que me sopl¨® el jefazo de uno de estos restaurantes.
"Una vez nos llam¨® un cliente diciendo que a su madre le quedaba poco de vida y le hac¨ªa mucha ilusi¨®n comer en nuestro restaurante. Nos pidi¨® una mesa para cinco, casi imposible. ?Qu¨¦ haces en una situaci¨®n as¨ª? ?Y si es verdad? Total, que les dimos la mesa. El d¨ªa que vinieron todo el equipo estaba muy sensibilizado con el tema. Era una responsabilidad muy grande. Pero la se?ora estaba estupenda. Claro, ?c¨®mo sacas el tema? No le puedes decir: oiga se?ora, usted no se est¨¢ muriendo, ?verdad?¡±.
Para m¨ª, el hijo procurador de la mesa es el foodie m¨¢s ruin de la d¨¦cada.
MONTAR LAS MESAS A TU ANTOJO
En el restaurante de X ¨Cinsisto, varias estrellas Michelin y cuentas abultadas: se supone que clientes refinados¨C han tenido que parar los pies a clientes que pretend¨ªan cambiar mesas de lugar para juntarlas a su antojo.
?Qu¨¦ les llevar¨ªa a confundirlo con un chiringuito de playa?
ACOSAR A LA CAMARERA
Hay animales que, haci¨¦ndose pasar por humanos, acosan a personas del sexo por el que se sienten atra¨ªdos. Las agresiones sexuales son una lacra, absolutamente injustificable, que afecta a toda la sociedad y no s¨¦ si el hecho de que se produzcan cuando el agresor se encuentra en una posici¨®n de superioridad con respecto a la v¨ªctima las hace m¨¢s repugnantes, supongo que s¨ª. El caso es que la imagen de un tipo violentando a una camarera ¨Co a un camarero, es lo mismo aunque suceda menos¨C se? hace especialmente indigesta.
Lo cuenta Pablo Pizarro: ¡°Hace unos a?os, en un restaurante que no es el m¨ªo, a un cliente lo tuvimos que echar por eso¡±.
DORMIRSE EN LA MESA
El restaurante de X es la monda: ¡°Nos ha pasado varias veces con clientes extranjeros. Por culpa del cansancio de viajes y reuniones se sientan a cenar y se quedan dormidos en la mesa¡±.
Alma de c¨¢ntaro, si est¨¢s agotado qu¨¦date en casa, o en la habitaci¨®n del hotel, y p¨ªdete una pizza.
RESERVAR Y NO PRESENTARSE
La cantidad de quejas que escucho de restauradores me hace pensar que esta es una actividad al alza.
Hay que ser muy cretino para reservar mesa en un restaurante y no presentarse sin haber avisado con algo de tiempo. Si lo has hecho en alguna ocasi¨®n, pi¨¦nsalo dos veces: imagina que tienes un restaurante con capacidad para veinte personas, tienes la sala reservada y lista para atender a una mesa de ocho. Si esa mesa, que puede representar la mitad de la facturaci¨®n de la jornada, no se presenta el restaurador pierde un mont¨®n de dinero. ¡°Bueno¡±, dir¨¢s, ¡°por una vez no pasa nada¡±. Pero si t¨² lo haces una vez y al d¨ªa siguiente otra mesa hace lo mismo, el restaurador se estar¨¢ arruinando.
Si a¨²n y as¨ª no le ves la importancia piensa en c¨®mo te sentir¨ªas en el caso de que tu n¨®mina de octubre llegase con s¨®lo la mitad de tu sueldo.
Si no puedes acudir a un restaurante al que hab¨ªas reservado por el motivo que sea, llama cuanto antes. Aunque quiz¨¢ el da?o ya est¨¦ hecho, por lo menos habr¨¢s dado la cara y mostrado algo de humanidad, y tal vez puedan ocupar la mesa si hay lista de espera o comunic¨¢ndolo en su perfil en redes sociales.
PEDIR EXPLICACIONES PERO PREFERIR PELEA
Pablo Pizarro dice que ¡°el cliente empieza a perder la raz¨®n cuando empieza a perder las formas en su queja, o cuando desde un inicio busca m¨¢s un conflicto que una soluci¨®n¡±. Yo viv¨ª en persona la segunda parte del enunciado.
Tomando una cerveza con una amiga, el camarero cometi¨® un error con nuestro pedido. Mi amiga, de fuerte car¨¢cter , recrimin¨® el error ¨Cbanal¨C y pidi¨® explicaciones. Cuando el camarero se las di¨®, por alg¨²n motivo no le gustar¨ªan ¨Cse me escapa, eran razonables¨C, ella le espet¨®: ¡°?T¨² crees que esa es manera de contestar?¡±.
DISCUTIR SOBRE LAS RACIONES
Un cl¨¢sico del cu?adismo y del cliente insoportable es discutir sobre el tama?o de las raciones. Dentro de esta tipolog¨ªa existen dos perfiles b¨¢sicos: el del cliente que se queja del "restaurante creativo en el que sirven poca comida" ¨C?sabr¨ªa a d¨®nde iba?¨C y el del cliente mezquino que discute las raciones al gramo.
Dani Lechuga, chef del restaurante Bardeni de Barcelona, me cuenta que en una ocasi¨®n un cliente ech¨® en cara al camarero que su entrecot no pesaba los 300 gramos que promet¨ªa la carta con una actitud muy chulesca: "Sal¨ª de la cocina con la b¨¢scula y el entrecot daba 350 gramos. El tipo pag¨® los cincuenta gramos extra y qued¨® en rid¨ªculo delante de todo el comedor".
Bien por Dani.
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