La historia de la migraci¨®n espa?ola resiste en el bar Llanes, uno de los m¨¢s antiguos del centro de Bruselas
El establecimiento de Adelina Cueto permanece con la misma est¨¦tica escueta de hace sesenta a?os y contin¨²a siendo un refugio compartido de espa?oles
Es s¨¢bado por la tarde, principios de julio, y Adelina ojea con poco inter¨¦s una revista espa?ola del coraz¨®n desde una de las mesas de su bar, situado a unos pasos de la Grand Place de Bruselas, el coraz¨®n geogr¨¢fico, hist¨®rico y comercial de la ciudad. Justo en frente de su puerta, a los pies de la Iglesia de Notre-Dame de Bon-Secours, una concha dorada en el suelo anuncia el inicio del Camino de Santiago desde la capital belga.
Adelina Cueto, que hoy tiene ¡°ochenta y muchos¡± a?os, lleg¨® a la capital belga con su marido, Maximino Bueres, en 1964 directamente desde su pueblo asturiano, Llanes, en un autob¨²s que sal¨ªa desde Langreo y que les dej¨® en la estaci¨®n de Bruselas Sur (Gare du Midi, en franc¨¦s), en el barrio de Saint Gilles. Dos a?os despu¨¦s de llegar, abrieron juntos el Llanes, su bar y su hogar, que 58 a?os despu¨¦s resiste como uno de los bares (abiertos) m¨¢s antiguos y aut¨¦nticos del centro de la ciudad belga. ¡°Ven¨ªamos a pasar unos meses y mira el tiempo que nos hemos quedado¡±, comenta Adelina sin soltar la revista de las manos.
El barrio y la calle han cambiado mucho desde entonces (hoy acoge la mayor parte de los bares LGTBI y bares de copas de la ciudad), pero el Llanes permanece con la misma est¨¦tica escueta de entonces, como si el tiempo y las tendencias en interiorismo se hubieran detenido a su llegada: dos p¨®steres de Llanes en las paredes ocres, ocho mesas alineadas con sus sillas alineadas en dos filas a ambos lados del local, suelo de terrazo, una peque?a barra delante de una pared de espejo cargada de botellas de vino y de licores de origen espa?ol tan m¨ªticos como el entorno de este min¨²sculo espacio de resistencia. Bacarles, Ponche Soto, Ponche Pomar, Barbadillo Solear, La Cartuja. ¡°El licor que m¨¢s ha triunfado siempre es el Pachar¨¢n, a los belgas les gusta mucho, pero tambi¨¦n hemos hecho mucho carajillo y mucho sol y sombra¡±, explica Adelina.
De todos los elementos del bar, para Adelina lo m¨¢s importante siempre han sido las plantas, que expone orgullosa en la repisa de los dos ventanales que entroncan el local. ¡°Ag¨¹ina todos los d¨ªas les echo y cuando nos vamos a pasar el verano a Asturias, siempre encuentro a alguien que venga a regarlas¡±, comenta. Mientras hablamos, entra en el bar una joven que no habla franc¨¦s ni flamenco ni espa?ol (es de Serbia, nos explicar¨¢ despu¨¦s) pero que se hace entender: le trae una planta muy hermosa que ha salido de uno de los esquejes que Adelina le hab¨ªa dado hac¨ªa algunos meses. ¡°Mucha gente que pasa por el bar se lleva esquejines de las plantas, se han ido esquejes para Francia, para Espa?a y para media Europa¡±, cuenta, ahora s¨ª, visiblemente orgullosa.
De las decenas de rese?as que tiene El Llanes en internet es dif¨ªcil encontrar un solo comentario que no hable de la amabilidad de Adelina. Al dec¨ªrselo y sonr¨ªe, acto seguido se le empapan los ojos. ¡°Por aqu¨ª siempre han venido los chicos de Erasmus y cuando ven¨ªan sus padres de visita me los tra¨ªan al bar para decirles que yo era como su g¨¹elina en Bruselas¡±, comenta emocionada.
Los bares y restaurantes que acogieron a la migraci¨®n espa?ola
Por aqu¨ª pasan y han pasado turistas de todo el mundo, diplom¨¢ticos, los PolBru (polic¨ªas locales de Bruselas) y una buena clientela de j¨®venes belgas atra¨ªdos por la buena relaci¨®n calidad precio del caf¨¦ y de la cerveza pero, sobre todo, por la autenticidad del local. No hace falta haber estado nunca en un chigre asturiano para apreciar su esencia. ¡°Ven¨ªan tambi¨¦n camareros de otros bares despu¨¦s de cerrar, yo hab¨ªa veces que me iba a la cama despu¨¦s de las 2 de la ma?ana, si mi marido se quedaba, yo me quedaba aqu¨ª con ¨¦l¡±, comenta Adelina. Pero lo cierto es que la mayor¨ªa de los parroquianos del Llanes siempre han sido espa?oles.
Mientras lo cuenta, un cliente franc¨®fono se despide y le dedica unas palabras de cari?o a las que Adelina responde con una sonrisa y tres merci seguidos. ¡°?T¨² has entendido lo que dijo al final?, porque yo de lo ¨²ltimo no me he enterado¡±, aclara Adelina cuando el cliente ya est¨¢ fuera del bar. Confiesa sin rubor que en los 60 a?os que lleva en Bruselas no ha aprendido a hablar franc¨¦s. ¡°Aqu¨ª llegamos para probar la experiencia de trabajar fuera y en seguida nos rodeamos de espa?oles, ven¨ªan todos al bar y yo todo el d¨ªa hablando con la gente, pero, claro, en espa?ol¡ al final, entre unas cosas y otras, no me ha hecho falta aprenderlo porque he estado rodeada de espa?oles¡±, comenta.
Como Adelina, a trav¨¦s de un acuerdo entre el r¨¦gimen de Franco y el rey Balduino, miles de espa?oles migraron a B¨¦lgica durante los a?os cincuenta y sesenta en b¨²squeda de oportunidades de vida y trabajo. Los inmigrantes espa?oles iban fundamentalmente directos a las minas de Flandes y Valonia (despu¨¦s lo har¨ªan tambi¨¦n a otras industrias y al sector dom¨¦stico), lo que atrajo, entre otras regiones, a mucha poblaci¨®n asturiana de zonas mineras. Ni Adelina ni su marido buscaban trabajar en las minas, pero, coincidencias del destino, establecieron su bar Llanes en la rue du March¨¦ au Charbon, la calle del Mercado del Carb¨®n.
En esa ¨¦poca florecieron asociaciones y centros sociales y culturales espa?oles como los Antonio Machado, Miguel Hern¨¢ndez, o Garc¨ªa Lorca, y decenas de restaurantes, bares y otros espacios dedicados a la gastronom¨ªa y a la cultura espa?ola. Estos espacios eran muchas veces la primera v¨ªa de contacto entre los reci¨¦n llegados y el nuevo pa¨ªs con su particular mundo de burocracias y, como si de una secci¨®n consular se tratase, all¨ª se ofrec¨ªa orientaci¨®n sobre cuestiones b¨¢sicas del d¨ªa a d¨ªa en la nueva vida en Bruselas: las gestiones, las clases de idiomas, la b¨²squeda de casa, la colectivizaci¨®n de los comienzos y de las nostalgias. En la edici¨®n de 1983 de la Agenda Espa?ola, que se publicaba en la capital belga, aparec¨ªan cerca de 200 bares y restaurantes espa?oles, muchos de ellos con nombres de ciudades, pueblos o enclaves asturianos. En algunos, como el conocid¨ªsimo Picos de Europa, se han servido algunos de los mejores platos espa?oles de Bruselas. Adelina explica que en El Llanes hubo muchos a?os que serv¨ªan unos bocadillos que tuvieron mucho ¨¦xito, pero despu¨¦s se especializaron en caf¨¦, cerveza y licores.
De la enorme riqueza cultural que se gener¨® en torno a estos bares, restaurantes, tablaos y salas de fiesta destaca el fen¨®meno de la ¡°rumba hispano-belga¡±, con m¨²sicos de rumba y flamenco que hicieron carrera y crearon escuela en su pa¨ªs de acogida y donde alcanzaron altas cotas de popularidad. Muchos de estos artistas estaban asociados a los locales y restaurantes en los que actuaban como ¡°Los caballeros: artistas exclusivos del restaurante Casa Manolo¡±, ¡°Paco el Chiringo, artista exclusivo del restaurante El Rinc¨®n¡± o ¡°Juan Lucero, artista exclusivo de restaurante Los Candiles¡±, como cuenta Miguel Men¨¦ndez en su interesante proyecto de investigaci¨®n Rumba Hispano-Belga, con el que ha editado un libro y ha recopilado muchas grabaciones de la ¨¦poca. En sus canciones, estos artistas hablaban de las duras condiciones de la migraci¨®n, pero sobre todo apelaban a una identidad, la espa?ola, capaz de lidiar con la nostalgia desde la alegr¨ªa o, como cantaba Diego Talism¨¢n en su sencillo Chumbala: ¡°La vida es dura, pero con una copa de vino y una guitarra en la mano, nosotros, los espa?oles, qu¨¦ poco nos alegramos¡±.
De aquel esplendor de gastronom¨ªa y cultura popular espa?ola hoy cada vez queda menos, apenas una decena de bares y restaurantes localizados principalmente en el barrio de Saint Guilles, el que acab¨® siendo apodado como barrio espa?ol y donde sigue la estaci¨®n del Sur a la que lleg¨® Adelina con su marido junto a miles de migrantes espa?oles m¨¢s. Muchos se fueron en los ochenta de regreso a Espa?a, pero tambi¨¦n otros muchos se quedaron, entre ellos Adelina, que, cada invierno, se va a Benidorm y cada verano regresa dos meses a Llanes, pero que siempre habla de volver definitivamente. No sabe cu¨¢nto tiempo seguir¨¢ abierto el bar, cuenta que son sus hijos (tuvo tres) y sus nietos los que ahora se ocupan de abrir; mientras, ella pasa las tardes sentada en una de las mesas, recibiendo cari?o de cada cliente habitual y ofreciendo conversaci¨®n a cada paisano que se sienta a su lado. ¡°Esta ha sido mi vida¡±, resume Adelina, la verdadera vida de un bar de los de verdad.