Los clubes de lectura de los famosos: cuando Dua Lipa te recomienda tu pr¨®ximo libro
Esta nueva moda entre modelos, cantantes o actrices levanta muchos prejuicios: ?Est¨¢n verdaderamente interesados en la obra que leen o simplemente lo hacen para ganar dinero?
Aparecen como por despiste en las publicaciones de Instagram de algunas superestrellas. Kylie Jenner se relaja en una tumbona mientras lee a Joan Didion (en la primera foto apenas se distingue, pero en la siguiente se ve claramente), o la modelo Emily Ratajkowski posa en otra imagen junto a una edici¨®n de bolsillo de un libro de Lucia Berlin. Rosal¨ªa tambi¨¦n deja que sus seguidores sepan qu¨¦ est¨¢ leyendo en cada momento y ha mostrado ensayos de Simone Weil, Marta D. Riezu o Camille Paglia.
La pr¨¢ctica ¡ªquiz¨¢ por elitismo, quiz¨¢ por machismo o por genuina curiosidad¡ª levanta muchas suspicacias y activa muchos prejuicios: ?est¨¢n todas esas celebrities verdaderamente interesadas en la literatura o solo usan los libros como si fueran un complemento de moda? Basta con informarse m¨ªnimamente sobre ellas para saber que tanto Ratajkowski como Rosal¨ªa (una ha publicado un best-seller con buenas cr¨ªticas, y la otra es una artista en la vanguardia de su campo) encajan en el perfil de lectoras excepcionales. El caso de Jenner plantea m¨¢s dudas, pero qu¨¦ m¨¢s da, y es que ¡°la alternativa a fingir que est¨¢s leyendo un libro y mostrarlo es, simplemente, no leerlo y tampoco hablar sobre ¨¦l¡±, tal y como declaraba la empresaria y agitadora cultural Karah Preiss a The New York Times hace un par de a?os.
Preiss, una neoyorquina hija de un editor y de una agente literaria, es, precisamente, uno de los principales v¨ªnculos entre las celebrities y la literatura. Fund¨® el club de lectura Belletrist junto a su mejor amiga, la actriz Emma Roberts, y muchos creen que es ella quien selecciona buena parte de las obras que aparecen en algunas de las cuentas de Instagram m¨¢s seguidas del mundo (aunque otros rumores apuntan a un misterioso y an¨®nimo poeta chileno). En cualquier caso, las relaciones entre la literatura y otras disciplinas como el cine, la m¨²sica y la moda siempre han sido fluidas, incluso cuando el ¨¦xito de una de las partes es masivo. Por ejemplo, Pedro Almod¨®var lleva d¨¦cadas lanzando mensajes con los libros que aparecen en sus pel¨ªculas y en la serie The White Lotus el sarcasmo es doble: son las propias protagonistas las que reconocen que cuando bajan a la piscina con determinadas obras es solo para exhibirlas.
En Estados Unidos y en el Reino Unido, estas relaciones tan estrechas muchas veces se convierten en clubes de lectura dirigidos por un famoso de cualquier ¨¢mbito (en realidad, con excepciones como Jimmy Fallon, la mayor¨ªa de las veces quien est¨¢ al frente es una famosa relacionada con la comunicaci¨®n, el cine o la m¨²sica). Una tendencia casi desconocida en Espa?a que all¨ª lleva a?os funcionando y acercando los libros a nuevas comunidades de lectores. Como las voces cr¨ªticas nunca faltan, ni siquiera ante fen¨®menos tan inocuos como este, tambi¨¦n hay quienes sostienen que estos clubes son un negocio oportunista que trivializa la experiencia lectora.
Nuevas formas de compartir libros
Cuentan quienes se dedican a la escritura que, a pesar de fantas¨ªas como la de Kafka, que ped¨ªa una cueva para escribir a solas (¡°mi ¨²nico paseo ser¨ªa ir a buscar la comida a trav¨¦s de todas las b¨®vedas¡±), el suyo no es un oficio tan solitario como parece. Si incluso la escritura es, en cierta medida y no solo gracias a la influencia indirecta, un quehacer colectivo, es razonable pensar que la compa?¨ªa (real o virtual) tambi¨¦n estimula la lectura.
As¨ª lo entienden todas las figuras que han puesto en marcha su club de lectura, de Dakota Johnson a Dua Lipa, pasando por Emma Watson o Florence Welch. Coincide con ellas Andrea Gumes, conductora de espacios como Demasiadas Mujeres (Radio Primavera Sound) y Nervi (TV3), y una de las prescriptoras literarias m¨¢s seguidas en Espa?a, que comenta: ¡°La lectura siempre ser¨¢ en soledad. Pero ?qu¨¦ mal hay en que luego alguien busque colectivizar esa lectura, comentarla, compartirla? Da igual que sea con el grupo de amigas tomando ca?as o leyendo cr¨ªticas en Goodreads para entender otros puntos de vista. La cultura es precisamente eso y ni siquiera es algo moderno: en todas las novelas de Jane Austen hay escenas de lectura en grupo¡±.
El concepto est¨¢ claro, pero cada una de las anfitrionas lo ha desarrollado a su manera y ha dado a su club de una infraestructura muy distinta: desde la simple lista de recomendaciones hasta la puesta en marcha de toda una plataforma virtual. En cuanto a alcance y recorrido, la referencia es el Oprah¡¯s Book Club 2.0, que lleva m¨¢s de 27 a?os funcionando y que gracias a la popularidad de la presentadora es capaz de aupar sus recomendaciones hasta los puestos m¨¢s altos en la lista de m¨¢s vendidos. El de Reese Witherspoon es otro de los clubes m¨¢s seguidos y, posiblemente, el m¨¢s valioso de la historia: en 2023 fue vendido (junto a su empresa matriz) por 900 millones de d¨®lares. El negocio, en su caso, tiene que ver con la adquisici¨®n y venta de los derechos cinematogr¨¢ficos y televisivos de los libros recomendados, pero est¨¢ demostrado que todos los grandes clubes de lectura tienen un fuerte impacto en las ventas.
¡°El impulso da ser elegido por un club puede ser un factor clave para que un libro destaque por encima del ruido¡±, explica a EL PA?S Brenna Connor, directora de Circana, una compa?¨ªa dedicada al an¨¢lisis del mercado editorial estadounidense. Connor dispone de datos que comparan las ventas de las recomendaciones de los clubes con las ventas medias que alcanzan los libros top. Oprah logra unas ventas un 228% superiores a la media; Whitherspoon, un 71%; y Jenna Hager (hija de George W. Bush), un 7%. ¡°Creo que todo lo que conecte a un libro con su lector es bueno¡±, sostiene la experta, que tambi¨¦n habla de unas ¡°fiestas de lectura¡± que se est¨¢n empezando a organizar en ciudades como Chicago o Nueva York: ¡°Son reuniones pensadas para leer uno o dos cap¨ªtulos e, inmediatamente despu¨¦s, charlar sobre ellos con desconocidos. La lectura es una forma de romper el hielo y plantear conversaciones interesantes, y mucha gente joven est¨¢ acudiendo a estos eventos para conocer gente nueva y divertirse sin necesidad de alcohol o de aplicaciones de citas¡±.
Aunque grandes figuras como Montaigne defendieron que toda lectura debe ser divertida (¡°si un libro me aburre, cojo otro¡± escribi¨® en su ensayo De los libros), todav¨ªa existen quienes se oponen a las formas m¨¢s l¨²dicas y colectivas de vivir la literatura. ¡°Tiene que ver con que son espacios habitados principalmente por mujeres¡±, afirma Gumes. ¡°Se atacan los clubes de lectura, pero tambi¨¦n los talleres de escritura, los podcasts literarios y a las prescriptoras de libros. Es un ataque flojo, de mano blanda, porque no hay motivo alguno para enfadarse por la expansi¨®n de la conversaci¨®n literaria, pero desde aqu¨ª puedo ver las manos sudando de algunos mientras teclean tuits y columnas porque se les acaba el chollo¡±, contin¨²a la periodista y cr¨ªtica. Ella tambi¨¦n se pregunta: ¡°?Qu¨¦ diferencia hay entre un club de lectura y una charla en forma de tertulia ante una gran audiencia si los dos son espacios destinados al pensamiento?¡±. ¡°Hay una diferencia de clase¡±, concluye, ¡°de nivel de estudios, de capital cultural, de supuesta intelectualidad. Es el desd¨¦n cl¨¢sico de los c¨ªrculos literarios. Bueno, pues, esas se?oras son las que compran libros y te dan de comer¡±.
?Pero qui¨¦n gana?
Hist¨®ricamente, cualquier valoraci¨®n o selecci¨®n literaria, tanto de especialistas como de aficionados, ha suscitado una serie de preguntas: ?Puede tener un fundamento objetivo o razonable? ?Es algo m¨¢s que un juicio subjetivo y arbitrario? Son cuestiones relacionadas con el gusto y el valor que forman parte de una discusi¨®n te¨®rica interminable. El acad¨¦mico Antoine Compagnon, por ejemplo, defiende que, si bien es imposible ¡°justificar racionalmente nuestras preferencias¡±, s¨ª que podemos ¡°constatar emp¨ªricamente los consensos producto de la cultura, de la moda o de cualquier otra cosa¡±. Aunque las pistas que dan algunos clubes son menos atrevidas, otros, como el citado Belletrist, que no teme programar obras tan ambiciosas como las de Jennifer Egan o Emma Cline, ya forman parte de esos consensos culturales a tener en cuenta.
Service95, el club de Dua Lipa, es otro caso singular que tambi¨¦n est¨¢ ayudando a formar un nuevo canon literario, esta vez, eso s¨ª, con m¨¢s presencia de mujeres que en el famoso Canon Occidental de Harold Bloom. En Service95, a trav¨¦s de entrevistas a los autores y cartas a sus seguidores, la cantante demuestra un conocimiento profundo sobre cada obra recomendada y, adem¨¢s, ha puesto en marcha una plataforma que incluye podcast y textos sobre tendencias, cultura y activismo. Lo que ha fundado Dua Lipa es casi un medio de comunicaci¨®n completo.
Aunque es evidente que el inter¨¦s y la implicaci¨®n de Dua Lipa y de tantas otras celebrities es sincero, puede que, en otros casos, detr¨¢s de un club de lectura o de la aparici¨®n de determinada cubierta en una storie solo exista la ambici¨®n de una estrella que pretende ganar capital cultural o acercarse a determinado p¨²blico (algo que, por cierto, confirma que los libros todav¨ªa desempe?an un importante papel simb¨®lico en nuestras sociedades). No importa. En este escenario nadie pierde: los autores ganan difusi¨®n y los lectores reciben ese empuj¨®n tan necesario en un mundo en el que la atenci¨®n y la concentraci¨®n est¨¢n al borde del colapso. Adem¨¢s, qui¨¦n sabe si en 2014 el C¨ªrculo de Lectores espa?ol se hubiera salvado de haber tenido una cara carism¨¢tica al frente.
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