Miniatura, obsesi¨®n y memoria: as¨ª son las casas de mu?ecas convertidas en obras de arte
La galer¨ªa madrile?a El Chico expone por primera vez las escenograf¨ªas de Carmen Mazarrasa, la artista espa?ola que elabora espacios dom¨¦sticos a escala y que ha captado la atenci¨®n de medios como ¡®The Guardian¡¯
Una de las obras que la artista Carmen Mazarrasa muestra en Para¨ªsos Perdidos, la exposici¨®n que ha inaugurado esta semana en la galer¨ªa El Chico, es una casa de mu?ecas que le regalaron cuando ten¨ªa seis a?os y todav¨ªa conserva. Es una excepci¨®n. Tal y como cuenta ella misma, vivi¨® muchas mudanzas en su infancia, y en cada traslado las casas de mu?ecas corr¨ªan la misma suerte que las casas de verdad. ¡°Cuando nos mud¨¢bamos, met¨ªa todos mis muebles en miniatura en una caja de zapatos. Cuando lleg¨¢bamos a la nueva casa y mi madre empezaba a sacar sus muebles, yo sacaba los m¨ªos. Las casas quedaban atr¨¢s, as¨ª que ten¨ªa que rehacerlas cada vez¡±.
Comenz¨® entonces, relata, una devoci¨®n a este juego que, con el tiempo, se convirti¨® en una b¨²squeda personal. ¡°Desde peque?a me obsesiona el cambio de escala¡±, explica ahora. ¡°Cuando cambias la escala de un objeto, su funci¨®n pr¨¢ctica desaparece y se convierte en un s¨ªmbolo, en una representaci¨®n. Por eso las miniaturas suscitan algo muy emocional, son una especie de regreso a la infancia. Son fascinantes¡±. Con los a?os, Mazarrasa aprendi¨® a trasladar esa obsesi¨®n al terreno profesional. Como dise?adora de joyas y orfebre, cre¨® su propia firma y colabor¨® con la joyer¨ªa madrile?a Grassy dise?ando delicadas piezas de inspiraci¨®n bot¨¢nica. En 2019 acab¨® un proyecto de consultor¨ªa en una gran firma de joyer¨ªa y decidi¨® tomarse un a?o sab¨¢tico. Fue entonces cuando regres¨® a su afici¨®n de siempre. ¡°Me fui al campo y me puse a trabajar en esto, que es algo que he hecho siempre que he tenido tiempo¡±, cuenta.
¡°Esto¡± era crear a mano, con paciencia de amanuense y destreza de orfebre, r¨¦plicas en miniatura, a escala 1/12, de muebles y objetos. Durante ese a?o de reclusi¨®n que se convirti¨® en casi trienio por la pandemia, Mazarrasa ha aprendido a soplar vidrio y a dominar la ebanister¨ªa en miniatura, a coser, a bordar, a pintar y a modelar con cer¨¢mica y otros materiales para crear espacios escenogr¨¢ficos a medio camino entre la maqueta y el bodeg¨®n. Compartidas a trav¨¦s de sus redes sociales, las im¨¢genes de sus obras han captado la atenci¨®n de medios como The Guardian y de artistas como Tracey Emin, que se interes¨® por ellas.
En la exposici¨®n, adem¨¢s de la casa que ocupa un lugar central, tambi¨¦n hay tres escenarios exentos. ¡°Son espacios a los que he pertenecido y que han desaparecido, en los que he vivido o han vivido amigos m¨ªos, y que ya no existen¡±, explica. ¡°Los he reproducido de memoria, tal y como los recuerdo, y me interesa mucho ese contraste. Funcionan como bodegones en tres dimensiones o retratos de espacios. Quiero que evoquen la sensaci¨®n de regresar a un lugar que ya no existe¡±. De forma complementaria, varias fotograf¨ªas a escala 12/1 hacen el camino inverso: ante ellas, el visitante puede introducirse mentalmente en estas estancias desaparecidas.
La evocaci¨®n proustiana que anuncia el t¨ªtulo es uno de los ejes conceptuales de la muestra, pero no el ¨²nico. El propio medio elegido, las casas de mu?ecas, tiene un peso espec¨ªfico en la historia del arte, con ejemplos tan conocidos como la casa en miniatura de Petronella Oortman (hacia 1686), una de las piezas estrella del Rijksmuseum de ?msterdam y una traducci¨®n tridimensional de los interiores burgueses que obsesionaron a los pintores flamencos del barroco. O la casa de mu?ecas que el arquitecto ingl¨¦s Sir Edwin Lutyens construy¨® en 1920 para la reina Mar¨ªa de Teck, y en cuya elaboraci¨®n participaron los principales artistas, artesanos y empresarios ¨Cincluidos viticultores, para llenar las botellas con vino real¨C de su ¨¦poca. A medida que avanzaba el siglo XX, sin embargo, las casas de mu?ecas iban adquiriendo otras connotaciones. Para Cy Twombly ofrec¨ªan la posibilidad de llevar la contraria al mercado del arte: en 1993 auspici¨® Miss Lucy¡¯s Dollhouse, un proyecto colaborativo en el que dej¨® su impronta el qui¨¦n es qui¨¦n del arte de los noventa, de Julian Schnabel a Peter Halley. Sin embargo, las casas de mu?ecas, vinculadas al ¨¢mbito de lo dom¨¦stico, lo familiar y lo femenino, ofrec¨ªan m¨¢s lecturas ¨Cy m¨¢s enjundiosas¨C desde el feminismo. As¨ª lo corrobora la Dollhouse (1972) de Miriam Shapiro, concebida durante sus a?os de colaboraci¨®n con Judy Chicago y todo un compendio de terrores dom¨¦sticos. Para Mazarrasa, resulta imposible sustraerse a esta carga discursiva. ¡°Me ha costado mucho presentar estas obras como arte, y creo que se debe a la cuesti¨®n del g¨¦nero¡±, explica. ¡°Durante a?os algunas t¨¦cnicas, como el bordado, se consideraban t¨ªpicamente femeninas y se relegaba a las mujeres a ellas, como suced¨ªa en la Bauhaus, donde los hombres hac¨ªan arquitectura y las mujeres hac¨ªan textiles¡±, apunta. ¡°Tambi¨¦n hay algo muy intr¨ªnsecamente femenino en la casa, en esa obligaci¨®n de crear hogar¡±.
Que las obras de Mazarrasa puedan interpretarse en esa clave no excluye otros planteamientos. Asegura la artista, por ejemplo, que la carga expresiva de estas obras se concentra en su propio proceso de creaci¨®n, en la dificultad, la paciencia y la concentraci¨®n necesarias para dar forma a estas min¨²sculas obras de arte. ¡°Tiene que ver con algo muy humano, que es la necesidad de estar haciendo cosas. Lo importante para m¨ª es seguir, y cambiar las cosas aunque est¨¦n bien. Crear objetos con las manos es una forma de meditaci¨®n. Adem¨¢s, los que nos dedicamos a las miniaturas sabemos que en esto hay un trasfondo relacionado con el control¡±. Por eso, asegura, durante el transcurso de la exposici¨®n, la gran casa de mu?ecas experimentar¨¢ cambios y transformaciones. Muebles que cambiar¨¢n de sitio, objetos que aparecer¨¢n y desaparecer¨¢n, camas deshechas y habitaciones con la sensaci¨®n de haber albergado vida cotidiana hasta un minuto antes de la llegada del espectador. En las escenograf¨ªas dom¨¦sticas de Mazarrasa no hay figuras humanas, pero s¨ª huellas de una actividad misteriosa y cotidiana que generan una atm¨®sfera de suspense y que confirman el dicho de que una casa no son cuatro paredes, sino todo lo que sucede entre ellas.
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