C¨®mo conseguir que te gusten verduras que odias
Cuatro personas que detestan a las coles de Bruselas, el br¨®coli, el apio o las alcachofas prueban recetas pensadas para superar su fobia. Y el experimento funciona sin salsas, fritangas u ocultamientos de sabor.
Lo dijo Rodrigo de la Calle hace un tiempo y lo suscribo afirmando hasta que se me caiga la cabeza: ¡°a todo el mundo le gusta la verdura, pero a¨²n no lo sabe¡±. ?Por qu¨¦ vivimos en esta inopia vegetal, con la de posibilidades comestibles sabrosas y variadas que ofrece este reino? La respuesta la dio el mismo chef en la misma entrevista: ¡°Uno de los motivos por el que mucha gente no come verduras es porque se han cocinado mal, con puntos err¨®neos de cocci¨®n¡±.
Jud¨ªas verde militar pochas con las que pod¨ªas hacer un pur¨¦ solo con el tenedor, coliflor oliendo a metano puro despu¨¦s de pasar por la olla expr¨¦s -la terrible moda de cocinar verdura en esta olla peg¨® fuerte en los 80- o la hoja de las acelgas cocinada el mismo tiempo que la penca son algunos de los protagonistas del particular museo de los horrores vegetales que hemos vivido los que crecimos antes de que se supiera lo que era la cocci¨®n ¡°al dente¡±.
El resultado son varias generaciones de personas que, aunque en general coman de todo -o eso dicen-, tuercen el morro cuando hay verduras en la jugada. La familia de las Brassica, que incluye a la col, la lombarda, el repollo, el romanesco o la berza, es una de las principales afectadas, seguramente por el olor a gas que despiden cuando se cocinan demasiado.
Como en El Comidista tenemos alma de servicio p¨²blico, decid¨ª llevar la teor¨ªa a la pr¨¢ctica y me ofrec¨ª para prepararles diferentes platos con su bestia negra particular a tres personas de diferentes edades y condiciones. Para que les quedara claro mi nivel de implicaci¨®n -y porque no es lo mismo contarlo que vivirlo-, yo tambi¨¦n tuve un vis a vis con la m¨ªa.
El juego tiene unas normas, porque si no no ser¨ªa divertido. Lo m¨¢s f¨¢cil hubiera sido rebozarlo o fre¨ªrlo todo -porque, claro, as¨ª todo est¨¢ bueno-, por eso decid¨ª no emplear esta t¨¦cnica con ninguna de las verduras. Tampoco las ba?¨¦ en salsorras tipo all i oli o bechamel, porque la cosa va de descubrir el sabor de la verdura y disfrutarlo, no de camuflarla como nos hac¨ªan cuando ¨¦ramos peque?os, ahogando cualquier vegetal que generara protesta con un kilo de mayonesa. La ¨²ltima regla autoimpuesta fue no pasarme con las especias, por el mismo motivo que las dos anteriores.
Ana Bel¨¦n Rivero (35 a?os) y el br¨®coli
Cualquiera que siga la carrera de esta genial humorista gr¨¢fica sabr¨¢ que su relaci¨®n con el br¨®coli es, por decirlo de una manera amable, complicadita. Ha llegado a decir que no lo comer¨ªa ni aunque Brad Pitt le hiciera el avioncito y a usarlo como ejemplo de que Dios nos odia, imaginaos el desaguisado. Ana Bel¨¦n reflexiona al respecto: ¡°Creo que esto me pasa porque no me lo han cocinado en ning¨²n momento de mi vida¡±. Rivero es de Granada y all¨ª se comen muchas legumbres, pero no le suena haber visto nunca un trozo de br¨®coli en ellas. ¡°As¨ª que al hacerme mayor, di por hecho que no me gustaba: adem¨¢s de por su aspecto, por el olor que desprende al cocinarse (me pasa lo mismo con la coliflor)¡±.
Cuando le plant¨¦ delante una ensalada de br¨®coli rallado con manzana ¨¢cida, queso payoyo, perejil y una vinagreta de lim¨®n, tuvo cierto reparo. La prob¨® porque era el trato, y repiti¨® varias veces porque le gust¨® (prometo que no hubo amenazas de por medio). ¡°No sabe a lo que asocio con br¨®coli, porque para empezar no huele a lo que asocio con br¨®coli¡±. La acidez de la manzana y el toque sabroso del payoyo tambi¨¦n ayudaron, y Ana Bel¨¦n se mostr¨® dispuesta a volver a comerla as¨ª siempre que hiciera falta.
Elvis Sab¨ªn (11 a?os) y la alcachofa
No todos los desagrados verduleros tienen que ver con las cocciones, algunos est¨¢n relacionados con una combinaci¨®n de sabores intensos y paladares no del todo maduros (sobre todo en el caso de los ni?os). Elvis se come el 99% de las verduras sin poner pegas y parece que su madre no cocina mal -o eso espero, porque es mi hijo mayor-, pero no le gustan nada las alcachofas. ¡°Tienen un sabor raro, como amargo primero y dulce al final, y cuando la comes luego todo sabe diferente. Adem¨¢s, tiene pelos: definitivamente, no me gusta¡±, zanja con resoluci¨®n.
Durante la misi¨®n ¡°esto te gusta, pero no lo sabes¡±, prepar¨¦ un hummus al que a?ad¨ª unas cuantas alcachofas en aceite, que nos comimos para cenar con rega?¨¢s, palitos de verdura y una ensalada, sin ninguna muestra de rechazo por parte del antialcachofas. Tambi¨¦n puse una buena cantidad de alcachofas -esta vez, frescas- en una crema con cal?ots asados, chiriv¨ªas y champi?ones, que tambi¨¦n acab¨® siendo una cena (con un huevo mollet para rematar). ¡°La crema estaba muy buena, porque los cal?ots me encantan, y los champi?ones tambi¨¦n. Se notaba un poco la alcachofa, pero la mezcla de sabores estaba buen¨ªsima¡±, asegura Elvis, mientras se replantea su relaci¨®n con esta hortaliza. ¡°De momento la puedo seguir probando con otras cosas, pero sola todav¨ªa no, ?vale?¡±. Vamos por el buen camino.
Diego Rodriguez (47 a?os) y las coles de Bruselas
El de Diego es uno de los traumas m¨¢s compartimos por las v¨ªctimas de la verdura recocida. En mi casa la col de Bruselas se hab¨ªa llegado a usar como amenaza cuando nos pon¨ªamos melindrosos con la comida, as¨ª de alto cotizaban en el mercado del asquete infantil. Baj¨¦ a ver a Diego con un t¨¢per de coles de bruselas salteadas con ajo y menta, y me cont¨® que no le gustaban porque ¡°en Argentina, de donde soy, se comen hervidas, huelen fatal, saben como ¨¢cidas y est¨¢n blandas. Las dos o tres veces que me hicieron comerlas me dejaron un recuerdo terrible¡±.
Creo que Diego estaba un poco reticente a entrar en materia hasta que el resto de sus compa?eros de la Fromagerie Can Luc atacaron la tartera, mostrando bastante entusiasmo por su contenido. ?Le gust¨®? ¡°Much¨ªsimo, las coles estaban crujientes y frescas y el aderezo de vinagre, ajo y menta les iba muy bien¡±. ?Repetir¨ªa? Lo hizo: las prepararon para comer en su casa al d¨ªa siguiente, con arroz en lugar de cusc¨²s. Trauma superado.
M¨°nica Escudero (yo misma, 41 a?os) y el apio
Mi inquina al apio me ha fastidiado el disfrute de estofados en casa de amigos, mejillones en B¨¦lgica y cualquier caldo en el que su sabor destaque mucho. Es la ¨²nica verdura que no me gusta: cuando se usa para guisar me parece tremendamente invasiva, como si hiciera desaparecer por arte de magia -negra- el resto de sabores. Recuerdo haberla comido cruda en unas barquitas viejunas con queso en crema y d¨¢tiles: tambi¨¦n me horroriz¨®.
Compr¨¦ un apio y, luchando contra el instinto me dec¨ªa ¡°prepara un bloody mary¡±, me dispuse a probarlo. Me di cuenta de que la parte que hab¨ªa comido siempre era ancha, relativamente cercana a la base, donde el olor es m¨¢s agrio y el sabor m¨¢s astringente. Cog¨ª una ramita m¨¢s fina y la experiencia fue completamente diferente: era fresco, herb¨¢ceo y mucho m¨¢s suave. Me prepar¨¦ una ensalada Marcelo, y tambi¨¦n us¨¦ unas ramitas para untar en hummus. Ya puedo decir que no me disgusta el apio, y -aunque a¨²n no lo he probado- intuyo que este acercamiento servir¨¢ para aumentar mi tolerancia al apio cocinado.
Conclusi¨®n
- Si odias una verdura por c¨®mo te la preparaban de peque?o, dale una segunda oportunidad con otro tipo de cocci¨®n.
- Si odias una verdura cocinada, dale una segunda oportunidad y pru¨¦bala cruda.
- Si odias el sabor de una verdura sola, coc¨ªnala con otras cosas que te gusten (no se trata de enmascarar, sino de combinar).
- Si odias el sabor de una verdura sin conocerla muy bien, cuantos menos ingredientes odies, m¨¢s posibilidad tendr¨¢s de disfrutar con cualquier plato.
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