La ignorancia prodigiosa de Mercedes Mil¨¢
Carta abierta del nutricionista Juan Revenga a la presentadora de televisi¨®n, en la que se desmontan las mentiras de 'La enzima prodigiosa'.
Lo reconozco Se?ora Mil¨¢, nunca me cay¨® usted bien. No es nada personal, a fin de cuentas no nos conocemos. Tampoco tengo ganas: lo siento as¨ª por lo que usted transmite como profesional del periodismo, por la clase de programas que hace, por los que presenta, conduce o en los que participa. No suelen ser de mi agrado. As¨ª pues, de aqu¨ª en adelante no se lo tome como algo personal: es posible que se trate nada m¨¢s de un estilo de periodismo con el que no comulgo que de otra cosa.
Pero son las personas las que al final ponen cara y dan sentido a un estilo concreto, tanto en el periodismo como en el cine, la literatura o la manera de entender la vida. Y en este caso le ha tocado a usted ¨Cno s¨¦ si por convencimiento o por necesidades del gui¨®n¨C convertirse en esa figura medi¨¢tica que tanto detesto. Nada m¨¢s lejos de mi intenci¨®n que pedirle que eso cambie: se le nota muy c¨®moda en su papel, as¨ª que algo tendr¨¢ el agua cuando la bendicen.
La fe contra la ciencia
Si hoy me animo a dirigirle unas l¨ªneas es por -seguro que ya se lo imagina, a estas alturas- el bochornoso espect¨¢culo del otro d¨ªa en el programa 'Chester in love¡¯ de Cuatro, al que invitaron al bioqu¨ªmico, escritor y divulgador Jos¨¦ Miguel Mulet para debatir sobre los contenidos del libro La enzima prodigiosa de Hiromi Shinya. El papel de Mulet, claro, era el de criticar ¨Cno me extra?a¨C sus contenidos; mientras usted ejerc¨ªa, en teor¨ªa, de coherente defensora.
Al menos supongo que ese era el plan inicial: dos personas con un alto nivel de formaci¨®n -sobre el papel- conceptualmente enfrentadas respecto al libro en cuesti¨®n. Hago este breve esquema de la situaci¨®n porque, en palabras de Les Luthiers es imprescindible que a la hora de establecer un ¡®bi¨®logo¡¯ haya dos personas. Y usted, al intentar rebatir las opiniones del Profesor Mulet ¨Cquien ten¨ªa la posesi¨®n de la palabra en primer lugar, un privilegio que apenas consigui¨® recuperar despu¨¦s¨C, se enroc¨® en un mon¨®logo que, empezando por llamarle gordo con todas las letras, bas¨® toda su argumentaci¨®n en una cuesti¨®n que para nada ten¨ªa que ver con el objeto de debate.
Para ello us¨®, conscientemente o no, un recurso que denota el m¨¢s bajo nivel que se puede emplear en cualquier disquisici¨®n l¨®gica: la falacia ad hominem. Es decir, tratar de desacreditar los argumentos del interlocutor se?alando en ¨¦l una caracter¨ªstica o creencia impopular. Voy a bajar el nivel ya que no quiero confundirla con palabrer¨ªa en lat¨ªn. Como es comprensible, no ten¨ªa respuestas v¨¢lidas con las que defenderse, y sigui¨® la estrategia de echar balones fuera o, para que nos entendamos: ?d¨®nde vas?; manzanas traigo.
A fin de cuentas, para que se establezca un debate sobre la validez de una determinada cuesti¨®n cient¨ªfica se necesitan dos cient¨ªficos, y ?usted podr¨ªa explicar de manera sencilla, comprensible y a la vez sin dejarse nada en el tintero qu¨¦ es exactamente una enzima? ?Podr¨ªa dar una clase a alumnos de 2? de la ESO sobre enzimas? F¨ªjese que no le hablo de la universidad y un grado de Biotecnolog¨ªa, como Mulet. ?Podr¨ªa, llegado el caso, solucionar las posibles dudas de esos alumnos de 2? de la ESO respecto a la naturaleza de esas enzimas y sus implicaciones metab¨®licas, funciones, etc? Pues eso. Que manzanas traigo. Manzanas con enzimas, con genes, con cosas.
La mala educaci¨®n
El supuesto anterior queda invalidado si usted es de esas personas que opina que una persona con sobrepeso u obesidad no puede hablar con propiedad y certeza de cuestiones relacionadas con la alimentaci¨®n, en cuyo caso queda todav¨ªa en peor situaci¨®n. Si cabe. ?Acaso no consultar¨ªa usted con un onc¨®logo por el hecho de que este tuviera c¨¢ncer; y con un ur¨®logo con piedras en el ri?¨®n; o con un endocrin¨®logo si este padeciera diabetes? ?Seguimos? Que exista una corriente popular ¨Cm¨¢s bien populista¨C que postule que la obesidad es solo el resultado de la escasa voluntad del paciente respecto a (no) cerrar la boca o (no) hacer ejercicio me parece lamentable, pero reconozco que es lo que hay y que con eso tenemos que lidiar. Que una persona presuntamente formada y de su nivel incurra en esa asociaci¨®n de ideas, resulta directamente deplorable.
Tampoco se agobie demasiado, no es la ¨²nica que tiene abiertas este tipo de v¨ªas de agua en el cerebro. Sin ir m¨¢s lejos hace casi cuatro a?os en el programa ¡®El gran debate¡¯ de Tele5, el ¨ªnclito Sr. Dukan ¨Cs¨ª, el de la dieta hom¨®nima, a quien ya no recuerdan ni sus m¨¢s fieles palmeros¨C tuvo ocasi¨®n de ponerse en evidencia al dirigirse a Giuseppe Russolillo, presidente de la entonces Asociaci¨®n Espa?ola de Dietistas-Nutricionistas, en los siguientes t¨¦rminos: ¡°?C¨®mo puede ser que el presidente de los dietistas espa?oles sea un obeso? Usted est¨¢ gordo. Es una verg¨¹enza. ?Usted es nutricionista y obeso! Eso quiere decir que su m¨¦todo dietista no funciona¡±.
Supongo que, para una persona con escasas oportunidades de formarse en un terreno especializado como es el de la obesidad, hay una especie de disonancia cognitiva entre acudir a un profesional cualificado para recibir ayuda a la hora de perder peso, y que ese profesional al mismo tiempo tenga sobrepeso u obesidad. Como usted, que por lo que se ve asume la obesidad como un ente ¨²nico, fruto de comer mucho y moverse poco. Por recurrente que sea, esta es una simplificaci¨®n extrema del asunto. No hay ¨²nica obesidad, igual que no hay una ¨²nica depresi¨®n: sin caer en el sinsentido de afirmar que hay tantas obesidades como personas obesas, s¨ª que es preciso considerar que en cada caso puede haber m¨²ltiples factores implicados, desde los gen¨¦ticos a los psicol¨®gicos, pasando por los socioculturales. Y pone como ¨²nica carga de la prueba de defensa del famoso libro, que su interlocutor padece obesidad ¨Csin conocer realmente su IMC ni otros factores, y a ojo¨C y en un alarde de espontaneidad intenta analizar su dieta en directo. Brillante.
En este terreno no puedo dejar de mencionar el presunto il¨ªcito en el que pudo haber incurrido al descalificar al Profesor Mulet sin tener en cuenta, supongo, la Ley 17/2011 de Seguridad Alimentaria y Nutrici¨®n. Pues bien, en buena parte de su justificaci¨®n, y concretamente en su art¨ªculo 37 se destaca la prohibici¨®n de cualquier discriminaci¨®n directa o indirecta por raz¨®n de sobrepeso u obesidad. Y es que usted, adem¨¢s, no se refiere al Dr Mulet como obeso, se refiere a ¨¦l con la expresi¨®n ¡®gordo¡¯ ?en todas sus acepciones, o pretend¨ªa usted hacer especial hincapi¨¦ en alguna?
Querida Milagros
No voy a entrar de nuevo a valorar los contenidos del libro. Ya lo hice hace casi cuatro a?os, y si sigue el enlace ver¨¢ que ya por aquel entonces aparece su nombre. Pero d¨¦jeme hacerle un resumen sobre mi parecer al respecto del panfleto en cuesti¨®n:
- No existe la tal enzima prodigiosa, incluso el bueno de Hiromi ¨Csu autor¨C lo reconoce, solo se la imagina (y con ello perpetra un t¨ªtulo genial, y de paso un negocio que le ha reportado grandes beneficios).
- ?l y solo ¨¦l sospecha de su existencia y le atribuye propiedades que a la luz de la medicina actual solo pueden ser consideradas de milagrosas.
- Cualquier ni?o en sus ¨²ltimos cursos de primaria, solo con los m¨¢s elementales conocimientos de biolog¨ªa podr¨ªa (deber¨ªa) echar por tierra los argumentos de este libro. Lamentables en boca de un se?or que ejerce la medicina.
- La obra est¨¢ cuajada de desprop¨®sitos energ¨¦tico-hol¨ªsticos buenrrollistas, que no tienen ning¨²n respaldo en la ciencia. El autor miente m¨¢s que escribe y para poner solo un ejemplo, baste este dato: es imposible contrastar la filiaci¨®n profesional del autor, que ¨¦l mismo se encarga de incluir en el pr¨®logo. All¨ª dice ser profesor de cirug¨ªa en el Colegio Albert Einstein de Nueva York. Sin embargo, un portavoz de la instituci¨®n ha negado a diversos medios que Shinya ejerza all¨ª, pese a que la editorial sostiene que s¨ª.
- Un extra: para dar buenos consejos en el terreno sanitario o, llegado el caso, de la nutrici¨®n no hace falta ni mentir ni recurrir a cuentos de hadas.
Siempre existir¨¢ gente como usted, Sra Mil¨¢, que se re¨²na en noches de luna llena alrededor de una magn¨ªfica fogata para invocar a Gaia o a la enzima prodigiosa, madre c¨®smica de todas esas otras enzimas chiquitinas y gregarias que habitan en cada ser vivo. Eso es algo inevitable. Si le digo la verdad, ese tema me inquieta poco y hasta me parece algo folcl¨®rico. Lo que me parece todo un desacierto es que alguien utilizando su escaparate medi¨¢tico invoque una enzima que ni existe, ni es prodigiosa, ni nada de nada. Esa enzima es una solemne tonter¨ªa y es peligrosa.
Por cierto, antes de despedirme me gustar¨ªa comentarle una cosa. Mis argumentos en contra del bodrio de la enzima prodigiosa son los mismos, en esencia ,que los del profesor Mulet, mido 1,79, peso 76 kg y tengo 47 a?os¡ ?tambi¨¦n me va a llamar gordo para defender su postura? ?O en este caso se va centrar en que tengo un poco menos de pelo que cuando ten¨ªa 25, llevo los pantalones arrugados, la barba de tres d¨ªas o cualquier otro argumento igual de v¨¢lido cuando se trata de intentar imponer la fe o los intereses de una cadena por encima de la ciencia?
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