El ¡®peso ideal¡¯ no existe
Conceptos como el 'peso ideal' o el ?ndice de Masa Corporal no est¨¢n siempre relacionados con un buen estado de salud, y pueden favorecer malas elecciones a la hora de comer.
Una de las primeras consideraciones que se hace de cada uno de nosotros, solo llegar a este mundo, es pesarnos y anotar ese valor en un librito, que luego nos acompa?a y se actualiza durante buena parte de nuestra vida pedi¨¢trica. Ni siquiera en los pa¨ªses con menos recursos se saltan este protocolo; que tiene a su favor no requerir demasiada infraestructura: una b¨¢scula o una balanza m¨¢s o menos rudimentaria ser¨¢n suficientes. No es para menos: tal y como sostiene la OMS, el bajo peso al nacer es el primer riesgo de mortalidad y enfermedad en el mundo (le siguen el sexo sin protecci¨®n y el consumo de bebidas alcoh¨®licas). Por esta raz¨®n, a lo largo de todo nuestro desarrollo y hasta alcanzar la condici¨®n de adultos, el peso -en relaci¨®n con otras variables-, se emplea como una herramienta importante para medir el crecimiento y el curso de ese desarrollo.
Pero el estigma del peso no nos abandonar¨¢, ni mucho menos, al alcanzar el estatus de adultos. Al contrario, se har¨¢ si cabe m¨¢s presente, llegando incluso a que ese valor que arroja nuestra b¨¢scula con dos -o peor a¨²n, tres- cifras condicione en buena medida la existencia de quienes, ahora s¨ª, podr¨ªamos definir como Homo ponderans antes que Homo sapiens. Vivimos esclavos de nuestro peso. De esta forma escogemos nuestros men¨²s, picoteos y aperitivos en base a criterios err¨®neos, para estar en un peso determinado o, m¨¢s a las bravas, para estar delgados -muchas veces adem¨¢s con un criterio err¨®neo de delgadez- en vez de comer objetivamente bien a partir de elecciones adecuadas.
Al menos muchas personas lo hacen -y lo hacen rematadamente mal-, en base a ese referente sumamente voluble que se conoce como ¡®peso ideal¡¯. Lo hacen tambi¨¦n espoleados por la presi¨®n de los medios de comunicaci¨®n, de las marcas, de las modas, del ejemplo que suponen en cierta medida una serie de patrones estereotipados, dif¨ªcilmente alcanzables y personificados en actores, actrices, deportistas de ¨¦lite, famosos y dem¨¢s. No es de extra?ar que cada poco tiempo aparezca en listado con el peso y las medidas de las celebridades m¨¢s admiradas por su figura, para decirnos que comen no s¨¦ qu¨¦ alimento obtenido por alg¨²n gur¨² en alguna tierra ind¨®mita. El peso es clickbait: un reclamo sugerente que engancha a una importante cantidad de lectores. Y lo que supuestamente se come para obtenerlo, tambi¨¦n.
El origen del peso ideal
M¨¢s all¨¢ de habladur¨ªas, de la opini¨®n de tu novio o de lo que te diga la t¨ªa Concha -la de Cuenca- cuando te ve de a?o en a?o por Navidad, el t¨¦rmino ¡®peso ideal¡¯ se acu?¨® de forma m¨¢s o menos oficial, tanto para hombres como para mujeres, en 1942/43. Fue entonces cuando la Metropolitan Life Insurance Company dise?¨® unas tablas -diferenciadas por sexos- con sus puntos de corte correspondientes en funci¨®n de la altura y la complexi¨®n (peque?a, mediana o grande).
Su finalidad ¨²ltima no era advertir a la poblaci¨®n respecto a su estatus ponderal, sino calcular las tarifas para los clientes de sus seguros de vida. Unas tablas y definiciones relativas al peso ideal o deseable que fueron modificadas en 1959, y por ¨²ltimo en 1983. Tablas que han acabado por emplearse con relativa frecuencia en la pr¨¢ctica cl¨ªnica, incluso en la actualidad. La necesidad de su adecuaci¨®n o no, as¨ª como su interpretaci¨®n correcta, merecer¨ªa otro art¨ªculo aparte.
Los valores de estas tablas han sido ampliamente criticados desde su aparici¨®n, tanto por la forma de establecer la constituci¨®n de un individuo, como por la de asociar la mortalidad con un peso concreto. Por no hablar del papel que puede desempe?ar la edad (que no se tiene en cuenta en las tablas) en la idoneidad de un peso concreto en base a la constituci¨®n y la talla. Por eso son varios los investigadores que abogan por desterrar los conceptos como ¡®peso ideal, deseable u ¨®ptimo¡¯, a causa de los errores a los que puede inducir, y centrar la atenci¨®n sanitaria en aquellos individuos at¨ªpicos, como los muy delgados o muy obesos (sin restar importancia a otras variables del peso).
El famoso ?ndice de Masa Corporal
Adem¨¢s del peso como valor aislado -aunque sea en relaci¨®n con otras variables-, est¨¢ mucho m¨¢s extendido el uso del conocido como IMC (o ?ndice de Masa Corporal) que cataloga a las personas seg¨²n su peso teniendo en cuenta su talla. Se trata de una herramienta usada de forma masiva en consultas y publicaciones cient¨ªficas de todo el mundo, que se gu¨ªa por un valor resultante de dividir el peso de cada uno (en k) entre su talla (en metros) al cuadrado. R¨¢pidamente, este cociente sirve para catalogar a las personas de la siguiente manera:
-
Si el valor obtenido es menor de 18,5 se considera que esa persona tiene bajo peso,
-
Si est¨¢ comprendido entre 18,6 y 24,9 se habla de normopeso,
-
De 25 a 26,9 y de 27 a 29,9; sobrepesos de grado 1 y 2 respectivamente,
-
A partir de 30 hasta 34,9; de 35 a 39,9; de 40 a 50 y dem¨¢s; obesidad de grado 1, 2, 3 respectivamente.
El IMC se emplea de forma masiva como indicador del pron¨®stico de salud de una persona, algo que tambi¨¦n ha sido cuestionado en m¨²ltiples publicaciones. Recordamos una de las m¨¢s recientes, que concluye que el uso de las categor¨ªas de IMC como principal indicador de salud conlleva la incorrecta clasificaci¨®n de una cuarta parte de la poblaci¨®n. El error nace tanto al considerar como personas cardiometab¨®licamente sanas a algunas que en realidad no lo est¨¢n, como asumiendo que no est¨¢n sanas personas que lo est¨¢n. Si quer¨¦is un resumen de la historia y futuro del IMC, lo encontrar¨¦is en este enlace.
M¨¢s all¨¢ del peso
Por mucho que nos cueste interiorizar este concepto, el peso no lo es todo: ni desde el punto de vista de la imagen, ni tampoco desde el de la salud. Existe una corriente de investigaciones que centradas en estudiar un tema que para muchos resultar¨¢ curioso: el de aquellas personas que son consideradas como obesas pero que est¨¢n metab¨®licamente sanas. En algunos casos, incluso m¨¢s que otras personas con un IMC ¡®adecuado¡¯. Porque la cantidad de grasa de una persona, la contribuci¨®n de esta al peso total, su distribuci¨®n y tipolog¨ªa deber¨ªan ser tambi¨¦n valores a tener en cuenta -entre otros- ya que ser¨¢n determinantes del pron¨®stico de salud de cada persona, m¨¢s all¨¢ de su peso e IMC.
Admitamos de una vez que la principal preocupaci¨®n de muchas personas, cuando hablamos del peso, no es tanto lo que su m¨¦dico les pueda decir, sino m¨¢s bien la presi¨®n a la que se ven sometidas. Sobre todo por la insatisfacci¨®n que les provoca la autopercepci¨®n de su imagen, y la importante parte de culpa que le trasladan al numerito de la b¨¢scula. Lo que nos devuelve al estigma de la b¨¢scula.
Una opini¨®n personal
Valores como el peso ideal o el IMC suponen para una buena parte de la poblaci¨®n una presi¨®n innecesaria, fruto muchas veces de un culto a la imagen desproporcionado e irreal que causa estragos, principalmente entre la poblaci¨®n femenina. No me parece exagerado mencionar los trastornos de la conducta alimentaria, concretamente la anorexia, y contrastar que las v¨ªctimas de esta terrible enfermedad se reparten en proporci¨®n 9/1 entre mujeres y hombres, respectivamente. Un trastorno con consecuencias dram¨¢ticas, a veces fatales, en las que expresiones como peso ideal, adecuado, ¨®ptimo o sobrepeso suponen un catalizador en situaciones cotidianas y omnipresentes palpables en el cine, la publicidad, las modas o en el comentario de un familiar, compa?ero de clase o pareja poco emp¨¢tico.
El peso no es m¨¢s que una variable al que le hemos trasladado una importancia excesiva. Esto se contrasta en cierta medida en el terreno de la salud: en nuestros d¨ªas, y m¨¢s all¨¢ de este factor, el peso se ha convertido en la gasolina que usa el motor de la moda y la cosm¨¦tica. No dejemos nos que hagan lo mismo con la comida: comamos bien -no ultraprocesado, mucha verdura y fruta, cocinemos- para estar bien, y que sea un disfrute y no una obligaci¨®n ni un chantaje.
Juan Revenga es dietista-nutricionista, bi¨®logo, consultor, profesor en la Universidad San Jorge, miembro de la Fundaci¨®n Espa?ola de Dietistas-Nutricionistas (FEDN) y un mont¨®n de cosas sesudas m¨¢s que puedes leer aqu¨ª. Ha escrito los libros ¡°Con las manos en la mesa. Un repaso a los crecientes casos de infoxicaci¨®n alimentaria¡± y ¡°Adelg¨¢zame, mi¨¦nteme. Toda la verdad sobre la historia de la obesidad y la industria del adelgazamiento¡± y -muy importante- es fan de los ri?ones al jerez de su madre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.