Manuel Estrada: as¨ª se dise?a la portada de los libros de bolsillo m¨¢s famosos de Espa?a
Premio Nacional de Dise?o en 2017, el madrile?o expone en la capital 150 de sus trabajos para Alianza o EL PA?S, y desvela los procesos creativos que los alumbraron
En cierta ocasi¨®n, al dise?ador Manuel Estrada (Madrid, 1953) le encargaron una portada para un libro sobre Viriato perteneciente a la colecci¨®n de novela hist¨®rica publicada por EL PA?S. ¡°Me fui a Toledo y compr¨¦ una daga romana de acero para turistas, la forr¨¦ con unas tiras de cuero viejo que encontr¨¦, las moj¨¦ para que se ci?eran a la forma y cuando la fotografiamos parec¨ªa una daga sacada de un yacimiento arqueol¨®gico¡±, recuerda. ¡°No hab¨ªa mentira en la imagen, que ten¨ªa un fondo blanco, pero era un lenguaje que permit¨ªa hacer actual un texto que hablaba de hechos del siglo II antes de Cristo¡±.
Ese proceso de s¨ªntesis visual basado en lo conceptual, la fotograf¨ªa como se?uelo y la cubierta como forma de actualizar textos forma parte del estilo con el que Estrada, Premio Nacional de Dise?o 2017, se ha convertido en un nombre fundamental del dise?o editorial en nuestro pa¨ªs. As¨ª lo demuestra Leer libros, dise?ar portadas, la exposici¨®n que acoge hasta el 11 de septiembre la Biblioteca Regional de Madrid. En la muestra, el protagonismo recae sobre las reproducciones de 150 portadas a gran tama?o y sobre varias vitrinas con cuadernos de bocetos. ¡°No son cuadernos de artista¡±, advierte Estrada, ¡°sino cuadernos que utilizo para tomar notas en las reuniones o para hacer bocetos, a veces m¨¢s r¨¢pidos y en ocasiones m¨¢s dibujados¡±. A partir de ah¨ª, las portadas se materializan con la ayuda del ordenador o del estudio fotogr¨¢fico, un elemento fundamental en el l¨¦xico visual de Estrada.
El dise?ador, con una amplia experiencia en el dise?o gr¨¢fico, de logos y de identidad visual, afirma que aprendi¨® a hacer libros sobre la marcha, con la pr¨¢ctica. ¡°Siempre me hab¨ªan interesado esos artefactos peque?itos donde metes mucha informaci¨®n, porque me gusta mucho sintetizar¡±, apunta. ¡°Me curt¨ª mucho haciendo las primeras portadas de series de libros que sac¨® EL PA?S. De la serie negra se lleg¨® a vender un mill¨®n de ejemplares, a un euro cada uno. Luego vinieron los cl¨¢sicos de la literatura espa?ola. Hac¨ªamos dos portadas a la semana, y en aquella ¨¦poca pensaba que el texto de la contraportada era suficiente para hacer una portada. Pero me he dado cuenta de que las mejores portadas vienen cuando uno ha le¨ªdo el libro, lo identifica y se emociona. Debo de haber hecho m¨¢s de tres mil portadas, pero ¨²ltimamente me he dado cuenta de que las m¨¢s bonitas son aquellas cuyos contenidos me han emocionado. Esa es la tesis de la exposici¨®n¡±.
La muestra gira en torno a un proyecto fundamental en su trayectoria: las portadas que crea desde hace a?os para Alianza Editorial. De ah¨ª surge inevitablemente otro nombre, el de Daniel Gil, que dise?¨® desde 1966 hasta 1989 las portadas de El Libro de Bolsillo, la colecci¨®n de Alianza con la que han aprendido y le¨ªdo varias generaciones de espa?oles. El estilo forjado por Gil, basado en juegos tipogr¨¢ficos e im¨¢genes sint¨¦ticas de resonancias casi surrealistas, ocupan un cap¨ªtulo destacado ¡ªy voluminoso¡ª de la historia del dise?o en Espa?a. ¡°El trabajo de Alianza fue como una ventana en la ¨¦poca oscura de la dictadura¡±, reflexiona Estrada. ¡°Conoc¨ª personalmente a Daniel Gil cuando estaba jubilado, era una persona encantadora, un cascarrabias magn¨ªfico, y nos hicimos amigos¡±, recuerda. De esa amistad da testimonio el hecho de que Gil le dedicara uno de los objetos que utilizaba para componer sus portadas, construidas a partir de utensilios cotidianos hackeados para adquirir matices simb¨®licos o escult¨®ricos. ¡°?l mandaba a gente de su estudio al Rastro para buscar objetos, y cuentan que en su estudio ten¨ªa una estanter¨ªa llena. Muchos de aquellos objetos se perdieron en una exposici¨®n. Me dedic¨® uno de ellos, para una portada de La Regenta¡±.
Por eso, cuenta, cuando le propusieron asumir el dise?o de El Libro de Bolsillo, la misma colecci¨®n, su primer impulso fue rechazar la oferta. ¡°Daniel Gil es un hito del dise?o espa?ol y tambi¨¦n era mi amigo. Su influencia me parece innegable, pero no trato de seguir su rastro porque me parece imposible. Sus portadas solo las pod¨ªa hacer ¨¦l. Cuando me lo propusieron, pens¨¦ que la gente de la profesi¨®n iba a pensar que mi trabajo era peor que el de Daniel. Por eso dije que no. Pero despu¨¦s me convencieron y no me arrepiento, porque son unos c¨®mplices de trabajo magn¨ªficos¡±. En un sector donde suelen valorarse varias propuestas antes de tomar cualquier decisi¨®n, el trabajo de Estrada en Alianza lo apuesta todo a un solo cartucho. ¡°Aunque haga veinte versiones, solo les ense?o una portada, y nunca hay problemas¡±, explica.
En Alianza se f¨ªan de su capacidad sint¨¦tica y tambi¨¦n de un estilo gr¨¢fico que se ha vuelto reconocible: tipograf¨ªas marcadas y juegos visuales que ¡°tienen que ver con el trabajo de alguien a quien le gustan los logos, como a m¨ª¡±, explica. Estrada menciona a Jos¨¦ Cruz Novillo, ¡°que ha aportado a nuestro dise?o una capacidad sint¨¦tica escalofriante¡±, apunta. ¡°Lo comparas con otros dise?adores en la cumbre de la gr¨¢fica europea, y es muy bueno¡±. En Estrada, esa influencia se traduce en un sello propio que consiste en plantear interrogantes visuales y simb¨®licos que no siempre resultan inmediatos, pero que adquieren sentido cuando dialogan con el texto al que ponen portada. ¡°Una portada ni debe contar el libro, ni resumirlo. No tiene por qu¨¦ ser f¨¢cil aunque luego lo sea. Para m¨ª, si una portada es buena, debe parecerlo m¨¢s cuando se ha le¨ªdo el libro, porque es como si fuera una verdad cifrada¡±. Algunos ejemplos: un botijo recompuesto a partir de pedazos de distintos botijos para La Espa?a invertebrada de Ortega, una pipa de fumar convertida en foco para Sherlock Holmes, un crucifijo hecho de hojas de ¨¢rboles para San Juan de la Cruz o una paleta de alba?il que recuerda a un rostro humano para el Frankenstein de Mary W. Shelley. Es decir, jerogl¨ªficos pl¨¢sticos que se fotograf¨ªan en su propio estudio ¡ª¡±al principio hac¨ªamos las fotos en la cocina del estudio, pero ya tenemos uno en condiciones¡±, explica el dise?ador¡±¡ª y funcionan como se?uelos. ¡°La clave est¨¢ en establecer complicidad con los textos, y en invitar a la gente a entrar en esa complicidad. Es decir, a leer esos libros¡±.
M¨¢s rasgos de estilo: la inmensa mayor¨ªa de sus t¨ªtulos tienen fondo blanco, un recurso que en ocasiones cuenta con la oposici¨®n de los libreros, que argumentan que se ensucian f¨¢cilmente y, en ocasiones, resultan m¨¢s dif¨ªciles de vender por ese motivo. ¡°Adem¨¢s, no est¨¢n plastificados¡±, reconoce, ¡°los imprimimos en una cartulina que no es totalmente lisa, porque los libros de bolsillo tienen que ser baratos, pero el blanco y el negro permiten marcar la s¨ªntesis mejor. Cuando tienes un objeto fotografiado, o un collage, y lo llevas hasta los bordes de la cubierta, su percepci¨®n es m¨¢s d¨¦bil. Una viga de hierro en la pared blanca de un museo adquiere una dimensi¨®n tremenda que no tendr¨ªa en medio de otros objetos. Es algo instintivo, no pensado. El fondo blanco permite crear una especie de paspart¨² que te separa del resto¡±.
Sus trabajos para Alianza Editorial permiten, adem¨¢s, esbozar una cierta teor¨ªa sobre el dise?o editorial en Espa?a y los rasgos que lo distinguen del de otros pa¨ªses. ¡°En Espa?a tenemos una cultura tipogr¨¢fica menor. Hay muy pocos dise?adores de tipograf¨ªas porque no compra nadie las letras y es muy dif¨ªcil convencer a empresas e instituciones. Por eso no tenemos esa cultura tipogr¨¢fica que ha impregnado los libros de Faber and Faber, de Penguin o de muchas editoriales alemanas. Sin embargo, tenemos una cultura visual muy fuerte. No s¨¦ si se debe a que Madrid tenga una de las pinacotecas m¨¢s importantes del mundo, pero lo cierto es que es una ciudad con una cultura visual muy alta, en la que hay muchos pintores, fot¨®grafos y directores de cine. Eso es extensible a toda Espa?a. Nuestra industria editorial empez¨® m¨¢s tarde, con unos tipos de plomo refundidos de los franceses o italianos, pero hemos desarrollado una v¨ªa propia que tiene que ver con el dibujo y con los lenguajes cifrados de otra forma¡±.
Este planteamiento encierra un concepto humanista y democr¨¢tico del libro que, en ocasiones, choca con ciertas tendencias del sector. ¡°Los departamentos de marketing siempre est¨¢n buscando best-sellers, y tienen la idea de que las portadas pueden ayudar a convertir un libro en superventas¡±, afirma. ¡°Es una idea err¨®nea, porque cuando las portadas entran en el terreno de las ventas, pierden su capacidad narrativa. Una portada puede llamar la atenci¨®n o ayudar a que la gente se acerque al libro, pero siempre desde el libro, no desde la venta. Es una sutileza, pero es importante¡±. Fiel a esta filosof¨ªa de trabajo, Estrada asegura que su estilo se ha ido definiendo por acumulaci¨®n, dise?ando y leyendo, tal y como enuncia el t¨ªtulo de su exposici¨®n. ¡°Cuanto m¨¢s llevo trabajando con las im¨¢genes m¨¢s me interesan las palabras¡±, concluye.
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